Primera recomendación
Para empezar nuestro itinerario, recomendamos en primer lugar reconciliarnos con Dios.
Examinémonos e identifiquemos nuestros pecados cometidos y recordemos que Dios es rico en misericordia, que nos quiere perdonar a pesar de la gravedad de nuestras faltas y que no se cansa de hacerlo.
Cada uno de nosotros conocemos nuestras faltas, en oración pidámosle a Dios la gracia de valorar la gravedad de mis faltas y por ello sentirme avergonzado y confundido.
Reconociendo nuestra realidad como pecador ante el Señor, siempre en oración, imploremos su misericordia y su perdón, para quedar en gracia y con el propósito de enmienda.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad. Por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
(Salmo 51, 3-6)
Preparémonos para realizar una buena confesión y acudamos a recibir la gracia del perdón a través de este sacramento, signo del amor, del perdón y de la misericordia de Dios.
Recomendamos las siguientes lecturas:
- Salmo 51, como materia de oración.
- Para confesarse mejor
- Importancia del Sacramento de la reconciliación
- Valor de la confesión frecuente a la luz del Corazón misericordioso de Jesús
- Examen General de la conciencia para cada día
- Conversión - 1° Parte
- Conversión - 2° Parte
Segunda recomendación
Como segundo destino en este itinerario espiritual, proponemos practicar la misericordia en nuestro ambiente familiar.
Ya hemos recibido la gracia del perdón de Dios y hemos sentido su misericordia sobre nuestra podredumbre pecadora, en oración pidamos al Señor la gracia de perdonar en nuestro corazón las ofensas recibidas, ya sea leves o graves, que hayamos recibido de algún miembro de mi familia, como también reconocer las ofensas, leves y graves que hemos cometido contra algún miembro de nuestra familia. No es fácil, pero para Dios todo es posible, confiemos en que Él puede cambiar nuestro corazón y por ello ofrezcamos nuestro esfuerzo y disponibilidad para perdonar en nuestro corazón y la valentía de pedir perdón por nuestras ofensas.
Una vez habiendo perdonado en nuestro corazón las ofensas o faltas, no solo las graves, sino también las que consideramos leves que hayan roto la armonía entre nuestras relaciones, entre esposos, padres e hijos, hermanos, etc., expresemos nuestro perdón, y reconciliémonos así como también expresemos nuestras disculpas y pidamos perdón a quienes hemos ofendidos.
"No se puede
vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en la
familia. Cada día nos ofendemos unos a otros. Tenemos que considerar estos
errores, debidos a nuestra fragilidad y a nuestro egoísmo. Lo que se nos pide
es curar inmediatamente las heridas que nos provocamos, volver a tejer de
inmediato los hilos que rompemos en la familia. Si esperamos demasiado, todo se
hace más difícil. Y hay un secreto sencillo para curar las heridas y disipar
las acusaciones. Es este: no dejar que acabe el día sin pedirse perdón, sin
hacer las paces entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y
hermanas... entre nuera y suegra. Si aprendemos a pedirnos inmediatamente
perdón y a darnos el perdón recíproco, se sanan las heridas, el matrimonio se
fortalece y la familia se convierte en una casa cada vez más sólida, que
resiste a las sacudidas de nuestras pequeñas y grandes maldades. Y por esto no
es necesario dar un gran discurso, sino que es suficiente una caricia: una
caricia y todo se acaba, y se recomienza. Pero no terminar el día en guerra."
Papa Francisco, audiencia del miércoles 4 de noviembre del 2015
Que el Señor bendiga nuestras familias con la armonía, con su paz y que con su amor la mantenga unidad.
Recomendamos las siguientes lecturas:
El perdón en la familia
El perdón que sana en el matrimonio
La vida familiar: las palabras "permiso", "gracias", "perdón"
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