Tratado de Mariología - 5° Parte: María Madre de Dios

P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA




Al haber expuesto en las publicaciones anteriores  la doctrina bíblica sobre María tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, hemos dado cima al proyecto que señala el Concilio Vaticano II: que la Mariología primera y principalmente debe tener un fundamento bíblico. Por ellos podemos pasar ahora al estudio de la figura de María vivida en la fe de la Iglesia. Ello nos ocupará los capítulos siguientes. Los rasgos principales y fundamentales de esa figura se concretizan en los cuatro dogmas marianos. Como dogmas de fe sobre María suelen enumerarse en el siguiente orden: La maternidad divina de María; su virginidad perpetua; su inmaculada concepción; y la asunción en cuerpo y alma a los cielos.



2.1. LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA


El dogma de Maternidad divina es el dogma principal y significa que la acción generativa de María tiene, como término, la Persona divina del Verbo. El término de la generación humana es siempre una persona; no habiendo en Cristo más persona que la Persona divina del Verbo, se sigue que María es Madre de Dios, no es madre de una persona humana, ya que Cristo no es persona humana sino Persona divina que asume una naturaleza humana en el seno virginal de María. Esto lo explicamos en la Cristología Fundamental al hablar del misterio de la Encarnación. Y explicábamos este misterio de la Encarnación por medio de la gracia de "unión hipostática".

La fe de la Iglesia en la maternidad divina de María está expresada de un modo equivalente, aunque bien claro, ya desde los comienzos del Siglo II, en San Ignacio de Antioquía; más tarde en San Justino, San Ireneo de Lyon y los grandes autores del Siglo III. En cuanto al título mismo de "Madre de Dios", es muy probable que lo usara Hipólito de Roma y Orígenes. De todas formas, debía de ser un título normal en la Iglesia de Alejandría antes del Siglo IV, a juzgar por la antiquísima oración Ya en el Siglo IV era habitual llamar a María, Madre de Dios ="Theotokos".qeoz = Dios; tokoz = parir. Título que había pasado a las fórmulas de plegaria litúrgica: "Bajo tu misericordia nos refugiamos, ¡Oh Madre de Dios!; no desprecies nuestras súplicas en la necesidad, sino líbranos del peligro, sola pura, sola bendita" conservada en un papiro (Papyrus, nº 470, Library Manchester), anterior al Concilio de Efeso, año 431, d.d. Xto, en el que tuvo la solemne proclamación de la maternidad divina de María en el que se definió contra Nestorio la unicidad de Persona divina en Cristo. Por consiguiente si María es madre de Cristo y Cristo es verdadero Dios, María es madre de Dios.



2.2. LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA Y LA SAGRADA ESCRITURA


a. Según Gal 4,4 nos dice: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer". La fórmula teológica "envió Dios a su Hijo" alude a la preexistencia del Hijo que es enviado al mundo por el Padre; la fórmula considera, por tanto, al Hijo en su existencia divina. Ese Dios - Hijo es el término de la acción generativa de la mujer "nacido de mujer".

b. En Rom 9, 5 se dice: "de los cuales (los israelitas), procede) Cristo según la carne, que es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos". Si, como casi todos los autores católicos sostienen, hay que referir esta afirmación a Cristo; el texto afirma: Cristo, que es Dios, procede de los israelitas según la carne; con otras palabras: el mismo Cristo, que es Dios, es engendrado según la carne, de los israelitas, lo que históricamente es decir de María; Cristo - Dios es engendrado de María

c. En Lc 1 35: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, lo que nacerá será llamado santo, Hijo de Dios". No hay la menor duda de que el Verbo será llamado Hijo de Dios. Y cuando anuncia que el Espíritu Santo vendrá sobre ti alude a la fuerza divina que va a realizar la concepción milagrosa, y también alude a que el seno de María se va a convertir en tabernáculo de Dios por la presencia misma del mismo Dios, de la que el signo de nube que cubre, por eso lo que nacerá de María será el Hijo de Dios en sentido estricto.

d.- San Juan nos dice en su prólogo del Evangelio, Jn 1,14 que: "El Verbo se hizo carne y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo Único". No nombra a la virgen María, pero dados los otros datos revelados de Lucas y de S. Pablo se sabe que fue María la que concibió en su seno al Verbo, este se hizo hombre y puso su Morada entre nosotros. Y en Jn 3, 16-17, dice: "Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él".



