Hch 1,9
Celebramos el día de la Ascensión del Señor. Este hecho de la Ascensión del Señor nos marca una ruta, nos adelanta nuestro destino.
La narración más
detallada de este misterio la encontramos en los Hechos de los Apóstoles (Hch
1, 9): "Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube lo
ocultó a su vista". Palabras muy sobrias, que nos trasmiten, más que un
"fenómeno espacial", un misterio del plan salvador de Dios. Aunque
hay indicaciones de espacio, de movimiento y dirección, pero lo central es el
mensaje. Y además es el final de una etapa, la nube que lo oculta pone como un
punto final a esta etapa de la vida de Cristo entre nosotros.
Puede no ser fácil
acceder al significado de este momento de la vida de Cristo. No se trata del
espectáculo, del que sube sin parar, sin motores, ¿y hacia qué lugar? ¿Hacia
qué galaxia?. Sin embargo hay referencias en varios libros del Nuevo
Testamento, y especialmente en el Evangelio de San Juan, que expresan lo que
este misterio significa.
Cristo en su
ascensión culmina un ciclo (un círculo): había bajado de junto al Padre, y
ahora vuelve a El ("Pasar de este mundo al Padre" Jn, 13, 1): Había
habido una separación, Jesús había bajado en su encarnación para estar entre
los hombres, incrustarse en su realidad, encarnarse y ahora llega el momento
del retorno. Y en este retorno recibirá la GLORIA, que es manifestación de la
plenitud brillante del ser ("Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu
Hijo... con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese" Jn.
17, 1 y 5). La Ascensión no es la subida a un lugar del cosmos, sino a la
entrada incomprensible en la nueva dimensión, la del cielo ("Pues no
penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre... sino en el mismo
cielo" Heb 9, 24).
La Gloria es una
realidad que quizá alguna vez soñamos, la imaginamos en forma indefinida, pero
es la existencia más plena: el final de la transformación. Cristo no sufrió
nuestra transformación de la misma manera, porque El era Dios siempre y en
pleno sentido, pero en cuanto hombre pasó de la situación terrena, a la
plenitud del Ser que Dios ha preparado para los que le aman. El cuerpo, la vida
humana entera es frágil, tiene sombras, dificultades. La Gloria es la vida en
la Luz, cuando todo lo terreno se convierte en Luz, y esa luz es brillo y amor,
todo sin cambio. El ser siente que vive plenamente, se puede dar en totalidad a
su Dios y lo recibe a El en plenitud.
Así puede ver
ahora, de forma instantánea, todo lo que antes se le explicaba con palabras y
por partes; la ciencia sobre Dios y sobre el mundo tenía capítulos, y poco a
poco se obtenía un conocimiento laborioso. El conocimiento en una camino tan
fatigoso a veces se extraviaba en los errores. Ahora que todo el ser ya es luz
(por haber sido introducido en la Gloria), todo se conoce en un acto simple de
luz total: se recibe el conocimiento de Dios y de todos sus planes, al recibir
al mismo Dios, como una luz ardiente, hermosa y llena de amor. Se ama cuando se
conoce y se conoce cuando se ama. A esa Gloria he llegado Cristo en esta
Ascensión.
Esto es lo que
recogemos de la Revelación respecto al misterio de la ascensión, en lo que toca
a Cristo. Pero este misterio tiene también una referencia a nosotros. La
Ascensión de Jesús es su paso a la gloria. Y también es para nosotros un
adelanto de lo que nosotros mismos tendremos algún día. No de la misma forma,
pero también nosotros tendremos nuestra ascensión. También nosotros salimos de
Dios y volveremos a El, y El nos hará participar de su Gloria.
También para la
Historia de la Salvación de Dios la Ascensión de Cristo tiene un nuevo mensaje.
El ya desaparece de la vista de los apóstoles y de todos los hombres. La nube
nos lo ha tapado para siempre, mientras estemos en este mundo. Y ahora nos toca
“verlo” sólo con la fe. Pasamos necesariamente de la presencia física de Cristo
en nuestro mundo, a la certeza de la fe. Ya no somos testigos oculares de su
realidad corpórea, pero sabemos ciertamente de su realidad por la fe. Y la
Ascensión es así el misterio que nos obliga a la fe ("Dentro de poco el
mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis" Jn 14, 19). Sabemos además
que su presencia en el mundo continúa, aunque sea otro tipo de presencia, pero
presencia real ("Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo" Mt 28, 20)
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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