CIUDAD DEL VATICANO (16/ENE/2011).- El Papa Benedicto XVI instó hoy a todos quienes conocieron y amaron a Juan Pablo II a alegrarse junto con la Iglesia católica por su beatificación, prevista para el próximo 1 de mayo en El Vaticano.
Durante la bendición dominical con el Angelus, ante varios miles de personas en la Plaza de San Pedro, el obispo de Roma recordó que la fecha de la ceremonia que llevará al honor de los altares a Karol Wojtyla tiene un valor simbólico.
'Como sabéis el 1 de mayo próximo tendré la alegría de proclamar beato al venerable Juan Pablo II, mi amado predecesor. La fecha elegida es muy significativa: será de hecho el II domingo de Pascua, que él mismo intituló a la Divina Misericordia y en cuya vigilia terminó su vida terrena', dijo.
'Cuantos lo han conocido, cuantos lo han estimado y amado no podrán no alegrarse con la Iglesia por este evento', apuntó.
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Juan Pablo II será beatificado el 1 de mayo
El día 14 de enero de 2011, el Sumo Pontífice Benedicto XVI, durante la audiencia concedida al señor cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los santos, autorizó a este dicasterio a promulgar el decreto sobre el milagro atribuido a la intercesión del venerable siervo de Dios Juan Pablo II (Karol Wojtyla). Este acto concluye el itinerario que precede el rito de la beatificación, cuya fecha establecerá el Santo Padre. Como es sabido, la causa, por dispensa pontificia, se inició antes de que transcurrieran cinco años desde la muerte del siervo de Dios, a tenor de las normas vigentes. Esa disposición se tomó por la imponente fama de santidad de la que gozaba el Papa Juan Pablo II en su vida, en su muerte y después de su muerte. Por lo demás, se cumplieron íntegramente las normas canónicas comunes relativas a las causas de beatificación y canonización. Por tanto, desde junio de 2005 hasta abril de 2007, se realizaron la investigación diocesana romana principal y las de la Comisión rogatoria en varias diócesis, sobre la vida, las virtudes y la fama de santidad y de milagros. La Congregación para las causas de los santos, con el decreto del 4 de mayo de 2007, reconoció la validez jurídica de los procesos canónicos. En junio de 2009, tras examinar la relativa Positio, nueve consultores teólogos del dicasterio dieron su parecer positivo con respecto a la heroicidad de las virtudes del siervo de Dios. En el mes de noviembre sucesivo, siguiendo el procedimiento acostumbrado, dicha Positio fue sometida al juicio de los padres cardenales y obispos de la Congregación para las causas de los santos, que dieron una sentencia afirmativa. El 19 de diciembre de 2009, el Sumo Pontífice Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto sobre la heroicidad de las virtudes. Con vistas a la beatificación del venerable siervo de Dios, la postulación de la causa presentó al examen de la Congregación para las causas de los santos la curación de la enfermedad de Parkinson de sor Marie Simon Pierre Normand, religiosa del Institut des Petites Soeurs des Maternités Catoliques. Como es costumbre, las abundantes Actas de la investigación canónica, regularmente instruida, junto con las detalladas peritaciones médico-legales, fueron sometidas al examen científico de la Consulta médica del dicasterio para las causas de los santos el 21 de octubre de 2010. Sus peritos, tras haber estudiado con la acostumbrada escrupulosidad los testimonios procesales y toda la documentación, manifestaron su convicción de que la curación no tenía explicación científica. Los consultores teólogos, después de ver las conclusiones médicas, el 14 de diciembre de 2010 procedieron a la valoración teológica del caso y, por unanimidad, reconocieron la unicidad, la antecedencia y la coralidad de la invocación dirigida al siervo de Dios Juan Pablo II, cuya intercesión había sido eficaz para la curación milagrosa. Por último, el 11 de enero de 2011, se tuvo la sesión ordinaria de los cardenales y los obispos de la Congregación para las causas de los santos, los cuales dieron una sentencia afirmativa unánime, considerando milagrosa la curación de sor Marie Pierre Simon, en cuanto realizada por Dios de un modo científicamente inexplicable, por la intercesión del Sumo Pontífice Juan Pablo II, invocado con confianza tanto por la religiosa curada como por muchos otros fieles.
Vaticano, 13 de enero de 2011
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Una vida ejemplar
GIOVANNI MARIA VIAN
La beatificación de Juan Pablo II, que su sucesor presidirá en el aniversario litúrgico de su muerte, es un acontecimiento histórico sin precedentes. En realidad, es preciso remontarse al corazón de la Edad Media para encontrar ejemplos análogos, pero en contextos no comparables a la decisión de Benedicto XVI: en los últimos diez siglos ningún Papa ha elevado al honor de los altares a su inmediato predecesor.
Pietro del Morrone (que fue Celestino V) fue canonizado en 1313, menos de veinte años después de su muerte, por su tercer sucesor; más de dos siglos antes se reconoció casi inmediatamente la santidad de León IX y de Gregorio VII, que murieron respectivamente en 1054 y 1085. No por casualidad al inicio de aquel papado reformador celebrado pocos decenios más tarde en el oratorio lateranense de San Nicolás a través de la representación de algunos Pontífices contemporáneos definidos cada uno sanctus.
Sobre la sobriedad hagiográfica de la Iglesia romana -que venera como santos casi sólo a los Papas de la edad más antigua- intervinieron después las modificaciones innovativas de la modernidad, con las decisiones tomadas en los últimos treinta años del siglo XIX y luego, sobre todo, con las de Pío XII y del propio Juan Pablo II. Así se reconoció el culto de algunos Pontífices medievales y fueron elevados al honor de los altares Pío X, el último Papa santo, Inocencio XI, Pío IX y Juan XXIII.
En el centro de toda causa de beatificación y canonización está exclusivamente la ejemplaridad de la vida de quien, con expresión de la Sagrada Escritura, es definido al servicio de Dios. Para asegurar a la historia -como dijo Pablo VI al anunciar la introducción de las causas de sus dos predecesores inmediatos- "el patrimonio de su herencia espiritual", más allá de "cualquier otro motivo que no sea el culto de la verdadera santidad, es decir, la gloria de Dios y la edificación de su Iglesia".
Y auténtico servidor de Dios fue Karol Wojtyla, testigo apasionado de Cristo desde su juventud hasta su último aliento. Muchísimos, incluso no católicos y no cristianos, se dieron cuenta de esto durante su vida ejemplar; esto lo documenta su testamento espiritual, escrito en varias etapas en los años de pontificado; por esto ya el 28 de abril de 2005, menos de un mes después de su muerte, su sucesor dispensó de los términos prescritos para el inicio de la causa; y por esto ha decidido presidir su beatificación: para presentar al mundo el modelo de la santidad personal de Juan Pablo II.
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Fuente: L'Osservatore Romano - 16 de enero de 2011
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