Historia de la Devoción al Corazón de Jesús en el Perú - 24° Parte: Propagadores de la devoción - Progresos en el siglo XIX




+P. Rubén Vargas Ugarte S.J.

8. MODERNOS PROPAGADORES DE LA DEVOCIÓN

8.1. PROGRESOS EN EL SIGLO XIX

Los progresos hechos por esta devoción en el siglo XIX son manifiestos. Hay que atribuirlos al esfuerzo de las Órdenes Religiosas, de algunos Obispos y de las asociaciones de seglares que con verdadero entusiasmo procuraron extender más y más el conocimiento y amor al Corazón Divino. No podemos olvidar la parte que le cupo a la prensa católica en este movimiento. Ya dijimos cómo en Arequipa apareció el año 1882 el primer número de El Mensajero del Corazón de Jesús, pero en cierto modo le había antecedido la Revista Católica, fundada en la misma ciudad el año 1877 por D. Primitivo Sanmartí, que había de tener larga vida. Se interrumpió la publicación con motivo de la infausta guerra con Chile, pero para reaparecer con nuevo vigor en Lima, en tiempos más propicios. El subtítulo de esta revista era: Semanario dedicado a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, y ello basta para entender que en sus páginas se dio cabida a todo cuanto en alguna manera se relacionaba con la devoción y podía contribuir a fomentarla. En el año 1889 y en el número correspondiente al 28 de Junio, en página especial, el Director, Redactores y Operarios se consagraban públicamente al Corazón de Jesús, sumándose a los miles de fieles que en ese año, segundo centenario de las Apariciones del Señor a su sierva Santa María de Alacoque, se habían también consagrado a Él.

En segundo término habría que citar al Apostolado de la Oración y a la rama nacida de este tronco, o sea el Apostolado de la Prensa. Aunque el fin principal era difundir las buenas lecturas, no omitió la propaganda escrita de esta devoción y dio a la imprenta algunos opúsculos y folletos con este fin. Merece citarse el que apareció el año 1898 con este título: Obras del Corazón de Jesús. El Apostolado de los Hombres. Opúsculo traducido y aumentado por J. C. Lima. Imprenta de la Librería Clásica y Científica. 16 p. El traductor y editor era el P. José Cano, Director entonces del Apostolado de la Oración en el Perú, el cual se había valido de una de las Comunicaciones, (No. 165), que la Dirección General, entonces en Toulouse, dirigía periódicamente a todos los Directores Diocesanos. Como esta podrían citarse otras, pero por amor a la brevedad las omitiremos.

En este primer tercio del siglo XX, surge también una obra que había de tener resonancia mundial y produciría copiosos frutos. Nos referimos a la Entronización del Sagrado Corazón en el Hogar. El apóstol de esta obra fue un religioso de los Sagrados Corazones, el P. Mateo Crawley Boevey Murga, nacido en Arequipa. Una vez ordenado sacerdote el 17 de Diciembre de 1898 en Valparaíso, volvió al Perú, a fin de visitar a su madre, de la cual se había separado cuando sólo tenía nueve años de edad, pues su padre lo condujo a Valparaíso, donde hizo sus estudios y donde ingresó en la Congregación. Su apostolado no lo había de ejercer en su patria sino en tierras lejanas. Timbre de gloria para el Perú es que el Señor quisiese escoger para apóstol de la Entronización a un hijo suyo que amó de veras a su patria y no la olvidó nunca, como él mismo se lo manifestó al autor de estas líneas. Acatando la voluntad de Dios llevó su palabra cálida y fervorosa por todos los continentes y habría deseado hacerlo también entre nosotros, pero el Señor lo dispuso de otro modo y no hizo sino someterse a sus designios. Allá por el año 1925 ó 1926 un hermano suyo, el P. José Calazans Baradat, que en España había ayudado al P. Mateo en sus campañas, vino a Lima y en esta ciudad hizo lo que habría hecho su maestro.

Entre las asociaciones de seglares, merece citarse la Sociedad de Caballeros del Sagrado Corazón. Se fundó en la Parroquia de San Lázaro y le sirvieron de asesores eclesiásticos los PP. Agustín Godoy y Olcese, de la Orden de Predicadores. La Asociación creció notablemente y se fundaron otras similares en las Parroquias de Santa Ana, San Marcelo y La Victoria. Por desdicha, aunque muchos de los que dieron su nombre a la Sociedad no pretendieron otra cosa sino honrar al Sagrado Corazón, no dejaron de infiltrarse en ella otros elementos que, sin prescindir del fin principal, pensaron valerse de ella para fines privados. El Presidente Augusto B. Leguía a quién la Sociedad de Caballeros del Sagrado Corazón quiso incorporar en su seno, le prestó desde un principio decidido apoyo y obsequió al Centro de San Lázaro una hermosa estatua del Sagrado Corazón, de las mejores que hoy se veneran en Lima. Todo esto sirvió para que el número de los socios fuese en aumento y para que así el centro de San Lázaro, como el de las otras Parroquias, alcanzase a tener vida próspera.

La caída del Presidente Leguía el año 1931, tuvo su repercusión en la Sociedad, que a partir de entonces comenzó a declinar, alejándose muchos de los socios y quedando tan sólo los más adictos a esta devoción. Hoy subsiste todavía en San Lázaro y en Santa Ana, por lo menos y como fruto de las labores de los Caballeros del Sagrado Corazón, se celebra todos los años su fiesta con mucha solemnidad y en la primera de estas parroquias se saca en procesión la Imagen titular en unas andas muy ricas de estilo antiguo que han costeado los socios. Sería de desear que estas asociaciones reviviesen o se fundiesen con el Apostolado de la Oración, en su rama masculina, pues el hecho de ser parroquiales asegura en cierto modo su vitalidad.




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