Teología fundamental. 24. El Credo. El misterio de la encarnación



 P. Ignacio Garro, jesuita †


5. EL CREDO

Continuación

5.6. EL MISTERIO DE LA ENCARNACION: CRISTO ES PERFECTO DIOS Y PERFECTO HOMBRE 

5.6.1. Enunciación del Misterio 

El misterio de la Encarnación nos enseña que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, o sea el Hijo, se encarnó y se hizo hombre en las purísimas entrañas de la Virgen María. 

Encarnar significa hacerse carne, esto es, hacerse hombre. Cuando decimos que el Hijo de Dios se encarnó, queremos expresar que se hizo hombre, tomando un cuerpo y un alma como los nuestros.

Cristo es pues, Dios y hombre verdadero. Hay en El dos naturalezas, la divina y la humana, cuya unión forma una sola persona que es la divina. 

5.6.2. Errores. Defensa de los Concilios de Nicea, Efeso y Calcedonia 

Hay tres clases de errores sobre este misterio: unos niegan en Cristo la naturaleza divina; otros la naturaleza humana; y otros, en fin, yerran sobre el modo como se unieron ambas naturalezas. 

lo. De los que niegan a Cristo su naturaleza divina el principal es Arrio (S.IV). Niega que Jesucristo sea Dios. Afirma que es una criatura perfectísima ; pero no admite que sea de una misma Naturaleza o Substancia con el Padre. Fue solemnemente condenado por el Concilio de Nicea (a. 325), el cual definió que el Hijo es consubstancial al Padre. 

Muchos protestantes de nuestros días niegan también la divinidad de Cristo (Bultmann, Bonhoffer, etc.). 

2o. Niegan la naturaleza humana los gnósticos y algunos otros herejes: rechazaban que Cristo fuera verdadero hombre; y admitían que su cuerpo no era real sino ficticio, y de apariencia como un fantasma. 

3o. Los que yerran sobre el modo de unirse las dos naturalezas en una persona: 

a) Nestorio (S.V) enseñó que en Cristo había dos personas, una para cada naturaleza. Y, como consecuencia, que María Santísima no podía llamarse Madre de Dios (teotokós), porque no era madre sino de la persona humana (antropotokós). Fue condenado por el Concilio de Efeso (a. 43l). 

b) Eutiques profesó el error opuesto, a saber, que en Cristo no había sino una sola naturaleza, porque la naturaleza humana había sido absorbida por la divina, como el océano absorbe una gota de agua. Esta herejía conocida como monofisismo fue condenada por el Concilio de Calcedonia (a. 451). 

Otros herejes enseñaron que aunque en Cristo había dos naturalezas, sin embargo, no tenía sino una sola voluntad (monotelismo). 

No es lícito separse de las nociones para exponer el misterio de la encarnación. En concreto las nociones de "naturaleza" y "persona" indican realmente quién es Jesucristo. Por eso "son claramente opuestas a esta fe las opiniones (. . .) según las cuales no sería revelado y conocido que el Hijo de Dios subsiste desde la eternidad, en el misterio de Dios, distinto del Padre y del Espíritu Santo- e igualmente las opiniones según las cuales debería abandonar la noción de la única persona de Jesucristo, nacida antes de todos la naturaleza humana y, finalmente la afirmación según la cual la humanidad de Jesucristo existiría. no como asumida con la persona eterna del Hijo de Dios, sino, más bien, en sí tiría, no como asumida con la persona eterna del Hijo de Dios, sino, más bien, en sí misma como persona humana y, en consecuencia, el misterio de Jesucristo consistiría en el hecho de que Dios, al revelarse, estaría de un modo sumo presente en la persona humana de Jesús". S.C. para la doctrina de la Fe, Decl. 21-11-1972 (para defender la fe contra algunos errores actuales acerca de los misterios de la Encarnación y de la Santísima Trinidad), AAS 64 (1972), pp. 237 núm. 3.


5.7. LA UNION HIPOSTATICA

Académicamente se define la “Gracia de la Unión Hipostática”, como “aquella gracia de unión substancial por la que la Persona divina del Verbo asume la naturaleza humana en unidad de Persona”. Por tanto hay una sola Persona (el Verbo divino) y dos naturalezas, la divina (que procede de la Persona del Verbo) y la  naturaleza humana (que procede del misterio de la Encarnación y lo recibe del cuerpo inmaculado de la Santísima Virgen María).


5.7.1. En Cristo hay dos naturalezas 

En Jesucristo hay dos naturalezas: una divina, porque es Dios; y otra humana, porque es hombre. 


a) Su naturaleza divina 

Jesucristo es Dios desde toda la eternidad, puesto que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y es hombre desde la Encarnación, es decir, desde que unió a su Persona la naturaleza humana, en el seno virginal de María Santísima. 

