P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
8.3. DOMINIO ROMANO (67 a.d.C. al 70 d.C.)
Con el fin de la República romana da comienzo el inicio del verdadero Imperio Romano, donde el poder se concentra en una sola persona, son el fruto de un largo proceso que culmina en la victoria de Octavio (hijo adoptivo de Julio César) contra el rival Marco Antonio en la batalla de Accio (31 a.d.C.). Tras la derrota, Antonio y su compañera Cleopatra se refugian en Alejandría de Egipto, donde se suicidarán envenenándose el año siguiente.
Octavio reorganiza Egipto como provincia romana y da a todo su Imperio la apariencia de una República. Él mismo rechaza el título de Emperador prefiriendo ser llamado Príncipe, o Primer Ciudadano, o más solemnemente “Augusto”. Manteniendo su poder hasta el año 4 d.C., año de su muerte, logra asentar las bases de un Imperio destinado a resistir hasta el Siglo V, d.C. El Mar Mediterráneo se convierte en “un lago romano”, son erradicados los piratas y se desarrollan las grandes vías marítimas de comunicación en todo el Imperio.
Después de la caída del imperio griego y del mando de los Seléucidas y Asmoneos, surge con el tiempo, la República Romana y después el Imperio Romano. Era la potencia suprema del mundo de Occidente. Ya durante las guerras macabeas dejó sentir su influencia en el territorio seléucida. Por problemas de sucesión al trono de la familia de los Asmoneos, Roma interviene por medio de Pompeyo, año 63 a.d.C., y conquista para el Gran Imperio Romano: Judea y su capital, Jerusalén. Con la llegada de Pompeyo el reino de Judea fatigosamente unido por Juan Hircano y Alejandro Yanneo es desmantelado.
A todas las ciudades que habían sido incorporadas a Judea, entre otras, Gueba, Samaria, Hippos, Pela, Gerasa, y Marisa, ocupadas por los reyes asmoneos se les concede la libertad. Las ciudades, Dora, Apolonia, Jope, Yamnia, Azoto Gaza, y Rafia, también quedan desvinculadas de Judea. De este modo el reino no sólo es reducido radicalmente, sino que queda divido en dos, Galilea y Judea con Samaria que queda entrambas. A ello hay que añadir la liga de las diez ciudades o Decápolis establecida en la región del nordeste: Damasco, Canata, Hippos, Dium, Abila, Gadara, Escitópolis, Pela, Gerasa y Filadelfia. Cada una de estas áreas está sometida al poder de un gobernador romano. Tal división del territorio genera continuas rebeliones, favorecidas también por la primera guerra civil romana, durante la cual Pompeyo y César se disputan el trono del Imperio. Con la victoria de César, que en el año 48 a.d.C. vence a Pompeyo en Farsalia, vuelve la paz: Hircano II es confirmado como Sumo Sacerdote y etnarca, mientras que Antípatro II es nombrado procurador de Judea.
El dominio romano sobre Israel duró desde el año 67 a.d.C. hasta el año 70 d.C. en el que la ciudad de Jerusalén fue sitiada, el Templo destruido, el pueblo hebreo se dispersó en la diáspora.
8.3.1. Herodes el Grande: (Año 37 a.d.C. al 4 d.C.)
Era hijo de Antípatro II y de su esposa de origen nabateo, es decir, era idumeo, debe su fortuna a una política astuta que sabe ponerse en el momento justo del lado del vencedor. Asociado al gobierno de su padre y con la ayuda de los romanos fue nombrado rey de Judea por el Emperador romano; consiguió Herodes controlar todo el territorio que el Imperio Romano le había asignado: Judea, Idumea, Galilea, Perea y el puerto de Jafa. Llegó a Judea como rey aliado de los romanos, por lo tanto ya no dependía del procurador sirio, sino directamente del "princeps" romano de la parte oriental del Imperio, de quien recibía las órdenes. Con gran sagacidad logró que Roma le exonerara considerablemente de los impuestos fiscales con los que embelleció progresivamente su territorio. Para mejor afianzar el poder impuso un régimen de terror, ajusticiando a cuantos podían hacerle sombra.
