Homilía: Natividad de Jesucristo


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Un Niño nos ha nacido 

(Is 9,6)

P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.†

Lecturas: Is 52,7-10; S. 97; Hb 1,1-6; Jn 1,1-18 

Este texto es el comienzo del evangelio de San Juan. Juan fue hermano del también apóstol Santiago y el más joven de los apóstoles. Vivía en Cafarnaúm con sus padres y hermanos. Su primera aparición en el evangelio es con Juan el Bautista como discípulo suyo. Se ve que era un israelita piadoso y que esperaba y tenía ansias de la venida del Mesías. Cuando apareció Juan Bautista en el desierto, allí al sur de Palestina, fue a escucharle, probablemente se bautizó e incluso se quedó y fue aceptado como discípulo de Juan Bautista. Aparece en compañía de Andrés, el hermano de Simón Pedro. Su primer encuentro personal con Cristo lo tiene en compañía de Andrés. Estando con él y con Juan Bautista pasa Jesús dos días seguidos por delante. El Bautista suelta aquella frase enigmática: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos se levantaron y se pusieron a caminar detrás de Jesús. Jesús les invitó y le siguieron. Ya no se separarán de él. Fue el último de los apóstoles en morir. Los cristianos le llamaban “el viejo”, “el presbítero” como se dice en griego. Al final de sus días escribe su evangelio con la intención de demostrar que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, que lo confesó Él claramente y lo demostró con muchos milagros, que su muerte y resurrección eran necesarias para el perdón de nuestros pecados y que los que creen en Él alcanzan el perdón de sus pecados y participan de su vida siendo hechos hijos de Dios. Es de los cuatro el evangelio más pobre por sus recursos literarios. Sin embargo es el que impacta con más fuerza a las almas que entran en profundidad en el misterio de Jesús. Su autor se considera el privilegiado entre los privilegiados. Estuvo presente en las manifestaciones cumbres de Jesús, se recostó en su pecho en la cena, recibió el testamento al pie de la cruz que le entregaba la Madre.

Empieza el Evangelio de modo solemne. Nos remite al comienzo mismo de la Biblia, de toda la palabra revelada: “En el principio ya existía la Palabra”. La Palabra se refiere a Jesús, es Jesús, del que va a tratar el entero evangelio, y esto sin ninguna duda. Es el anunciado por Juan, es Jesucristo, que se presentó como la Verdad más de una vez y, sobre todo, en la hora de su muerte (v. Jn 14,6; 18,37)

“Dijo Dios... Y así fue” (Gn 1,6). Sólo con su palabra, de la nada Dios lo creó todo.

Y por cierto la teoría evolucionista no es dificultad. Porque el evolucionismo parte de que “algo” evoluciona y que además evoluciona de una manera bien precisa, determinada, constante, compleja y sumamente ordenada, lo cual exige la existencia de un ser distinto superior inteligente, que todo lo dirija, y necesariamente anterior para ponerlo en marcha con esa perfección, regularidad, finalidad e inteligencia. Porque el universo mismo no demuestra signo alguno de poseer en sí mismo capacidad intelectual ni libertad de decisión alguna. Y esto la ciencia lo confirma porque jamás las supone ni cuenta con ellas y la experiencia no le ofrece la menor duda.

Pues bien entonces, “en el principio” de todo, antes de que nada existiera, “ya existía la Palabra”, esa palabra que es Jesús, “y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios”. Afirmación clarísima de que ese Jesús, del que va a tratar el evangelio, tiene naturaleza divina, es Dios.

Así comienza Juan su evangelio y concluirá diciendo que ha escrito “para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre” (20,31). Desde el principio al fin quiere afianzarnos en esta verdad: que Jesús es el Hijo de Dios que existía desde el principio y se hizo hombre.

Existe desde siempre, es Dios y como tal ha creado todo. “Por medio de la Palabra se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho”.

Pero el hombre con el pecado había perdido unos dones divinos que Dios le regaló desde el principio: la fe para verle en todo y la caridad para amarle y gozarle en todo. Lo perdió con el pecado de Adán y Eva. Pero en Jesús, “en la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres”. Y precisamente para eso se hizo hombre y vino al mundo: para alumbrar a todo hombre y para que todos tengan vida.

Esta es la tragedia de la humanidad: están a oscuras y no quieren recibir la luz, están muertos y se cierran a vivir. Han sido creados por Él, necesitan la luz y la vida, y sin embargo se niegan a recibir la luz y la vida. Esta es la tragedia de tantos hombres de todos los tiempos: “La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron”.

“Pero a cuantos lo recibieron los hizo hijos de Dios, por la fe en Él”. Ahí estamos nosotros por la misericordia del Señor. Porque hemos creído y seguimos creyendo, nos ha hecho en el bautismo hijos de Dios, somos iluminados por su luz y recibimos su amor, que nos infunde su Espíritu y nos hace participar de su vida. Porque “éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”.

“Y la Palabra se hizo carne”, hombre como cualquiera de nosotros, padeciendo nuestras limitaciones y nuestros sufrimientos hasta la muerte en cruz, no tuvo cuna sino un pesebre de animales para recostarse, no tuvo casa sino una cueva donde nacer; pero Él “acampó entre nosotros”, permaneció más de treinta años con nosotros curando enfermos, resucitando muertos, enseñando el camino de Dios y la salvación a los ignorantes, fortaleciendo nuestra debilidad, porque hemos podido saber y contemplar “su gloria, gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

Porque “a Dios nadie lo ha visto jamás. Pero el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Pues “la gracia y la verdad nos vinieron por medio de Jesucristo y de su plenitud todos hemos recibido y seguiremos recibiendo gracia tras gracia”.



Voz de audio: Guillermo Eduardo Mendoza Hernández.
Legión de María - Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a Guillermo por su colaboración.

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P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita
Director fundador del blog




 

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