P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.
EL PUNTO DE PARTIDA
Nuestra propia Biblia, la que tenemos delante a la vista, en su presentación e introducción clasifica a toda una serie de escritos con el calificativo de libros “históricos”. Yahvéh, el Dios de la Biblia, es un Dios que se hace presente entre nosotros, en unos hechos concretos de nuestra historia. Dice el autor sagrado en el Deuteronomio: “No con nuestros padres hizo Yahvéh esta alianza, sino con nosotros que estamos hoy aquí, todos vivos” (Dt 5,3). Con la luz y la fuerza del Espíritu, los escritos que componen la Biblia poseen así para nosotros un sentido de actualidad y de futuro.
Por supuesto que algunos de entre sus variados escritos recogen, de forma expresa, los hechos y acontecimientos pasados y muy lejanos y distantes algunos de ellos. Son los así calificados como históricos. Pero se trata de una historia narrada desde la creencia y fe religiosa. Esto significa que el relato entraña una interpretación teológica, puesto que sus figuras y personajes históricos como su “pueblo” concreto no son neutrales en la vivencia y en la experiencia del Dios uno y verdadero.
Si nos vamos acercando a los escritos del Antiguo Testamento, a los clasificados como libros históricos, podemos llegar a descubrir en este minucioso y prolijo análisis de estudio, que en sus principales contenidos se destacan al menos dos puntos de vista diferentes. Uno aparece en los escritos como los libros de Josué, Jueces, Samuel y los Reyes. Se nos transmite y se nos comunica en ellos una tradición del reino del Norte que recibe el nombre de “deuteronomista” a partir de los estudios realizados en 1942. Se le aplica el tal adjetivo por su clara relación con el Deuteronomio. Además, se puede apreciar otra diversa interpretación, también histórica, en los libros de las Crónicas, Esdras y Nehemías. Esta tradición es conocida como “historia cronista”. Veremos las diferencias y matices entre ambas.
A todos estos libros históricos hay que añadir los dos libros “macabeos”, centrados en el acontecimiento de la sublevación judía contra la dominación griega, en los años 176-134 a.C. Y por su clara relación con estas circunstancias, y contemporáneo de esta violenta rebelión macabea presentaremos el libro del joven profeta Daniel, aunque este último pertenezca al género apocalíptico, y venga de ordinario incorporado entre los profetas mayores.
Hay, además, una serie de relatos más bien breves, como los referentes a nombres concretos como Rut, Tobías, Ester y Judit. Se agrupan como “historias didácticas”, porque su razón de ser es la enseñanza, aunque la narración elegida para su transmisión, sea más ficción que historia.
Este es un extenso capítulo que intenta resumir una historia larga y desbordante de vicisitudes propia de un pueblo pequeño y disputado por su situación estratégica.
HISTORIA DEUTERONOMISTA
Nos encontramos en los años 565-550 antes de Cristo. La caída de Jerusalén y la destrucción de su templo santo son experiencias aún recientes. Los grupos judíos más significativos desarrollan su vida en Babilonia, alejados de su tierra de Canaán. Han dejado de pertenecer a una nación independiente. Y la pregunta entre ellos es ¿por qué ha permitido Yahvéh este fracaso histórico tan duro y abrumador? ¿Dónde está ese su Dios, poderoso y liberador? ¡La ausencia de su Señor en su historia!
La respuesta teológica a estas preguntas la deducimos de las reflexiones que se hacen a raíz de la anterior crisis y desaparición del reino de Israel, el reino del Norte (721 a.C.) bajo los ejércitos asirios: “Esto sucedió porque los israelitas pecaron contra el Señor, su Dios, que los había sacado de Egipto...” (2Re 17,7-23) Lo que procede entonces es una llamada a la conversión. Esta se vuelve insistente, y se manifiesta a lo largo de toda la narración deuteronomista (1Sm 7,3; 1Re 8,33; 2Re 23,25).
Desde esta perspectiva se escriben los libros históricos de la tradición deuteronomista. Sus autores no pretenden propiamente el informar sino sobre todo el que se tome conciencia del pecado cometido; tratan de persuadir al pueblo hacia la conversión interior. Su interpretación histórica tiene siempre presente que Yahvéh es el único Señor de Israel, porque él mismo lo ha elegido para sacarlo de la “esclavitud”. Él les ha dado una tierra y con su pueblo ha establecido una alianza de fidelidad y misericordia. Pero en su propia historia concreta, ese mismo pueblo elegido y sus representantes no han sido capaces ni tan siquiera de mantenerse fieles a su Dios y Señor. Si ese pueblo hubiera vivido “como Dios manda”, su historia habría tomado otro rumbo mucho más digno y feliz.
EN LA TIERRA DE CANAÁN
¿Por qué la tierra de Canaán (Palestina) es tierra judía? ¿En qué se fundamenta ésta su vital exigencia territorial? Veamos algunos de sus supuestos históricos.