Fueron tiempos de paz y de grandes proyectos de construcción que hicieron de Cesarea la ciudad principal de la provincia y transformaron Jerusalén, convirtiéndola en la ciudad que conoció Jesús. Debilitó la nobleza sacerdotal, confiscando los bienes de muchos aristócratas. Restauró el Templo de Jerusalén, reconstruyó varias ciudades, cuidando en todo momento satisfacer los deseos del Emperador Romano. Los últimos años de su gobierno, 14 a.d.C. – 4, d.C. fueron trágicos. Llevó posiblemente a enloquecer ante las rivalidades e intrigas motivadas en derredor suyo a causa de la sucesión al trono. Tras encarcelar y asesinar a varios de sus hijos y familiares, murió en Jericó, año 4 d.C, siendo enterrado con la mayor solemnidad en el monte Herodion, junto a Belén.
8.3.1.1. Hijos de Herodes el Grande: Herodes Antipas, Felipe y Arquelao. Mandato de los Procuradores Romanos
Al morir Herodes el Grande el reino de Judea se dividió entre tres de sus hijos, Herodes Antipas (el Herodes de los evangelios que mandó a prisión y ejecutó a Juan el Bautista) gobernó en Galilea y Perea hasta que fue derrotado en el año 39 d. C. Su hermano Felipe gobernó los territorios del N. E , mientras que el tercer hermano Arquelao recibió Judea, Idumea y Samaria.
Arquelao fue depuesto en el año 6 d.C, quedando sus territorios de Judea, Idumea y Samaria bajo el mandato de procuradores romanos, incluido Poncio Pilato, del año 26 al 36 d.C. El mando de los procuradores registró un paréntesis cuando Herodes Agripa I, sucesor de Herodes Antipas, año 39 d.C, como rey de Galilea y Perea, fue proclamado rey de Judea, Idumea y Samaria. Reinó desde el año 41 al 44 d.C. Después volvió el poder civil y militar a los procuradores romanos. Como el poder de los romanos era un poder tiránico y corrupto, el descontento creciente del pueblo judío condujo a la explosión del primer motín de los judíos en el año 66 d.C. En la campaña militar montada por los romanos como respuesta al motín, Jerusalén y su Templo fue destruido en el año 70 d.C. y los últimos supervivientes de esta rebelión se suicidaron masivamente en la fortaleza de Masada en el año 73 d.C, sin rendirse a los romanos.
Este fue el final dramático del pueblo judío como nación, como pueblo elegido por Dios. A partir de este momento viene el tiempo llamado de la “diáspora”, o tiempo de la dispersión de la nación judía. Una mayoría de los judíos, al principio, residieron en lo que anteriormente fue su tierra, otros muchos se desperdigaron por toda la cuenca del mar Mediterráneo, y otras partes del mundo, hasta el año 1947, en que por acuerdo de las Naciones Unidas se les entregó parte de lo que era Palestina, tierra que los judíos consideraban que era suya y que hoy día es el Estado de Israel. A causa de la entrega de parte de la nación Palestina a los judíos, los palestinos tienen interminables conflictos con los judíos ya que se sienten desplazados de su propia tierra y nación. Hasta hoy día el conflicto no acaba.
8.3.2. Contexto religioso y social de Israel - Los Sacerdotes, Escribas y Sabios, Saduceos. Fariseos. Esenios, como guías de la comunidad y mensajeros de Israel
La comunidad israelita posterior al destierro de Babilonia, perdió el hilo directo de la dinastía de David. Ya no hubo más reyes descendientes de David. Como hemos descrito anteriormente siguieron tiempos de invasiones persas, griegas, las dinastías Seléucidas y la de los Asmoneos, y finalizando con el dominio del Imperio romano.
