Lucas 9, 18-24
Jesús pregunta a sus apóstoles quién dicen que soy yo. A nosotros también nos la hace ¿de qué me conoces? ¿qué experiencia has tenido de amistad conmigo?
Jesús
pregunta a sus discípulos ¿Qué dicen del Mesías? Y ¿qué dicen ustedes?. La fe
en el Hijo de Dios era un punto central de la predicación de Jesucristo; a eso
fueron dirigidos la mayor parte de los milagros, para que creyeran en El. Tan
Importante es esta fe que San Juan llama anticriso al que no reconoce al Hijo
de Dios encarnado.
Pero esa
pregunta hoy se dirige a nosotros: ¿Quién decimos cada uno que es Jesús?
Y podríamos
empezar la respuesta por decirle a Jesús, siguiendo las palabras del Credo: Tú
eres Jesucristo, el Hijo de Dios, que naciste de Santa María la Virgen , padeciste bajo el
poder de Poncio Pilato, fuiste crucificado, muerto y sepultado, y resucitaste
al tercer día… Y Jesucristo nos diría que somos muy aplicados y que conocemos
la teología, pero a El no le basta eso.
Podríamos
añadir lo que sabemos del Mesías en el Antiguo Testamento, y en todas las
profecías que se refieren a El: Tú eres la “prole anunciada ya a Adán, que
acabaría con el dominio de la serpiente”, y eres el Gran Profeta de que habló
ya Moisés, y eres el Hijo de la
Virgen que Isaías da como prueba al rey Acab, y es el Siervo
de Yahvé y el Rey anunciado por David, y el que nacería en Belén; y podríamos
abrumar a Jesús con nuestra erudición bíblica; Y El nos miraría con simpatía,
pero con su silencio nos estaría diciendo que esperaba una respuesta más
personal. Y no bastaría para eso recurrir a nuestro conocimiento de los
Evangelio, porque, naturalmente, El se los sabe de memoria. Quiere saber algo
que nosotros sabemos de El, y El espera escucharlo de nosotros en forma
personal.
Entonces
podríamos recurrir a nuestro corazón, bajando desde nuestro cerebro, para
decirle lo que realmente “sentimos” de El. Podríamos decirle: Tú eres el
sentido de nuestra vida. Sin tu existencia mi vida no tiene más que vacío, todo
queda descuadrado y todo carece de interés. Por Ti sé para qué existo, de dónde
vengo y a donde voy: qué significa el comienzo y qué significa el final de mi
existencia; contigo sé qué significa vivir. Tú eres el centro de mi vida.
Y podriámos
añadir: Tú eres mi modelo. Sé así lo que es la existencia humana, sé qué es ser
hombre de verdad. Mirándote a ti entiendo cómo debe crecer mi vida y cómo debe
modelarse: esa es mi tarea construir mi existencia copiando el modelo que tengo
en ti. Debo mirar cada uno de tus gestos para tenerlos también; debo escrutar
tus sentimientos para hacerlos sentimientos de mi propio corazón. Debo estudiar
tus reacciones, ante el sufrimiento, ante la hipocresía, ante la pobreza, ante
los que abusan, ante los pequeños, los niños y los enfermos, para reaccionar de
la misma forma que Tú. Y no es nada esa tarea para mi vida!!! Pero mientras lo
intento lograr te confieso que Tú eres el modelo de mi vida.
Pero necesito
seguir respondiéndote: Tú eres la
Verdad , esa verdad que todo ser humano quiere tener como
centro de su ser, para vivir en la luz y estar fuera de toda oscuridad. Una
verdad que se expresa en cada una de tus afirmaciones; de forma de leer con
atención tus Bienaventuranzas, tus parábolas y sentir desde el fondo de mi ser:
¡Esta es la única verdad! Y está por encima de todas mis verdades, que si se
apartan de esta Verdad, no son más que falsificaciones.
Jesús Tú eres
mi Vida; y no solo te lo digo como un gesto de amor, como cuando se dice a una
persona muy querida “vida mía”; sino en el sentido más estricto de la palabra:
Tú eres mi Vida, porque sin Ti, mi vida no es vida y no vale la pena. Tú mismo
lo has dicho que el que come tu carne tiene Vida, y el que no la come no tiene
de verdad la Vida. Y es
que con tu vida nos enseñas a distinguir lo fundamental de lo accidental, lo
eterno de lo pasajero. Tu vida nos marca una ruta, porque además eres Mi
Camino. Dar los pasos en tu dirección es justamente vivir, y salirse de esa
huella que nos marcan tus pasos es perder vida.
Señor, tu me
añades además que para hacer eso tengo que saber perder la Vida , porque así se conserva
y se trasmite, de la misma forma que Tú como Mesías entregaste tu vida para que
nosotros tuviéramos la vida de verdad.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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