Ámalo y Defiéndelo
El 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación – Encarnación del Señor Jesús en el vientre purísimo de María Virgen, se celebra en nuestro país el Día del Niño por Nacer, ocasión para volver nuestra mirada a aquellos pequeños integrantes de la familia peruana que viven en el seno materno.
Los padres experimentan el milagro de la vida en sí mismos y la ciencia los ayuda a verificar que lo que se realiza en ellos y a través de ellos es algo extraordinario. Hoy no sólo vemos al Niño por Nacer en imágenes tridimensionales que lo muestran gesticulando, bostezando y moviéndose cuando tiene pocas semanas de edad, sino que conoceremos más de él desde el momento en que se cuerpo humano está constituido por una sola célula, cuando apenas llega a las 24 horas de vida y la madre ignora todavía que ya lo lleva en su vientre.
Mayor es nuestra maravilla cuando aprendemos a ver al Niño por Nacer con los ojos de Dios. Es que “la vida es siempre un don inestimable; cada vez que surge, percibimos la potencia de la acción creadora de Dios, que se fía del hombre y, de este modo, lo llama a construir el futuro con la fuerza de la esperanza”, y ello no puede sino suscitar en nuestros corazones el amor hacia ese niño que – independientemente las circunstancias de su concepción – espera nacer, así como el deseo de defenderlo y protegerlo de las amenazas que en nuestro país – maquilladas de “justicia social” o con el disfraz de “derechos sexuales y reproductivos” – quieren destruirlo.
El Papa nos ha enseñado que la alegría cristiana la alcanzamos cuando descubrimos que en nuestras vidas “Dios está cerca”, y la cercanía de Dios no es una cuestión de tiempo o de espacio, sino una cuestión de amor, porque el amor acerca. Un Niño por Nacer será siempre una expresión del amor de Dios, una manifestación fresca, vital y auténtica de que Dios está presente “cerca” en nuestras vidas, y por ello hemos de alegrarnos con el pequeño ser humano oculto a nuestros ojos en el seno materno.
Antes de verlo nacido, Santa María aprendió a contemplar a su Hijo cuando siendo todavía un Niño por Nacer estaba oculto a sus ojos, y desde el primer momento que lo tuvo en su seno lo amó y lo defendió de amenazas reales. Que Ella, mujer fiel a sí misma, amante de la vida, nos obtenga a todos, pero en especial a la mujer peruana, las gracias necesarias para amar y defender a todo Niño por Nacer.
Los padres experimentan el milagro de la vida en sí mismos y la ciencia los ayuda a verificar que lo que se realiza en ellos y a través de ellos es algo extraordinario. Hoy no sólo vemos al Niño por Nacer en imágenes tridimensionales que lo muestran gesticulando, bostezando y moviéndose cuando tiene pocas semanas de edad, sino que conoceremos más de él desde el momento en que se cuerpo humano está constituido por una sola célula, cuando apenas llega a las 24 horas de vida y la madre ignora todavía que ya lo lleva en su vientre.
Mayor es nuestra maravilla cuando aprendemos a ver al Niño por Nacer con los ojos de Dios. Es que “la vida es siempre un don inestimable; cada vez que surge, percibimos la potencia de la acción creadora de Dios, que se fía del hombre y, de este modo, lo llama a construir el futuro con la fuerza de la esperanza”, y ello no puede sino suscitar en nuestros corazones el amor hacia ese niño que – independientemente las circunstancias de su concepción – espera nacer, así como el deseo de defenderlo y protegerlo de las amenazas que en nuestro país – maquilladas de “justicia social” o con el disfraz de “derechos sexuales y reproductivos” – quieren destruirlo.
El Papa nos ha enseñado que la alegría cristiana la alcanzamos cuando descubrimos que en nuestras vidas “Dios está cerca”, y la cercanía de Dios no es una cuestión de tiempo o de espacio, sino una cuestión de amor, porque el amor acerca. Un Niño por Nacer será siempre una expresión del amor de Dios, una manifestación fresca, vital y auténtica de que Dios está presente “cerca” en nuestras vidas, y por ello hemos de alegrarnos con el pequeño ser humano oculto a nuestros ojos en el seno materno.
Antes de verlo nacido, Santa María aprendió a contemplar a su Hijo cuando siendo todavía un Niño por Nacer estaba oculto a sus ojos, y desde el primer momento que lo tuvo en su seno lo amó y lo defendió de amenazas reales. Que Ella, mujer fiel a sí misma, amante de la vida, nos obtenga a todos, pero en especial a la mujer peruana, las gracias necesarias para amar y defender a todo Niño por Nacer.
Comisión Episcopal de Familia, Infancia y Vida
Conferencia Episcopal Peruana
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