Cristología II - 8° Parte: La Vida Pública de Jesús - Las tentaciones de Jesús




P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA



4.2. LAS TENTACIONES DE JESÚS EN EL DESIERTO

"Entonces Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo"
Mt  4, 1.

El hecho de las tentaciones en el desierto lo narran los tres sinópticos. Las coincidencias entre ellos son manifiestas, aunque hay pequeñas divergencias.

La primera convergencia se refiere al contexto en que colocan este suceso. El hecho ocurre inmediatamente después del bautismo en el Jordán y antes de comenzar la predicación pública. Estamos ante un hecho notable antes de comenzar la vida publica de Jesús. En el que se intenta demostrar que sólo después de haber vencido a Satanás, comenzará Jesús a predicar el Reino de Dios. En el bautismo Jesús inaugura su misión salvífica como Hijo de Dios predilecto y Siervo de Yahvé; y ahora se nos explica la manera de ejercer el oficio que se le ha encomendado.

La segunda convergencia que se da en los sinópticos se refiere al lugar y a la duración de la tentación. Veamos: "cuarenta días", en el desierto evocan el recuerdo de los "cuarenta años", de peregrinación del pueblo israelita por el desierto a la salida de la esclavitud de Egipto. "El desierto", es el lugar de la proximidad de Dios y de la intimidad con el, Os 2, 14; pero también había sido para el pueblo israelita el lugar que Dios había elegido para ponerlo a prueba, Deut 8, 2-4.

La tercera convergencia, y la mas importante, es la de afirmar el hecho de unas tentaciones provocadas por el "tentador", "Satanás", "el diablo", Mt 4, 3; Mc 1, 13; Lc 4, 3. Aquí aparecen las divergencias. Marcos sólo afirma el hecho de que Jesús "era tentado". Mateo y Lucas especifican en qué consisten esas tentaciones.

Marcos, Mc 1, 12-13, es extraordinariamente conciso: habla de tentación, pero no nos informa ni sobre su contenido ni sobre su resultado. Este resultado se adivina en unos versículos posteriores. El primer acto de Jesús es el milagro de la expulsión de un demonio, los espectadores comentan entre sí: "qué es esto?"... de modo que incluso da órdenes a los demonios y estos le obedecen". Mc 1, 21-27. Jesús da la explicación de este poder sobre los demonios: "nadie puede entrar en la casa ocupada por un hombre fuerte y arrebatar los despojos si primero no ha maniatado a aquel intruso". Mc 3, 27. Así, Jesús aparece desde el principio de su predicación como "el más poderoso", que ha encadenado a Satanás; los exorcismos pronunciados con eficacia por Jesús demuestran que en la tentación del desierto, Jesús había derrotado y subyugado a su enemigo, y puede arrebatar de sus manos a los hombres que tenía esclavizados. Las expulsiones de los demonios y el perdón de los pecados son la manifestación y la aplicación de aquella victoria inicial y radical,  Mc 2, 5-12. En S. Mateo, las tentaciones en el desierto ofrecen a primera vista el aspecto de una disputa exegética entre rabinos: se citan con abundancia textos bíblicos. Mt 4,4.6.7.10. Cristo sale triunfante pues su interpretación de la Escritura es mas atinada que la de su enemigo.