2.3. DOCTRINA DE LA TRADICIÓN. LA CRISIS DEL NESTORIANISMO


Nestorio enseña: El Hijo de la Virgen María es distinto del Hijo de Dios, admitiendo que así como en Cristo hay dos naturalezas, hay que admitir que existen en El dos personas. Estas dos personas están vinculadas entre sí por una simple unión accidental o moral. Las propiedades divinas: creación, eternidad, se enuncian del Logos divino. No es posible dar a María el titulo de Madre de Dios.
         
Herejía de Nestorio del S. V, concerniente a la relación entre la divinidad y la humanidad en Jesucristo. Nestorio en vez de atribuir a la única persona del Verbo hecho carne las dos naturalezas, la divina y la humana, y por  lo tanto las  propiedades y las acciones de una y otra,  afirmaba que Cristo estaba constituido por dos personas, una persona divina, el Logos, y una persona humana, Jesús.

Nestorio, era un monje cristiano nacido en Siria, que bajo la apariencia de hombre modesto y mortificado, ocultaba una gran ambición. Fueran cuales fueren sus virtudes y limitaciones humanas en el año 428 accede es nombrado Patriarca de la sede de Constantinopla, la "nueva Roma", sede en prestigio detrás de Roma y delante de Alejandría. Influido por los escritos de Teodoro de Mopsuestia había extraído de fuentes dudosas una doctrina errónea acerca del misterio de la Encarnación.  

El 23 de diciembre de ese año predicaba en su presencia, en la catedral de Santa Sofía, el famoso orador (y posteriormente Patriarca) Proclo. Hacia el final de su discurso litúrgico después de citar a Ez 44, 1 y s.s.:"Esta puerta permanecerá cerrada; no se abrirá y nadie ha de penetrar por ella, porque Yahvé, Dios de Israel, por ella entró, y cerrada ha de permanecer", y Proclo concluía: "he aquí una presentación elocuente de la Santa Madre de Dios, María". (Proclo de Constantinopla, Oratio I, nº 9.
    
El Patriarca Nestorio consideró errónea e intolerable esta frase. Por ello, apenas concluyó Proclo su sermón subió Nestorio mismo al púlpito para rechazar enérgica y públicamente el título de "Madre de Dios" a la Virgen María; y comenzó a explicar su propia concepción del misterio de la Encarnación. Sus ideas se pueden resumir en estos términos: María sólo ha engendrado el templo; es decir, la naturaleza humana en que Dios habitó; pero Dios, el Verbo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que habitó en ese templo, no había podido ser engendrada por María. En otras palabras, Dios, que existe desde la eternidad, anteriormente a la acción generativa de María, no puede haber sido engendrado por ella, no puede deberle la existencia, ser su Hijo. Por eso, se puede llamar a María: Madre de Cristo, pero no Madre de Dios = "Theotokos".

Ante las palabras de Nestorio en contra de Proclo se produjo un gran estupor en el pueblo creyente que estaba acostumbrado a dar el título a María de Madre de Dios. Incluso se oyeron voces contestatarias dentro de la catedral de Santa Sofía. Un seglar, que era un conocido abogado de Constantinopla, llamado Eusebio, gritó de un modo fuertemente perceptible: "El Verbo eterno por segunda vez nació en el cuerpo y de la Virgen María". Eusebio publicó un manifiesto contra Nestorio, comparándolo con el hereje Pablo de Samosata y condenado por la Iglesia siglo y medio antes, (Concilio de Nicea, Denz, nº 138). El rechazo popular era completo contra Nestorio, y se traducía en el hecho de que incluso en los templos comenzaron a quedar vacíos en cuanto que se los consideraba en conexión y dependencia del Patriarca Nestorio. Los fieles acuñaron una de esas frases que terminan repitiéndose por todas partes: "Tenemos al Emperador, pero no tenemos al Obispo".
         
La doctrina de nestorianismo, procede de la escuela de teología de Alejandría que habían concebido la distinción de las dos naturalezas en Cristo como distinción de dos personas, y Nestorio quiere mantener a toda costa la distinción y perfec­ción de las dos naturalezas de Cristo en dos personas.  Su doctrina es la siguiente:
         
a. "El hijo de la Virgen María es distinto del Hijo de Dios. Análogamente a como hay dos naturalezas en Cristo, es menester admitir también que existen en El dos sujetos o personas distintas".
         
b. Estas dos personas están vinculadas entre sí por una simple unidad accidental o moral.  El hombre Cristo no es Dios, sino portador de Dios. "Por la encarnación el Logos divino no se ha hecho propiamente hombre sino que ha pasado a morar en el hombre Jesucristo de manera parecida a como Dios habita en los justos". Nestorio mismo nos dice: "Es recto y conforme a la tradición evangélica confesar que el cuerpo es el templo de la divinidad del Hijo; templo unido por una divina y suprema unión, de modo que la naturaleza de la divinidad se apropia lo que pertenece a este templo.  Por tanto esta unión no es necesaria, sino voluntaria".
         