Conforme a los datos de la pre-historia sabemos que esta tierra estaba ya habitada unos diez mil años antes de Cristo. (Se afirma con base científica que Jericó sería la ciudad más antigua del mundo, remontándose su origen hacia el 7.500 a.C.)
Según los datos que ofrecen las excavaciones arqueológicas en diferentes lugares del fascinante Medio Oriente, aparecen trazas de unas gentes que van y vienen, de vida nómada, a quienes se les da el nombre de “habiru” (1800-1200 a.C.) ¿Quiénes eran estos “habiru”? La respuesta válida a esta pregunta es difícil y se presta a muchas hipótesis y variadas teorías.
De hecho, los desplazamientos de estas gentes por las regiones del Medio Oriente coinciden con la visión de fondo que tiene la Biblia de un pueblo que se mueve hasta asentarse definitivamente en la tierra prometida de Canaán, hacia el año 1200 a.C.
Hasta esas fechas aún lejanas, el predominio del imperio egipcio sobre Palestina había sido claro e indiscutido. Los faraones egipcios controlaban a los dirigentes locales de las ciudades-estado de esta disputada región de Canaán, paso estratégico y obligado del comercio con otras civilizaciones localizadas sobre todo hacia el norte de Siria y en la fértil Mesopotamia.
Entre los años 1400-1200 a.C. Egipto empieza a declinar. Varios grupos se disputan el control de las tales ciudades-estado. Al final de este período, Israel había surgido como una fuerza política. La primera referencia arqueológica de “Israel” como nombre de nación data del año 1220 a.C. (estela del faraón Merneptá).
Respecto a la forma de cómo Israel se estableció en Canaán no es fácil de precisar. En el sabio supuesto de que la historia raramente se desarrolla de modo simple y lineal, lo verosímil es que Israel llegó a ser nación, por una combinación de conquistas locales, la infiltración más bien pacífica (sería el caso de la ciudad de Siquén) e incluso también mediante la aceptación de su fe religiosa y de su espíritu de libertad contrario a la esclavitud, institución favorable a los privilegiados. (El Dios de Israel no era un dios lejano y se interesaba por la forma de vivir de aquellos hombres)
EL SEÑOR HABLÓ A ABRÁN, DESPUÉS QUE LOT SE HABÍA SEPARADO DE ÉL: DESDE TU PUESTO DIRIGE LA MIRADA HACIA EL NORTE, MEDIODÍA, LEVANTE Y PONIENTE TODA LA TIERRA QUE ABARQUES TE LA DARÉ A TI Y A TUS DESCENDIENTES PARA SIEMPRE. HARÉ A TUS DESCENDIENTES COMO EL POLVO; EL QUE PUEDA CONTAR EL POLVO PODRÁ CONTAR A TUS DESCENDIENTES. ANDA, PASEA POR EL PAÍS A LO LARGO Y A LO ANCHO, PUES TE LO VOY A DAR. (Gn 13,14-17)
LA CONQUISTA: JOSUÉ
En el libro de Josué, las conquistas se describen en tres secciones y un epílogo. 1°) paso del río Jordán y conquista de la región central de la tierra de Canaán (1 9); 2°) expansión primera hacia el Sur y luego hacia el Norte (10-12); y 3°) reparto de la tierra entre las tribus (13-22). Los capítulos 23 y 24 se constituyen en epílogo.
La grandeza e identidad del pueblo judío reside en el descubrimiento que percibe de Yahvéh, como el Dios verdadero. A pesar de estar rodeado e inmerso entre culturas religiosas mitológicas, proyectadas por mentes humanas, las más civilizadas y desarrolladas de entonces, las gentes que van a formar el pueblo de Israel tienen fe en un Dios personal que no es hechura ni de sus mentes, ni de sus manos e instrumentos. Y ellos alcanzan a percibir que ese Dios vivo que les supera (transcendente), se preocupa de ellos y les acompaña en su historia concreta. Se sienten, por tanto, un pueblo elegido al que Dios le regala una tierra para vivir en libertad. La tierra que recibe Israel es un don de Dios, y es por tanto el fruto de una “conquista divina. Es Yahvéh mismo quien interviene con su fuerza y su poder. La interpretación teológica de la historia tal como ésta se desarrolló es que en definitiva fue el Señor quien entregó la tierra a su pueblo “elegido”.
Con un género literario épico, el libro de Josué insiste sobre todo en comunicarnos este mensaje de elección. Y la conclusión del libro será que el único Señor del pueblo de Israel es Yahvéh, y a él sólo se ha de servir. “Vosotros no seréis capaces de servir al Señor, —insiste Josué a su pueblo— porque él es un Dios santo (...) Y el pueblo respondió: —Nosotros queremos servir al Señor» (24,19-21). Lo importante no es la fantasía de la epopeya, sino como era el Dios en el que tenían fe y cómo quería ese mismo Dios que fuera su pueblo.
