1. Necesidad de la “Pastoral familiar”
“Hay que subrayar la urgencia de la intervención pastoral de la Iglesia en apoyo a la familia. Hay que llevar a cabo toda clase de esfuerzos para que la pastoral con la familia adquiera consistencia y se desarrolle, dedicándose la Iglesia a este sector verdaderamente prioritario; con la certeza de que, en el futuro, la evangelización depende en gran parte de “la Iglesia Doméstica”. La solicitud pastoral de la Iglesia no se limitará solamente a las familias cristianas más cercanas, sino que, ampliando los propios horizontes en la medida del Corazón de Cristo, se mostrará aún más viva hacia el conjunto de las familias en general, y en particular hacia aquellas que se hallan en situaciones difíciles e irregulares. Para todas ellas la Iglesia tendrá palabras de verdad, de bondad, de comprensión, de esperanza, y de viva participación en sus dificultades a veces dramáticas” (FC 65).
El cuidado que la Iglesia ha de tener de las familias debe abarcar desde la preparación para serlo, que comienza en la infancia, y comprende la debida educación de los adolescentes hacia su futuro de hacer familias según el plan de Dios. Es la necesaria y genuina “educación en el amor y la sexualidad”, que suele hacerse de manera tan inadecuada, quedándose en sola información en lugar de ser verdadera formación. Más todavía en la edad de los enamoramientos, con una catequesis que a los varones y a las mujeres los haga maduramente cristianos para amarse. Finalmente, con las charlas prematrimoniales que les preparen para unirse conscientemente con el Sacramento.
Pero también, de manera muy importante, en la celebración misma del Sacramento, cuidando que todos los pasos de esa Liturgia, con que se celebra, sean muy significativos del amor con que se unen como Cristo con su Iglesia, y de la acción de Dios, que ahí está poniendo su corazón de Creador y de Salvador, en los novios, en la Iglesia asistente, y principalmente en su Ministro que lo preside. Es muy lamentable que, generalmente, ya en las Bodas no se vive el sacramento; y no sólo por parte de los que se casan, sino del sacerdote que ni los evangelizó ni ahora vive lo que está haciendo. No acusamos, sino que reclamamos de la Iglesia de Cristo ese servicio tan importante a los matrimonios cristianos.
Es principalmente importante la Pastoral postmatrimonial. Para que la pareja y la familia sean cada día más una comunidad de amor en Cristo, Iglesia doméstica, es necesaria la ayuda de ella para formarlos en el estar siempre dispuestos para el servicio recíproco “dando la vida por aquellos a los que se ama”; así como formarlos para la participación de todos en la vida de esa familia que es la suya, y en la responsabilidad frente a los problemas que siempre aparecen en ella, para cuya solución se necesita el diálogo y la colaboración generosa de todos, principalmente de otros esposos cristianos.La Iglesia debe ayudar a las parejas jóvenes, para que se adapten felizmente a su nueva vida en la unidad verdadera, en su amor indefectible y en la acogida de los hijos cuando vinieren. Y debe ayudar también a las parejas de más años de unión, cuando vinieron los problemas siempre nuevos, y el mundo les ofrece unos valores que, en lugar de construir, destruyen y desgastan el amor primero, que se dejaron prometido ante Dios para todos los días de su vida.
La Iglesia debe estar dándoles su apoyo a través de otras parejas firmemente constituidas y bien formadas que, con verdadero espíritu apostólico, ponen al servicio de los demás sus conocimientos y su experiencia propia, con el testimonio de su propia vida. (FC 69). Así se lo propone la Iglesia y lo hace en Movimientos Apostólicos como el Encuentro Matrimonial u otros parecidos de reconocida trayectoria, que son tan de alabar, pero cuya acción salvadora resulta pequeña para tantos matrimonios necesitados de que la Iglesia los salve.
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Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.
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