P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
10. LOS SABIOS Y LA SABIDURÍA EN ISRAEL
10.1. VISIÓN GENERAL
La búsqueda de la "sabiduría" es común a todas las culturas del antiguo Oriente. Piénsese en la abundante literatura sapiencial que nos han llegado de las culturas de Egipto, Babilonia y Asiria. Esta sabiduría tiene un objetivo práctico: se trata de que el hombre se conduzca en su vida diaria con prudencia y habilidad y así prosperar felizmente. Los semitas empleaban el término de "sabiduría" para expresar habilidad y destreza en algún oficio manual o pericia para cualquier cosa práctica de la vida diaria. Pero donde era aplicado este término con toda su fuerza era en el que ejercían los llamados "sabios", que son los hombres prudentes y experimentados que en forma de dicho, sentencias, o "proverbios", dan consejos de vida y orientan en el camino de la vida y del bien vivir, es decir, vivir con paz y felicidad.
Estos proverbios populares son fórmulas breves y agudas que traducen la lección del buen sentido práctico de la vida, sacada de la observación de la naturaleza en general y de la experiencia en particular. Toda esta secular experiencia recogida, organizada y transmitida en el dicho, en la sentencia docta , es fruto de la reflexión y constituye el genero sapiencial, la sabiduría oriental.
10.2. LA "SABIDURÍA" EN ISRAEL
En lo referente a la historia del movimiento "sapiencial" en Israel, lo podemos resumir de la siguiente manera. Según la Biblia, este Movimiento comenzó con el rey Salomón, 1 Rey 5, 9-14, en la que se nos dice que Salomón creo, 3.000 sentencias y compuso 1005 cánticos. Esta tradición es muy digna de tenerse en cuenta por los vínculos de este rey con la corte faraónica, sobre la cual él modeló la suya, importando de ella escribas y funcionarios.
Luego durante dos siglos se acalla la "sabiduría hasta el reino de Ezequías", 727-697, en cuya corte un grupo de letrados recoge los proverbios del pasado, Prov 25, 1. Se pone en relación el trabajo de estos letrados con el nacimiento de la casta de los sabios, destinada a obrar como tercera fuerza de Israel. En los tiempos anteriores al exilio de Babilonia, 587, hay alusiones a los conflictos que surgieron entre los "profetas" y los "sabios". Isaías pone en ridículo la sabiduría de los ministros de Ezequías y del faraón, Is 5, 21 y Jeremías ridiculiza más todavía a los sabios, Jer 8, 18, s.s. Es el primer conflicto entre razón, (sabiduría) y fe (profecía). La "sabiduría" como cálculo humano que no descansa en la fe, Is 30, 15, "que hace proyectos sin Yahvé y entra en alianzas sin espíritu", Jer 30, 1, contradecía la teología de los profetas, desconocedora de los compromisos meramente humanos. No es que los profetas atacaran a la sabiduría en cuanto tal, de la que ellos mismos a veces se servían sino que su ataque iba dirigido contra los ciegos traficantes que envilecían la política y la religión convirtiéndolas en un negocio. Así permaneció la situación hasta el exilio. La profecía tenla más fuerza que la mera sabiduría.
En el tiempo posterior al exilio, 538, la sabiduría se va abriendo camino en el quehacer diario de la vida judía. Este avance se explica por la crisis mental y existencias que pasó el pueblo a consecuencia del desastre nacional. Ya no había profetas como en los tiempos anteriores, los sabios buscan el sentido de la vida en la sabiduría verdadera y guiados por el espíritu de retorno a Yahvé, intentaron hallar la sabiduría en la revelación de Dios a Israel a lo cual había exhortado ya el Deuteronomio 4, 5. Esto bastó para que se les concediera nuevamente el derecho de ciudadanía.
