¿Qué es el Año Litúrgico? 21° Parte - Tiempo Ordinario: Domingos 16° al 33°



P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.


Continuación


Domingo 16° 

La oración sobre las ofrendas de este domingo nos recuerda la unión misteriosa del sacrificio de la misa con el sacrificio de la Cruz, y la incorporación mística del sacrificio de cada cristiano con el sacrificio de Cristo, figurado por los sacrificios de las religiones naturales, representadas por Abel y por los del Antiguo Testamento.

Del sacrificio eucarístico brota para el católico la posibilidad de “abandonar el pecado y pasar a una vida nueva", y de esta manera se hará realidad la antífona de la comunión:
“Estoy a la puerta llamando,
—dice el Señor.
Si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos”.

Domingo 17°

La misa de hoy nos recuerda la vida cotidiana del cristiano visitada por la confianza en el “Dios, protector de los que en él esperan" y nos invita a pedirle que “de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos".

Y a esta súplica hace eco la oración sobre las ofrendas cuando nos recuerda que los sagrados misterios de la Eucaristía tienen capacidad para santificar “los días de nuestra vida”, ya que la Eucaristía es el “memorial perpetuo de la pasión del Señor”.

Domingo 18°

La misa de este domingo nos lleva al misterio religioso de Dios visto como “Creador”. El hombre pecó y por eso la creación divina fue degenerada. Hoy le suplicamos al Señor: “renueva y protege tu creación”. La renovación y la protección sólo la puede esperar el cristiano del “pan del cielo”. Por eso las dos antífonas de la comunión nos recuerdan esa realidad religiosa:
“Nos has dado pan del cielo, Señor, que brinda toda delicia y sacia todos los gustos”.
“Yo soy el pan de la vida.
El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed.
—dice el Señor”.
Domingo 19°

En el domingo pasado recordamos a Dios como Creador, y en éste lo sentimos como “Padre”. Unidos misteriosamente con Jesús los cristianos han recibido el espíritu de hijos. Y por eso rogamos en la oración colecta:
“Aumenta en nuestros corazones el espíritu filial”.
Estas grandes verdades de la fe han de iluminar los pasos del cristiano en su caminar por la vida; en la última oración suplicamos, que “nos afiance en la luz de su verdad”.

Domingo 20°

Hoy la liturgia nos señala el cielo. Dios ha preparado “bienes inefables para los que le aman”.
¿Cómo llegar a esa mansión eterna? Amando a Dios “en todo y sobre todas las cosas”. Nuestro corazón no tiene capacidad para semejante amor. Sólo Dios" puede suscitarlo en nosotros, por eso le pedimos que infunda “el amor de su nombre en nuestros corazones”.

La eucaristía es un “admirable intercambio”; damos y recibimos, por eso suplicamos que por la comunión seamos “trasformados en la tierra a imagen” de Jesús, para “participar de su gloria en el cielo”.

Domingo 21°

De nuevo la colecta de la misa nos habla de la vida del cristiano realizada “en medio de las vicisitudes de esta vida” y de la ayuda venida de arriba, para que “nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría”. De ahí la súplica de la antífona de entrada:
“Inclina tu oído, Señor, escúchame. Salva a tu siervo que confía en ti.
Ten piedad de mí, Señor,
que a ti estoy llamando todo el día”.
Y de ahí la necesidad de que Dios “inspire a su pueblo el amor a sus preceptos y la esperanza en sus promesas”.

Domingo 22°

La misa de hoy está inspirada en unas frases del Apóstol Santiago (Sant. 1, 17.27). Nos recuerda que de Dios “procede todo don perfecto”; pide para los fieles presentes una “vida más religiosa”; y nos enseña que la verdadera religión mueve a “servir a Dios en nuestros hermanos”.

Domingo 23°

La antífona de la comunión nos introduce en los secretos más hondos del alma cristiana, en sus anhelos más ardientes:
“Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”.
En la Iglesia Dios ha colocado dos fuentes misteriosas, recordadas por la oración de la comunión:
“Con tu palabra, Señor, y con tu pan del cielo, alimentas y vivificas a tus fieles”.
Domingo 24°

La oración de la comunión pide que el sacramento penetre nuestro cuerpo y espíritu para que toda nuestra vida sea movida y dirigida por “su fuerza y no por nuestro sentimiento”.

En esta perspectiva del poder de la gracia, en la vida cristiana, la liturgia de hoy dice a Dios: ‘‘Concédenos servirte de todo corazón” y que ‘‘la oblación que ofrece cada uno en honor de tu nombre, sirva para la salvación de todos”.

Domingo 25°

En la antífona de entrada Dios se nos muestra como el Salvador: ‘‘Yo soy la salvación del pueblo”. Y en la antífona de la comunión Jesús nos dice: "Yo soy el buen Pastor”. Cristo Pastor es la encarnación visible de Dios Salvador.

La respuesta del cristiano no puede ser otra, sino la apertura amante a Dios y al prójimo, pues Dios ha “puesto la plenitud de la ley en el amor a Él y al prójimo”. Sólo así los cristianos alcanzarán “los bienes en que han creído por la fe”.

