Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús - 4º Parte


P. Manuel Mosquero Martin S.J. †

Cuarta Promesa del Sagrado Corazón de Jesús
"Seré refugio seguro durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte"

La segunda parte de esta promesa se relaciona con otras tres, principalmente con la de los nueve primeros viernes de mes. Pero esta cuarta promesa “latius pater”, es más extensa, porque no sólo en la hora de la muerte, sino también durante toda la vida el Corazón de Jesús se promete “refugio seguro” para los que le profesan una tierna y constante devoción.


Necesidad de un refugio durante la vida

Necesitamos un refugio durante la vida, porque tenemos muchos enemigos. Los llevamos dentro de nosotros y están parapetados fuera de nosotros: la carne, el mundo y el demonio con toda la artillería pesada de los pecados capitales.

La concupiscencia de la carne: tiene un poder nefasto, que, si no vicia nuestra naturaleza, como pretendían Calvino y Jansenio pero sí la debilita notablemente.

“Veo lo mejor y lo apruebo y, sin embargo, sigo lo peor” decía un poeta pagano con conciencia pagana.


El Mundo

Su ambiente mefítico lo impregna todo y nos atosiga. Dice San Agustín que el mundo nos combate y vence de tres maneras:

  • Por errores, engañándonos. Sus máximas son tan fáciles de entender, tan suaves de practicar, tan falaces… ¡Su modo de obrar tan cómodo… tan natural a nuestras viciadas inclinaciones…!
  • Por terrores, asustándonos… El respeto humano tiene fuerza de arrastre terrible, una sonrisa burlona, una mala cara…
  • Por amores, enamorándonos. Brinda seducciones muy atrayentes, espectáculos, lecturas, novelas, cinema, televisión de todas las clases y de todos los colores.

Es San Juan el que nos dice que todo el mundo está entrañado en el mal, todo él está podrido, todo en poder del diablo. Salomón, que había escrito admirables consejos en los Proverbios y en el Eclesiastés, y tanto ponderó la vanidad de él, se dejó seducir y cayó vergonzosamente.


El Demonio

El Príncipe de este mundo. El Generalísimo de los malvados. El Mentiroso y el Padre de la mentira. El Homicida desde el principio. El asesino de las almas. El que, como león rugiente, busca a quien devorar. El castigado por la justicia Divina por su maldad; y, por ello, quiere vengarse de Dios en nosotros, haciéndonos todo el mal posible, porque somos queridísimos de Dios, que lo destronó a él por su perfidia; y nosotros estamos destinados a ocupar el sitial, que él dejó para siempre, al lado de Dios.

San Agustín dice que San Juan “vigilanti verbo”, con intencionada palabra, nos dice que la lanzada de Longinos abrió (no dice hirió o llagó…) para expresarnos que se nos abría la puerta, para entrar en ese refugio divino de su Creador.

Y al Padre Bernardo de Hoyos, el primer apóstol en España de esta devoción, le dijo el Salvador, “con acento guerrero, pero cariñosísimo” para confortarle a él y a sus compañeros en los trabajos de su apostolado: “Mi Corazón será vuestra fortaleza y servirá de castillo, en que se estrellen las olas de las contradicciones”. Cuando las olas del mar acometen contra la roca, se rompen ellas y la dejan festoneada con la espuma, que la embellece.


El Corazón de Jesús especial refugio a la hora de la muerte

La muerte, en expresión de San Agustín, “es lo más terrible de todas las cosas terribles”. Es la cumbre de la vida, de cuyo último momento está colgada la eternidad en expresión también clásica.

Y para este último momento de la vida, cuando más lo necesitamos, el Corazón de Jesús será nuestro seguro Refugio.

  • Refugio, esto es un recinto resguardado y sólido contra el peligro.
  • Seguro, para acrecentar nuestra confianza. “por esto el justo confía en su muerte” (Prov. 14, 32) y por eso los cristianos –añadía Tertuliano– son “una raza de hombres siempre preparados para morir”.

Sin embargo, debemos advertir que debemos hacer lo que está de nuestra parte. De lo contrario podríamos caer en el pecado de la presunción, que es contra la virtud de la esperanza en exceso.

Santa Margarita, escribiendo a una religiosa Úrsula, dice después de asegurarle que el Corazón de Jesús será asilo a la hora de la muerte: “Para lo cual conviene que sea nuestra vida continua preparación, y que, mientras tengamos tiempo, hagamos todo el bien que podamos”.

A un matrimonio joven, se le murió su hijito de 7 años el 13 de Mayo de 1955, cuatro días después de su primera comunión. El día que lo operaban, que fue el de su muerte, pidió que no lo dejaran sin su comunión diaria. El había pedido el día de su primera comunión que se lo llevase el Señor, para estar ya con Él y ver a su Madre del Cielo. Estaba bueno. Y cuatro días después moría en una mesa de operaciones de una clínica madrileña.

Terminemos con este coloquio:

En las horas más tristes de mi vida,
cuando todos me dejen, Jesús mío,
y el alma esté por penas combatida,
que pueda repetir hasta la muerte:
¡Sagrado Corazón, en Vos confío,
porque creo en vuestro amor para conmigo!.

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