En el primer capítulo de su Evangelio, nos enseña San Juan esta doble verdad: (y nos dice que): "En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios"; y que "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn. 1, 1; 1, 8).

Puesto que en Jesucristo hay dos naturalezas, habrá que decir que aquello que pertenece a la naturaleza en Jesucristo será doble: hay en El, pues, dos entendimientos, uno que corresponde a la Naturaleza divina y otro a la humana. Por la misma razón hay también en El dos voluntades. 

Respecto a su Naturaleza divina basta decir que tenía todas las perfecciones propias de la divinidad: hablemos de su naturaleza humana.


b) Su naturaleza humana 

En la naturaleza humana de Cristo, podemos distinguir dos elementos: el cuerpo y el alma. 

1o. El cuerpo de Cristo es: a) real: "Palpad, decía a sus apóstoles después de su resurrección, y considerad que un espíritu no tiene carne ni huesos como vosotros veis que yo tengo" (Lc. 24, 39). b) Delicado y perfectísimo, aunque sujeto al dolor, a las necesidades y a la muerte, porque venía a expiar nuestros pecados. 

2o. El alma de Cristo es, como la nuestra, un espíritu creado por Dios para animar su cuerpo. Es, si, infinitamente más perfecta, ya en sus facultades naturales, ya en sus dones sobrenaturales. 

b. 1 Facultades naturales 

Digamos algo de sus facultades naturales; entendimiento y voluntad. 

lo. Su entendimiento estaba dotado de excelentes conocimientos. ""En él, nos dice San Pablo, estaban encerrados todos los tesoros de ,la sabiduría y ciencia de Dios" (Col. 2, 3) 

El entendimiento humano de Jesús estuvo dotado de tres clases de ciencias: la infusa, esto es, infundida directamente por Dios sin necesidad de imágenes ni raciocinios; la beatífica, o contemplación de la divina esencia; y la adquirida por medio de los sentidos y la razón. Las dos primeras le venían a causa de su unión con el Verbo; la tercera la adquirió con el paso del tiempo, en primer lugar de San José que le enseñó su oficio, de su Madre Santísima, del conocimiento sensible, de las enseñanzas de la Escritura y de los maestros de Israel.

2o. La voluntad humana de Cristo era perfectísima, dotada de eminente poder y santidad, y de perfecta libertad. "Soy dueño de dar mi vida y dueño de recobrarla", decía el Salvador (Jn. 10, 18). 

Tenía la voluntad de Cristo dos eximias perfecciones, de que carece la nuestra: la impecabilidad (no podía pecar, ni sentía inclinación al mal); y la integridad (en él no había concupiscencia, sino que el apetito estaba perfectamente sometido a la razón, puesto que en Cristo no existía el pecado original, ni aquellas de sus consecuencias que envuelven imperfección moral). Había también en Cristo perfecto acuerdo entre su voluntad humana y la divina.

En su voluntad humana se daba principalmente un amor tiernísimo para con sus padres; y de amor, misericordia y mansedumbre con los hombres. 

"Mi comida es hacer la Voluntad del que me ha enviado ". "Venid a mí todos los que estáis agobiados por el sufrimiento, que yo os aliviaré". "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón" (Jn. 4, 34 - Mt. 11, 28, 29). 

En Cristo hubo pasiones; y así leemos en la escritura que amó con predilección a San Juan, lloró ante la tumba de Lázaro, y se llenó de angustia, tedio y tristeza al pensamiento de su pasión. Sus pasiones, sin embargo, se diferenciaban de las nuestras en que nunca tendieron a un fin malo, y siempre obedecían la dirección rectísima de su voluntad.

b.2 Dones sobrenaturales y preternaturales 

Cristo estuvo adornado con la plenitud de la gracia, virtudes y dones del Espíritu Santo; y no podía ser de otra manera dada su unión íntima y personal con la divinidad. 

"Hemos visto su gloria, lleno de gracia y de verdad. De su plenitud todos hemos recibido" (Jn. 1, 14, 16). 

Respecto a los dones preternaturales ya hemos indicado que tuvo la ciencia y la integridad; más no la inmunidad ni la inmortalidad, pues quiso expiar nuestros pecados sometiéndose al sufrimiento y a la muerte.


5.7.2. En Cristo no hay sino una persona: la Divina 

Las dos naturalezas de Cristo están unidas en una sola persona, que es la divina, a quien llamamos Jesucristo. 

El Verbo divino no se unió a una persona humana, sino a una naturaleza humana; y así la persona divina hace las veces de persona no sólo para la Naturaleza divina, sino también para la naturaleza humana, a la cual se unió. 