10.3. LA EDUCACIÓN SAPIENCIAL DE ISRAEL
Los escritos con que los sabios inspirados plasmaron a Israel se distribuyen a lo largo de cinco siglos antes de la era cristiana, marcando diversas etapas de la pedagogía divina. Los temas que tratan son esquemática y cronol6gicamente los siguientes: Proverbios y más tarde, Eclesiástico: la orientación de la vida. Job: el problema del dolor y de la desgracia humana. Eclesiastés, la vanidad de las cosas. Sabiduría : la inmortalidad y la vida.
10.4. PROVERBIOS
El primer libro sapiencial, dado a la publicidad sobre el año 500 a.d.Cristo, es el de los Proverbios. Este libro es una antología sapiencial en que un autor anónimo, tras el oportuno prefacio Prov 1 - 9, publica el material elaborado en la época de la monarquía, consistente en dos colecciones de proverbios atribuidos al rey Salomón, 10 - 20; 25 - 29. Entre estas dos partes se insertan aquellos: "dichos de los sabios", 22, 17-24, 34. Y como epílogo, el conocido poema alfabético en alabanza de la prudente y virtuosa ama de casa, 31, 10-31.
El libro de los Proverbios es el más típico de la literatura sapiencial, es el que más se asemeja a las colecciones de máximas egipcias y mesopotámicas. La misma sabiduría que en él se enseña es, en el fondo, la sabiduría internacional, con la cual los escribas y otros funcionarios se formaban en las cualidades humanas que se requieren para imponerse en la vida y triunfar, así como para el comportamiento necesario en orden al buen gobierno de la sociedad. Es el manual del hombre bueno, noble, el ideal de un hombre que aconseja en la corte al rey.
En efecto, el agudo análisis conducido bajo el signo de la práctica y del sentido común, fundado en la experiencia, propone todo un arte de vivir, que el necio vicioso e ignorante despreciará para su propio mal y perdición, mas el sabio virtuoso e inteligente lo atesorará para su bien y su felicidad. Esto es válido hoy día y para el hombre de hoy.
De ahí el interés actual por los Proverbios como documento de costumbres y de vida. Pero su valor está sobre todo en la orientación que imprimen a la vida, anclándola en el temor de Dios, es decir en la religión, pues el temor a Yahvé es el principio de la sabiduría, tema principal que atraviesa todo el libro Prov 14, 2; 15, 16; 22, 4; 24, 21, y conduce al corazón mismo de la antigua Alianza, Ex 20, 20. Pues si bien el humanismo sapiencial no expone sistemáticamente la religión, sin embargo, la supone siempre. Del capítulo 10 al 31, Dios es nombrado no menos de 50 veces; explica cómo Dios que todo lo ve, 15, 3, lo gobierna, 16, 4 y puede, 19,21; cuya presencia envuelve y conserva a las criaturas, cuya mirada las penetra y conoce, 16,2; es el Dios que ejercita la justicia y vela por los derechos del pobre y de la viuda, 11, 1, como el Dios dispensador de todo bien 10, 22-27. Es por lo tanto esencial conocer lo que le agrada y lo que El aborrece. De ahí el motivo tantas veces repetido para apartar del mal: "Desagrada a Dios, Dios lo aborrece", 11, 1-20. Esta sabiduría aparece en los cruces de los caninos, en las plazas públicas, en las puertas de la ciudad, llamando a gritos a las almas sencillas y pecadoras, 1, 20-33. Otras veces se presenta como una matrona hospitalaria, que convida a todos los hombres a su morada suntuosa, 9, 1-16. Finalmente, ella recita su propio elogio, 8, 1-21, gloriándose de su propia intimidad con Dios, que la engendró desde el principio y la tomó como colaboradora de su creación, 8, 22-31.
10.5. EL ECLESIASTÉS. (QOHELET)
No sabemos quién es el autor de este libro tan interesante. Ciertamente no es Salomón Qoh 1, 12, pues fue escrito entre los Siglos III y II a. d. Cristo, a un tal "Qohelet", un sabio "que enseñó al pueblo el saber", Qoh 12, 9. Y a ello alude el nombre académico que lleva: "Qohelet", que significa: = "orador en la asambleas".