c. "Las propiedades humanas de Jesús (nacimiento, pasión y muerte) sólo se pueden predicar del hombre‑Cristo. Las propiedades divinas (creación, omnipotencia etc) únicamente se pueden enunciar del Logos-­Dios". Negaba así la comunicación de idiomas.
         
d.‑ En consecuencia, no es posible dar a María el titulo de Madre de Dios, que se le venía concediendo.  Ella sólo merece ser madre del hombre Jesús, o Madre de Cristo pero no puede ser llamada Madre de Dios (Theotokos).  Habría que llamarle Madre de Cristo (Cristotokos).
         
En resumen: Nestorio, enseña que en Cristo hay dos naturalezas, la divina y la humana y por lo tanto son dos personas. Estas dos personas están vinculadas entre sí por una simple unión accidental o moral. Las propiedades divinas: creación, eternidad, etc, se predican solamente del Verbo divino; las propiedades de la naturaleza humana, nacimiento, pasión y muerte, del hombre Jesús. La Virgen María no es madre del Verbo divino, por lo tanto no es "Theotokos", sino madre del hombre Jesús y se le debe llamar Cristotokos.
        
- Concilio de Efeso, (431). Afirma: "La naturaleza divina y la naturaleza humana se hallan en Cristo unidas hipostáticamente, es decir, en unidad de Persona", (de fe). Denz 113 y 124, 250. 253.
         
Nestorio halló su más resuelto adversario en S. Cirilo, Obispo de Alejandría. El dogma fue definido en el Concilio Ecuménico de Efeso, que reconoció oficialmente, en su primera sesión, la segunda carta dirigida por S. Cirilo a Nestorio como fórmula ortodoxa del dogma de la Iglesia sobre la Encarnación del Verbo divino en el seno de la Virgen María. S. Cirilo había presentado al Concilio una tercera carta que contiene sus doce "anatematismos" contra Nestorio. Fue ciertamente leída ante el Concilio, pero sin duda no fue oficialmente aprobada. Cierto número de sus fórmulas son aún imprecisas y no pueden ser consideradas como definiciones infalibles, sin embargo, en más de una ocasión, estos anatematis­mos fueron reconocidos como expresión de la verdadera doctrina católica. Los anatematismos se pueden reducir de la manera siguiente:
         
a. En el hombre‑Dios no hay más que una persona: El Verbo encarnado
         
b. Las dos naturalezas están unidas, no moral o accidentalmente sino físicamente y substancialmente en la Persona del Verbo. Por lo que la fórmula: "Una sola naturaleza del Verbo encarnado", significa que tal sujeto posee la naturaleza divina y la humana.
         
c. Rechaza el apolinarismo y atribuye a Cristo un alma humana verdadera: racional, inteligente y libre.
         
d. Antes como después de la unión hay una distinción perfecta de los dos principios de acción en la unidad de una misma Persona. De aquí se sigue que a este único sujeto hay que atribuir las acciones que proceden tanto de la humanidad como de la divinidad. Es el Verbo de Dios el que se encarnó y por lo tanto el que nació, sufrió, oró y murió por nosotros.
         
e. Dado que la filiación cae sobre la persona y no sobre la humanidad o la divinidad, Jesús debe ser llamado Hijo de Dios por naturaleza,
         
f. La Santísima Virgen María es Madre de Dios porque dio a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho hombre.
         
- El Concilio de Efeso (III Concilio Universal o Ecuménico), (431): Confirmó los doce anatematismos de S. Cirilo de Alejandría, pero sin definirlos formal­mente. Denz 113‑124. Más tarde fueron reconocidos por los papas y los concilios como expresión de la genuina doctrina de la Iglesia. He aquí, condensados, sus puntos principales:
         
a. Cristo con su propia carne es un ser único, es decir, una sola Persona. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre al mismo tiempo.
         
b. El Logos‑Dios está unido a la carne (naturaleza humana) con una unión intrínseca, física o sustancial. Cristo no es portador de Dios, sino Dios verdaderamente.
         
c. Las propiedades humanas y divinas de que nos hablan las Sagradas Escrituras y los Santos Padres no deben repartirse entre dos personas o hipóstasis (el hombre Cristo y el Logos Dios), sino que deben de referirse al único Cristo, el Logos encarnado. El Logos divino fue quien padeció "en la carne" y fue crucificado, muerto y resucitado.
         
d. La Santísima Virgen María es Madre de Dios (Theotokos) porque parió según la carne al Logos‑Dios encarnado. (El Concilio de Calcedonia, 451), definió que las dos naturalezas de Cristo se unen "en una sola persona y una sola hipóstasis".
         