En todo este largo tiempo el pueblo de Israel halla su refugio en el estatuto recibido de Esdras. Ante la ausencia de reyes, y de líderes religiosos, sigue, sin embargo, necesitada de guías espirituales que le orienten en el esfuerzo por vivir con fidelidad la Ley. Por ello toman gran preponderancia en la vida religiosa social, política y sobre todo religiosa de Israel las siguientes figuras:
8.3.2.1. Sacerdotes
Como comunidad de carácter preferentemente religioso y cultual está presidida por los "sacerdotes". Estos aseguran el servicio del culto a Yahvé en el Templo, ofreciendo en nombre del pueblo y por encargo del pueblo oblaciones de acción de gracias, holocaustos y sacrificios expiatorios por los pecados, Lev 1 al 7. Los sacerdotes, con el Sumo Sacerdote a la cabeza, con su minucioso y exquisito ceremonial y sus innumerables purificaciones rituales, inculcan al pueblo el respeto y la alabanza al Dios Santo.
Al propio tiempo, los sacerdotes son los encargados de la "instrucción sobre la Ley", Jer 18, 18. En las reuniones litúrgicas el sacerdote lee y explica la Ley al pueblo. Un ejemplo característico de este servicio lo encontramos en Neh 8, 1 y s.s, en la solemne asamblea en la que la Ley es leída al pueblo y luego explicada por los levitas. Esta explicación e interpretación de la Ley es un auténtico ministerio de la palabra, que asegura al pueblo el conocimiento de las gestas realizadas por Yahvé en la historias y la realización actual de las mismas y lo que hoy pide a su pueblo. Más tarde el sacerdocio se reserva casi exclusivamente para el servicio cultual, pasando el ministerio de la Ley a los escribas y a los sabios.
El sacerdocio, ejerce una nueva función o servicio: el de dirigir la oración y bendecir a la comunidad. Ambos servicios se hallan juntos en el elogio del libro del Eclesiástico dirigido a Aarón y a todos los sacerdotes: "Fue esta consagración un pacto eterno, para él y su descendencia por los días del cielo, para servir al Señor en el ejercicio del sacerdocio, y bendecir en nombre del Señor a su pueblo", Eclesiástico 45, 19.
Con la bendición sacerdotal terminaban los grandes acontecimientos y las asambleas festivas del pueblo: el Libro de los Números nos trasmite la fórmula de bendición: "Que Yahvé te bendiga y te guarde que haga resplandecer su rostro sobre ti y te otorgue la paz", Num 6, 24-26. El texto termina con esta nota: "Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré", Num 6, 27. Esto asegura que la bendición sacerdotal es eficaz, asegura realmente la intervención de Dios en favor de su pueblo.
Los sacerdotes, finalmente, dirigen o presiden la oración comunitaria del pueblo. Por ellos, el pueblo, habla a Dios. Un ejemplo de dicha oración lo ofrece Nehemías 9., 1 y s.s. Es un recuerdo agradecido de las maravillas realizadas por Yahvé en favor de su pueblo a lo largo de la historia. La comunidad tiene conciencia de esa presencia salvífica actual de Yahvé en la reunión cultual. Se anticipada así, en cierto sentido, aquello que será certeza en la oración de la nueva comunidad dicho por Jesús: "Donde estén reunidos dos o tres en mí nombre, allí estoy yo en medio de ellos", Mt 18, 20.
8.3.2.2. Los Escribas
Un nuevo guía de la comunidad israelita surge en el tiempo de la restauración de Israel, son los escribas: "hombre dedicado a escudriñar, estudiar y orar día y noche sobre la Ley sagrada donde Dios se ha dado a conocer". Está llamado a esclarecer su sentido, a examinar sus dificultades, a determinar su alcance y su aplicación en los distintos casos particulares que la vida diaria presenta.
El escriba es un enamorado de la Ley y un especialista estudioso de ella. Al propio tiempo ama a su pueblo, para quien dedica su esfuerzo. Esta tarea de estudio e interpretación no se hace sin una especial iluminación de Yahvé, el escriba es el que con el tiempo, recibe el ministerio de la palabra del hablamos antes, refiriéndonos a los sacerdotes, Ecltco 38, 25-29.
