Cristología II - 15° Parte: Jesucristo Redentor - El único Mediador





P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


5.4. JESUCRISTO, EL ÚNICO MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES


Jesús es el Siervo de Yahvé que en obediencia al Padre se ofrece como víctima propiciatoria en la cruz en favor del género humano, es el único Mediador entre Dios y los hombres. Esta expresión concreta se encuentra en un versículo de la 1ª carta a Timoteo, 2,5-6:

"Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Éste es el testimonio dado en el tiempo oportuno".

Esta fórmula resume e interpreta a la vez el kerigma primitivo, haciendo intervenir la categoría de "mediación". Esta fórmula esta estructurada como una confesión de dos artículos, el uno dirigido al Dios único como Padre y el otro a Cristo, como el Señor, 1 Cor 8, 6: Este artículo cristológico designa a Cristo a la vez según su identidad y según su acción. Se le confiesa como "mediador entre Dios y los hombres". El término sustituye aquí a los títulos de Señor o de Hijo de Dios que aparecen en otras confesiones: no hay más que un solo mediador, lo mismo que no hay más que un solo Señor y un único Hijo. Indica, por tanto, a aquel que está en vínculo substancial con Dios y que puede por este titulo ser objeto de la confesión cristiana.

El mediador está del lado de Dios y viene de Dios (el Verbo). Pero este origen no basta para constituir al mediador; es preciso que esté también del lado de los hombres. Por eso la "encarnación" se expresa bajo la forma de: "Cristo Jesús, hombre también". Por tanto, Cristo está a la vez del lado de Dios y del lado de los  hombres; en su Persona se encuentran el fundamento y la condición de posibilidad de la mediación más perfecta entre Dios y los hombres: pues es verdadero Dios (consubstancial al Padre) y verdadero hombre. La fórmula cristológica nos dice el modo o manera cómo realizó esa mediación. "Se entregó a sí mismo como rescate por todos". Esta evocación del sacrificio de Cristo recuerda el pasaje de Mt 20,28: "De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por todos". Y también sin duda la figura del Siervo doliente de Is 53, 11-12.

Un eco explícito de Jesucristo como mediador es la mención de 1 Cor 8, 6:

"Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y hacia el cual vamos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas, y por el cual somos".

Este texto indica los dos lados de la mediación de Cristo, del lado descendente (katábasís) referido a la creación (creados en Cristo Jesús), y el lado ascendente (anábasís) referido a la salvación (hemos sido salvados por Cristo Jesús).

En el Himno cristológico de Colosenses 1, 15-20: en la primera estrofa, 1,15: "Cristo es la imagen de Dios, el primogénito de toda criatura", describe la mediación de Cristo en el orden de la creación: " ... porque en El fueron creadas todas las cosas, todo ha sido creado por El y para El"; la segunda parte, 1, 19-20, describe su mediación en el orden de la salvación, ya que fue el beneplácito de Dios "reconciliarlo todo por medio de El y para El en la tierra y en los cielos".


5.4.1. Jesucristo "el mediador de una Alianza nueva" y "el Sumo Sacerdote" 

El autor de la carta a los Hebreos 9, 15 presenta a Cristo como: "el mediador de una alianza nueva", Heb 9, 15: "Por esto, Cristo  es el mediador de la Nueva Alianza", y más tarde en Heb 12, 24 : "a Jesús es el mediador de la Nueva Alianza". Nueva Alianza entre Dios y los hombres, de una Alianza. Heb 8, 6: "Tanto mejor cuanto que está fundada en promesas mejores". En efecto el papel propio del mediador es no solamente hacer posible una alianza, sino realizarla; ésta descansa en la iniciativa totalmente gratuita de Dios, pero exige una respuesta del hombre. Cristo cumple estos dos aspectos de la mediación:

  • Por una parte nos concede el don de la alianza (misterio pascual).
  • Por otra parte es en El y por El como tenemos acceso en adelante a Dios, ya "que está siempre vivo para interceder en favor nuestro", Heb 7, 25.

Para desarrollar la exposición de la mediación de Cristo entre Dios y los hombres el autor de la epístola utiliza ampliamente el lenguaje sacerdotal y declara a Cristo único y definitivo Sumo Sacerdote. Efectivamente en la antigua alianza el sacerdote (tribu de Leví) se define con un papel de mediación. La función del sacerdote consiste en dar al pueblo la posibilidad de comulgar con Dios. Este es el elemento central en el funcionamiento del sacerdocio levítico: permitir una acogida favorable obtenida ante Dios. Entre los aspectos ascendentes de la función sacerdotal esta la oblación del sacrificio que establece o repara el vínculo de unión con Dios. El sacerdote procura también al pueblo, según el movimiento descendente, los beneficios nacidos de la relación obtenida, en particular el perdón de los pecados, las respuestas que viene de Dios y las bendiciones.

La novedad radical del sacerdocio  de Jesucristo en la carta a los Hebreos, respecto al sacerdocio de la antigua alianza está:

  • Primeramente el cargo de sumo sacerdote era objeto de ambición. Cristo, sin embargo, obtiene esta gloria por el camino del rebajamiento y la muerte.
  • La función del sumo sacerdote se basaba en la separación del mundo profano. Cristo, por el contrario, asume su solidaridad que los asemeja a todos sus hermanos.

