Por el P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
Continuación
4.C. OPERACIONES TRANSEUNTES
4.C.1. EL PODER DE DIOS
Este apartado se refiere a las operaciones divinas "ad extra", (hacia afuera). Después de haber estudiado las operaciones divinas inmanentes, tanto la inteligencia como la voluntad de Dios, el orden lógico pide considerar el plano de la ejecución de esas operaciones. Las operaciones "ad extra" específicas se estudian en los tratados de Dios Creador, Dios Redentor, Dios Santificador, etc,.
Santo Tomás dentro de la lógica de su exposición dedica toda la cuestión XXV a tratar de la potencia divina, como encargada de poner en ejecución todo lo que previamente ha sido concebido y programado por el entendimiento y la voluntad de Dios, y en tres artículos expone la existencia, extensión y perfección de ese poder divino.
4.C.2. LA BIENAVENTURANZA DE DIOS
Santo Tomás concluye su tratado de Dios Uno con la cuestión en torno a la bienaventuranza infinita de Dios. Dentro del esquema general tratado, el lugar asignado al estudio de la bienaventuranza divina aparece como apropiado. En efecto, la felicidad es el resultado natural y lógico de la virtud, y, por ello, después de haber estudiado las que pudiéramos considerar como "virtudes" divinas, tales como sus atributos de sabiduría, amor, misericordia, justicia, etc, es coherente concluir con el estudio de la felicidad.
Acerca de esta cuestión, Santo Tomás estudia, en primer lugar, la existencia de la bienaventuranza divina. Al profundizar en la naturaleza de esta bienaventuranza, ante todo la considera absolutamente y en sí misma, esto es, su constitutivo metafísico, consistente en la intelección del Ser divino; a continuación considera la bienaventuranza divina relativamente y esto en orden a los demás bienaventurados.
Dios es infinitamente bienaventurado:
"A Dios compete la bienaventuranza en grado máximo. Con el nombre de bienaventuranza no se entiende más que el bien perfecto de la naturaleza intelectual, cuyo es conocer la propia satisfacción en el bien de que goza y a la que compete ser dueña de sus acciones y susceptible de que le sobrevengan cosas buenas o malas. Pues bien, ambas condiciones, o sea, la de ser perfecto e inteligente, son propias de Dios en grado máximo, y por tanto, en el mismo grado lo es bienaventuranza"
Dios es bienaventurado por el entendimiento:
"La bienaventuranza, como hemos dicho, significa el bien perfecto de la naturaleza intelectual, pues así como todas las cosas apetecen su perfección, la naturaleza intelectual apetece ser bienaventurada. Ahora bien, lo más perfecto que hay en la naturaleza intelectual es la operación intelectual, por la que en cierto modo adquiere todas las cosas y, por consiguiente, la bienaventuranza de toda naturaleza intelectual consiste en entender. Y aunque en Dios el ser y el entender no son realmente distintos, tienen, sin embargo, distintos conceptos, y, por consiguiente, la bienaventuranza se ha de atribuir a Dios por el entendimiento, como también a los otros bienaventurados que se llaman tales por asimilación con la bienaventuranza divina"
Dios, objeto de la bienaventuranza de toda bienaventurado:
"La bienaventuranza de la naturaleza intelectual consiste en el acto del entendimiento, en el cual se pueden distinguir dos cosas: el objeto del acto, que es lo inteligible y el acto mismo, que es la acción de entender. Si, pues, la bienaventuranza, se considera por parte del objeto, entonces sólo Dios es la bienaventuranza, pues sólo porque entiende a Dios es alguien bienaventurado, como dice San Agustín: "Bienaventurado el que te conoce, aunque ignore otras cosas".
La bienaventuranza de Dios abarca toda bienaventuranza:
"Cuanto de deseable hay en cualquier clase de felicidad, todo preexiste de modo más elevado en la bienaventuranza divina. Por lo que se refiere a la felicidad contemplativa, tiene la contemplación continua y ciertísima de Sí mismo y de todas las otras cosas, y en cuanto a la activa, tiene el gobierno de todo el universo. De la felicidad terrena, que, según Boecio, consiste en placeres, riquezas, poder, dignidad, y fama, por deleite, tiene el gozo de Sí y de todos los demás seres; por riqueza, tiene la omnímoda abundancia que la riqueza promete; por poder, la omnipotencia; por dignidad, el gobierno de todos lo seres, y por fama, la admiración de todas las criaturas.
A.M.D.G.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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