El Concilio de Efeso definió: "La unión del Verbo divino con la naturaleza humana de Cristo no se realizó fundiéndose las dos naturalezas en una sola, sino que, después de la unión, las dos naturalezas   (la divina y la humana) permanecieron perfectamente íntegras, inconfusas, sin cambio sin división y sin separación, en la unidad de la Persona divina del Verbo". Denz 148
         
Es imposible entender el verdadero alcance del dogma católico si no se tienen es cuenta estas nociones elementales. La fe nos enseña que en Cristo hay dos naturalezas perfectamente distintas, la divina y la humana: es verdadero Dios y verdadero hombre. Pero no hay en El más que una sola Persona, uno solo yo, a saber: la Persona divina del Verbo, el yo divino del Hijo de Dios.



2.4. MARÍA EN EL ORDEN DE LA SALVACIÓN. MARÍA ES COLABORADORA EN LA OBRA DE LA REDENCIÓN


Ya el Apóstol Pablo escribiendo a los Corintios les decía: "ya que somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios", 1 Cor, 3,9. Es evidente que esta colaboración en la obra de la redención no es causa principal por parte del Apóstol Pablo sino participación instrumental de la única redención realizada por Cristo.

En el caso de la Virgen María la colaboración o cooperación a la obra de la redención se manifiesta de una manera importante y ser excepcional:

a.  En su aceptación en Madre del Redentor, con todo lo que esto lleva consigo, fe, obediencia, y fidelidad.

b. Por la compasión y sufrimientos que compartió con su Hijo Jesucristo al pie de la cruz, participando de los méritos del sacrificio expiatorio de su hijo.

Los dos aspectos son necesarios y esenciales; pero el que constituye la base y fundamento de la corredención mariana es su maternidad divina sobre Cristo Redentor y su maternidad espiritual sobre nosotros según la voluntad de su Hijo cristo en a cruz.

Anteriormente se le denominaba a la Virgen María "Corredentora" de la obra de la redención. El Concilio Vaticano II, evitó la palabra "corredentora" -que podía herir los oídos de los hermanos separados- expuso de manera clara e inequívoca la doctrina de la corredención tal como la entiende la Iglesia Católica: He aquí algunos textos dela Constitución dogmática sobre la Iglesia "Lumen gentium" especialmente significativos.

"Es verdadera madre de los miembros (de Cristo) ... por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza" (nº 53)

"Así María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús y abrazando la voluntad salvífica de Dios, con generoso corazón y sin el impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo bajo El y con El, por la gracia de Dios omnipotente, al misterio de la Redención. Con razón, pues, los Santos Padres consideran a María, no como un mero instrumento pasivo en las manos de Dios, sino como cooperadora a la salvación de los hombres por la libre fe y obediencia. Porque ella, como dice San Ireneo, "obedeciendo fue causa de su salvación propia y de la de todo el género humano". Por eso no pocos Padres antiguos en su predicación, gustosamente afirman con él: "El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María: lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe"; y comparándola con Eva, llaman a María "Madre de los vivientes", y afirman con mucha frecuencia: "la muerte vino por Eva, por María la vida". (nº 56).

"Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte". (nº 57)

"Mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cfr. Jn., 19, 25), sufrió profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de Madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima, que ella misma había engendrado y finalmente, fue dada como Madre al discípulo por el mismo Cristo Jesús moribundo en la Cruz, con estas palabras: "Mujer, he ahí a tu hijo!" (cfr. Jn., 19, 26-27).

Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular a la obra del Salvador, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia, (nº 61).

Por lo tanto la razón última y el fundamento más profundo de la colaboración en la obra de la salvación hay que buscarlo en la maternidad divina de María, íntimamente asociada por voluntad de Dios a la obra salvadora de Cristo.



2.5. MARÍA MEDIADORA Y DISPENSADORA UNIVERSAL DE LAS GRACIAS


Dada la vinculación esencial de la mediación de María a la mediación de Cristo, sin la cual la mediación de María no tiene sentido, hay que aclarar que la mediación de Cristo es universal, primera y principal , es decir, entre Dios y los hombres no hay más que un único mediador Jesucristo, 1 Tim 2, 5, y la mediación de María es universal y secundaria por vía de participación por las razones anteriormente citadas en  el apartado de la maternidad espiritual.

