La fe cristiana desde la Biblia: "Opción por los pobres"


P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita

Contemplamos ahora, pues parece ser el lugar apropiado para hacerlo, la actitud en favor de los pobres, los sociológicamente pobres, aunque ellos no sean creyentes e incluso caigan también en la idolatría del dinero, y en caso de obtenerlo, de hecho quizás se comportarían al estilo de los avariciosos y de sus opresores sin escrúpulos.

Supuesto que el mensaje de salvación de Jesucristo es para todo el mundo y que en Dios no hay distinción alguna de blancos y negros, de listos y tontos, ricos y pobres, la Iglesia como tal y sus miembros responden a una misión de evangelización que pretende no quedarse sólo en lo terrenal, realizando unas obras “de misericordia” (de caridad) en favor de los más débiles. Estas obras en sí mismas no se constituyen de manera automática en signo cristiano. Son un signo humanitario de compasión, de solidaridad. Gracias a Dios hay muchas asociaciones gubernamentales y no gubernamentales, no confesionales, que llevan a cabo con dedicación, sacrificio y competencia profesional las más diversas tareas de ayuda con una eficacia superior a las realizadas por las iglesias. No hay distinción de eficacia y entrega entre unas y otras.

En los catecismos antiguos, quizás en olvido, se solía hacer una clasificación de las obras de misericordia y se hacía una separación o división entre las corporales y las espirituales. Y entre las segundas se apuntaba hacia el enseñar al que no sabe, el dar consejo a quien lo pide y necesita, el acompañar al enfermo, etc. Quizás, hoy en día, hemos desestimado este segundo tipo de misericordia y preferimos quedarnos en repartir comida, ropa, vivienda y medios de trabajo. Y ésto aunque sea muy importante para sobrevivir en la jungla de este mundo, en definitiva, quizás no alcanza a lo inmaterial como si las preguntas de sentido no fueran con las personas pobres.

Y mientras este paso transcendente no se dé, es hasta posible que la gente salga de la guerra y su pobreza, y sobreviva incluso con dignidad, pero que sea incapaz de ver más allá de lo material y del “estilo de vida”. Esta confusión en nuestra evangelización la debilita y de tal modo la vuelve frágil y difusa que ella misma adolece de una falta “de sentido”. ¿Cómo es posible que hombres y mujeres puedan dedicarse a tiempo completo a tales actividades humanitarias, sacrificando matrimonio, familia, uso del dinero personal como propio, “no libres” sino obedientes en conciencia a superiores cercanos y lejanos? ¿Lo hacen porque les gusta, porque encuentran placer en ésto? ¿Lo hacen sólo por los pobres, por solidaridad, por humanitarismo? También otros lo hacen de forma humanitaria y sin tanto sacrificio. Los abnegados “misioneros” lo hacen simplemente porque ellos viven “en misión”, representando a Jesucristo, a su persona y a sus valores. “Somos embajadores de Cristo” (2Cor 5,20). Si ésto se oculta la misión en apariencia queda vacía de sustancia. No alcanza a ser “signo”.


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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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