P. Adolfo Franco, jesuita.
DOMINGO XVII
del Tiempo Ordinario
Juan 6, 1-15
Después de esto, se trasladó Jesús a la otra ribera del mar de Galilea (el de Tiberíades), y mucha gente le seguía, porque veían los signos que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. (Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.)
Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él tanta gente, preguntó a Felipe: «¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque él ya sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno coma un poco.» Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»
Replicó Jesús: «Haced que se recueste la gente.» (Había en el lugar mucha hierba.) La gente se recostó: eran unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados, y lo mismo los peces. Comieron todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:
«Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente el signo que había realizado, comentaba: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
Palabra del Señor.
El Señor nos precede en lo de dar de comer al hambriento.
Tenemos narrado en estos versículos del Evangelio de San Juan el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Y hay dos cosas que podríamos resaltar: el interés de Jesús por los problemas de la gente, por el problema del hambre, y su huida al monte El sólo cuando pretenden hacerlo rey.
El no quiere sacar provecho de la situación, y en particular no quiere sacar provecho político, porque El únicamente ha respondido a la necesidad de sus seguidores y sólo porque es una necesidad humana, y no está pensando en absoluto en el prestigio que puede sacar. Jesús no hace el bien para buscar prestigio personal; en ninguna situación Jesús buscará el beneficio propio.
Estas dos cosas que resalta el Evangelio de hoy, el interés sincero por preocuparse de los problemas humanos, y su rechazo al poder y al oportunismo, tienen mucho que decirnos en la actualidad, como lecciones de vida y como orientación a los que detentan el poder.
Estamos celebrando en estos días las Fiestas Patrias, y esta lección del Evangelio de este domingo nos viene muy a propósito. ¿Cuál es la razón por la que nos preocupamos por los demás? Jesucristo no quiso sacar provecho de la situación. El es muy diferente de algunos personajes que buscan obtener una porción del poder político, y por eso nos dicen que se van a preocupar de los niños, o de los ancianitos, o de las carreteras, que van a construir un coliseo, si es que les conceden sus votos. Si estos aspirantes a políticos hubieran estado en la multiplicación de los panes, hubieran querido que los cargaran en hombros y que los hicieran rey. El simple desinterés de hacer el bien porque el otro es un hermano necesitado no produce beneficios políticos, eso sólo lo hacen los buenos, los que aceptan seguir siendo “ingenuos”.
Pero sigamos con nuestra meditación sobre esta multiplicación de los panes, como lección de comportamiento. Jesucristo ¿pidió un porcentaje de cada uno de los panes repartidos? Realmente es una pregunta tonta y fuera de lugar. Jesús no tenía mucha idea de lo que es el “reino de este mundo”. Totalmente legítimo (dicen los inescrupulosos) que si uno hace un bien, si se logra un buen contrato derivado de los buenos oficios que yo interpongo, merezco ganarme un porcentaje suculento. Si no, no se puede vivir.
De la misma forma a alguno se le podría ocurrir que si hubiera ocurrido este hecho en los tiempos actuales, habría pelea por conseguir que Jesús pidiera los panes de una panadería o de la otra; los apóstoles habrían estado recibiendo ofertas, para que aceptasen los panes que yo les ofrezco, con tal de que después me asegurasen una buena propaganda. El estar cerca de los poderosos, para conseguir contratos, esto es parte de la llamada estrategia de una buena empresa, aunque para ganar esos contratos se tenga que recurrir a artimañas (o sea a malas mañas).
Otra cosa que observamos en este milagro es que Jesús no quiere hacerlo todo, hay un reparto de responsabilidades: uno es el que tiene los panes (un muchacho), otro es el que informa a Jesús, Jesús es el que hace la bendición milagrosa sobre estos panes y peces, los apóstoles son los que reparten el pan. Jesús no pretende acaparar el poder, lo importante es que la gente tenga que comer, y no importa si esto se lo pueden atribuir a El o a todos los demás que intervienen. Un “astuto político” habría repartido personalmente los panes, y hubiera “aprovechado” el hambre de la gente para sacar dividendos políticos.
Además, Dios siempre quiere la colaboración del hombre. El podría hacerlo todo, pero no quiere hacer nada sin la participación de nosotros los hombres. El nos ayuda, pero no nos exime de nuestra responsabilidad y exige que pongamos lo que está de nuestra parte.
Cuántas lecciones nos da el Señor en este milagro, y que oportunas, para una reflexión en estos días de Fiestas Patrias. Que tengamos siempre una vida cristiana digna, para que podamos decirnos: Feliz 28 a todos los peruanos.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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