P. Manuel Mosquero Martin S.J.
†
Octava Promesa del Sagrado
Corazón de Jesús
"Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección"
En 1860 en
África el general Prim tomó en sus manos la bandera de España y electrizó a sus
soldados, que parecían vacilar ante una granizada de balas, al pasar el río: “Muchachos,
las mochilas pudisteis dejarlas, porque eran vuestras; lo que no podéis dejar
es esta bandera, porque es la bandera de España”.
En la lucha
por la santidad hay muchas dificultades que superar, y muchos enemigos que
vencer. Entonces una mirada al Corazón de Jesús, “nuevo lábaro de la victoria”
(León XIII. Encíclica Annum Sacrum), y el triunfo será nuestro.
Esta promesa
es para los católicos fervorosos. San Ignacio dice que, aquel que está obligado
a Dios por tantos beneficios, no puede contentarse con un servicio vulgar. Al
menos deberíamos encontrarnos en este estado: “Quiero tener deseos de ser santo”.
A. La Santidad
1º
Puedo ser santo
Dos elementos son imprescindibles: Dios y mi esfuerzo. Sin su
gracia, ni puedo desear lo bueno, ni pronunciar con provecho el nombre de
Jesús. Me dará siempre más de lo necesario. Dios no se ha agotado, ni se
agotará por muchos santos que haga. Y, por otra parte, nadie sabe lo que su
parte estorba a lo que Dios obraría en él, si no pusiera obstáculo a la gracia,
según el profundo pensamiento de San Ignacio de Loyola. Cuando yo diga a Dios
la palabra “quiero”, me abrumará con su gracia.
2º
Debo ser santo
Jesucristo dice: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial
es perfecto”. Y San Pablo: “esta es la voluntad de Dios que os hagáis santos”.
Mucha dificultad, es verdad. San Francisco de Sales luchó 20 años, para vencer
la ira. Pero el Corazón de Jesús llena de optimismo a sus devotos. El es “la
fuente viva de agua, que salta hasta la vida eterna” (Jn 4,14). Y Dios me da
sus gracias, para hacerme santo precisamente. Así repartió los talentos. No,
para que se entierren.
3º
Quiero ser santo
Al menos quiero tener deseos de ser santo. Para los
sacerdotes y religiosos todos es el principio de su vocación. Y serán los más
desdichados en la tierra, si no lo son: o, por lo menos, si no quieren tener
habitualmente esos deseos de querer ser santos.
4º
¿Por qué no soy santo?
a.
Por
falta de voluntad constante. Puedo, debo y quiero y… no lo soy. Gran paradoja,
incomprensible, sin lógica. ¿Han cambiado el mundo, el demonio, la carne, la
misericordia de Dios, el poder de la gracia? Yo he cambiado, que tengo acciones
de niño distraído e irreflexivo, cuando las he tenido de coloso y de gigante en
algunas temporadas.
b.
Por
falta de sensatez. ¿Qué comparación puede haber entre el cielo y la tierra, lo
eterno y lo temporal? “Momentáneo es lo que deleita por el pecado y eterno es
lo que atormentará, para castigar el pecado, el desvío de Dios” (San Jerónimo) “Todo
lo que me sirva para la santificación, lo abrazaré, aunque me cueste; todo lo
que me estorbe lo desecharé; todo lo que sea indiferente, lo despreciaré”. ¿Me
sirve esto para eternidad? (San Luis Gonzaga)
c.
Y,
finalmente por falta de fortaleza. Todo lo que vale cuesta. Si el reino de los
cielos vale tanto, ¿cómo no ha de costar?
5º ¿Qué debo,
pues hacer para ser santo?
Lo que hago ahora; pero “bien hecho”, con valentía
de espíritu y entereza de ánimo constante, sin decaimientos ni baches. “Aparta,
Señor, de mi lado lo que me aparta de Ti, para hacer lo que Tú quieres y querer
lo que Tú haces, que es el fin de nuestras paces” (Santa Teresa de Jesús).
