Historia de la Devoción al Corazón de Jesús en el Perú - 13° Parte: Progresos de la Devoción - María Ignacia

+P. Rubén Vargas Ugarte S.J.


4. PROGRESOS DE LA DEVOCIÓN

4.3. MARÍA IGNACIA DEL SACRAMENTO

Esta humilde religiosa floreció entre nosotros y fue amada discípula del Corazón Divino. Fue una de esas almas ocultas y sencillas que Dios escoge para sí y a las cuales hace depositarias de sus dones. Había nacido en Huancavelica y en el Bautismo le pusieron por nombre Ignacia, que era el de su padre. En la religión tomó el de María Ignacia del Sacramento. Sus padres perdieron su fortuna, de modo que no pudieron dar a su hija instrucción alguna, de modo que cuando ésta vino a Lima, joven todavía, para ingresar en el Monasterio de la Encarnación, no sabía leer ni escribir y así por esta razón como por su humildad entró de Hermana Lega (1)

Se distinguió desde un principio por sus virtudes y el Señor que la había llamado a aquel retiro comenzó a favorecerla con gracias extraordinarias, aunque ella instaba siempre porque no la condujese  por aquel camino. Durante 18 años tuvo por Director espiritual al P. Gabriel de Orduña de la Compañía de Jesús, el cual elaboró su recomendación y como quien conocía a fondo el espíritu de Ignacia, nos dejó escrito algo de lo mucho que de ellas podía decirse. Después de una vida de oración y sufrimiento pasó a la eterna el 18 de setiembre de 1735.

Dice su confesor que aun cuando Ignacia estaba en el mundo, vivía en él como si no estuviera en el mundo, pues su vida era más en Cristo que en sí misma y tan escondida y retirada estaba del mundo que aún viviendo en la religión parece que en ella no vivía Ignacia, pues pasaba los años escondida en su mampara. En el costado de Cristo había buscado su nido y allí había hecho su morada. El mismo Señor la convidó a entrar por aquella abertura de su pecho hasta su Corazón. En cierta ocasión, después de muchos trabajos y sequedades, se quejó al Señor y Éste se le mostró en visión intelectual muy hermoso y amable y con grande amor le dijo: “Hija, ven a mi costado, entra en él que allí te quiero tener”. Ella entonces encogida y deshecha en lágrimas le pidió que le enseñase a saber amarle y que le diera las virtudes y adornos necesarios para poder entrar allí y de aquí le provino el que quedase su alma ansiosa de padecer y de que todos amasen a Cristo.

Muy devota del Santísimo Sacramento, cuando no podía recibir el cuerpo de Cristo comulgaba espiritualmente y muchas veces mereció sentir sensiblemente la presencia del Señor en su pecho. La materia de su oración fue casi siempre la Pasión de Cristo y en la contemplación de estas escenas pasaba largas horas, compadeciendo a su divino Maestro y haciendo suyos sus dolores. Recorría todas sus llagas y lo ordinario era terminar en la del Costado, en donde descansaba y se unía al Corazón del Salvador. Muy extraordinarios favores recibía entonces del cielo, algunos de los cuales comunicó a su confesor, haciéndolo por obediencia, pues de otra manera no lo dijera a persona alguna.
Aún cuando en toda su vida no había ofendido a Dios, porque desde que tenía siete u ocho años de edad, el Señor comenzó a atraerla a sí y a favorecerla, con todo, ella se abrazó con la mortificación por imitar a Cristo y desagraviarlo por las ofensas que recibía de los pecadores. Dios la probó además con dolores y enfermedades y ella aceptó estas cruces y se gozaba de poder padecer algo por su amor. El resplandor de sus virtudes apenas transcendió los límites de su monasterio y a no haber dejado memoria de ellas su confesor, habría pasado inadvertida para el mundo, pero en realidad Ignacia fue una de las vírgenes predilectas del Corazón de Jesús.


1. En Huancavelica tuvo por Director Espiritual a otro Padre de la Compañía, el P. Jerónimo Tello, el cual encaminó sus pasos a la Religión.


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