P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
3. LOS ATRIBUTOS DE LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO
3.1. LAS PRERROGATIVAS DE LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO
Advertencia preliminar:
Hemos dicho varias veces que Cristo es verdadero hombre ("consubstancialis nobis secundum humanitatem", Denz 148), pero por la unión hipostática no es puro hombre, ni hombre corriente. La unión hipostática de la humanidad de Cristo con el Logos divino tuvo como consecuencia que la naturaleza humana de Cristo se viera enriquecida y dotada por una plenitud de gracias sin igual. Semejante plenitud no tuvo más límite que la finitud de la naturaleza dada ni más restricción que el destino redentor de Cristo. Las prerrogativas de la naturaleza humana de Cristo se refieren a su entendimiento humano, a su voluntad humana, y a su poder humano.
Hemos dicho varias veces que Cristo es verdadero hombre ("consubstancialis nobis secundum humanitatem", Denz 148), pero por la unión hipostática no es puro hombre, ni hombre corriente. La unión hipostática de la humanidad de Cristo con el Logos divino tuvo como consecuencia que la naturaleza humana de Cristo se viera enriquecida y dotada por una plenitud de gracias sin igual. Semejante plenitud no tuvo más límite que la finitud de la naturaleza dada ni más restricción que el destino redentor de Cristo. Las prerrogativas de la naturaleza humana de Cristo se refieren a su entendimiento humano, a su voluntad humana, y a su poder humano.
3.2. LA VISIÓN BEATÍFICA DE CRISTO
Tesis 19ª. "Cristo, en cuanto
hombre, poseyó la visión beatífica desde el primer instante de su concepción en
el seno virginal de María". (doctrina común y cierta en teología).
3.2.1. Explicación
Ahora nos preguntamos si Cristo, además
de la ciencia divina que le correspondía y poseyó plenamente como Verbo de
Dios, si poseyó también, en cuanto hombre, la llamada "visión
beatífica".
Términos: "visión beatífica" en el tratado de
"Escatología" se denomina "visio beatifica" a aquella
visión directa de Dios, sin intermediarios que tendrán los elegidos en la
Jerusalén celestial y que constituye lo esencial de la felicidad eterna, (el
cielo).
A la pregunta de si Cristo poseyó, aquí
en la tierra, la visión beatífica, decimos que sí. Cristo en cuanto hombre, o sea, su
inteligencia humana, tuvo la visión beatífica en grado perfectísimo.
Mientras que todos los demás hombres
sólo en el más allá (in statu termini) pueden alcanzar la visión beatífica de
Dios, que tiene carácter absolutamente sobrenatural, el alma de Cristo la
poseyó ya en esta vida (in statu viae), y desde el primer instante de su unión
con la Persona divina del Logos, es decir, desde su concepción en el seno de la
Virgen. Por eso Cristo fue al mismo, como explica la escolástica, "viator
simul et comprehensor", es decir, a la vez peregrino en la tierra y poseedor
de la meta de la peregrinación. De lo cual se deduce que no podía poseer las
virtudes teologales de la fe y de la esperanza.
Algunos teólogos modernos, impugnaron la
visión beatífica de Cristo, porque les parecía estar en contradicción con
algunas expresiones de la Sagrada Escritura y con la realidad de la pasión de
Cristo.
3.2.2. Magisterio
de la Iglesia
El Santo Oficio, respondiendo a una consulta, declaró el año 1918 que la proposición: "No consta que hubiese en el alma de Cristo, cuando moraba entre los hombres, la ciencia que poseen los bienaventurados (visio beatifica) en su contemplación de Dios" , la respuesta fue: “no es segura, es decir, que no podía ser enseñada sin riesgo de la fe”. Denz 2183.
Pío XII declaró en la Encíclica
"Mystici Corporis" (1943) "Incluso aquel conocimiento que llaman
conocimiento de "visión beatífica" lo posee Cristo en tal plenitud
que supera con mucho en extensión y claridad a la contemplación beatífica de
los bienaventurados en el cielo".
Denz. 2289.
3.2.3. Sagrada
Escritura
Principales textos que insinúan con claridad el fundamento escriturístico:
- Jn 3, 13: "Nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo". Luego, según este texto, Cristo, el Hijo del hombre, estaba en el cielo mientras andaba aquí en la tierra, Lo cual quiere decir que era "viator" peregrino aquí en la tierra, y a la vez "comprehensor", o sea, que gozaba, al mismo tiempo, de la visión beatífica, aquí en la tierra.
