P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita
La escritura posee en sí misma un sentido de permanencia. Cuando ella entraña el designio y voluntad del Dios verdadero acerca de los hombres, entonces es una escritura sagrada. A lo largo de los siglos los escribas del pueblo de Israel han ido redactando una serie de escritos que tocan al misterio de Dios como Señor de su propio pueblo. Esta colección recibe el nombre de “sagradas escrituras” y es considerada como inspirada.
Asimismo, las primeras generaciones de cristianos nos han legado otra serie de escritos que hacen referencia a Jesucristo. Esto no significó menosprecio alguno por los escritos del A.T. Al contrario, en los libros del N.T. se manifiesta un evidente empeño en subrayar que en Jesucristo se da la plenitud anhelada en las Escrituras: “Estudiáis apasionadamente las Escrituras, pensando encontrar en ellas la vida eterna; pues bien, también las Escrituras hablan de mí; y a pesar de ello, vosotros no queréis aceptarme para tener vida eterna” (Jn 5,39-40).
Las escrituras del N.T. tratan de recordarnos quién es Jesucristo y qué es lo que pretende, porque él es en definitiva el alfa y omega, el principio y fin de toda escritura santa: “Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin; al que tenga sed, yo le daré del manantial del agua de la vida” (Ap 21,6).
Agradecemos al P. Fernando Martínez SJ por su colaboración.
No comments:
Post a Comment