Este libro es inquieto y estimulante, contradictorio, ambiguo, tradicionalista y progresista, irreverente y a la vez piadoso. Espiritualmente es semejante a Job, pero con otra perspectiva. Job demuestra que la felicidad no es un aguinaldo del justo en este mundo. Qohelet va más allá. El justo no sólo es feliz, sino que no puede siquiera serlo, ya que nada es capaz de satisfacerlo. Todos conocemos el estribillo constantemente repetido en el libro: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad", Qoh 1, 2. En él se reproduce la impresión general de insatisfacción que da todo el libro. Esta insatisfacción brota de la monotonía de la naturaleza, prisionera de un retorno cíclico, de un flujo y reflujo de las mismas cosas, Qoh 1, 2-11, de la férrea predestinación del bien y del mal Qoh 7, 13, de la perspectiva de la muerte, Qoh 3, de la inutilidad de los bienes procurados con trabajo Qoh 1, 12, del deseo insaciado, Qoh 6, 1-12, de la incertidumbre del porvenir y del destino, Qoh 3, 9-15, de la virtud no reconocida y del vicio premiado, Qoh 3, 9-15, del desorden de la injusticia en la sociedad, Qoh 3, 16. En todas estas sentencias difícilmente se puede describir con más eficacia la caducidad del hombre y la inseguridad de su existencia.
Con todo el Eclesiastés es positivo, pues enseña la moderación y el equilibrio de las cosas y de las personas. En el flujo y reflujo incesante de la vida, el Qohelet, señala un punto firme: El Creador, que ha creado al hombre para el bien, le concede el uso y goce de las cosas creadas y lo juzgará una vez. Sobre todo, con la certera claridad de su crítica, el Eclesiastés ha destruido todas aquellas ilusiones sobre las cuales el hombre quiere edificar su felicidad, preparando así el terreno para la idea de la gloria eterna. En efecto, ¿no era necesario que el alma hebrea viera la vanidad de todas las alegrías de este mundo? Si nuestra tierra bastara ¿a qué tender hacia un mundo por venir?
10.6. EL ECLESIÁSTICO. (SIRÁCIDA)
Se puede titular este libro algo así como: "Consejos para vivir". Es otro maestro sapiencial completamente distinto del Eclesiastés, por su equilibrio, manera simpática, fidelidad a la tradición y a la ortodoxia, lleva el nombre de : el autor se llama : "Jesús ben Sirá".
Este autor hacia el año 180 a.d.C, recogió en el libro más largo de esta literatura sapiencial el jugo de sus enseñanzas. El libro es eco de la época próspera y tranquila que conoció Israel bajo el gobierno tolerante de los Ptolomeos.
Escrito en hebreo, fue traducido al griego por el nieto mismo del autor, y la versión suplantó el texto original, que se perdió. La "sabiduría" de Jesús ben Sirá es una colección muy variada de sentencias, que puede dividirse en dos partes. La primera, 1-43, es un manual para uso de escolares. La segunda, el elogio de los padres, es un himno de loa a las grandes figuras del pasado. Forma el epílogo una oración de acción de gracias y un poema alfabético sobre la búsqueda de la sabiduría, 51.
En general su estilo no alcanza la perfección de su modelo, la incisiva sencillez de los Proverbios. El autor incorporó a la literatura sapiencial la herencia religiosa de Israel: la historia sagrada, el culto y particularmente la Ley, que Jesús Ben Sirá, identifica con la sabiduría Ecltco 24, 22-27. Por esta reducción algunos lo acusan como si fuera responsable de aquella idolatría de la letra que Jesús echó en cara a ciertos doctores de la Ley de su tiempo. Pero, a decir verdad, Ben Sirá, no tiene de la Ley la concepción jurídica de los fariseos. En él aparece una concepción trascendente que se parece a la de los textos sapienciales del libro de Baruc, y así la Ley es entendida como una manifestación y revelación de la palabra de Dios, manifestación que se produce desde siempre para regular la armonía del mundo y la conducta de los hombres. Finalmente el libro ofrece el mismo horizonte limitado que los Proverbios sobre el problema de la retribución. El Eclesiástico apenas toma en consideración las preocupaciones de Job y del Eclesiastés, Ecltco, 40, 1-11, y repite lleno de optimismo la tesis de la felicidad terrena: en la tierra espera el justo su recompensa e Israel su salvación. Es decir, Ben Sirá, es un hombre sano con una visión optimista de la vida. Expone una teología de la vida dominada por el temor a Yahvé que debe de traducirse en una observancia de sus preceptos, tal como vienen recogidos en la ley mosáica.