La Virgen María en cuanto "dispensadora" universal de las gracias es una consecuencia lógica de su cooperación en la obra de la redención, y de su maternidad espiritual sobre todos los redimidos. Según las enseñanzas de la mayoría de los teólogos, siguiendo las directrices de la magisterio ordinario de la Iglesia, la Virgen María coopera dependientemente de Cristo en la distribución de todas y cada una de las gracias que Dios concede a todos y cada uno de los hombres (cristianos o paganos), de suerte que se la puede llamar con toda propiedad y exactitud "dispensadora universal" de todas las gracias que Dios concede a la humanidad entera.

Así en Lumen gentium, el Concilio Vaticano II enseña:

"Y esta maternidad de María perdura si cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la Cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez asunta a los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.

La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado, lo experimenta continuamente y lo recomienda al amor de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador, (nº 62).



2.6. LA CONEXIÓN ENTRE LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA Y SU MATERNIDAD ESPIRITUAL CON RESPECTO A LOS FIELES
         

Vimos al principio del tratado cómo la Virgen María es Madre y tipo de la Iglesia, es decir, de todos los fieles creyentes.  

2.6.1. María, como Virgen y Madre, tipo de Iglesia

La Bienaventurada Virgen, por el don y el oficio de la maternidad divina, con que está unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida también íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es tipo de la Iglesia, como ya enseñaba San Ambrosio; a saber: en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Porque en el misterio de la Iglesia, que con razón también es llamada madre y virgen, la Bienaventurada Virgen María la precedió, mostrando en forma eminente y singular el modelo de la virgen y de la madre; pues creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, por obra del Espíritu Santo, como una nueva Eva, prestando fe sin sombra de duda, no a la antigua serpiente, sino al mensaje de Dios. Dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó como primogénito entre muchos hermanos (Rom., 8, 29); a saber: los fieles, a cuya generación y educación coopera con materno amor.

2.6.2. Fecundidad de la Virgen y de la Iglesia

Ahora bien: la Iglesia, contemplando su arcana santidad e imitando su caridad, y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, también ella es madre, por la palabra de Dios fielmente recibida; en efecto, por la predicación y el bautismo engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y también ella es virgen que custodia pura e íntegramente la fidelidad prometida al Esposo e imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo, conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera caridad.

2.6.3. Virtudes de María que han de ser imitadas por la Iglesia

Mientras que la Iglesia en la Beatísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga, (cfr. Ef., 5, 27), los fieles, en cambio, aún se esfuerzan en crecer en la santidad venciendo el pecado: y por eso levantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda la comunidad de los elegidos como modelo de virtudes. La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre ella y contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de veneración entra más profundamente en el altísimo misterio de la Encarnación y se asemeja más y más a su Esposo. Porque María, que habiendo participado íntimamente en la historia de la Salvación, en cierta manera une en sí y refleja las más grandes verdades de la fe, al ser predicada y honrada, atrae a los creyentes hacia su Hijo, hacia su sacrificio y hacia el amor del Padre. La Iglesia, a su vez, buscando la gloria de Cristo, se hace más semejante a su excelso Modelo, progresando continuamente en la fe, la esperanza y la caridad, buscando y siguiendo en todas las cosas la divina voluntad. Por lo cual, también en su obra apostólica con razón la Iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen precisamente, para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres.

Finalmente, en el discurso de clausura de la 3ª etapa del Concilio Vat. II, el papa Paulo VI proclamó a María "Madre de la Iglesia", y dice: "La divina maternidad es el fundamento de su especial relación de (María) con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la encarnación en sus seno virginal se constituyó en cabeza d su Cuerpo místico, que es la Iglesia. María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de los fieles y de los pastores; es decir, de la Iglesia".

Porque fue y es Madre de Cristo, el Dios hecho hombre, María es nuestra Madre. Se comprende por ello que ya en la más antigua oración mariana, evocada más arriba, los cristianos, cuando acudían con confianza filial a María, la invocaran como la Madre de Dios; en ese título se encuentra el fundamento de su maternidad  con respecto a nosotros y de nuestra filiación con respecto a ella. Con las palabras de esta plegaria venerable en su forma actual, que es la forma romana del antifonario de Compiègne (Siglos IX-X) podemos cerrar este capítulo: "Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches nuestras súplicas en las necesidades, sino líbranos de todos los peligros siempre, Virgen gloriosa y bendita".


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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.

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