8.3.2.3. Los Sabios
Junto al sacerdote y el escriba la comunidad se siente dirigida y alentada por los "sabios". El Sabio, es un personaje ordinario en el Antiguo Oriente. Es el funcionario de la corte real, encargado de la redacción de los documentos oficiales o de las relaciones diplomáticas. Dada su buena preparación y cultura, estos hombres pronto comienzan a tener sus normas de vida para triunfar en los negocios de la vida y es su principal arma y fuente de inspiración.
En Israel, la sabiduría aparece con la institución de la monarquía. El prototipo modelo de sabio en Israel es el rey Salomón, hijo de David, 1 Reyes 3, 16-28. Pero dicha corriente llega a su esplendor en este período del postexilio. El sabio judío acepta la reflexión de los sabios paganos y los sigue en ocasiones. Pero su fuente de inspiración, más que la experiencia de la vida, es la Ley de Yahvé, que el sabio, observa, medita, Salmo 1. Sus reflexiones, por lo mismos comprenden tanto las relaciones con los hombres, cuanto, sobre todo, las relaciones del hombre con Dios. Esta reflexión no se hace sin una intervención especial de Yahvé. La comunidad reconoce enseguida que muchos de estos escritos son respuesta a sus problemas y es norma para su conducta, expresión segura de la voluntad de Yahvé sobre ella por lo que los recoge y acepta, reconociendo su sabiduría como carácter de escritura sagrada.
Los problemas fundamentales de la reflexión de los sabios son los siguientes:
- La retribución eterna
- El dolor
- La vanidad de la vida
Cuando tratemos más adelante el tema de los libros sapienciales quedará más perfiladas estas materias.
8.3.2.4. Saduceos
La experiencia del exilio, los sufrimientos provocados por la dominación extranjera y las luchas contra la helenización de la cultura judía impulsaron progresivamente a la religión hebrea a desarrollar aquellos rasgos peculiares que la distinguen y diferencian hasta hoy día.
Flavio Josefo, ya en los tiempos de Jonatán Macabeo (162 a.d.C.), habla de tres sectas dentro de la religión oficial de Israel: Saduceos, fariseos, y esenios.
Los “saduceos”: Conservadores en cuanto a la fe y estrechamente ligados a la “letra” de la Sagrada Escritura, toman el nombre de Sadoq, sacerdote del tiempo del rey David 2 Sam 8, 17. Inmiscuidos en los juegos del poder del período helenístico, son un grupo muy activo en la vida política, cultivando relaciones amistosas con la potencia ocupante de turno. Para poder vivir su fe sin compromisos, muchos de ellos se separan del grupo y se autodestierran de Jerusalén. Los saduceos no creían en la resurrección de los muertos ni en la inmortalidad del alma ni en la presencia de ángeles ni demonios. Hablando de ellos Flavio Josefo afirma: “su doctrina sólo es adoptada por un número exiguo de personas, las cuales, sin embargo, ocupan la primera posición en cuanto a dignidad”.
8.3.2.5. Los fariseos
Nacidos en la época de los Macabeos, forman inicialmente parte de los “hasidim”, de quienes se desligan, decepcionados por la marcha política y religiosa de las cosas. Fariseo, significa = “separado”, son aquellos que se distinguen de los paganos y de la masa ignorante y ruda, los “amahares”. Toda su vida religiosa gira en torno al cumplimiento exacto de la LEY, o, TORAH. Creen en la resurrección de los muertos y tanto en la angelología como en la demonología. En torno a este grupo se aglutinaré la tradición oral de la Ley, esto es, las discusiones, las interpretaciones y las actualizaciones de la tradición bíblica, que constituirán, junto con la Sagrada Escritura, el corazón de la religión hebrea desde la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C. hasta nuestros días.
Muy seguidos por el pueblo, son sus guías espirituales y políticos. En el ámbito de la política su actitud fue siempre pacifista: respecto a los Asmoneos son muy críticos y atrevidos, con tal de proclamar la verdadera fe hebraica. Con mucha probabilidad los llamados “escribas” y “doctores de la Ley”, pertenecen al grupo de los fariseos.