Nuevamente aquí se encuentra nuestra inteligencia frente a un misterio. Podemos comprobar que en esta unión no hay contradicción, pero no podemos comprender a fondo cómo se hace. Creemos sí con absoluta firmeza en él, porque Dios nos lo reveló en forma que nos brinda plena certidumbre.

Así como dijimos que en Jesucristo todo lo que se refiere a la naturaleza es doble -dos inteligencias, dos voluntades-, todo lo que se refiere a la persona será único: y así, no adoro en El dos seres, sino uno solo, no actúan dos individuos sino uno solo, etc. 


5.7.3. La unión hipostática: Noción 

La unión de las dos naturalezas en Cristo se llama hipostática o persona, porque ambas están unidas en una sola Persona: la del Verbo. 

Hipóstasis es el sustantivo griego que corresponde al sustantivo castellano persona, e hipostático el adjetivo que corresponde al adjetivo personal.

Las dos naturalezas de Cristo se mantienen íntimamente unidas, pero sin confundirse; como el cuerpo y el alma en el hombre están en íntima unión, pero sin confundirse el uno con la otra. 

La unión de las dos naturalezas en Cristo es perpetua. El Verbo tomó la naturaleza humana para siempre. Por eso en la Eucaristía y en el cielo su divinidad permanece unida a su cuerpo y a su alma. 


5.7.4. Algunas consecuencias de la Unión Hipostática

Esta unión tiene consecuencias importantes: a) todos los actos de Cristo tienen valor infinito; b) su humanidad; c) hay comunicación merece adoración de propiedades entre las dos naturalezas.

a) Valor infinito de sus actos 

La persona, en general, tiene la propiedad de ser centro de atribución de todos los actos del individuo; de modo que todo lo que él haga se atribuye a su persona. 

Por ejemplo, no se dice: mi garganta canta, mi voz habla, mi cerebro siente; sino, yo canto, yo hablo, yo siento; atribuyendo al mismo "yo" todas mis acciones.

Lo mismo pasa en Cristo. Todas sus acciones, así las de su Naturaleza divina como las de la humana, se refieren a su persona. 

Así decimos que Cristo creó el mundo (obra propia de Dios), y que padeció (obra propia del hombre). 

De esta doctrina se saca la consecuencia importantísíma que todas las acciones de Cristo, aun las propias de su naturaleza humana tienen valor infinito por atribuirse a la persona divina del Verbo. 

Esta doctrina nos permite también ilustrar la Redención: 

En efecto, si hubiera en Cristo dos personas, una divina y otra humana, la Redención no hubiera podido verificarse; pues la persona divina no hubiera podido padecer ni morir; y la persona humana hubiera podido padecer y morir, pero sus acciones no tendrían valor infinito, por no proceder de una persona divina. 

Por el contrario, en la doctrina católica se ilustra la Redención; porque Cristo padece en cuanto hombre, esto es , en su naturaleza humana; pero sus padecimientos tienen valor infinito por la unión personal entre la naturaleza humana y la Persona divina. 

"En efecto, amó Dios tanto al mundo, que le dio a su unigénito Hijo. Así como en el hombre-Adán este vínculo quedó roto, así en el hombre-Cristo ha quedado unido de nuevo" (Juan Pablo II, Enc. Redemptor Hominis, 4-11-1979, Núm. 8), (cfr. Puebla, n. 400).

b) Su Humanidad merece adoración 

La Humanidad de Cristo merece ser adorada a causa de su unión personal con el Verbo divino. De modo que el culto que se rinde a su Humanidad se rinde al Hijo de Dios. 

Por eso la Iglesia permite que al Corazón de Jesús y a sus sagradas llagas, se dé culto directo de latría o adoración, Igualmente permite que a la santa Cruz, a los clavos de la pasión, a la sábana santa, etc. se dé culto indirecto de latría, por la relación íntima que guardan con la naturaleza humana de Cristo.

c) Comunicación de propiedades 

La comunicación de propiedades consiste en que puede atribuirse a Cristo Dios lo que es propio de la naturaleza humana; y a Cristo hombre lo que es propio de la naturaleza divina. Así se puede decir que Dios murió y resucitó; o que un hombre es inmortal y omnipotente. 

Debe mantenerse el cuidado de emplear términos concretos, y no abstractos. Así se dices que Dios es hombre, murió, etc., pero sería gravísimo error decir que la divinidad es la humanidad, o que la divinidad murió. 

La razón es porque no todo lo que puede aplicarse a la persona de Cristo, puede aplicarse a la divinidad en general. 

Esta comunicación de propiedades la llaman los teólogos comunicación de idiomas, porque idioma quiere decir en griego propiedad; viene del adjetivo, idios, que significa propio, particular.


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Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, S.J. quien nos brindó toda su colaboración. Seguiremos publicando los materiales que nos compartió para dicho fin.
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