P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
9. LOS PROFETAS
9.1. LOS PROFETAS. GUÍAS DEL PUEBLO DE DIOS. PORTAVOCES DE DIOS
Lo primero, tenemos que decir: el fenómeno del profetismo no es exclusivo de la cultura israelita. Puede decirse que se trata de una institución estable en todo el Oriente Antiguo. Los profetas, suelen vivir en los palacios reales, son hombres de consulta, son los "videntes", los adivinos, los consultores de la divinidad, a quienes se acude para saber si una batalla debe de emprenderse o no, si se cuenta con el favor de los dioses, para resolver cualquier asunto complicado, 1 Sam 22, 5; 23, 2.
Una institución de este tipo está también atestiguada en la Biblia. Pero cambia de sentido al ser asumida por Yahvé, el Dios de la revelación, de la alianza y de la historia, para comunicarse realmente con su pueblo elegido. De aquí ciertas semejanzas reales con otros profetismos del Medio Oriente y también sus notables diferencias.
La palabra "profeta", en hebreo “nabí” significa “el llamado”; es un término muy amplio: se aplica a diversas formas de profetismo. Dentro de la cultura judía, la Biblia menciona tres clases de profetas:
- Los profetas profesionales: Una especie de asociaciones de carácter religioso, centradas en los grandes santuarios. De ordinario se organizan alrededor de un personaje destacado por el don de profecía y que es el jefe de todos ellos. En la Biblia aparecen desde época bastante antigua, como se ve en el caso de Samuel, 1 Sam 19, 20-24.
- Los falsos profetas: Cuando los profetas profesionales degeneran por diversas causas históricas, algunos se convierten en profetas aduladores de las cortes imperiales, alabando a los príncipes o emperadores, anunciándoles siempre buenos augurios para agradarles y tenerlos contentos. Son los falsos profetas que se arrogan el derecho de hablar en nombre de Dios sin haber sido designados en ningún momento por Dios para ello, 1 Reyes 22, 24.
- Los verdaderos profetas: Estos son los verdaderamente llamados por Dios para ser transmisores de su "palabra" al pueblo elegido. Son llamados para que guíen al pueblo en los acontecimientos principales, especialmente para recordarles el gran pacto o Alianza, iniciada en el Sinaí y ratificada en diversas oportunidades. En definitiva, para recordarles que su Dios es Yahvé y ellos son el pueblo de Dios.
Los profetas auténticos son el alma de la Biblia, los guías de la historia del pueblo elegido por Yahvé. Comunican los designios de Yahvé, indican al pueblo o a los reyes el camino a seguir, amenazan, o alaban, todo en nombre de Yahvé, pues es el "espíritu, el Ruah" de Yahvé el que los inspira y mueve a hablar, y actuar. Son, en definitiva, los transmisores de la palabra de Yahvé en cada momento histórico, en cada ocasión propicia. Mediante ellos: "habló Dios en otro tiempo, de muchas maneras y de muchos modos a nuestros padres... últimamente nos ha hablado por medio de su Hijo Jesucristo", Hebreos 1, 1 s.s.
La ausencia de profetas era considerada en Israel como signo y presagio de castigo divino pues se interpretaba como un silencio de Dios, Ez 7, 26; Amos 8, 11, se consideraba como fruto de un pecado social o colectivo el que Dios no hablara por medio de sus profetas. En cambio, la aparición de un profeta era considerado como un signo de benevolencia de Dios para con su pueblo Deut 18, 15. Hasta tal punto que el culmen de esa benevolencia será el día en que Yahvé derrame su espíritu (ruah), sobre todos los miembros del pueblo convirtiéndolos a todos en profetas, Hechos 2, 16-21; Joel 2, 28.
Dentro del grupo de los profetas verdaderos, la Biblia guarda el recuerdo de algunos que no escribieron nada pero tuvieron una gran influencia en la marcha del pueblo elegido.
- Samuel: al iniciarse la monarquía.
- Natán: el profeta del anuncio de la Casa de David, 2 Sam 7, 12
- Elías: Predicó el monoteísmo contra la corrupción idolátrica introducida en Israel por Ajab, 1 Reyes 17, 2
- Eliseo: continuador de la labor de Elías, 2 Reyes 2-8, que dirige la revolución llevada a cabo por Jehú contra la dinastía fundada por Omrí, 2 Reyes, 9
- Miqueas ben Yemla: contemporáneo de Elías, 1 Reyes 22.
Finalmente, existe una distinción de método entre profetas escritores, llamados profetas mayores y menores. Esta distinción, obedece a la extensión de sus escritos no a la importancia en sí de sus profecías. Aunque también es cierto que unos son más importantes que otros, en definitiva lo que ayuda es que los profetas son instrumentos en las manos de Yahvé en bien del pueblo elegido.