8.3.2.6. Los esenios
Los esenios viven en pequeñas comunidades, en lugares solitarios, desérticos, apartados de la vida pública. No sabemos de donde deriva su nombre. Modernamente se hicieron muy famosos por los descubrimientos de los manuscritos de la cuevas del Qumrán en 1947, donde dentro de vasijas de barro había gran cantidad de textos de la Sagrada Escritura y de sus tradiciones que han servido para profundizar y ampliar el cocimiento de la religión hebrea.
Se dividen en tres clases: sacerdotes, levitas, y laicos. La comunidad es gobernada por una rígida disciplina: no divulgan la enseñanza y ninguna persona extraña puede unirse a la plegaria, a la mesa o al trabajo vividos comunitariamente. La aversión a la clase judía dominante es radical, así como el rechazo del sacerdocio oficial del Templo, considerado por ellos como “sacerdocio impío”. El regreso riguroso del cumplimiento de la Ley y las normas de pureza son extremadamente rigurosas y necesarias para pertenecer a esta secta.
8.3.3. El "resto de Israel" de Yahvé y los "Pobres de Yahvé”
En la comunidad judía del postexilio babilónico existe un grupo de ciudadanos que son los predilectos de Yahvé. Se trata de los "pobres de Yahvé", que son como el alma del pueblo, son las personas que han vivido más de cerca la relación con Dios en el Antiguo Testamento y nos han brindado una espléndida experiencia religiosa. Son casi los únicos en el pueblo de Dios que supieron mantener firme y pura la esperanza en la salvación por obra de Yahvé, sin mezclarla con ambiciones materiales, o nacionales. En ellos la esperanza de salvación penetra en el Nuevo Testamento y son los primeros que acogen la salvación tal como Dios la envía, por medio de su Hijo Único Jesucristo, por caminos tan distintos de los que el pueblo judío soñaba.
8.3.3.1. El "pobre de Yahvé" en la Biblia
El pobre tiene en la Biblia una materialidad sociológica y una connotación religiosa y espiritual. El vocabulario hebreo distingue perfectamente los matices por la abundancia de palabras con que se designa a las distintas clases de pobreza. Distingue entre el pobre normal "rasch"; el pobre pordiosero y mendigo "ebíon", el pobre miserable y proletario, subdesarrollado "dal".
Todas estas palabras suponen una connotación social. Cuando la Biblia habla de los "pobres de Yahvé", emplea otra palabra específica: "aní" o "anawwim": cuyo sentido propio es el de "encorvado", "inclinado", "'humillado". La Biblia recoge tres corrientes de pensamiento con relación a la pobreza:
Primera
La primera en la historia de Israel es la identificación de pobreza y pecado. La pobreza es consecuencia del pecado. La riqueza y los bienes son fruto de la bendición de Dios. Esta concepción transmite una idea exacta relacionada con la retribución: Dios premia al que vive santa, laboriosa y fielmente y castiga con la miserias el hambre, el abandono, al que es pecador, negligente y olvidadizo. Pero esto plantea grandes problemas en la constatación de la vida real. Hay gente pobre, humillada, y sin embargo son fieles observantes de la Ley, son buenos y caritativos; y al contrario vemos a gente que no respeta nada y es mala y sin embargo están llenos de bienestar material y felicidad humanas. Como se ve este es un problema serio a la hora de explicar la pobreza desde el punto de vista de la mera retribución ¿Cómo explicar que el impío y el perverso estén llenos de riqueza y bienestar? ¿A qué se debe esto? Estas preguntas trajeron serios problemas a los sabios, escribas y estudiosos de la Ley pues no supieron responder adecuadamente.