- Jn 8, 38: "Yo hablo de lo que he visto en el Padre".
- Jn 3, 31-31: "El que viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído".
3.2.4. Argumento
teológico
Podemos dividirlos en cuatro partes y decimos:
- La visión beatífica: Es una existencia de la gracia de unión hipostática. Decíamos que la naturaleza divina y la naturaleza humana se unen en unidad de Persona, el Logos. Por lo tanto, si Cristo hombre es Dios, ¿como no va a poder gozar y poseer aquí en la tierra la visión de Dios? Es más "ser" Dios que "ver" a Dios.
- Lo exige así la "plenitud de la gracia" de que gozaba Cristo. Cristo por los actos de su humanidad, por su vida y sobre todo, por pasión y muerte, es para todos los hombres el autor de la salvación Hebr 2, 10, es decir, de la visión inmediata de Dios. Así, según el principio la causa tiene que ser siempre más excelente que el efecto, Cristo debía poseer de manera más excelente todo aquello que iba a proporcionar a otros.
- Cristo es cabeza de los ángeles y de los hombres. Los ángeles, que según refiere Mt 4, 11, vinieron y le servían, se hallaban ya en posesión de la visión intuitiva (visio beatífica) de Dios durante la vida terrenal de Jesús Mt 18, 10. Ahora bien, parece incompatible con la preeminencia de la cabeza (de todo lo creado) que ésta no posea una excelencia de que disfrutan parte de sus miembros.
- "Cristo, como autor y consumador de la fe", Hebr. 12, 2, no podía El mismo caminar entre la oscuridad de la fe. La perfección de la conciencia que Jesús tenía de sí mismo no se explica sino por un conocimiento inmediato de la divinidad, unida hipostáticamente con El.
NOTA:
Compatibilidad del sufrimiento de Cristo y la visión beatífica: ¿Cómo es
posible compaginar el hondo dolor y profunda tristeza que Cristo sintió en la
agonía del huerto de Getsemaní y en el abandono de la cruz?
No es difícil compaginar el sufrimiento
corporal con la "visio beatifica" porque el dolor del cuerpo se
experimenta en las potencias inferiores y sensitivas del alma, mientras que la
dicha espiritual se siente en las potencias superiores y espirituales de la misma.
Los santos, grandes místicos
experimentales, como S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa, etc, para explicar sus
experiencias íntimas con Dios, en las que frecuentemente se sumergían, recurren
en sus escritos a la triple distinción del alma humana.
Lo dividen en tres partes:
- La primera llamada "mente" que es la parte más espiritual y elevada a la que no llegan nunca las perturbaciones del mundo corporal. Iluminada por Dios, refleja siempre sus divinos resplandores; se puede tener esta experiencia junto a grandes dolores, pruebas, etc.
- La segunda parte le llaman "razón superior" es la parte del alma que saca sus conclusiones de los principios del entendimiento puro, sin influjo de las pasiones.
- La tercera la llaman "razón inferior", que juzga a través de las experiencias de los sentidos y del influjo pasional, por eso tira hacia abajo, hacia lo útil, lo deleitable del sujeto. Según esta explicación, la "mente" de Jesucristo, o sea, aquella parte del espíritu que mira exclusivamente a Dios sin contacto alguno con las cosas de la tierra, permaneció siempre envuelta en los resplandores de la visión beatífica, sin cesar un solo instante. Esto le producía unos deleites inefables, que nada ni nadie podía turbar, ni siquiera las agonías de Getsemaní y del Calvario. Pero, al mismo tiempo, su "razón inferior", o sea, aquella que pone en contacto el espíritu con las cosas corporales, se sumergió en un abismo de amargura y dolor, que alcanzaron su más honda expresión en Getsemaní y en el Calvario a la vista del pecado y de la ingratitud monstruosa de los hombres. Todo esto son intentos de explicación coherente de los sufrimientos de Cristo en Getsemaní y a la vez permanecer en la visión beatífica, en definitiva la coexistencia de la alegría y el dolor en el alma de Cristo iluminada por la visión beatífica y afligida al mismo tiempo por una tristeza mortal. Mt 26, 38.
