P. Ignacio Garro, jesuita †
Continuación
8. LA VIDA ETERNA - LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y LA VIDA ETERNA
8.3. EL PURGATORIO
8.3.1 SU EXISTENCIA
El Purgatorio es un lugar de purificación, en donde las almas justas que no han expiado completamente sus pecados, los expían con graves sufrimientos antes de entrar al cielo.
Respecto al purgatorio son verdades de fe: a) que existe como lugar de expiación; b) que podemos ayudar a las almas allí detenidas.
La existencia del Purgatorio está claramente enseñada en el Magisterio, implícitamente contenida en la Escritura, y confirmada por la misma razón.
1°. Claramente enseñada por el Magisterio eclesiástico.
Baste citar estas palabras del Concilio de Trento: "La Iglesia Católica enseña que hay un purgatorio y que las almas allí detenidas reciben alivio por los sufragios de los fieles, principalmente por el santo Sacrificio de la Misa" (Dz. 983).
2°. Implícitamente contenida en la Sagrada Escritura.
En efecto, después de narrar el libro de los Macabeos, cómo Judas envió doce mil dracmas de plata a Jerusalén, "para que se ofreciese un sacrificio por los muertos en el combate", agrega: "Es cosa santa y saludable el rogar por los difuntos a fin de que sean libres de sus pecados" (II Mac. 12, 46). Pues bien, si no hubiera purgatorio, esta práctica no sería santa y saludable, sino inútil; pues ni las almas del cielo necesitan oraciones, ni las del infierno pueden aprovecharlas.
3°. Confirmada por la razón.
En efecto, hay almas que mueren en gracia de Dios pero sin haber expiado convenientemente sus pecados. Pues bien, Dios seria injusto al condenarlas, porque están en gracia y sería injusto el introducirlas así al cielo, porque no han satisfecho debidamente a su justicia. Debe, pues existir para estas almas un lugar intermedio, donde se purifiquen antes de entrar al cielo.
La Reforma, en teoría, no admite el purgatorio, por consiguiente, las oraciones por los difuntos. Pero en la práctica, al menos los luteranos alemanes han vuelto a ellas justificándolas con algunas consideraciones teológicas. Las oraciones por los propios allegados son un impulso demasiado espontáneo para que pueda ser sofocado; es un testimonio bellísimo de solidaridad, de amor, de ayuda que va más allá de las barreras de la muerte. De mi recuerdo o de mi olvido depende un poco de la felicidad o de la infelicidad de aquel que me fue querido y que ha pasado ahora a la otra orilla, pero que no deja de tener necesidad de mi amor" (Card. Ratzinger, Informe sobre la fe, BAC, 1985, p. 162).
8.3.2. PENAS DEL PURGATORIO
Dos clases de pena se sufren en el purgatorio: la pena de daño o privación de la vista de Dios; y la de sentido, que consiste en el fuego y otros padecimientos.
a) Respecto a su intensidad, sabemos que son proporcionados al número y gravedad de los pecados; y que son mucho más intensas que los sufrimientos de esta vida; pero que las benditas almas las sufren con resignación, y aun con alegría, por la certidumbre de su salvación.
b) Respecto a su duración, no tenemos dato cierto. Sin embargo, es claro que socorrer a las benditas ánimas es:
- Grato a Dios, quien las ama tiernamente, y quiere verlas pronto en su gloria;
- Provecho para ellas, que nada pueden por sí mismas ya que ha pasado el tiempo de satisfacer;
- Útil a nosotros, pues se convertirán en poderosas intercesoras nuestras.
En especial hemos de pedir por aquellas con quienes nos unan vínculos de parentesco, amistad y gratitud; y por aquéllas que puedan estar sufriendo por causa nuestra.
Podemos socorrer a las benditas almas: con oraciones, comuniones, limosnas y buenas obras, por indulgencias ganadas en su favor, y sobre todo por el Santo Sacrificio de la Misa.
Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, S.J. quien nos brindó toda su colaboración. Seguiremos publicando los materiales que nos compartió para dicho fin.
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