En Mateo, Cristo es el "nuevo Israel", el "verdadero Israel", que tiene que hacer durante cuarenta días en el desierto la prueba que había hecho el pueblo de Israel en el desierto durante cuarenta años. El Pueblo israelita había sido elegido por Dios como "hijo primogénito", Ex 4, 22, como tal había sido liberado de la esclavitud del pueblo egipcio, Os 11,1, y es conducido a través del desierto hacia la tierra prometida. Con Jesús, está el verdadero "Hijo único", de Dios, Mt 3, 17; como Hijo de Dios tiene que renovar la experiencia del pueblo israelita: se sentirá abatido, hambriento, abandonado y por lo mismo tentado. Es la hora de la prueba: "Si eres Hijo de Dios...", di que estas piedras se conviertan en panes"; respuesta: "No solo de pan vive el hombre..." "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo..."; respuesta: "No tentarás al Señor". Jesús pone toda su confianza en Dios, se somete a su voluntad y afirma como regla de su vida el adorar y servir a sólo Dios. En estas pruebas tentadoras Jesús ha renovado la experiencia del pueblo elegido en el desierto, pero ha reaccionado de una manera totalmente opuesta, y por su sumisión incondicional a la voluntad del Padre, ha demostrado ser verdaderamente Hijo de Dios. Estas tentaciones nos hacen también comprender que aquí no se presentan unas tentaciones vulgares de gula, vanagloria o ambición; lo que aquí se pone en juego es la misión y el destino del "nuevo Israel": Cristo. Se trata del mesianismo salvífico y redentor: Satanás invita a Jesús a orientarlo con independencia e incluso en oposición al plan de Dios. Pero Jesús da la respuesta que el pueblo israelita no supo dar en el desierto, Deut 6, 16; su mesianismo será el de la obediencia del Siervo de Yahvé, ante la desobediencia del pueblo de Israel en el desierto.

S. Lucas presenta las tentaciones como un preludio del viaje hacia la pasión. Y decimos "pasión", sin añadir "glorificación"; porque la narración de Lucas, en vez de terminar, con la pincelada triunfal de la retirada de Satanás y el homenaje y ayuda de los ángeles, como hacen Mateo y Marcos, se cierra con el preanuncio de otra batalla encarnizada: "acabado todo género de tentación el diablo se alejó de el hasta un tiempo oportuno", Lc 4, 13, es decir, hasta la pasión: "porque llega el Príncipe de este mundo, nada puede él contra mí", Jn 14, 30. En la pasión también  vencerá Jesús a Satanás por su obediencia al  Padre.

En resumen, lo que Satanás propone a Jesucristo en la prueba del desierto es que estructure su vida y misión salvífica conforme al ideal de mesianismo predominante de aquella época: un mesianismo triunfalista, de independencia y poder político, de felicidad terrena y de esplendor sin tener en cuenta el plan de Dios: que era salvar a todo el género humano por el camino del sacrificio de su Hijo ofreciéndose como víctima propiciatoria al Padre en favor de los hombres, estos son caminos que van por el  dolor, sufrimiento, kénosis, en definitiva el modelo del Siervo de Yahvé.


4.2.1. Historicidad de las tentaciones 

Si Jesús fue El  solo al desierto, y fue tentado en la soledad, ¿quién fue testigo de todo lo que allí ocurrió?, nadie, excepto el mismo Jesús. Entonces ¿cómo narraron los evangelistas unos hechos que nadie vio? Es indudable que Jesús narró estos hechos a sus discípulos y estos hechos fueron narrados y tenidos en cuenta en la predicación y transmisión oral del mensaje. Un hecho tan importante, tan íntimo y profundo de la vida de Jesús no pudo ser inventado por nadie. Tuvo que ser Jesús quién narró este pasaje a los discípulos como una enseñanza importante en la predicación del Reino de Dios. Por eso, para los evangelistas, las tentaciones de Jesús fueron tan reales (aunque no fueran testigos presenciales), como sus milagros y su pasión y muerte. De hecho vemos cómo Jesús en su vida apostólica tuvo que enfrentarse con concepciones mesiánicas que la gente se hacía sobre él, y ese mesianismo triunfalista lo rechazó definitivamente: "Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte", Jn 6, 15. Pero todas las tentaciones se concentran en una sola: "Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz y creeremos", Mt 27, 40-43, porque en la concepción judaica del mesianismo, la cruz es totalmente incompatible con el Mesías. Jn 12, 34.

Esta tentación de huir de la cruz, le acompañó toda su vida asaltándole en todas partes, incluso del discípulo Pedro a quien había llamado "bienaventurado", por haberle reconocido como Mesías, Hijo de Dios, y momentos después le increpa con palabras durísimas "Apártate de mí Satanás ... me eres escándalo y tropiezo, porque no entiendes los misterios de Dios, sino que  te dejas guiar por el modo de ver de los hombres". Mt 16, 22-23. El designio de Dios Padre era  salvar a todo el Género Humano mediante la cruz, l Cor 1, 23-25, y según este plan, el verdadero mesianismo era el de la humillación y sufrimiento del Siervo de Yahvé. Ahí es donde se manifiesta la tentación: el mesianismo que propone Satanás y el que esperaba el pueblo coetáneo de Jesús, era el mesianismo lleno de prodigios, de felicidad terrena y de poder político, muy lejos, ciertamente del plan pensado por Dios Padre.

