Santiago y Juan piden los primeros lugares


P. Adolfo Franco, jesuita.

DOMINGO XXIX
del Tiempo Ordinario

Marcos 10, 35-45

Se acercaron a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.» Él respondió: «¿Qué queréis que os conceda?» Ellos le dijeron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos respondieron: «Sí, podemos.» Jesús añadió: «Desde luego que beberéis la copa que yo voy a beber, y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado. Pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mis manos concederlo. Será para quienes así esté dispuesto.»
Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús los llamó y les dijo: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos, y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, pues el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos; que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» 
Palabra del Señor.


También los apóstoles discutían por la importancia y Jesús reprende esa ambición.

¿Quién tiene el lugar de la derecha y de la izquierda de Jesús? El que se atreve a beber el cáliz que Jesús mismo ha de beber. En este párrafo del Evangelio hay lecciones muy importantes del Señor, sobre la ambición, el poder y el servicio; aspectos de nuestra vida que debe ser evangelizados. Y todo empieza por dos apóstoles que, adelantándose a los demás, le piden a Jesús que les reserve los dos puestos más importantes en su reino: uno sentado a la derecha de Jesús, y el otro a su izquierda. Resulta verdaderamente lamentable que dos de los discípulos más cercanos a Jesús pongan al descubierto esta desmesurada ambición, y precisamente ante Jesús, que había bajado a la tierra para ser el Servidor de todos.

Jesús ha dejado el cielo, no ha dudado en dejar allá arriba su dignidad de Dios y ha venido a estar entre nosotros y como el menor de todos. Y resulta que sus discípulos no le han entendido, y tienen el corazón lleno de ambiciones. A ellos les interesa el triunfo y el poder, esa pasión tan fuerte en los seres humanos: la ambición de poder y de sobresalir. El puesto de la derecha y el de la izquierda en el Reino de Jesús. Ellos pensaban en la instauración de un estado poderoso establecido en torno a un Mesías político. Y cuando llegase el momento de la entronización del rey en trono de oro y con una corte de personajes lujosamente vestidos, entonces, esos dos apóstoles llamados a ocupar dos sillones destacados a cada lado del trono.

Una imagen absurda, de quienes no comprendieron al Maestro, sino muy poco a poco. Si Juan y Santiago hubieran podido ver por adelantado la cruz en el Calvario ¿se habrían atrevido a pedir estar a la derecha y a la izquierda de Jesús, donde estuvieron los dos ladrones crucificados con El? Por eso Jesús les dice: No saben lo que están pidiendo.

Y después Jesús toma la palabra y les enseña a sus apóstoles lo que debería ser el ejercicio del poder. El poder es para servir, y no para encumbrarse con orgullo por encima de los demás. Al menos en su reino, entre sus seguidores hay que seguir esa norma de conducta que Jesús nos enseña con su ejemplo: el que está más arriba debe ser el servidor de todos. Los apóstoles, y todos los seguidores de Jesús deben distinguirse por la voluntad de servir a sus hermanos. Echar lejos de sí toda ambición, toda superioridad, y todo orgullo. El mismo Señor lo pondrá una vez más de manifiesto cuando en la Ultima Cena lave los pies de sus apóstoles.

Dejando esta lección del Señor que es tan clara, también podemos ver este evangelio como un desafío para de verdad estar la lado de Jesús, muy cerca de El. Es un deseo legítimo el querer estar cerca de El, dejando aparte si es a la derecha o a la izquierda. Pero estar cerca de El es lo que quiere todo verdadero discípulo. Es caminar hacia la intimidad con el Señor. Es un gran deseo querer estar cerca de todo aquel que sufre o es pobre, porque en él esta Jesús. Porque si queremos estar cerca de El, debemos acercarnos a aquellos con los que Jesús se ha identificado. Las personas que se acercan al que las necesita, ésas están a la derecha y a la izquierda del Señor. El que sirve a los enfermos, el que da de comer al hambriento. El que comparte el dolor con el hermano que sufre.

Es evidente que para estar cerca de Jesús hay que estar en los sitios en que está El ¿dónde lo encontraríamos en su vida? Estaba en casa de los pecadores, estaba donde se encontraban los enfermos, los postergados y los niños. Y un sitio donde había que estar cerca de El, es el Huerto (y ahí los apóstoles terminaron abandonándolo), y es el Calvario. ¿Nos atrevemos a estar cerca de Jesús en esos sitios?. Es muy difícil acompañarlo en esos lugares, pero debe ser el gran deseo de nuestro corazón.

Y ciertamente en nuestra búsqueda de Jesús, muchas veces nos hemos de encontrar en situaciones parecidas a esas; parecidas al Calvario y al Huerto. Estar cerca de Jesús es también aceptar el dolor, a veces la incomprensión y el sufrimiento. Estar cerca de Jesús es gastar tiempo orando en su presencia. Estar cerca de Jesús es estar cerca de los hermanos.

Así que, lo mismo que hay un deseo de ocupar los primeros puestos junto a Jesús, que es fruto de la ambición, así también hay un deseo legítimo de estar cerca de Jesús, que es seguir de cerca siempre sus pasos.



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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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