El autor se muestra partidario de la buena mesa, consciente de que con el estómago lleno se fraguan mejor hasta los ideales religiosos. Le entusiasma la música, que considera fuente de serenidad, de inspiración y de deleite espiritual. Así es cómo va trazando unas líneas de comportamiento, donde la vivencia religiosa engrane con todos los resortes positivos de la vida y salidos de la mano de Dios.
Tal enfoque ayuda a fraguar una religión con una profunda carga de humanismo. Cierto que la fe yahvista fluye del comportamiento y aceptación de la Alianza, mas la vivencia del pueblo debe mostrarse no solo en los actos cúlticos sino también en el ejercicio de la justicia y la misericordia con el prójimo. Quien consiga ajustarse a los sanos valores Ecltco 4, 20; 6, 17, y evite las sugestiones de la codicia, Ecltco 18, 14; 23, 27, se regirá por el parámetro de la sabiduría Ecltco 24, 1-27, brindando así un servicio inestimable a la comunidad, Ecltco 38, 24,s.s. Tal es el horizonte que Ben Sirá presenta como modélico para cuantos judíos anhelan consolidar su dinámica religiosa a pesar de cuantos problemas le plantea la situación del momento; y con ello afianza el enfoque de la reflexión sapiencial que tanto ayudó a canalizar las inquietudes del judaísmo tardío.
10.7. LIBRO DE LA SABIDURÍA
El último de los libros didácticos el A.T, es el de la Sabiduría, escrito en griego, en la ciudad egipcia de Alejandría entre el año 100 y el 30 a.d.Xto, por un desconocido que asume la personalidad de Salomón.
Lo separan, pues, del Eclesiástico por lo menos 100 años, durante los cuales floreció la literatura escatológica con sus revelaciones sobre la vida del más allá, que explican la principal diferencia entre el último sapiencial y los libros anteriores de este género. El ambiente en que nació esta obra explica también el resto de sus características, comenzando por la misma lengua en que está escrito y la ciudad donde se escribió, Alejandría, cuna del judaísmo helénico, que por eso ha sido llamado "alejandrino", y que produjo toda una literatura en lengua griega, con temática histórica, moral y religiosa, incluyendo la versión griega de los LXX.
La finalidad de estos escritos era la instrucción del judaísmo de dispersión ("diáspora"), pero también el proselitismo y la defensa de la fe judía ante las apostasías y la pérdida de fe. Precisamente a esta literatura pertenece el libro de la Sabiduría, escrita para fortalecer en la fe a los judíos piadosos, humillados por los gentiles y paganos. El libro se divide en tres partes:
A. LA PRIMERA PARTE
El valor de la Sabiduría, Sab 1,1 a 5, 23. Es una larga contraposición entre el justo y el impío, destinado el uno a la vida sin fin, y el otro a la muerte eterna. Esta parte parece que está escrita para una par te de la comunidad judía en la diáspora que atraviesa un momento de crisis a causa de alguna persecución. Ante el peligro de posibles defecciones el autor invita a comprender que sólo una actitud sabia ofrece sólidas garantías. Así pues, los judíos han de adentrarse en el horizonte de la sabiduría que su tradición religiosa les viene presentando como norma suprema de conducta. Ahora bien la sabiduría debe de identificarse con la justicia. Por eso quien obra el mal no la puede poseer, Sab, 4. Es patrimonio exclusivo de quienes se inspiran en la Ley divina. Los impíos quedan abocados, por lo mismo, a una muerte irreversible que pondrá fin a su injusticia y necedad. Aun cuando su aparente prosperidad fascine a los ingenuos, sepan los fieles que su deshonor les degrada, Sab 3, 10; 4, 19, hasta el punto de alejarles por completo de Dios, quien les mantendrá alejados y marginados en la otra vida Sab 4, 20; 5, 23. Por el contrario, los justos serán recompensados en el "más allá", con una vida eterna, Sab 3, 1-9.