Segunda
Una segunda corriente la supera, aunque aún se mantiene a nivel sociológico. El ideal en la vida es no ser ni rico ni pobre; una especie de clase media acomodada. Ni el lujo que puede apartar de Dios, ni la miseria que me puede llevar a la desconfianza en Dios, a la desesperación y a la muerte: La Biblia dice: "Dos cosas te pido, ¡Oh Dios!, no me las niegues antes de que me muera: tenme lejos de la mentira y del engaño, y no me des ni pobreza ni riqueza. Dame aquello de que he menester. No sea que harto te desprecie y diga: "quién es Yahvé", o que, necesitado robe y blasfeme el nombre de mi Dios", Prov 30, 7-9; Tob 5, 18
La pobreza, llevada a la práctica, provocaría en el mundo una especie de igualdad de clases modestas, pobres, pero no proletarias: serían aquellos que tuvieran lo suficiente para satisfacer sus necesidades personales y familiares, como fruto de su trabajos sin excesiva angustia por el porvenir.
Tercera
La tercera corriente entiende la pobreza como una actividad religiosa: "pobre", es la persona sencilla de corazón, humilde, desprendida de sí misma, servicial, buena gente, es una persona que ha puesto toda su confianza en Yahvé. Así, la "pobreza", es la apertura, la relación confiada, dependiente de Dios. La consecuencia de esta concepción bíblica del pobre, es que, "el pobre", es el "amigo de Dios".
Este estadio último del concepto de "pobreza" en el pueblo judío ha tenido que recorrer un largo camino, ha requerido una profunda experiencia de la miseria humana y del dolor, una honda y terrible vivencia de la opresión y de la humillación, y a la vez tener una profunda y total confianza en Yahvé. El nunca abandona, prueba con la pobreza pero nunca abandona a los suyos.
La experiencia inicial de Israel como pueblo es la Alianza en el monte Sinaí. Esta realidad salvífica y humana hacía igual a todos los israelitas, tanto en el sentido social como en el económico y desde luego en el espiritual y religioso. Cualquier diferencia de clase social, o de otro tipo, era contraria a la Alianza. Los bienes concedidos en la Alianza eran comunes. Las pruebas y sufrimientos, también.
El pueblo de Israel en sus comienzos, era un pueblo sin privilegios, sin castas ni distingos sociales. Puede decirse que estaba prohibido el enriquecimiento: en el desierto, el "maná", que se acumula cada mañana, al amanecer, sí se acumula en exceso, se pudre y no sirve, cada familia ha de recoger solamente lo necesario para cada día, Ex 16. Esto exige un gran control y dominio de las propias necesidades, nadie debe de acumular indebidamente en detrimento de los demás.
Este estado de vida ejerció sobre el pueblo de Israel posterior la atracción de un gran ideal, modelo de lo que debería haber sido siempre la vida social y económica del pueblo: la igualdad personal, económica y social entre todos los israelitas. Pero al llegar a la Tierra Prometida e instalarse en Canaán, el ideal se desvanece y se destruye. Allí ya no es todo común; hay diferencias de voluntad: unos trabajan más que otros; hay diferencias de inteligencia: unos manejan los instrumentos mejor que otros; hay diferencias de destino: a uno le tocan, por sorteo, terrenos fértiles y pródigos y a otro tierras áridas y resecas; existen diferencias materiales en las causas accidentales: en unos lugares hay incursiones continuas del enemigo y hay que defenderse con el correspondiente costo de vidas humanas y gastos extraordinarios.
De todo esto y de otras causas más complejas derivadas de estas situaciones es donde surgen las diferencias de clases y de personas en Israel. Hay algunos israelitas que tienen mucho bienestar material y otros que no tienen nada o casi nada. Todo esto evoluciona a medida que el pueblo de Israel por medio de la institución de la monarquía entra en otros esquemas más urbanos y de corte real, en donde los cargos alrededor del rey, los impuestos, el comercio etc, cambian los hábitos y costumbres del pueblo elegido. De aquí vienen las grandes diferencias, y los menos afortunados prestan sus servicios a los que más tienen y estos a su vez abusan de los más necesitados para así aumentar ilícitamente sus riquezas.
