+P. Rubén Vargas Ugarte S.J.
6. LA PROPAGANDA POR ESCRITO
Continuación
6.4. LAS ÓRDENES Y CONGREGACIONES RELIGIOSAS
Más que los impresos contribuyó a propagar la devoción al Corazón Deífico la palabra y el ejemplo de las Asociaciones y Congregaciones que se establecieron en nuestro suelo. Fuera de la Hermandad de San Luis de que ya hemos hablado, es preciso hacer mención de la Asociación de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, fundada en la Iglesia de San Carlos (hoy Panteón de los Próceres) por el Pbro. Carlos A. García. En el año 1882 se imprimieron los Estatutos, aun cuando ya llevaba algún tiempo de fundada. Muchas personas piadosas se inscribieron en la asociación y ésta alcanzó cierto florecimiento.
Esto no quiere decir que las Órdenes antiguas y el clero secular no difundieron la devoción, pero en los nuevos Institutos que surgieron en nuestro medio halló la devoción su principal fomento. Uno de los primeros fue la Congregación de Religiosas de los Sagrados Corazones, llamadas también de Picpus, del nombre de la Casa Madre en París.
Estas Religiosas llegaron al Perú en 1849. La Superiora, Cleonisa Du Cormier, abrió en el local del antiguo Hospital del Espíritu Santo una Escuela Gratuita de Niñas. Era el día de la Festividad de San José. A esta escuela se siguió la destinada a las jóvenes de paga, que pronto se vio concurrida por las hijas de las mejores familias. El local dejaba que desear y se pensó en buscar otro. El Gobierno accedió a vender por una suma bastante módica el local del supreso convento de Belén, donde ya no existía comunidad alguna e, indemnizados los herederos de la fundadora del convento, se instalaron allí las religiosas en abril de 1851. Un año antes había llegado a nuestro suelo la R.M. Hermasia Paget, que había de suceder a la Madre Du Cormier.
Las Religiosas de los Sagrados Corazones no circunscribieron su apostolado a la ciudad de Lima: en el año 1857 pasaron a Ica, abriendo un Colegio en el antiguo de Educandas de San José, donde permanecieron algunos años. En 1878 le tocó el turno a Arequipa, donde se levantó un Colegio que todavía subsiste y en el cual se ha formado buena parte de la sociedad arequipeña.
En conformidad con el fin de su Instituto no sólo atendieron a la educación de las niñas sino que, además, trataron de propagar el culto del Sagrado Corazón. Con este fin ya en el año 1870 la madre Hermasia fundó la Adoración Perpetua entre las antiguas alumnas y otras personas y el centro de Lima sirvió de simiente de otros.
La rama de hombres de la misma Congregación vino algunos años después y los primeros se instalaron en la vecindad del Colegio de Belén, en el local que en otro tiempo había sido recoleta dominica de Santa María Magdalena. Allí abrieron un Colegio y la Iglesia, que había sufrido bastante en un incendio, fue por ellos restaurada y consagrada al culto del Sagrado Corazón, de modo que, con verdad puede decirse que fue esta la segunda que en Lima quedó dedicada a su culto. El 20 de junio de 1886, el Sr. Canónigo Alejandro Belando, por comisión del Gobernador Eclesiástico de la arquidiócesis, Excmo. Sr. Manuel Antonio Bandini, bendijo con las ceremonias del ritual el templo y al día siguiente se celebró la solemne inauguración, acto que revistió la pompa que en estas ocasiones despliega la Iglesia y a la cual dio realce la presencia del Presidente de la República General Andrés A. Cáceres, la de varios ministros de Estado y la de muchos caballeros y señoras de la alta sociedad de Lima.
La oración sagrada estuvo a cargo del Canónigo, Mons. Manuel Tovar, que lo hizo con la elocuencia que lo distinguía. Después de la Misa se puso de manifiesto el Santísimo Sacramento que permaneció expuesto todo el día a la veneración de los fieles. Esta fiesta vino a coincidir con el segundo centenario de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa margarita María y abrió, puede decirse, una nueva etapa en la historia de esta devoción en el Perú.