9.2. CONDICIONES HISTÓRICAS, SOCIALES Y RELIGIOSAS DEL PROFETISMO
Los grandes profetas llenan y protagonizan la vida del pueblo de Dios como tal en el período más turbulento de su historia. Es decir desde el Siglo VIII antes de Cristo, hasta el Siglo II antes de Cristo.
Las figuras más representativas viven entre el S. VIII y el V.
Desde el punto de vista político los Profetas aparecen cuando el reino de David está derrumbándose o en proceso de disolución. Los Profetas son algo totalmente distinto de los políticos o de los intrigantes hostiles a la dinastía de turno reinante. Su misión religiosa, a veces, tiene aplicaciones políticas. Los hombres de Dios deben de restaurar lo que los políticos habían destrozado y jamás conseguían recomponer. El Profeta es el responsable del honor y del culto debido a Yahvé, y así como Yahvé había estrechado un pacto con el pueblo de Israel en la Alianza, correspondía a los Profetas recordar, corregir y exhortar al pueblo el cumplimiento de dichas obligaciones y la rectificación en los desvíos. Por eso la misión del profeta era extremadamente dura y difícil. La tragedia política de muchos profetas consiste precisamente en defender con frecuencia el bien y los derechos del pueblo en contra de los poderosos y del mismo rey, que a veces abusaban de su situación y poder. De aquí las tensiones de los verdaderos profetas y los reyes, la tensión entre la misión divina y la responsabilidad humana, la tensión entre religión auténtica y política falsa.
Sin embargo la misión específica de los Profetas se desenvuelve en el campo religioso. La miseria civil y política forma sólo la atmósfera en la cual y contra la cual hablaban los Profetas. Estos hombres de Dios combatían con toda valentía y, a veces, despiadadamente la religión cananea. Esta religión tenía una influencia enorme en la población israelita y sobre los Profetas pesaba el "encargo de Yahvé" de denunciarla y no dejar que se extendiera. En una época de acoplamiento y de nivelación religiosa, los Profetas eran, en su calidad de "portavoz" del único y verdadero Dios, predicadores anacrónicos que reprendían, Is 3, 14 y amonestaban, Am 5, 4, o pronunciaban castigos de Dios, Is 1, 24, con un lenguaje audaz de carácter metafórico o parabólico.
Los Profetas se encontraban frecuentemente en un doble frente de guerra. La lucha contra la idolatría iba acompañada de amonestaciones contra las exteriorizaciones de la piedad, contra toda ostentación religiosa y todo servilismo político de la clase sacerdotal junto a la denuncia de todo tipo de abuso contra el pobre, el desvalido: el huérfano, la viuda, etc.
9.3. ¿QUIÉNES SON LOS PROFETAS?
En la Biblia, la palabra "profeta" viene de la palabra hebrea: "nabí" que en su significado auténtico es: “llamado” en el sentido de un individuo, "un carismático elegido por Yahvé para comunicar su palabra". Profeta es el hombre de la palabra hablada o escrita. Es el que habla por mandato de Yahvé.
9.3.1. Vocación del Profeta
El profeta es un hombre elegido por Dios para ponerse al servicio del pueblo elegido. El profeta es elegido y santificado por Dios, es decir, "segregado", Jer 1 1-5, la mano de Yahvé ha venido sobre él, 1 Reyes 18, 46, lo ha tocado, Jer 1, 9 y descansa constantemente sobre él, Is 8,11; Yahvé se ha apoderado de él, Am 7, 15, lo ha dominado y seducido, Jer 20 7); el Espíritu de Dios ha entrado dentro de él, Ez 2, 2, lo ha arrebatado, Ez 11, 5, inundado, Joel 2, 28, y ungido, Is 61, 1, es ante todo el hombre poseído del "espíritu de Yahvé", ("ruah de Yahvé"), Os 9, 7.
Así, segregado por Dios, el profeta se convierte en "el hombre de Dios", 1 Sam 2, 27. Es el amigo y confidente de Dios por cuanto participa del secreto de sus planes y designios divinos, Am 3, 7.
9.3.2. El Profeta y su misión
El segundo elemento esencial del profeta bíblico es su carácter de "enviado" y la consiguiente toma de conciencia de su misión profética. El profeta es el hombre de Dios es el siervo de Dios que lo ha tomado a su servicio para que sea su colaborador. Ha sido investido del Espíritu para que pueda actuar como representante legítimo de Yahvé. Ha sido escogido para ser enviado Is 6, 8, y como enviado de Dios es, de un modo similar al "ángel de Yahvé", o mensajero de Dios Is 44 26, es boca de Yahvé, Jer 15, 19, como tal, pregona por mandato y en nombre de Dios Jer 11, 21, el "mensaje" que le ha sido confiado: "Así habla Yahvé... Oigan la palabra de Yahvé... Oráculo de Yahvé.... ". Esta forma de hablar para Yahvé y en su lugar llega a convertirse cada vez más, desde el tiempo de los reyes, en una cualidad característica del auténtico profetismo.
