Adoración Eucarística para la Santificación de los Sacerdotes y la maternidad espiritual - Berthe Petit

1870 - 1943


Berthe Petit es una gran mística belga, un alma de expiación poco conocida. Jesús le indicó claramente el sacerdote por el cual ella debía renunciar a sus proyectos personales y también se lo hizo encontrar.


El "Precio" por un sacerdote santo

Desde cuando era una joven de quince años, Berthe durante cada Santa Misa rezaba por el celebrante: “Jesús mío, haz que Tu sacerdote no te dé aflicciones!”. Cuando tenía diecisiete años, sus padres perdieron todo su patrimonio por una fianza; el 8 de diciembre de 1888, su director espiritual dijo a Berthe que su vocación no era el monasterio, sino permanecer en casa y cuidar a sus padres. De mala gana la joven aceptó el sacrificio; pero le pidió a la Virgen ser mediadora para que, en el lugar de su vocación religiosa, Jesús llamara un sacerdote diligente y santo. “¡Usted será atendida!”, le confirmó el padre espiritual. 

Lo que ella no podía prever, ocurrió 16 días después: un joven jurista de 22 años, el Dr. Louis Decorsant, estaba rezando delante de una estatua de la Madre Dolorosa. Al improviso e inesperadamente, él tuvo la certeza que su vocación no era la de casarse con la joven que amaba y ejercer la profesión de escribano. Comprendió claramente que Dios lo llamaba al sacerdocio. Esta llamada fue tan clara e insistente que él no titubeó ni siquiera por un instante en  dejar todo. Después de los estudios en Roma, donde había completado su doctorado, fue ordenado sacerdote en 1893. Berthe tenía entonces 22 años. 

En el mismo año, el joven sacerdote de 27 años celebró la Santa Misa de medianoche en un suburbio de París. Este hecho tiene su importancia porque a la misma hora Berthe, participando en la Santa Misa de medianoche en otra parroquia, prometió solemnemente al Señor: “Jesús, quisiera ser un holocausto para los sacerdotes, para todos los sacerdotes, pero en particular para el sacerdote de mi vida”
 
Cuando fue expuesto el Santísimo, la joven vio al improviso una gran cruz con Jesús y a sus pies María y Juan. Ella escuchó las siguientes palabras: “Tu sacrificio fue aceptado, tu súplica atendida. He aquí  tu sacerdote.... Un día lo conocerás”. Berthe vio que los rasgos del rostro de Juan habían asumido aquellos de un sacerdote para ella desconocido. Se trataba del reverendo Decorsant, pero ella lo encontró solamente en 1908, es decir quince años después, y reconoció su rostro. 


El encuentro querido por Dios

Berthe estaba en Lourdes en peregrinaje. Allí la Virgen le confirmó: “Verás al sacerdote que has pedido a Dios hace veinte años. Sucederá dentro de poco”. Ella se encontraba con una amiga en la estación de Austerlitz, en París, en un tren que se dirigía a Lourdes, cuando un sacerdote subió a su compartimiento para ocupar un lugar para una enferma. Era el reverendo Decorsant. Sus rasgos eran aquellos que Berthe había visto en el rostro de San Juan quince años antes, por lo tanto era aquella persona por la cual ya había ofrecido tantas oraciones y sufrimientos físicos. Después de intercambiar algunas palabras de cortesía, el sacerdote descendió del tren. Exactamente un mes más tarde, el mismo reverendo Decorsant fue en peregrinaje a Lourdes para confiarle a la Virgen su futuro sacerdotal. Cargado con los equipajes, encontró nuevamente a Berthe y a su amiga. Reconociendo a las dos mujeres, las invitó a la Santa Misa. Mientras Padre Decorsant elevaba la hostia, Jesús dijo a Berthe en su interior: “Éste es el sacerdote por el cual acepté tu sacrificio”. Después de la liturgia, ella supo que ‘el sacerdote de su vida’, como lo habría llamado sucesivamente, estaba alojado en su misma pensión.



Una tarea en común

Berthe reveló al Padre Decorsant su vida espiritual y su misión para la consagración al Corazón Inmaculado y Doloroso de María. Él, por su parte, comprendió que esta alma preciosa le había sido confiada por Dios. Aceptó un lugar en Bélgica y se convirtió para Berthe Petit en un santo director espiritual y en un apoyo incansable para la realización de su misión. Como era un excelente teólogo fue el intermediario ideal con la jerarquía eclesiástica de Roma. Durante 24 años, es decir hasta la muerte, acompañó a Berthe, quien, como alma de expiación, a menudo estaba enferma y sufría particularmente por los sacerdotes que habían dejado su vocación.



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Tomado de Congregatio Pro Clericis
www.clerus.org

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