Lecturas: Sb 18,6-9; S. 32; Hb 11,1-2.8-19;Lc 12,32-48
El dinero: su uso cristiano
P. José R. Martínez Galdeano, S.J.
Este texto evangélico, exclusivo de Lucas, trata todo él de la virtud de la pobreza cristiana y de la actitud propia del cristiano ante los bienes de este mundo. Confirma lo que les indiqué la semana pasada y es bueno tenerlo presente cuando se lee a solas el texto de Lucas: quiere dar una visión completa del mensaje cristiano y de sus exigencias morales de conversión, y, para que quede claro, reúne con frecuencia en un bloque palabras y hechos, que han podido tener lugar en momentos diferentes, pero que se complementan sobre un mismo tema. Aquí, por ejemplo, se trata de la actitud correcta del cristiano ante los bienes económicos.
Los cristianos no somos una excepción entre los humanos y necesitamos de las cosas materiales de este mundo para vivir. La verdad es que Dios las ha creado para el hombre y para que las use para su completo y verdadero desarrollo humano, como persona individual y social y destinado a ser hijo de Dios y participar de su vida por toda la eternidad. Todos los hombres necesitamos de ellos en mayor o menor medida. También la Iglesia misma.
Dos cosas nos enseña principalmente el evangelio de hoy: una es que la limosna es una virtud cristiana necesaria; la segunda es que la riqueza no ha de ser la principal tarea de la vida de ningún cristiano.
“Den limosna”. La idea de la limosna es tan antigua como la misma religión bíblica. Desde sus orígenes reclama el amor a los hermanos y a los pobres. La “torá”, la ley, tiene formas obligatorias de limosna: como dejar parte de la cosecha para el espigueo y rebusca tras la vendimia (Lv 19,9) o el diezmo trienal a favor de los que no poseen tierras (Dt 14,28,s). El pobre existe y hay que responder a su llamada con generosidad (Dt 15,11). La generosidad con los pobres va ligada a ciertas celebraciones litúrgicas (2Sa 6,19; Dt 16,11.14). Alcanza el corazón de Dios y crea un derecho a su retribución (Prov 19,17; Ez 18,7). “No apartes el rostro de ningún pobre y Dios no lo apartará de ti. Si abundares en bienes, haz de ellos limosna, y si éstos fueren escasos, según esa tu escasez no temas hacerlo. Todo cuanto te sobrare dalo en limosna y no se te vayan los ojos tras lo que dieres” (Tb 4,7-11.15). Recordemos en el mismo Lucas la parábola de Lázaro y el rico Epulón y todo aquel capítulo. Epulón fue condenado por no dar limosna. Verdaderamente apabullante Mt 25 con la parábola del juicio final: Lo que hicieron con los pobres, con Cristo mismo lo hicieron. Créanme que las referencias bíblicas sobre la limosna y su importancia cristiana podrían prolongarse mucho.
Por eso hay que dar la importancia debida a la limosna en nuestra vida cristiana. Es una actividad connatural en la vida de la Iglesia. No cabe duda que los cristianos dan limosna. Cuántos sacerdotes no habrían llegado a serlo sin la limosna, cuántas obras asistenciales, comedores, escuelas y hospitales, no existirían. La conciencia cristiana de que no hay más que un solo Dios, Padre de todos, ha logrado entrar en la conciencia de todos los hombres, como se ve en las grandes catástrofes. Se hace mucho bien.
Hay que seguir haciéndolo. Me permito hacerles caer en la cuenta de que ustedes mismos están gozando en estos momentos de muchos bienes que proceden de la caridad de otros. La inmensa mayoría de los sacerdotes del Perú hemos podido hacer nuestros estudios gracias a las limosnas que han posibilitado nuestros estudios. Dígase lo mismo de las iglesias, capillas, objetos de culto, obras apostólicas, escuelas, etc. Es hermoso y tal vez un deber el reconocerlo colaborando ahora en la medida de nuestra posibilidad y hasta superándola con generosidad. El evangelio de hoy es una llamada de Dios para que cada uno veamos la importancia que damos a la limosna y nuestra preocupación por las necesidades de los pobres.
Además de la limosna el evangelio de hoy recoge unas advertencias sobre la actitud ante la riqueza y la importancia que le atribuimos. ¿Qué valor tiene para nosotros el dinero? Esta actitud y la limosna están desde luego relacionadas.
Que hacerse rico sea la mayor preocupación de la vida es según la palabra de Jesús moralmente inaceptable. San Pablo califica a esa pasión de raíz de todos los males (1Tim 6,10). El texto la califica de estúpida y enseña con claridad que aquellos siervos, que sólo se preocupan de acumular riquezas, no cumplen con su deber con Dios, de quien son administradores. El cristiano fiel es el que se cuida de que los que de él dependen tengan “la ración a sus horas”. Las palabras de Jesús son especialmente duras para con los que, teniendo bienes de este mundo, los usan para abusar del poder que les proporcionan. Dice que “el amo (el Señor mismo) llegará el día y la hora que menos lo espera, y lo despedazará condenándolo a la pena de los que no son fieles”.
El cristiano, pues, debe vigilar sobre el valor que da a las riquezas y el uso que da a las que posee. Soy consciente de que entre ustedes no hay lo más probable un solo millonario; pero cuántas veces el dinero es motivo de conflictos en las familias. Es precisamente en esos momentos duros, causados por disminución de ingresos (como en la falta de trabajo) o aumento repentino de gastos (como por una enfermedad) cuando se pone a prueba la confianza en Dios y la virtud cristiana de la pobreza de espíritu. Las virtudes de pobreza, caridad, solidaridad familiar y austeridad piden que ninguna familia ni ningún miembro de ella exijan que se gaste más de lo que dispone. Mi consejo a las familias es que limiten los gastos a lo que tienen. Considero un grave error meterse en deudas pues los costos de intereses y otros suelen ser impagables. Advierto también a las personas particulares a no prestar a intereses como de un 10% mensual, que es una tasa gravemente inmoral. Creo que un préstamo entre particulares no debería sobrepasar el 3% mensual y un préstamo bancario me parece excesivo y aun inmoral si sobrepasa el 40% anual de costo, incluidos intereses y sobretasas. Pero también adviértase que es inmoral no pagar las deudas o demorarse en pagarlas. Normalmente causa graves daños a las personas, familias y empresas. Las deudas justas deben pagarse y pagarse a tiempo.
El evangelio concluye: “Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”. Todos tenemos que usar el dinero en alguna medida. Hacerlo cristianamente exige la virtud de la pobreza cristiana: tener el corazón desprendido y usarlo para practicar la caridad y crecer en los valores superiores, personales, familiares y sociales. La parábola es para todos. Que seamos administradores fieles, dispuestos siempre a dar buena cuenta de la administración.
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1 comment:
muy buen consejo del padre , mi hermana en eso de demorar pagos es ya casi una costumbre y tomando en cuenta algo que no me había puesto a pensar sobre el daño a la empresa , además que los intereses solo ocasionan más pago asi sean bajísimos es una cadena donde la finalidad negativa se inicia así pero es algo serio, muy serio, buena reflexión sobre el dinero!.....Lo que hicieron con los pobres con Cristo mismo lo hicieron +*
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