El profeta no solo habla en nombre de Yahvé sino que también realiza la función de mediador entre Israel y el pueblo elegido. Por eso no sólo habla a Israel en nombre de Yahvé, sino también a Yahvé en nombre de Israel. Esta segunda función mediadora se expresa principalmente en la "intercesión" profética, la cual tiene tal importancia en el A T que debe de considerarse como una cualidad integrante de la esencia del profetismo, 1 Sam 12, 17-25.
Los profetas ven también esta función mediadora como una misión que les ha sido encomendada por Dios; saben que han sido puestos por Yahvé como "vigilantes", Is 21, 11,ss, como "pastores", Zac 11, 4, y que tienen por tanto una responsabilidad total sobre el pueblo, Ez 3, 17-21. Así, los profetas, pueden ser considerados como un don que Dios concede a su pueblo, Am 2, 11.
9.3.3. La doctrina de los profetas
Los profetas han desempeñado un papel muy importante en el desarrollo religioso de Israel. No sólo han mantenido y guiado al pueblo por la senda del yahvismo auténtico, sino que han sido los órganos principales del progreso de la Revelación.
La doctrina más genuina de los profetas la podemos dividir en tres apartados:
- El monoteísmo, contra la idolatría
- El moralismo, contra la injusticia
- La espera de la salvación, ante la falta de esperanza futura.
a. El Monoteísmo
Sólo paulatinamente Israel había llegado a una definición teológica acerca del monoteísmo: afirmación de la existencia de un único Dios verdadero = YAHVÉ. El Dios santo de la Alianza. La revelación del Dios del Sinaí había sido vinculada a la elección del pueblo y a la conclusión de la Alianza, y en consecuencia Yahvé aparece como el Dios propio y único de Israel. Por lo tanto Yahvé dueño de toda la tierra, no deja sitio para otros dioses. Los profetas luchando contra el influjo de los cultos paganos = idolatría, querían salvar a Israel de la infidelidad y de la desgracia al adorar dioses falsos, fabricados por manos humanas, Is 40, 20,s.s.; Os 8, 4-5. Por eso la idolatría era uno de los temas de denuncia profética más habitual. Dios castiga esta infidelidad ya se trate de la adoración de falsos dioses o la fabricación de una imagen suya, Deut 13.
b. El moralismo, o la denuncia contra toda injusticia
A la santidad de Yahvé se opone la impureza del hombre, Is 6, 5, y por esta conciencia íntima los profetas adquieren una aguda sensación de la maldad del pecado. El pecado, en cualquiera de sus modalidades es lo que separa al hombre de Dios, Is 59, 2. El pecado, en efecto, es un atentado contra el Dios de Justicia, Amós; contra el Dios del Amor, Oseas; contra el Dios de la Santidad, Isaías.
En cuanto a Jeremías, se puede decir que el pecado ocupa el centro de su visión: se extiende a la culpa de toda la nación, que parece corrompida definitivamente, incapaz de conversión, Jer 13, 23.
Este desbordamiento del mal reclama el castigo de Dios, el gran juicio del "día de Yahvé", Is 2, 6-22; 5, 18-20; Os 5, 9-14; Joel 12, 1-2. El pecado, que es pecado de la masa, reclama esta sanción colectiva; con todo la idea de la retribución individual comienza a aparecer en Jer 31, 29-30. Para salir del pecado es necesaria la conversión, Ez 18.
Este castigo - corrección del pecado hace que el pueblo elegido gane en profundidad en su vida religiosa. Para escapar del castigo hay que "buscar a Yahvé", Am 5, 4; Jer 50, 4, es decir, hay que cumplir la voluntad de Dios, (la alianza), cumplir sus mandamientos, caminar en rectitud, y vivir en humildad, Is 1, 17; Os 10, 12, lo que, Dios pide a su pueblo es la práctica de una religión interior, que para Jeremías es una condición de la Alianza nueva, Jer 31, 31-34.
Este espíritu debe de animar toda la vida religiosa y las manifestaciones exteriores del culto del pueblo judío. Por eso los Profetas protestan contra el ritualismo frío y ajeno a toda preocupación moral., Is 1, 11-17; Jer 6, 20.
c. La esperanza de Salvación
El castigo por causa del pecado no es la última palabra de Dios para con su pueblo. Dios no quiere, la ruina total de sus hijos, sino que, a pesar de todas las apostasías, Dios prosigue con sus promesas y quiere la salvación definitiva de su pueblo. En la visión de los profetas, los planos del castigo inminente y el del juicio postrero de Dios, se superponen. Dios se reservará un "resto", Is 4, 3, que se librará del peligro presente y se beneficiará de la salvación final. Ambos planos se distinguen por el desarrollo de la historia después de cada prueba, el "resto" es el grupo que ha sobrevivido Am 5, 15; Is 37, 31-32. De este "resto" surgirá un vástago del que vendrá la salvación definitiva, Is 11, 10; 37, 31; Miq 4, 7; Ez 37, 12-14.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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