B. LA SEGUNDA PARTE
Es un elogio de la Sabiduría fuente de todo bien, Sab 6, 1; 9, 18). Todo individuo debe desear vivamente la sabiduría, Sab 6, 17, pues sólo ella puede encaminarle hacia la felicidad. Para describirla se introduce a Salomón, considerado como el rey sabio por excelencia Sab 6, 22; 8, 21. Se llega a una plena personificación de la sabiduría, presentándola como hálito del poder divino, Sab 7, 25, compañera inseparable de Dios en la creación del mundo, Sab 8, 2, y en su más fiel confidente. Sólo así estará en condiciones de explotar sus valores existenciales, de forma tal que consiga dominar el universo. Hay que esforzarse por con seguir la sabiduría ya que ella conecta al hombre con la divinidad hasta el punto de compartir sus encantos y privilegios.
C. LA TERCERA PARTE
Es un recuerdo de las grandes gestas de la sabiduría y de Dios en la historia del pueblo escogido, Sab 10, 1, 19-22. La sabiduría tiene fuerza para salvar al hombre Sab 9, 18, permitiéndole incluso ejercer un dominio a nivel creacional, Sab 8, 14. Ello se pone en evidencia recorriendo la historia del pueblo elegido, cuyos héroes han compartido el porte de los sabios. Comenzando desde Adán, el autor traza una línea donde la sabiduría siempre salva al justo Sab 10, 4-8. La historia de Israel es como un himno al poder de es sabiduría, que teniendo a Dios por origen, ha ido guiando a los líderes del pueblo, cuyo valor les llevó a la muerte para después participar en el "más allá" una vida plena.
En esta obra aparece la influencia del helenismo en el colorido griego de la lengua, en la forma poética que, no obstante la presencia del paralelismo destaca lo peculiar de la sabiduría judía, podemos decir que la sustancia de los libros es hebraica. El escritor habla, por ejemplo, de alma y cuerpo, de inmortalidad e incorruptibilidad que están lejos del dualismo griego platónico. Su concepto del alma y del hombre coincide con el Génesis; y su inmortalidad no es la que demuestran los filósofos griegos sino la inmortalidad bienaventurada que da al alma la sabiduría, la participación de la eternidad de Dios.
Heredera de toda la tradición sapiencial, señala su avance, sobre todo en dos puntos. El primero, la doctrina sobre la inmortalidad del alma, que halla aquí su primera expresión segura, última respuesta del A.T. al angustioso problema de la retribución de justos e impíos. El problema se resuelve finalmente por la referencia a una vida futura, cuando los hombres recibirán su galardón eterno según sus merecimientos, Sab 3, 1-9. La resurrección de los cuerpos, verdad ya revelada, Dan 12, 1-3, parece estar fuera de la perspectiva del escritor. El segundo punto es la relación sobre la sabiduría personificada, Sab 6-9, especialmente el pasaje de Sab 7, 22-26 culminación del A.T, anticipo de la revelación trinitaria y fundamento de la teología del Espíritu Santo y de la gracia santificante. Así, S. Pablo, nos habla: "de la sabiduría de Dios", en sentido cristológico, 1 Cor 1, 24.