En este contexto surgen las voces de los profetas denunciando el abuso del pago salarial escaso y mezquino y así como éste otros abusos contra el huérfano y la viuda, el desvalido el que no tiene ninguna protección. Los profetas recriminan con acentos grandilocuentes estas injusticias: Amos 5, 10-13; Jer 5, 26-29; 22, 13-19; Neh 5, 1-13, y salen en defensa del pobre y desvalido el que no tiene protector. Ya veremos luego al tratar el tema de los profetas cómo estos no callan los pecados del pobre; también los pobres han sido infieles a la Alianza (esta es la medida aplicada a todos los hombres pertenecientes al pueblo elegido), el profeta Jeremías dice: "Recorred las calles de Jerusalén, mirad bien y enteraos; buscad por sus plazas, a ver si topáis con alguno que practique la justicia, que busque la verdad, y yo le perdonaría... Y yo decía: naturalmente, el vulgo es necio pues ignora el camino de Yahvé, el derecho de su Dios", Jer 5, 1-6.
Pobres y ricos no están libres de pecado. Todos han roto sus relaciones con Dios. Sin embargo, los ricos son recriminados con más frecuencia y acritud, así nos lo expresa Amós: "Ay de los que cambian en ajenjo el juicio y tiran por tierra la justicia... pues bien, ya que vosotros pisoteáis al débil y cobráis de él el tributo del grano, casas de sillar construisteis, pero no las habitaréis; viñas selectas plantasteis pero no beberéis su vino. ¡Que yo sé que son muchas vuestras rebeldías y graves vuestros pecados! ¡Oh! opresores del justo que aceptáis el soborno y atropelláis a los pobres en la Puerta", Am 5, 7-13.
Esto se debe a que el rico más fácilmente se enfrenta con Dios al arrogarse un derecho que sólo a Yahvé pertenece: el de disponer de los hombres, de su vida y, por tanto, de su destino. Toda opresión de un hombre sobre otro, del rico sobre el pobre, es una ruptura de la Alianza, una injuria a Dios, una profanación de esa imagen de Dios que lleva todo hombre: es una injusticia.
La Biblia no se contenta con recriminar el pecado, ni con prometer una salvación que estaría sólo en el más allá. No se limita únicamente a una compasión meramente afectiva de la miseria del pobre, del oprimido del esclavo. La salvación y la compasión se hacen efectivas mediante una serie de leyes religiosas y sociales: Lev 25, 35-38; Ex 22, 21-26; Deut. 15, y 24,10-15, que definen los derechos más elementales del pobre, del huérfano y de la viuda, medidas según los cánones de una sociedad económica y culturalmente poco evolucionada, pero que tratan de aminorar las diferencias y suprimirlas, a ser posible, como en la época del desierto.
La época de privación y pobreza que el pueblo entero de Judá comienza a sufrir con motivo de las invasiones del Siglo VII, hace descubrir a los profetas las posibilidades enriquecedoras de la pobreza, en el sentido bíblico, como una experiencia religiosa. Así Sofonías, hacia el año 630 dice: "Buscad a Yahvé los humildes de la tierra, que practicáis su Ley ; buscad la justicia, buscad la mansedumbre...", Sof 2, 3.
Y el primero que habla del futuro del pueblo de Israel como de: "un pueblo humilde y modesto que esperará en el nombre de Yahvé", Sof 3, 12, es el mismo Sofonías. A partir de él, se van definiendo cada día con mayor claridad y precisión este grupo de personas humildes, sencillas y pobres, van siendo varias las figuras históricas que realizan en sí mismos el ideal del "pobre". Después del destierro, la comunidad israelita, al perder las esperanzas de la restauración nacionalista, gloriosa y triunfal, descubre aquello que Yahvé había preparado para ellos sólo que ésta debía de entenderse desde una actitud de desprendimiento y pobreza para dejar que Yahvé reine plenamente en los corazones de todos los hombres.