La realidad existencial de la tentación en la vida de todo cristiano es un hecho. Jesús en el huerto de Getsemaní recomendó a sus discípulos que "orasen para no caer en la tentación", Mt 26, 41 y el mismo se entregó a la oración: Mt 26, 36. Porque "el fue tentado en todo como nosotros", Hebr 4,1 5, "y por haber sufrido realmente la tentación, puede venir en socorro de los que somos tentados", Hebr 2, 18. Esto quiere decir, que sus tentaciones no fueron una mera representación escénica, sino una experiencia real y humana.

Negar la realidad de la tentación de Jesús nos llevaría a una especie de "docetismo" o de "monofisismo":  Jesús no sería verdadero hombre que vive nuestra experiencia humana. Además, si sus tentaciones no hubieran sido reales, perderían todo su valor pedagógico; y precisamente son un modelo de comportamiento para nosotros porque son una experiencia vivida, que le arrancó en su vida mortal "grandes gemidos y lágrimas", Hebr 5, 7. Pero ¿cómo podemos explicarnos una tentación "real" en Jesucristo?.

Para responder correctamente hay que considerar el "sujeto" de la tentación y el "objeto" de la tentación.


a. Por parte del "sujeto tentado"

Jesús, la tentación no supone necesariamente en El ninguna connivencia previa con el mal o con el pecado. Para que una tentación sea verdadera, y se sienta como tal, no es necesario que el corazón del hombre esté inclinado hacia el pecado con anterioridad a la misma tentación. La inclinación afectiva, no controlada ni controlable plenamente por la voluntad, sino nacida espontáneamente en el corazón del hombre herido por el pecado y que, como un peso, le impide el vuelo del alma a Dios, le arrastra al amor de los bienes creados y la cierra en su egoísmo, es lo que en teología se llama "concupiscencia". Es lo que S. Pablo llama "ley del pecado", que "reina en nuestros miembros" y "nos esclaviza bajo el poder del pecado", Rom 7, 21 25.

En Jesucristo, Hijo de Dios, santificado desde el primer instante por la plenitud del Espíritu Santo, no se puede imaginar una connivencia previa con el mal, ninguna ley del pecado que reine en sus miembros, ninguna aceptación del mal propuesto por Satanás. Más bien Jesucristo es modelo de perfecta unión y de connaturalidad con las cosas de Dios su Padre. Ahora bien, negar las concupiscencias en Jesús, no es negar su sensibilidad de parte del sujeto, ésta es suficiente para que esté abierto a la tentación Y de Jesús, si algo nos queda claro en los evangelios es su fina sensibilidad para todas las sensaciones de la vida, ya positivas o negativas. Jesús por tanto, sin tener pecado, ni inclinación al pecado "sintió" real y verdaderamente en su naturaleza humana la malicia y maldad de la tentación. La epístola a los Hebreos no sólo recuerda "sus grandes gemidos y lágrimas", pidiendo ser librado de la muerte, Hebr 5, 7 8, y anteriormente había dicho: "(Jesús), sin pecado, fue tentado en todo como nosotros", Hebr 4, 15.


b. Por parte del "elemento objetivo"

El "elemento objetivo", de la tentación en Jesús puede brevemente definirse como; una situación ambigua, en la que la voluntad del Padre y su mandamiento presentan un aspecto paradójico. El objeto concreto es lo de menos; lo importante es que el "tentador" aprovecha aquella situación ambigua y aquel mandato paradójico para hacer sentir al hombre una anomalía en el plan de Dios, y así incitarle a la desconfianza y, en último término, a la insubordinación y rebeldía contra Dios, como ocurrió en la primera prueba del Paraíso. Gen 3, 1 5.