10.8. LIBRO DE JOB
El libro de Job es todo un tratado de cómo la sabiduría presentada optimistamente por el libro de los Proverbios no era tan evidente. El libro de los proverbios dice que el justo si vive practicando la virtud y el bien puede estar seguro que contará con el favor divino, que Dios le garantizará una larga vida y tendrá una gran posteridad, Prov 23-24. Sin embargo, la teoría sapiencial según la cual la virtud y la felicidad, el vicio y la desgracia se condicionan mutuamente, contradice los hechos de la experiencia, la cual no pocas veces muestra lo inexacto de esta equiparación pues es un hecho constatable que hay personas justas que padecen la desgracia y el dolor y al contrario hay personas malas y perversas que tienen bienestar y prosperidad. Este es el tema del libro de Job, en el que un sabio anónimo compuso una narración sapiencial, entre los años 430 - 350 a. d. Cristo, presentando el tema del sufrimiento y el mal que padece el hombre bueno y justo.
El libro de Job se abre y se cierra con la narración de un cuento popular de un hombre bueno y rico, víctima de la mala suerte y la desventura más negra que una persona pueda imaginar. Prueba inexplicable para todo aquel que lee el libro menos para el narrador, que sabe se trata de una prueba permitida por Dios para demostrar a Satanás que un hombre le puede servir desinteresadamente, lo mismo en la felicidad de la riqueza y el bien que en la desgracia y en la adversidad. La demostración tiene éxito, pues Job, atormentado hasta lo inverosímil, permanece como él mismo era: "justo y temeroso de Dios", por lo cual recibe un premio mayor que el anterior, Job 1 - 2; 42, 7-14. Propiamente, con ello estaría resuelto el problema del sufrimiento del justo.
Pero el autor del libro no sabe nada de este final feliz, que por desgracia no es lo normal y, como maestro en el arte dramático, sustituye al Job paciente de la tradición, Ez 14, 14-20, por el hombre que se subleva en su diálogo poético, Job 3, 1, el cual se atreve a pedir cuentas a Dios, interrogándolo sobre la providencia, el dolor, y el pecado. Aquí comienza la verdadera acción. Ante aquel desecho humano, víctima de la desgracia y el dolor, tres amigos de Job, venidos para consolarlo, enuncian insistentemente la fría tesis teológica de que todo el que padece expía sus culpas. La conclusión es obvia. Job padece, luego algo malo habrá hecho, sin embargo, Job, no acepta esta tesis y opone su hecho personal a la tesis. El es inocente y sufre. Entonces, ¿por qué Dios lo trata como enemigo? ¿Dónde está la justicia de Dios? Job intenta salvar la justicia de Dios, lucha por encontrar de nuevo a Dios por quien se siente rechazado. En Job tenemos el modelo de descripción de lo que es la miseria, la soledad, el abandono del hombre; la nostalgia de felicidad, la tortura por no entender la providencia divina, la angustia terrible ante el misterio de Dios.
Pero a pesar de toda la contrariedad, sufrimiento y dolor, Job permanece firme en su fe. Se niega a aceptar su mal y el mal del mundo como argumento contra Dios creador de todo y se refugia en el Misterio de la trascendencia y sabiduría infinita de Dios, ante cuya faz el hombre sólo puede adorar y callar.
Dios, se limita en sus palabras, Job, 38-41, a llamarlo a la sumisión humilde, estremeciéndolo con la descripción de su potencia cósmica. Job se habla referido rectamente Job 42, 7, al misterio de la trascendencia divina. Dios que es tan sabio que gobierna el universo en toda su misteriosa complejidad ¿no sabrá siquiera gobernar el curso de las cosas humanas? Esta invitación a la humildad de la fe descontentará siempre a los entendimientos ansiados de demostraciones lógicas antes de rendirse, pero no así Job que responde al Señor: "Sé que todo lo puedes, y que no se te oculta ningún pensamiento" ¿Quién puede poner tacha en tus consejos con palabras ignorantes?. Indiscreto he hablado de cosas que sobrepasan mi mente... Por eso me retracto y quiero hacer penitencia entre ceniza y polvo", Job 42, 1-6. Así termina la experiencia religiosa de Job, el más alto drama de la conciencia religiosa individual de Israel. La fe de Job en la sabiduría divina será la única respuesta verdadera al angustioso problema del mal.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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