Autobiografía de San Ignacio - Capítulo IX

Texto recogido por el P. Luis Gonçalves da Camara entre 1553 y 1555


Capítulo IX

87. Y hecho esto, montó en un caballo pequeño que los compañeros habían comprado, y se fue solo hacia su tierra. En el camino se encontró mucho mejor. Y llegando a la Provincia dejó el camino común y tomó el del monte, que era más solitario; por el cual caminando un poco, encontró dos hombres armados que venían a su encuentro (y tiene aquel camino alguna mala fama por los asesinos), los cuales, después de haberle adelantado un poco, volvieron atrás, siguiéndole con mucha prisa, y tuvo un poco de miedo. Con todo, habló con ellos, y supo que eran criados de su hermano, el cual los mandaba para buscarle.
Porque, según parece, de Bayona de Francia, donde el peregrino fue reconocido, había tenido noticia de su venida; y así ellos anduvieron delante, y el siguió por el mismo camino.
Y un poco antes de llegar a la tierra, encontró a los susodichos que le salían al encuentro, los cuales le hicieron muchas instancias para conducirlo a casa del hermano, pero no le pudieron forzar. Así se fue al hospital, y después, a hora conveniente, fue a buscar limosna en el pueblo.

88. Y en este hospital comenzó a hablar con muchos que fueron a visitarle de las cosas de Dios, por cuya gracia se hizo mucho fruto. Tan pronto como llegó, determinó enseñar la doctrina cristiana cada día a los niños; pero su hermano se opuso mucho a ello, asegurando que nadie acudiría. El respondió que le bastaría con uno. Pero después que comenzó a hacerlo, iban continuamente muchos a oírle, y aun su mismo hermano. Además de la doctrina cristiana, predicaba también los domingos y fiestas, con utilidad y provecho de las almas, que de muchas millas venían a oirle. Se esforzó también por suprimir algunos abusos, y con la ayuda de Dios se puso orden en alguno, verbi gratia: en el juego, hizo que con ejecución se prohibiese, persuadiéndolo al que tenía el cargo de la justicia. Había también allá un abuso,y era éste: en aquel país las muchachas van siempre con la cabeza descubierta, y no se cubren hasta que se casan, pero hay muchas que se hacen concubinas de sacerdotes y otros hombres y les guardan fidelidad, como si fuesen sus mujeres. Y esto es tan común, que las concubinas no tienen ninguna vergüenza en decir que se han cubierto la cabeza por alguno,y por tales son conocidas.

89. Del cual uso nace mucho mal. El peregrino persuadió al gobernador que hiciese una ley, según la cual todas aquellas que se cubriesen la cabeza por alguno, no siendo sus mujeres, fuesen castigadas por la justicia; y de este modo empezó a quitarse este abuso. Hizo que se diese orden para que a los pobres se les socorriese publica y ordinariamente, y que se tocase tres veces el " Ave María", esto es, por la mañana, al mediodía y a la tarde, para que el pueblo hiciese oración, como en Roma. Mas, aunque al principio se encontraba bien, después se enfermó gravemente. Y después que se curó, decidió partirse para despachar los asuntos que le habían confiado sus compañeros, y partirse sin dinero; de lo cual se enojó mucho su hermano, avergonzándose de que quisiese ir a pie. Y por la tarde el peregrino quiso condescender en esto de ir hasta el fin de la Provincia a caballo con su hermano y con sus parientes.

90. Pero, cuando hubo salido de la Provincia, dejó el caballo, sin tomar nada, y se fue en dirección de Pamplona, y de allí a Amazán, pueblo del P. Laínez, y después a Sigüenza y Toledo, y de Toledo a Valencia. Y en todas estas tierras de los compañeros no quiso tomar nada, aun cuando le hiciesen grandes ofrecimientos con mucha insistencia. En Valencia habló con Castro, que era monje cartujo;y queriéndose embarcar para venir a Génova, los devotos de Valencia le rogaron que no lo hiciese, porque decían que estaba en el mar Barbarroja con muchas galeras, etc. Y por muchas cosas que le dijeron, suficientes para ponerle miedo, con todo, nada bastó para hacerle dudar.

91. Y embarcando en una nave grande, pasó la tempestad de la cual se ha hecho mención más arriba, cuando se dijo que estuvo tres veces a punto de muerte. Llegado a Génova, emprendió el camino hacia Bolonia, y en él sufrió mucho, máxime una vez que perdió el camino y empezó a andar junto a un río, el cual estaba abajo y el camino en alto, y este camino, cuanto más andaba, se iba haciendo más estrecho; y llegó a estrecharse tanto, que no podía seguir adelante, ni volver atrás, de modo que empezó a andar a gatas, y así caminó un gran trecho con gran miedo, porque cada vez que se movía creía que caía en el río. Y esta fue la más grande fatiga y penalidad corporal que jamás tuvo; pero al fin salió del apuro. Y queriendo entrar en Bolonia teniendo que atravesar un puentecillo de madera, cayó abajo del puente; y así, levantándose cargado de barro y de agua, hizo reír a muchos que se hallaron presentes. Y entrando en Bolonia, empezó a pedir limosna, y no encontró ni siquiera un cuatrín, aunque la recorrió toda. Estuvo en Bolonia algún tiempo enfermo; después se fue a Venecia siempre de la misma manera.

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III


Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo X

Capítulo XI

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