Esta ambigüedad y anomalía semejante presenta la "misión" encomendada a Jesús por el Padre. Nada tan grandioso como la obra de implantar el Reino de Dios entre los hombres; pero nada también tan aparentemente tan absurdo e incoherente como elegir para ello la humillación el sufrimiento y la derrota: éste es el escándalo de la debilidad y locura de la cruz, 1 Cor 1, 21 23. Humanamente hablando, es más lógico y razonable un mesianismo con gloria y poder. Y ciertamente la misión del Siervo de Yahvé, humanamente hablando, está abocada al fracaso, en medio de una situación compleja y totalmente obscura. Y sin embargo, ese era el plan de Dios, salvar al Género Humano, instaurando el Reino de Dios en el corazón de los hombres por medio del fracaso, la humillación, el servicio fraterno y culminando en el sacrificio cruento de la cruz. Este plan ciertamente nunca lo sospechó Satanás, es más, ni podía sospecharlo, porque este plan es sabiduría de Dios y no vanagloria de los hombres. Por todo ello ¿por qué iban a ser necesarias la hostilidad de las autoridades judías, la indiferencia y frialdad del pueblo, la incomprensión de sus discípulos? ¿Por qué tendrá que morir en la cruz como un maldito y blasfemo de Dios? De todo esto es lo que Satanás le propone que huya: que use de su poder mesiánico para centrarse en sí mismo, que demuestre su autoridad y poder de Hijo de Dios, que ponga su confianza en los medios de la sabiduría y fortaleza humanas, organizando el plan de su vida y de su obra salvífica en conformidad con los "criterios" humanos (en este caso diabólicos) y sobre todo, con independencia de Dios.

En resumen: lo que Satanás propone es que Jesús no admita nada de fracaso, humillación, muerte ni cruz. Y justo, ése era el plan de Dios. Si hay que tomar en serio las tentaciones de Jesús hemos de ver en ellas cómo a Jesús se le abren dos caminos: el de la gloria y el triunfo humano y el de la humillación, dolor y fracaso de la cruz. La elección es dolorosa; pero Jesús, "en vez del gozo, eligió la cruz, sin tomar en cuenta la ignominia", Hebr 12, 2. Precisamente porque es Hijo de Dios, confía totalmente en su Padre, (primera tentación), sin pedirle pruebas de su amor (segunda tentación), tomando por única norma de su vida la reverencia y la sujeción amorosa a Dios su Padre (tercera tentación).

En las tentaciones de Jesús tenemos un modelo real y consolador de cómo responder a la tentación. El, que: "fue tentado en todo como en nosotros, pero sin pecado", Hebr 4, 15, es modelo de respuesta decisiva y ejemplar de tener puesta la confianza en su Padre, en reverenciar el plan de salvación que su Padre le había confiado y que se traducía en un servicio incondicionado hasta llegar a la totalidad del sacrificio de la cruz, en favor nuestro. El, nos dió ejemplo con su vida de haber obrado conforme al deseo de su Padre, Jn 8, 29, y dice: "Padre, he llevado a cabo la obra que me encomendaste", Jn 17, 4. En la cruz dirá claramente: "todo se ha llevado a cabo", Jn 19, 30. Y el móvil de su vida fue la total sujeción a la voluntad de su Padre: "amo al Padre, y obro conforme al mandamiento de mi Padre", Jn 14, 31. El dinamismo de la vida de Jesús en su relación con el Padre es el siguiente. El Padre y el Hijo viven en el amor mutuo, y este amor es una amorosa obediencia; obediencia que le lleva a realizar las obras del Padre en actitud de servicio hasta llegar al sacrificio cruento de la cruz, éste es  el plan de redención querido por el Padre.

Esta obediencia amorosa se traduce en una actitud de total servicio: "no he venido a ser servido, sino a servir y a dar mi vida por todos", Mt 20, 28. La vida de Jesús, es una vida de amor, obediencia y servicio que culmina con el sacrificio de la cruz, y como premio a su obediencia y entrega Cristo es resucitado y glorificado para siempre. Este era el plan del Padre, esta fue la vida de Cristo, así se realizó la redención del Género Humano. S. Pablo lo expondrá:  "así como por la desobediencia de un solo hombre (Adán),todos fueron constituídos pecadores, así también por la obediencia de uno solo (Cristo)todos serán constituídos justos", Rom 5, 19.



Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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