8.3.3.2. Características de los "pobres de Yahvé"
Podemos decir que la primera característica es que el "pobre de Yahvé" ha experimentado la pobreza real, es decir, que ha conocido la carestía de medios materiales, imprescindibles para vivir con dignidad, le han fallado las seguridades humanas, nadie le ayuda, nadie sale en defensa de él. Esta "pobreza real" tiene muchas manifestaciones en la Biblia son: los huérfanos viudas, ancianos, peregrinos, extranjeros, esclavos, perseguidos, encarcelados, desterrados, emigrantes, ignorantes, enfermos. Como se ve, no es necesario ser socialmente pobre, para ser según el espíritu y la realidad de la Biblia: "pobre". Lo único que ocurre que el socialmente pobre vive esta realidad continua y cotidianamente.
Estos hombres experimentan la indigencia humana de una manera manifiesta Todos sienten la propia incapacidad para salir de esa situación de pobreza. La actitud de ellos es de: "humillación", "inclinación", "sometimiento", no atreverse a levantar la cabeza, vivir bajo el peso del dolor. De aquí fácilmente se pasa a la segunda característica que es la fundamental: "el pobre es el humillado que se hace humilde".
Debido a esas experiencias, el pobre ha adquirido una actitud de humildad, de sometimiento, de reconocimiento de su propia incapacidad. Salir de esa situación sería obtener la salvación de su vida. Pero, el pobre se siente incapaz para salir de ella, incapaz, por tanto, para salvarse a sí mismo.
Como fruto de esa conciencia de la propia limitación el pobre acude confiado y sincero en busca de auxilio. Sabe que, en último término, el único que puede salvarle de su opresión, es sólo Yahvé. Y por eso acude a él con una infinita e ilimitada confianza, poniendo sólo en él sus ojos, esperando de él sólo, la salvación. Sabe que lo que en el fondo le impide salvarse es también su pecado. Por lo cual su petición de salvación va precedida de la confesión del propio pecado, que es la máxima de su experiencia de la miseria y de la opresión humana. Y va precedida de la petición de perdón y de la propia conversión.
La pobreza es, pues, la actitud de desnudez absoluta delante de Dios, de entrega plena y confiada en manos de Yahvé, en la esperanza y seguridad de que él le salvará, diciendo: "en Dios pongo mi esperanza, y confío en su palabra". La pobreza es la actitud religiosa perfecta, en la que el hombre no pretende: "ser como Dios", (alusión a la tentación del Génesis), sino que pone su salvación en manos de Dios, en la seguridad de que él no le fallará, aunque los caminos que escoja para salvarle sean, a veces, desconcertantes e incomprensibles. Desprendido de sí mismo, la pobreza más radical, el hombre se encuentra con Dios, es su "amigo".
8.3.3.3. Tipos humanos que encarnan el "pobre de Yahvé"
Son innumerables los personajes anónimos del Antiguo Testamento que han vivido día a día su pobreza, y que han dejado expresada su actitud y situación en los salmos, Salmo 13; 22; 34; 69; 73. Pero hay algunos personajes históricos o literarios cuya vida es la encarnación del ideal de la pobreza que hemos descrito anteriormente. Ya hemos aludido a ellos, pero puede releerse aquí lo dicho sobre el "Siervo de Yahvé".
Este ideal de pobreza conserva íntegro su ideal en el Nuevo Testamento. Los primeros personajes que aparecen en la narración evangélica realizan plenamente la actitud de pobreza. Sobresale de una manera muy especial, la Virgen María. La Madre de Jesús de Nazaret. El Canto del "Magnificat", puesto por el evangelista Lucas en boca de la María, es uno de los “cantos” de los "pobres de Yahvé" que resume mejor la actitud de recepción y apertura de todo lo que viene de Dios y de su plan salvífico. Por eso, el "fiat" de María es algo más que una simple aceptación pasiva de la voluntad de Dios, es la colaboración humilde, "pobre" y sincera a la obra de la redención.
Pero el tipo que realiza al "pobre de Yahvé" por excelencia es Jesucristo que nace pobre y es el "Siervo de Yahvé", que se entrega a realizar la salvación de sus hermanos, habiendo sentido toda indigencia de la condición humana, hasta la suprema que es el abandono de Dios, y la muerte. Abandono, sufrimiento y muerte para cumplir la voluntad del Padre y por su obediencia es recompensado con la Resurrección y la Vida.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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