3.3. LA CIENCIA INFUSA
Tesis 20ª.- "El entendimiento
humano de Cristo gozó de ciencia infusa, sobrenatural y natural, desde el
primer instante de su concepción en el seno virginal de María". (doctrina
cierta).
3.3.1. Explicación
Se llama "ciencia infusa", en
la teología católica, a aquella ciencia que no se ha adquirido por la enseñanza
de las criaturas o por la investigación de la propia razón, sino por especies
inteligibles infundidas directamente por Dios en el entendimiento humano (o
angélico).
Si esas especies infusas se refieren a
misterios estrictamente sobrenaturales que la razón natural no hubiera podido
descubrir jamás, se llama "ciencia infusa per se". Ejemplo, el
conocimiento de la Santísima Trinidad. Si, por el contrario, se refieren a
conocimientos que la razón natural hubiera podido adquirir por su cuenta,
aunque con esfuerzo y trabajo, reciben el nombre de "ciencia infusa per accidens".
Ejemplo, si alguien aprendiera por revelación divina un idioma desconocido sin
haberlo estudiado.
3.3.2. Sagrada
Escritura
No lo dice expresamente, pero sí de una
manera indirecta, veamos:
- Col 2, 3: "Se hallan (en Cristo) escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia", luego también los pertenecientes a la ciencia infusa.
- Hbr 10, 5 7: "Al entrar en el mundo, dice: "sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo ... Entonces dije: ¡He aquí que vengo para hacer, ¡Oh Dios!, tu voluntad!".
3.3.3. Magisterio
de la Iglesia
El Santo Oficio declaró que no puede
enseñarse con seguridad "la opinión de algunos teólogos modernos sobre la
limitación de la ciencia del alma de Cristo", prefiriendo la doctrina de
los antiguos sobre la ciencia universal del mismo Cristo". Denz 2185.
3.3.4. Argumento
teológico
Veamos algunos argumentos:
- Es una existencia de la unión hipostática. El Verbo encarnado debía poseer toda la ciencia posible y de todas las maneras posibles, para que no hubiera en El ninguna clase de ignorancia. Luego su inteligencia humana poseyó también la ciencia que proviene de la divina infusión.
- Cristo es cabeza de los ángeles y de los bienaventurados, y éstos tienen ciertamente ciencia infusa. No puede admitirse que la cabeza carezca de una perfección que poseen sus miembros.
- Cristo mereció sobrenaturalmente nuestra salvación desde el primer instante de nuestra concepción. Ahora bien, el mérito sobrenatural no podía proceder de su ciencia beatífica, que no se ordena al mérito, sino únicamente a la fruición de Dios (que no está en la esfera del mérito); ni de la ciencia adquirida, que no poseyó desde el principio y es, además, puramente natural y, por lo mismo, incapaz de mérito sobrenatural. Luego procedió de una ciencia directamente infundida por Dios desde el primer instante de su concepción en el seno virginal. Esa es la ciencia infusa.
3.4. LA CIENCIA HUMANA DE JESUCRISTO, LIBRE DE IGNORANCIA Y DE ERROR
Tesis 21ª. "La ciencia humana de Jesucristo estuvo
libre de ignorancia positiva y del error".
(Sentencia cierta).
3.4.1. Explicación
La ciencia humana que Jesús fue
adquiriendo tuvo siempre, (descartado el error), la perfección conveniente a su
edad, a su tiempo, a los lugares donde vivía, y en proporción con las personas
con quienes conversaba y aprendía y de acuerdo a los designios de sabiduría que
se proponía para la gloria de Dios y la salvación del mundo. Se trata de
demostrar que Jesús estuvo libre de la ignorancia positiva y del error, y que
por lo tanto todo lo que el supo y habló y nos comunicó, era verdad.
3.4.2. Sagrada
Escritura
- Juan 8, 12, “Yo soy la luz del mundo, el que me siga no andará en la obscuridad sino que tendrá la luz de la vida”. Cristo, el Logos divino encarnado, se llama a sí mismo la Luz del mundo, que vino a este mundo para traer a los hombres el verdadero conocimiento.
- Jn 14, 6: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, Cristo se denomina a sí mismo el Camino, la Verdad y la Vida y señala como fin de su venida al mundo el dar testimonio de la verdad.