B. La Santidad y
la Devoción al Sagrado Corazón
La
promesa del Sagrado Corazón incluye tres elementos:
Los
que practiquen esta devoción se elevarán a perfección grande y rápidamente.
Pensemos un poquito sobre cada uno de los conceptos.
1º
Se elevarán a perfección
Esta perfección comprende a todo hombre y en toda su
vida sobrenatural. Perfección de la mente con toda sabiduría y dones del
Espíritu Santo; del corazón, dándole la perfección en el amor hasta hacerlo
capaz del sacrificio; y de la voluntad, en la práctica de los mandamientos y
consejos.
2º
Perfección grande
En esta devoción lo primero es el acrecentamiento de la
virtud de la caridad, la cual, enseña Santo Tomás da su forma y perfección a
todas las virtudes, ordenándolas a su último fin. Pío XII decía que es la
síntesis de toda religión y la norma de vida más perfecta, porque como afirmaba
Pío XI, esta devoción lleva los entendimientos con mayor facilidad al
conocimiento completo de Cristo Nuestro Señor, e inclina las voluntades
eficazmente a amarle con más ardor y a imitarle más cerca “(Miserentissimus
Redemptor)
Y
Santa Margarita: “Jesucristo me ha hecho conocer de modo, que no permite la
menor duda, (extraña manera de hablar en Santa Margarita, siempre tan tímida en
esta clase de afirmaciones) que, principalmente por medio de los Padres de la
Compañía de Jesús, quiere establecer en todas partes esta sólida devoción, y
por medio de ella, formar infinito número de siervos fieles, de perfectos
amigos, de hijos verdaderamente agradecidos. Los tesoros de bendiciones y
gracias que este Corazón encierra, son infinitos: no sé que haya en la vida
espiritual ejercicio de devoción más propio para elevar en poco tiempo a un
alma a la más alta perfección, y para hacerle gustar las verdaderas dulzuras
que se encuentran en el servicio de Jesucristo… haced de suerte que todas las
personas religiosas la abracen, porque sacarán de aquí tantos auxilios, que no
hará falta otro mejor medio para llevar a la más alta perfección a las que
viven en la mayor observancia (Carta de Santa Margarita al P. Croisset)
3º
Perfección rápida
Por el camino común el trabajo de purificación interior se
duplica y es mucho más fatigoso y lento. Pero el Corazón de Jesús es el árbitro
de la gracia, puede abreviar la obra de nuestra santificación.
“Les
dará la perfección pronto”. ¿Qué alcance tiene esa palabra “pronto”? Es un
pronto relativo. Es un pronto comparado, bien sea con la duración del trabajo
espiritual por el camino común; o bien con la altura, que el alma alcanzará; y,
especialmente, con el grado de correspondencia.
Es
como curar las enfermedades en brevísimo tiempo por medio del milagro. Con esto
Dios no hace ofensa, ni a los médicos, ni a los hospitales, que son los medios
ordinarios. Así en lo espiritual: como Dios quiere que todos se salven, también
quiere que los devotos de su Corazón sean almas perfectas. “Yo he venido, para
que tengan vida y la tengan más abundante”… y, por eso, les comunica una
sobretasa de gracia, con lo cual supla el déficit de nuestra voluntad. Con ello
no elimina el esfuerzo personal; pero lo reduce, haciendo de este modo la santidad
más asequible a todos.
Un
ejemplo, por no citar muchos, es la vida del Apóstol del Sagrado Corazón de
Jesús, San Claudio de la Colombière. Vivió 41 años. Comenzó a practicar la
devoción al Sagrado Corazón a los 34 años. Y en esos 7 años adelantó a más en
perfección que en todo el resto de su vida, con haber sido tan santa. Así lo
afirmó la misma Santa Margarita.
Abracémosla
con ahínco, lectores amigos, y practiquemos con entusiasmo la devoción al Sagrado
Corazón, porque es el Camino más abreviado, para conseguir la perfección.
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