Domingo 26°

La figura de Dios misericordioso y perdonador es la que la liturgia de hoy nos presenta. Para la Iglesia, conocedora del misterio del Dios vivo y del corazón humano, el poder de Dios se nos muestra principalmente en su capacidad de “perdón y de misericordia”.

La muerte de Jesucristo en la Cruz por los pecados de los hombres es el signo más elocuente de la capacidad de perdón y de misericordia de Dios; el misterio eucarístico nos hace participar de esta ‘‘herencia gloriosa del Hijo", puesto que al terminar la misa podemos afirmar que ‘‘hemos compartido y anunciado la muerte” de Jesús. Por ello la grandeza mayor del cristiano consistirá en saber perdonar, como Dios perdona.

Domingo 27°

El domingo pasado la liturgia nos recordaba la magnanimidad de Dios, hoy proclama su munificencia, su esplendidez.

Dios es ‘‘Dueño del universo"; en Dios la omnipotencia está al servicio del amor, por eso podemos decirle: ‘‘Con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican". Los que conocen y sienten a Dios como a un Padre cariñoso y espléndido, viven “libres de toda inquietud” y se ponen confiados en sus manos para que Él les conceda “aún aquello que no se atreven a pedir".

Domingo 28°

La misa de hoy es toda una síntesis de la vida cristiana, la cual consiste en el abandono de la vida del pecado para poder llegar a la “gloria del cielo”. El camino que nos conduce del pecado al cielo es Jesucristo, que nos ofrece como alimento su “Cuerpo y Sangre”, dotado de la fuerza sobrehumana para “llevarnos a la gloria del cielo’’.

Y es que como creyentes estamos convencidos que nuestra fidelidad y perseverancia dependen de una continua intervención de la gracia de Dios en nuestras vidas. De ahí que debamos pedir que esa “gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien”.

Domingo 29°

La experiencia cristiana de la lucha sin tregua con el enemigo mortal de las almas hace que la antífona de entrada nos haga pedir al Señor: “Guárdame como la niña de tus ojos”. No dejará Dios de oír la voz humilde del cristiano, pues sabemos que “los ojos del Señor están puestos en sus fieles”.

En las oraciones de esta misa pedimos a Dios: “Entregarnos a Él con fidelidad y servirle con sincero corazón”, "con un Corazón libre”, y participar frecuentemente “en esta eucaristía”.

Domingo 30°

Casi al final del Año Litúrgico llega a nosotros un eco de la alegría pascual: “Que se alegren los que buscan al Señor”, “que podamos celebrar tu victoria”.

La alegría cristiana es la manifestación más trasparente de que Dios “aumenta la fe, la esperanza y la caridad” en nuestros espíritus. Por eso la liturgia, tomando un tono realista cristiano, pone en nuestra boca la súplica siguiente:
“Para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos”.
Domingo 31° 

La vida cristiana es un caminar hacia la ciudad eterna, conscientes de lo que ponemos en juego durante este viaje, pedimos en la misa de hoy a Dios la gracia de “caminar sin tropiezo hacia los bienes que El promete”.

Sabemos que nuestra senda tendrá pasos difíciles, peligrosos, de ahí que pidamos al comienzo de la misa: “No me abandones, Señor,... Ven aprisa a socorrernos”. Y al final de la misa diremos confiados:
“Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tú presencia”.
Domingo 32°

Hoy la liturgia nos recuerda la presencia callada y eficaz del Espíritu Santo en medio del Pueblo de Dios. Pedimos en la oración de la comunión que “el Espíritu Santo mantenga siempre viva la gracia de la sinceridad, en quienes han recibido la fuerza de lo alto”.

El Espíritu Santo, habitando en el corazón de los fieles, es el gran fruto de la Pasión del Señor. Rogamos al Padre que “al celebrar el misterio de la pasión de tu Hijo, gocemos de sus frutos en nuestro corazón”.

Extasiada la Iglesia ante el misterio de la salvación, nos presenta en su liturgia de hoy a Jesús como su Pastor, que conduce a los fieles hacia ‘‘verdes praderas” y ‘‘fuentes tranquilas”, símbolos bellos del Espíritu Santo, el cual alimenta a los corazones cristianos con la esperanza inderrocable y los sacia con un amor indefectible.

Domingo 33°

En este último domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia nos hace vislumbrar a lo lejos el final de este mundo visible; la mayor parte de las lecturas tienen relación con este fin irremediable. De esta manera el Año Litúrgico, que habla del presente tiempo, nos descubre lo precario de la vida presente y nos abre ventanales a la vida del más allá.

Mientras llega esa hora, los fieles recibimos de la liturgia, la gran maestra de espiritualidad, estas tres consignas: Oración: ‘‘Para mí lo bueno es estar con el Señor”.
‘‘Yo os aseguro que todo cuanto pidáis en oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis”.

Práctica de la caridad: “Humildemente te pedimos, Señor, que el memorial que tu Hijo nos mandó celebrar aumente la caridad en todos nosotros”.

Fidelidad en el servicio divino:
“Concédenos, Señor, Dios nuestro, vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, Creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero”.


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Bibliografía: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón S.J. Año Litúrgico y Piedad Popular Católica. Lima, 1982

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