- Jn l3, 13: “Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy”. Hace que le llamen Maestro.
- Jn l, 14b: “y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito lleno de gracia y de verdad”, como testifica la Sagrada Escritura se encuentra lleno de gracia y de verdad.
- Lc 2, 40: “el niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él”.
- Col 2, 3: “en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”.
- Jn 4, l6: “El le dice: “vete y llama a tu marido y vuelve acá”. Respondió la mujer: “no tengo marido” Jesús le dice: “Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo, en eso has dicho la verdad”. Todo esto es incompatible que el saber humano de Cristo fuera deficiente o incluso equivocado.
3.4.3. Adversarios
Sin embargo, los herejes, arrianos, los
nestorianos, y sobre todos los "agnoetas" decían que Cristo era
ignorante, principalmente, se referían al pasaje de Cristo en que le preguntan
sus discípulos acerca del día y de la hora del Juicio Universal y Cristo
responde: "En cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los
ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo Dios". Mt 24, 36; Mc 13, 32.
Este argumento lo traían especialmente
los arrianos, que referían al Logos desconocimiento del Juicio Universal, y con
ello querían mostrar el carácter creado del Logos, a esto respondieron los
Stos. Padres S. Atanasio S. Gregorio, etc.
Para responder a este pasaje de Mc 13, 32, los Stos. Padres proponen
estos dos interpretaciones:
- El desconocimiento del día del Juicio Universal, como se deduce de Hech 1, 7: "No os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano". Es por tanto, un desconocimiento llamado "económico" (es decir fundado en el orden de la salvación). Quiero esto decir que Cristo, por voluntad del Padre, no podía "comunicar" a los hombres el día y la hora del juicio: "No entraba dentro de su misión de Maestro que los conociéramos (el día del juicio) por mediación suya". S. Agustín.
- Cristo, conoció el día del Juicio "en" su naturaleza humana por su unión íntima con el Logos, más no tuvo este conocimiento "por" su naturaleza humana". S. Gregorio Magno.
En las herejías modernas está la del
"modernismo" y la teología protestante liberal que enseñan que Cristo
cayó en el error, porque El mismo consideraba como algo inminente el fin del
mundo y su nueva venida. Denz 2033.
3.4.4. Argumento
teológico
La razón intrínseca que hace imposible todo error en Cristo es la gracia de la unión hipostática. Por la limitación de su naturaleza humana corresponden a las acciones humanas de Cristo todas las imperfecciones humanas genéricas. Pero es incompatible con la excelsa dignidad de la Persona divina (que es la que obra en todas las acciones) atribuir a Cristo imperfecciones particulares, como el error, la ignorancia, o cualquier defecto moral.
3.5. LA CIENCIA ADQUIRIDA Y EL PROGRESO DEL SABER HUMANO DE CRISTO
Tesis 22ª.- "En Cristo-hombre hubo
una verdadera ciencia adquirida con sus propios actos, que fue creciendo
progresivamente hasta alcanzar su plena perfección". (sentencia común).
3.5.1. Explicación
Además de la visión beatífica (o ciencia
beatífica) y de la ciencia infusa que iluminaban el alma de Cristo, su
inteligencia humana estuvo también informada por la llamada "ciencia
natural o adquirida", que es la que los hombres adquirimos por la acción
de nuestro entendimiento agente al transformar en ideas las impresiones de la
imaginación procedentes de los sentidos externos al ponerse en contacto con
las cosas exteriores.
Examinaremos la
"existencia" y "extensión" de la ciencia adquirida de
Jesucristo. A primera vista parece que la ciencia adquirida envuelve cierta
imperfección, por el esfuerzo que su adquisición requiere y la evolución,
forzosamente paulatina y progresiva, que por su mismo concepto entraña. Por
otra parte, parece que Cristo no tuvo necesidad alguna de ella, ya que su alma
gozaba de la ciencia beatífica (que procede de la visión beatífica) y de la
ciencia infusa, además de la ciencia divina que poseía como verdadero Dios que
era.
Nada absolutamente podía añadirle una
ciencia meramente experimental o adquirida. Y, sin embargo, es sentencia común
entre los teólogos que Cristo poseyó una verdadera ciencia adquirida con sus
propios actos.
