P. Adolfo Franco, S.J.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Juan 6, 41-52
Este es un
párrafo del capítulo que el evangelio de San Juan dedica al discurso
eucarístico que hace Jesús ante los discípulos y ante la gente que ha
participado de la multiplicación de los panes. A este discurso la liturgia le
va a dedicar varios domingos.
Hay dos temas
centrales en todo el discurso y que se van entremezclando: la necesidad de
comer el cuerpo de Cristo y la necesidad de la fe.
En el párrafo de
hoy leemos la siguiente afirmación entre otras: "Os lo aseguro: el que
cree tiene vida eterna". Esta afirmación nos invita a reflexionar sobre la
fe.
Es una afirmación
fuerte, importante para cada persona. Junta el destino futuro de cada uno de
nosotros, la posibilidad de alcanzar la vida eterna, con el hecho de creer.
Cuando se afirma esto nos viene enseguida la pregunta: y los que sin culpa
propia no creen ¿no se podrán salvar?. No se puede entrar a fondo, en un
comentario breve, de toda la explicación de la salvación de los no cristianos,
que también está implicada en esta afirmación; por eso nos detendremos sólo en
la necesidad de la fe en sí misma.
La fe es uno de
los actos más profundos y más comprometidos que puede hacer una persona,
siempre acompañada por la gracia de Dios, pues sin la ayuda de Dios es
imposible creer. Pero la fe es un acto muchas veces tremendamente difícil.
Algunas
dificultades entraña la fe: Y una primera es el misterio de Dios mismo: porque
todas las verdades alrededor de Dios son un desafío a nuestra inteligencia, a
nuestro entendimiento racional. Hablamos de misterios: la verdad sobre la
Santísima Trinidad es un misterio, que Jesucristo sea Dios y a la vez hombre,
la presencia de Cristo en la Eucaristía, y tantas otras verdades que Cristo nos
reveló y que nos enseña la Iglesia, son misterios. No podemos pretender
entenderlas, pero tampoco es ilógico creer en ellas, por el hecho de que sean
incomprensibles a nuestro entendimiento. Si hay misterios en las mismas
realidades materiales, ¿por qué extrañarnos de que haya misterios en Dios?. No
entendemos ni sabemos explicar la esencia de la materia y de la energía, no
sabemos cómo una imagen que ve nuestro ojo termina elaborándose hasta
convertirse en idea... Hay tantas realidades materiales que son un misterio. El
misterio en las cosas de Dios lo que indica es la pequeñez de nuestra mente
para captar la realidad que sobrepasa toda inteligencia creada.
Otra dificultad
seria para la fe es el dolor. Todo el libro de Job es una meditación sobre este
punto ¿por qué el dolor? Claro que algunas veces llegamos a penetrar el sentido
de un determinado dolor en una persona, pero muchas veces no es así y nos encontramos
frente a dolores "absurdos". Nuestra mente a veces nos lleva a
equivocaciones como la de pensar en el dolor como un castigo de Dios. Ya a
Jesús le preguntaron una vez los discípulos a propósito de un ciego: "¿por
qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres, o por su propio
pecado?" (Jn 9, 2). Incluso en este mismo hecho Jesús no dio una
explicación, sino elevó el problema a otro nivel: "es para que se
manifieste la gloria de Dios" (Jn 9, 3) En el libro de Job, todos los
personajes que intervienen (incluido el mismo Job) pretenden buscar una
explicación a los males que le han sobrevenido a Job. Al final Dios habla, pero
no "explica" el problema. Es una barrera que sólo se puede saltar con
la absoluta fe en la infinita bondad de Dios.
La fe es un don
de Dios, que ciertamente nos ayuda frente al misterio y frente al dolor: pero
no convierte en entendible lo que es absolutamente superior a la razón. Y en
esta fe está precisamente nuestra salvación, como dice Jesús: el que cree en mí
tiene la vida eterna.
Me parece
conveniente añadir algo más, sobre esta afirmación de que el que cree tiene
vida eterna. La fe no sólo es un don que Dios nos concede para salvarnos, sino
que incluso para esta vida es una ayuda invalorable. Podríamos decir: “sin fe
no se puede vivir”. Y de hecho los que se dicen agnósticos y ateos, necesitan
buscar un sentido a la vida. Y cuando no tiene una fe cristiana se inventan
tantos credos: hay muchos ateos supersticiosos. El mismo ateismo es una forma
negativa de fe.
Para los que
hemos recibido el don maravilloso de la fe sí entendemos, cómo ésta nos ayuda a
vivir. Nos ayuda a tener un maravilloso horizonte por el cual vale la pena
esforzarse. La fe nos da un fundamento sólido en los momentos en que el dolor
puede hacernos difícil la vida. La fe es vivir con la seguridad de que estamos
protegidos y en buenas manos; y eso ayuda tremendamente especialmente cuando
experimentamos nuestra propia fragilidad. Qué verdad es que el cree, tiene vida
eterna.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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