3. Hacer del mundo una familia
“Dios ha querido que los hombres constituyan una sola familia y que se traten entre sí con espíritu de hermanos” (GS 24). Desde esta interdependencia, todo lo que se realice a favor de la “persona” es un servicio prestado a la sociedad como Familia de Dios; y todo lo que se haga a favor de la sociedad debe acabar en beneficio de “las personas”, o no será verdadero servicio. Esto vale todavía más hablando de la Iglesia y de sus Asociaciones.
La primordial expresión de la dimensión social de las personas es el matrimonio y la familia: al ver Dios que “no es bueno para el hombre que esté solo” le hizo la mujer “como compañera”, para que fuesen no dos sino una sola carne. Jesús enfatizó la indisolubilidad del matrimonio diciendo: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mt 19, 3-9). Y San Pablo recalcó la unidad en el amor de la pareja diciendo que han de amarse “Como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef 5, 25).
El matrimonio y la familia deben ser el campo prioritario de la evangelización; y ha de hacerse por los laicos, transmitiendo al mundo, para salvarlo, la fe de la Iglesia, para desde esa fe vivir el matrimonio como sacramento del amor de Cristo a la Iglesia como Esposa suya. El actual “progreso humano” está deshumanizando a las personas, al matrimonio, a la familia y la sociedad entera. Humanizarlo en nombre de Dios, por medio de Cristo, debe ser el primer paso de la “nueva evangelización” de que hablamos.
La evangelización del matrimonio tiene especial urgencia en nuestros días, frente al egoísmo creciente en todos los ambientes y particularmente en la vida de pareja, egoísmo del uno y del otro que buscan en el matrimonio cómo ser dos en lugar de ser uno queriendo ambos servirse del otro en vez de servirlo. El egoísmo natural, fomentado por una cultura consumista y hedonista, que lleva hasta impedir la natalidad, produce la peor pobreza económica, carencia de bienestar aun abundando en dinero, y la grave pobreza moral que es peor amenaza para la humanidad entera.
La evangelización actual debe pasar por humanizar a las personas y la sociedad, defendiendo en nombre de Dios los derechos y los deberes como sagrados e indiscutibles. Con esa defensa, habrá que inculcar el plan de Dios, que quiere hacer de la humanidad su propia Familia con Jesucristo el Hijo hecho el hermano de todos, desde un amor como El nos ama. Somos conscientes de que caminamos hacia la Salvación eterna donde seremos definitivamente “La Familia de Dios” en la casa del Padre con Jesucristo, esa familia plenamente lograda como obra de Cristo al redimir a la humanidad. Trabajando por ello, evangelizaremos de veras y salvaremos nuestro mundo que se pone en nuestras manos en el inicio de un nuevo milenio de la historia cristiana
La Iglesia, en su tarea de evangelizar, toma las obras de caridad como deber y derecho inalienable. La atención a los enfermos y a los indigentes, el aliviar todo género de necesidades cotidianas y de necesidades emergentes, desde todo tipo de solidaridad humana en las desgracias, que la Iglesia las toma como especialmente suyas. Obra esa caridad el Espíritu Santo mediante los miembros del Cuerpo de Cristo (Rm 12), pero las realiza principalmente a través de los laicos. Aun las sociedades no cristianas reconocen a la Iglesia ese protagonismo como verdadera guía en todas las acciones de caridad social. Pero a los cristianos laicos les corresponde impregnar de amor, con ese espíritu cristiano de ser solidarios, la política y la cultura; y situar al hombre como persona en el centro de todo lo económico y social.
Pero si “el futuro de la humanidad pasa a través de la familia”, el futuro de la Iglesia pasa también a través de la evangelización de los matrimonios, haciendo que vivan de veras su Sacramento; amándose ambos como los ama Cristo, harán ellos la mejor familia posible. Y haremos el Reino de Dios ya en este mundo, anticipo del Reino eterno, en el “Ágape” de la Cena Eucarística, la mesa de la Familia de Dios unida con el vínculo de un amor como el de Cristo que ama a su Esposa la Iglesia, y la cuida y la alimenta dando la vida por ella (Ef 5, 29). “Haz vivir en un mismo amor a quienes has unido en santo Matrimonio y alimentado con un mismo pan y un mismo cáliz”, pide la Iglesia en la Misa de Bodas, en la oración después de la Comunión.
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Para leer la 1°Parte: La nueva Evangelización
Para leer la 2°Parte: Evangelizar sirviendo a las personas y a la sociedad.
Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.
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