Tercera recomendación
Como tercer destino en este itinerario espiritual, proponemos
practicar la misericordia en nuestro entorno laboral, con nuestras amistades,
compañeros y compañeras.
Las relaciones laborales son muy diversas: entre compañeros
de un mismo nivel laboral, con subordinados, con superiores o jefes, etc.;
todas ellas dependen en gran parte de nuestras empatías y diferentes
personalidades y también de nuestro desempeño en nuestros trabajos. En estas
relaciones nos llegamos a encontrar siempre con personas con las cuales se
pueden entablar amistades e incluso hacer amigos, como también con otras con
las que se llega a tener una relación lejana y a veces conflictiva.
Nunca faltan discrepancias, malos entendidos, posiciones
irreconciliables, rivalidad, competencia y hasta envidias y maltratos dentro de
estas relaciones laborales. Y estas situaciones las podemos experimentar no
sólo con los compañeros con los cuales tenemos una relación tensa y
conflictiva, sino también a veces con los que tenemos cierto acercamiento y
amistad.
Revisemos nuestras relaciones con cada uno de nuestros
compañeros, veamos si tenemos una relación cordial o si hemos sido sujeto de
ofensas o si hemos ofendido con nuestras palabras, acciones o actitud.
Así como Dios nos ha perdonado y hemos practicado la
misericordia en nuestro entorno familiar, también estamos llamados a
practicarla en nuestro entorno laboral, a perdonar las ofensas recibidas y a
reconciliarnos con nuestros hermanos.
Perdonar es una característica del ser cristiano. Pero
también hay que caer en la cuenta de que saber perdonar es una gracia de Dios,
pues nuestro corazón tiene que ser transformado para que abandone los rencores
y las enemistades y pueda perdonar. Y disponernos de esa manera a veces nos es
muy difícil.
¿Qué hacer? Lo primero mirar a Cristo en la cruz y verse
culpable y perdonado:
“Jesús, cargado con nuestros pecados, subió al leño, para
que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado”
(1Pe 2,24).
Los primeros responsables de la muerte de Cristo en la cruz hemos
de reconocernos nosotros mismos por nuestros pecados. Y Cristo en la misma cruz
perdona:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
Con la medida con que midamos a los demás, se nos medirá;
sólo si perdonamos, se nos perdonará. Si no perdonamos, no nos confesemos, no
nos vale peregrinar, no visitemos santuarios del Señor o de la Virgen. Si no
perdonamos, no seremos perdonados, no encontraremos la gracia de Dios.
¿Cuántas veces tenemos que perdonar? San Pedro pensaba que
hasta siete veces era actuar con generosidad y el Señor le dice que abra más el
corazón, que hay que perdonar sin límites. El perdón sin límites, es un
horizonte hermoso que nos desafía y quiere decir esforzarnos con la gracia de
Dios, para tener un corazón totalmente limpio de escorias.
La oración es el segundo medio y necesario. Con frecuencia
sólo se piden bienes de este mundo; tal vez se ora poco para tener la fuerza
sobrenatural necesaria para practicar la virtud, mejorar el propio carácter,
perdonar... “El espíritu está pronto, pero la carne es flaca. Velen y oren” (Mt
26,41).
Importante es también no estar recordando ofensas. El rencor
se alimenta del recuerdo. “No juzguen y no serán juzgados. No condenen y no
serán condenados” (Lc 6,37). Sólo Dios es el juez definitivo. Déjale a Él
juzgar. Cuando asome el recuerdo en tu conciencia, ora por quien te hizo daño.
Es tu hermano. Está destinado a la gloria, como tú, y Cristo ha muerto en la
cruz también por su salvación. Orar por el hermano que nos ha ofendido, viene a
ser un magnífico remedio.
Recomendamos las siguientes lecturas:
El perdón cristiano
Homilía - Perdonar siempre es necesario
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