3.5.2. Sagrada
Escritura
En el Evangelio hay ciertos hechos que
apenas tienen explicación posible si no se admite la existencia en Cristo de
una verdadera ciencia adquirida.
Cristo preguntaba algunas cosas, Mc 8,
27: "Quién dicen los hombres que soy yo?". Mc 9,21: "¿Cuánto tiempo hace que le pasa
esto?". Mt 15, 34: "¿Cuántos panes tenéis?".
Cristo se admiraba: Mt 8, 10: "Oyéndole, Jesús se maravilló". Mt 15, 28: "¡Oh mujer, grande es tu fe !". Mt 6, 6: "Y se admiraba de su incredulidad".
Cristo crecía en sabiduría: Lc 2,52: "Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres".
Todo esto carece de explicación si no admitimos la ciencia adquirida de Jesucristo. Porque, a menos de pensar que Cristo estaba representando una ficción, lo que sería poco digno y blasfemo; las preguntas que hace Jesús suponen desconocimiento de las respuestas; la admiración arguye la presencia de un hecho sorprendente e inesperado y las palabras "crecía en sabiduría" son demasiados claras y explícitas para interpretarlas en un sentido alegórico o figurado. Todo se explica perfectamente admitiendo en Cristo la ciencia adquirida como distinta y aparte de las otras ciencias que ya hemos visto; y sin ella, nada de todo esto que hemos visto en las citas del evangelio puede explicarse satisfactoriamente.
Hay, pues, en la Sagrada Escritura un fundamento suficientemente sólido y seguro para admitir en la inteligencia humana de Cristo una verdadera ciencia adquirida, que en nada estorbaba a las otras ciencias que iluminaban su alma, puesto que es de naturaleza distinta y está orientada a otro orden de conocimientos.
3.5.3. Argumento
teológico
El argumento principal es el siguiente:
Por la fe sabemos que Cristo es, además de verdadero Dios, perfecto y verdadero
hombre. Luego su inteligencia humana
estuvo dotada, como la nuestra, de entendimiento "agente" y de
entendimiento "posible". Y así como para la perfección de su
entendimiento "posible" se requiere la ciencia infusa, se requiere la
ciencia adquirida para la perfección de su entendimiento "agente",
cuya función es, precisamente, iluminar las imágenes de la imaginación,
haciendo aparecer en ellos la especie inteligible que transmite el
entendimiento posible para que este exprese la idea. De lo contrario, el
entendimiento agente de Cristo hubiera permanecido ocioso o inactivo y sería,
en este sentido, menos perfecto que el nuestro, lo cual no puede admitirse en
modo alguno.
Esta ciencia adquirida de Cristo no fue
total y exhaustiva desde el primer momento, sino que fue creciendo y
progresando con el tiempo. Lo dice expresamente S. Lucas en el texto que hemos
citado, Lc 2, 52, y se comprende que tiene que ser así por la naturaleza misma
del entendimiento "agente", que va abstrayendo las especies
inteligibles una después de otra, no todas a la vez. Cristo tuvo en cada
momento de su existencia terrena toda la ciencia adquirida que le correspondía
a su edad y desarrollo; pero esto no impide que su ciencia adquirida al fin de
su vida fuera mucho mayor que la que tenía a los 10 años. Es lógico y natural.
3.6. LAS PRERROGATIVAS DE LA VOLUNTAD HUMANA DE CRISTO O LA SANTIDAD DE JESÚS
3.6.1. La impecabilidad e impasibilidad de Cristo
Tesis 23ª. "En Cristo no hubo
jamás la menor sombra de pecado, por no tener el pecado original ni las
consecuencias del pecado original = "la fomes peccati", o sea la inclinación
al pecado". (de fe).
3.6.2. Explicación
1°. "Impecancia": Significa que Cristo carecía de pecado, es
decir, Cristo estuvo libre de pecado original, como se expresa en el
Concilio de Florencia (1441).
2°. "Impecabilidad": significa la ausencia absoluta de pecado en
la vida de Cristo. También se entiende por impecabilidad la imposibilidad misma
de pecar. El argumento teológico que
fundamenta estas afirmaciones es la gracia de unión hipostática, esta gracia
hipostática comporta necesariamente la impecabilidad en Jesús. La Persona
divina es el sujeto de todas las actividades del entendimiento y de la voluntad
de Cristo. Ahora bien, una Persona divina no puede cometer un acto pecaminoso,
es decir, un acto de oposición a Dios, porque eso sería contradecirse a sí
misma: el que es Dios no puede obrar contra Dios.