A los Institutos antes citados debemos añadir aquel que el mismo Sagrado Corazón escogió para difundir por el mundo tan preciosa devoción. Este no es otro, como es sabido, que la Orden de la Visitación de Santa María. Hasta fines del siglo XIX no existía entre nosotros una sola casa de Visitandinas, pero ya se había despertado el deseo de tenerlas y muchas personas pedían a Dios que llegaran a nuestro suelo. En la desaparecida Iglesia de la Caridad, en la plazuela de la Inquisición, algunos devotos colocaron una imagen de la Danta Fundadora de la Orden, la discípula predilecta de San Francisco de Sales, Santa Juana Fremiot de Chantal y en su día, el 21 de agosto, celebraban su fiesta y renovaban sus preces por la pronta venida de sus hijas. No faltaron tampoco vocaciones y una de las primeras fue la de la Señora Domitila Olavegoya de Vivanco, joven de la mejor sociedad de Lima que perdió a su esposo en la sangrienta batalla de San Juan, el 13 de enero de 1880. Esta pérdida y la de su querida madre que casi fueron coincidentes, la determinó a dejar el mundo para siempre. Como en el Perú no había casa de la Visitación hubo de emprender un viaje hasta Montevideo y el 7 de agosto de 1886 se embarcó en el Callao en compañía de la Srta. Susana de Lavalle y Pardo, que la acompañó hasta su destino y siguió las huellas de su amiga, profesando en la Orden y tomando en ella el nombre de Sor María Eugenia. Por gracia especial, obtuvo de sus superiores el no volver a Lima, en donde había nacido. Llegó a ser Superiora de dicha casa y más tarde pasó a ser fundadora de la casa que se abrió en el Estado de San Paulo en el Brasil, en donde falleció santamente el 22 de febrero de 1912.
Transcurrieron cuatro años y el 18 de noviembre de 1890 llegaron a Lima las seis primeras hijas de Santa Juana Fremiot. Entre ellas figuraba Sor Domitila. Al siguiente año se trasladaron al Callao y, por último, se instalaron en el vecino pueblo de Bellavista. Quiso Dios bendecir a este monasterio y varias personas tomaron el hábito, de modo que hubo de pensarse en edificar una casa a propósito. Se eligió un sitio en la avenida Colonia, acorta distancia de la Plaza Dos de Mayo y allí se construyó el Monasterio y la pequeña Iglesia, dedicada, como era natural, al Sagrado Corazón. Lo insalubre del sitio y el hallarse todo él rodeado, en gran parte, por fábricas y talleres, decidieron a las religiosas a buscar otro más apropiado y en esos últimos años se realizó el traslado a un terreno próximo a la hacienda Ñaña. Sería superfluo decir que las religiosas de la Visitación han contribuido a extender entre nosotros la devoción al Sagrado Corazón, pero lo han hecho de una manera callada y silenciosa, como corresponde a su Instituto y al espíritu que lo anima, pero no menos eficaz, ni menos del agrado de Dios.
Nos resta hablar de la parte que en esta labor le toca a la Compañía de Jesús, elegida también a una con la Visitación para ser el heraldo de las misericordias del Corazón Divino, pero su acción me capítulo aparte y por eso trataremos el punto más adelante.
Cerraremos este punto refiriéndonos al Instituto de las Damas del Sagrado Corazón, fundado por Santa Magdalena Sofía Barat. Venidas al Perú el año 1876, a fin de abrir entre nosotros una Escuela Normal de Maestras, el Gobierno les cedió parte del local que había pertenecido a la Compañía de Jesús y era la sede de su Colegio Máximo. La Ilustre Congregación de Seglares de Nuestra Señora de la “O” les cedió su capilla interior, a fin de que la pudieran utilizar, pero reservándose la propiedad de la misma.
Estas religiosas, que al lado de la Normal abrieron un Colegio de Segunda Enseñanza para Señoritas, se valieron de su influencia como educadoras y maestras para difundir la devoción al Corazón de Jesús y para introducirla en los hogares, sobre todo en las personas de alguna posición social. Juntamente con las citadas antes, buena parte de la extensión del culto al Corazón Divino se debe a su fervorosa labor.
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