Por ello, para el autor de la carta, el término de sumo sacerdote tiene el interés de indicar de forma sintética la relación de Jesús con Dios y su relación con los hombres; evoca a la vez la pasión y la gloria. Todo esto quiere decir que en el sacerdocio antiguo la mediación ascendente tenía la prioridad sobre la descendente. Es muy distinto lo que ocurre en Cristo: ha sido establecido Sumo Sacerdote por declaración divina, sobre el fundamento de su filiación, Heb 5, 5-6:

Cristo no se apropió la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que se la confirió Dios quien le dijo: "Tú eres mi hijo yo te he engendrado hoy", o como dice también "Tu eres sacerdote para siempre a la manera de Melquisedeq".

Porque procede de Dios y ha venido a nosotros rebajándose, puede establecer "realmente una comunicación perfecta y definitiva entre el hombre y Dios", Heb 9, 24-28. En cuanto a la función descendente, "Cristo es apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión de fe", Heb 3, 1. Este es el contexto en que se desarrolla la actividad sacrificial ascendente de Cristo Sumo Sacerdote, inscrita con las actitudes amor al Padre como oblación propicia en actitud de obediencia como sacrificio propicio en favor de los hombres.


5.4.2. Un "admirable intercambio"

La Escritura expresa la "mediación de Cristo" apelando al tema del intercambio. En la Persona de Jesús se produce un misterioso intercambio entre Dios y los hombres. No se trata formalmente de intercambio entre divinidad y nuestra humanidad. Se trata del intercambio de su riqueza con nuestra pobreza:

"Conocéis bien la generosidad del Nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquezcáis con su pobreza", 2 Cor 8, 9.

Es además el intercambio de su fuerza divina con nuestra debilidad humana:

"Pues, ciertamente, fue crucificado en razón de su flaqueza, pero está vivo por la fuerza de Dios. Así también nosotros: somos débiles en El, pero viviremos con El por la fuerza de Dios sobre vosotros",  2 Cor 13, 4.

Porque el amor de Cristo,  que sobrepasa todo conocimiento, nos colmará "hasta la plenitud total de Dios", Efes 3, 19. Pero esta comunicación de la plenitud nos viene del que primero se rebajó (Cristo) y "se despojó de sí mismo tomando nuestra condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres ... obedeciendo hasta la muerte y muerte en cruz", Filp 2, 7-8.

El tema del "intercambio admirable" es el que muestra la relación entre el Hijo y el Padre y Pablo lo expresa así:

"A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en El", 2 Cor 5, 21. El intercambio es aquí el de nuestro pecado por la su justicia. hemos hecho recaer sobre El todo el poder del pecado del mundo; hemos hecho de El todo lo que el pecado es capaz de hacer: "Ha sido hecho pecado" es una metonimia que dice la acción por el efecto. El rostro macilento de Cristo en la cruz nos devuelve la imagen de nuestro pecado. Pero en ese mismo momento nos comunica su justicia: la santidad de su forma de morir provoca nuestra conversión y traspasa nuestro corazón. En Gálatas 3, 13, el intercambio es el de maldición por bendición : "Cristo nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose El mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: "Maldito todo el que está colgado de un madero" Deut 21, 23, a fin de que llegara a los gentiles, por Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la promesa", Gal 3, 13-14.

S. Ireneo de Lyon nos indica magníficamente en qué se fundamenta la mediación de Cristo y lo que realiza. Cristo es mediador entre Dios y los hombres en virtud de su "parentesco" y de su "solidaridad" con las dos partes: Dios y los hombres. Este "parentesco" hace que Cristo sea verdaderamente Dios (Verbo) y verdaderamente hombre (nacido de mujer). Lo que realiza la mediación de Cristo, es a la vez reconciliación entre Dios y los hombres y el intercambio divinizador. Todo se lleva a cabo según el doble movimiento que viene de la iniciativa de Dios (Dios acoge al hombre en el Verbo: encarnación) para poder venir luego del hombre (Cristo) que se ofrece como víctima a Dios. Cristo realiza perfectamente ese doble movimiento descendente (encarnación - kénosis) y ascendente (misterio pascual: muerte y resurrección), haciendo de este modo posible el intercambio de la divinización: "Porque esta es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios Hijo del hombre: para que el hombre, mezclándose con el Verbo y recibiendo la filiación divina adoptiva, se hiciera realmente hijo de Dios".

Sto. Tomás dice: "La labor del mediador consiste propiamente en unirse a aquellos entre los cuales ejerce esta función, pues los extremos se juntan en el medio. Pero el unir de una manera perfecta a los hombres con Dios compete ciertamente a Cristo, pues por Cristo son reconciliados los hombres con Dios, según se dice en la carta a los Corintios: "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo". Por tanto, sólo  Cristo es el perfecto mediador entre Dios y los hombres, por cuanto reconcilió con su muerte  al género humano con Dios".





Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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