3º. "Impasibilidad", en la
teología católica significa: "Atributo de una naturaleza que no puede
sufrir ninguna alteración o desorden". En el caso de Cristo ni hubo pecado
original ni inclinación al pecado, (fomes peccati), todas sus pasiones estaban
perfectamente ordenadas, no había ninguna inclinación al pecado..
3.6.3. Sagrada
Escritura
- Jn 8, 46: “¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador?. Si digo la verdad por qué no me creéis?”
- 2 Cor 5, 21: “(Cristo) A quien no conoció pecado”.
- 1 Petr 2, 22: “El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño”.
- 1 Jn 3, 5: “Sabéis que él se manifestó para borrar los pecados pues en él no hay pecado”,
- Hebr 7,26: "es santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y más alto que los cielos".
3.6.4. Magisterio de la Iglesia
La Iglesia ha definido expresamente la impecabilidad de Cristo, veamos: "... o si alguno dice que también por sí mismo se ofreció como ofrenda, y no, más bien, por nosotros solos (pues no tenía necesidad alguna de ofrenda el que no conoció pecado), sea anatema". Denz 122.
El Concilio de Florencia en el decreto
de los Jacobitas, dice que "Jesucristo fue concebido, nació y murió sin
pecado". Denz 711.
Acerca de la Impasibilidad, el Concilio
de Constantinopla II, contra Teodoro de Mopsuestia, que se atrevió a decir que
Cristo: "sufrió las molestias de las pasiones del alma y de los deseos de
la carne", y el Concilio declaró que ésto no es así.
3.6.5. Argumento
teológico
Lo podemos dividir en tres argumentos:
1. Lo exige así el fin de la
encarnación, que es destruir el pecado.
2.
La santidad infinita de Cristo, la ausencia del pecado original y sus efectos
"la fomes peccati" o inclinación al pecado.
3. Cristo nos dio ejemplo de todas las
virtudes, lo cual es incompatible con el pecado.
2 Cor. 5, 21: "A quien no
conoció el pecado, Dios le hizo pecado por nosotros”. Este es un texto de S.
Pablo que casi siempre se presta a equivoco.
Veamos: S. Pablo refiriéndose a Cristo
dice lo que hace Dios es real y verdadero, luego en Cristo hubo realmente
pecado.
Respuesta:
Sto. Tomás dice: S. Pablo no dice eso en
el sentido de que Cristo se convirtiera (esencial, sustancial, ontológicamente
en pecado) sino en el sentido de que le hizo víctima por el pecado (víctima
expiatoria en la cruz). En este mismo
sentido dice Isaías 53, 6: "Yahveh cargó sobre El la iniquidad de todos
nosotros". Y, en efecto, lo entregó como víctima de los pecados de todos
los hombres. También puede entenderse el texto "le hizo pecado" en
cuanto que le dio "una carne semejante a la del pecado", como dice S
Pablo Rom 8, 3, debido a que asumió un cuerpo pasible y mortal.
Respecto a la impasibilidad los argumentos
principales son:
a. Cristo no tuvo pecado original, luego tampoco el "fomes peccati", que es su consecuencia.
b.
Tuvo las virtudes, todas, en, grado perfectísimo, luego sin el menor
impulso contrario.
c.
La unión hipostática hacía imposible a la naturaleza humana de Cristo el
menor desorden, ni siquiera inicial, como es el "fomes peccati".
La Iglesia enseña: "Cristo fue intrínseca y absolutamente impecable, o sea, que no solamente no pecó de hecho, sino que no podía pecar en absoluto". (de fe).
Jesucristo en su conciencia sabe que
está libre de todo pecado y por eso dice en Jn 8, 46: "Quién de vosotros
me argüirá de pecado?". Y en 1 Jn.
3, 5, dice: "No hay pecado en El".
Y en Hebr 4, 15: "Fue tentado en todo como nosotros, pero sin
pecado". Y Hebr. 7, 26: "Y tal convenía que fuese nuestro Pontífice,
santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y más alto que los
cielos".
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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