POR ESO YAHVÉH HA ARROJADO DE VUESTRA PRESENCIA A PUEBLOS NUMEROSOS Y FUERTES, Y NADIE OS HA PODIDO RESISTIR HASTA EL PRESENTE. UNO SÓLO DE VOSOTROS PERSEGUÍA A MIL, PORQUE YAHVÉH MISMO, VUESTRO DIOS, PELEABA POR VOSOTROS, COMO OS LO HABÍA PROMETIDO. TENDRÉIS BUEN CUIDADO, POR VUESTRA VIDA, DE AMAR A YAHVÉH VUESTRO DIOS, (Jos 23,9-11)
CIUDADES-ESTADO
JERICÓ: Antes del asentamiento definitivo de las tribus judías venidas de Egipto, en la tierra de Canaán había ciudades fortificadas gobernadas por un rey que gozaba en la mayoría de los casos de la protección del imperio egipcio. En su informe, los espías infiltrados en Canaán, a su vuelta hablaron a Moisés de ciudades grandes y amuralladas (Núm 13,19.28). De ordinario se construían estas ciudades al costado de una montaña, donde el suministro de agua estuviera asegurado. Junto a las puertas de la ciudad se realizaba el comercio, los contratos y la administración de justicia. Variaba el número de puertas y se cuidaba en especial el almacenaje de provisiones.
Es famosa por su antigüedad, la ciudad de Jericó. Situada junto a un excelente manantial se la describe como la "ciudad de las palmeras" (Dt 34,3). Sus muros, los más antiguos datan de comienzos del 7° milenio a.C. y fueron abatidos y reconstruidos muchas veces a lo largo de los siglos por causa de tribus invasoras y de terremotos debidos a la falla tectónica del Jordán. Su muralla más reciente fue terminada hacia el 1600 a.C. y era una fortificación impresionante. Pero, a partir del 1500 a.C. los faraones de Egipto la arrasaron e incendiaron la ciudad.
Después de acuciosas investigaciones arqueológicas no se ha llegado a descubrir ningún resto de muralla que pudiera datarse en los años cuando se supone que los israelitas llegaron a Jericó. Puede pensarse incluso que la ciudad se hallaba entonces medio en ruinas. En esta hipótesis, el relato del libro de Josué (c. 6) habría de interpretarse como una narración más bien "litúrgica" que celebra el poder de Dios que facilita a su pueblo el camino de acceso a la tierra de Canaán, la tierra prometida, la tierra que mana leche y miel, su tierra.
EL PUEBLO RESPONDIÓ A JOSUÉ: — NO, NOSOTROS SERVIREMOS A YAHVÉH
(Jos 24,21)
Guía del Libro de Josué
(1,1-2,24) • Misión de Josué. • Orden de marcha. • Los espías. • Pacto con Rajab.
(3,1-5,12) • Preparativos. • Últimas instrucciones. • Paso del Jordán. • Memorial de piedras.• Llegada a Guilgal. • Circuncisión de los varones hebreos. • Celebración de la Pascua.
(5,13-8,35) • Conquista de Jericó. • Maldición de Yahvéh sobre la ciudad • Violación de esta maldición y derrota de Ay. • Oración de Josué y respuesta de Yahvéh. • Castigo del culpable. • Conquista de Ay. • Renovación de la Alianza.
(9,1-10,43) • Pacto con los gabaonitas. • Victoria sobre los cinco reyes. • Su ejecución. • Conquista de las ciudades del Sur. • Recapitulación.
(11,1-12,24) • Coalición de los reyes del Norte. • Son derrotados junto al mar de Galilea (Merón). Toma de ciudades del Norte. • Josué cumple el mandato de Moisés. • Recapitulación de los reyes vencidos.
(13 1-17 18) • Tierras sin conquistar. • Las tribus de Rubén, Gad y la mitad de la de Manasés ya se habían asentado en Transjordania. • La parte de Caleb. • Limites de Judá. • Territorio de Efraín y el correspondiente a la otra mitad de la de Manasés. • Reclamación de los hijos de José.
(18,1-21,45) • Reparto a las tribus restantes: Benjamín, Simeón, Zabulón, Isacar, Aser,
Neftalí y Dan. • Heredad de Josué. • Ciudades de asilo. • Ciudades leviticas. • Fin del reparto del territorio.
(22,1-31) • Los miembros de las tribus asentadas en Transjordania regresan a sus tierras. • . Levantan un altar junto al Jordán. • Son mal interpretados por el resto de las tribus. • “Lejos de nosotros el querer rebelarnos contra el Señor.
(23,1-24,33) • Discurso de Josué. • Asamblea de Siquén. • “Nosotros sólo serviremos a Yahvéh’ Muerte de Josué y Eleazar.
LOS ISRAELITAS DIJERON A GEDEÓN: TÚ SERÁS NUESTRO JEFE, Y DESPUÉS TU HIJO Y TU NIETO, PORQUE NOS HAS SALVADO DE LOS MADIANITAS. GEDEÓN LES RESPONDIÓ:
NI YO NI MI HIJO SEREMOS VUESTRO JEFE. VUESTRO JEFE SERÁ EL SEÑOR. (Jue 8,22-23)
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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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