SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
4. MARÍA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
Tras
las discusiones sobre el esquema inicial, el Concilio optó por el método de la
Historia de la salvación. De hecho el Capítulo VIII de la Lumen Gentium se abre
con una alusión explícita al plan salvífico de Dios, que se realiza
históricamente en el misterio de la Encarnación redentora de Cristo y en la
Iglesia como sacramento universal de salvación; María se halla inserta en este
misterio divino de Cristo y de la Iglesia y en el nº 52, dice: "El
benignísimo y sapientísimo Dios, queriendo llevar a término la redención del
mundo: "Pero al llegar la plenitud
de los tiempos, envió a su Hijo nacido de Mujer... para que recibiésemos la
adopción de hijos" (Gal 4, 4-5). "El cual por nosotros, los
hombres, y por nuestra salvación descendió de los cielos, y se encarnó por obra
del Espíritu Santo de María Virgen". Este misterio divino de salvación se
nos revela y continúa en la Iglesia, a la que el Señor constituyó como su
Cuerpo y en ella los fieles, unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos
sus Santos, deben también venerar la memoria "en primer lugar, de la
gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo."
Así, pues, el Concilio sitúa sus
declaraciones sobre la Virgen María en un contexto histórico-salvífico y, con
ello, elimina la posibilidad de un tratamiento autónomo y evita la impresión de
que María sea una pieza suelta y aislada en el concierto de la creación y de la
gracia, impresión que un cierto tipo de mariología, se venía cultivando
últimamente. La inserción orgánica y armónica de María en el conjunto de la
revelación no sólo se opone al aislacionismo mariológico, sino que determina la
función primaria de la persona de la Virgen María, de su acción y de sus dones
y privilegios, pues: su presencia en el proceso de salvación constituye un
servicio a la redención (Nº 56) y contribuye a la glorificación de la Trinidad
(Nº 69).
El enfoque histórico-salvífico aparece
explícitamente en la primera parte del Capítulo VIII, titulada acertadamente:
"Función de la bienaventurada Virgen María en la economía de la
salvación", y preside todo el tratamiento, que describe la presencia de
María en las diversas fases del misterio salvífico:
a. En la antigua alianza: María parece prefigurada proféticamente en la Sagrada
Escritura como "Madre del Redentor" y como personificación del
verdadero Israel, heredero de las promesas: ella es la "excelsa hija de
Sión" y "sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que de
él esperan y reciben con confianza la salvación", L.G. Nº 55.
b. En la plenitud de los tiempos: “La madre de Jesús aparece en una perspectiva
funcional: da al mundo la vida que renueva todas las cosas y coopera al
misterio de la redención, consagrándose totalmente como esclava del señor a la
persona y la obra de su Hijo", L.G. Nº 56. El Concilio recoge los datos
bíblico-tradicionales sobre la santidad de María y sobre su virginidad, así
como los dogmas de la Inmaculada Concepción y la Asunción a los cielos, pero
evita presentarlos como mero ornamento o don personal y tienen más bien
"un significado salvífico y una función en orden al misterio de la
Redención".
c. En el tiempo de la Iglesia: la Virgen María desempeña una función materna y
ejemplar en el servicio de la única mediación de Cristo, (L.G. Nº 60-65). El
culto a la Virgen María no se detiene en ella, sino que tiende a promover el
culto trinitario y a fomentar la configuración de la Iglesia con Cristo, (L.G. Nº
65-66), pues, "María por haber entrado íntimamente en la historia de la
salvación, reúne y refleja, por así decirlo, los datos principales de la
fe" de suerte que, "cuando es objeto de la predicación y veneración,
atrae a los creyentes hacia su Hijo, hacia su sacrificio y hacia el amor del
Padre" (L.G. Nº 65). En particular la Virgen María revela a la Iglesia su
destino final: es "la imagen y el principio de la Iglesia que ha de ser
consumada con el siglo futuro" y constituye "un signo de segura esperanza
y de consuelo" para el pueblo de Dios en peregrinación (L.G. Nº 68).
Así recuperando la mariología su
dimensión histórico-salvífica, el Concilio libera a María de una teología abstracta y atemporal y
de la tendencia a constituir un simple catálogo de verdades marianas. De esta
manera la Virgen María pertenece a la historia de la salvación y no puede ser
separada de ella sin perder su función y su significado.
1.1. MARÍA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
El
Concilio Vaticano II en
la Constitución Dogmática sobre la
Iglesia, Nº 55, enumera tres pasajes del
Antiguo Testamento que en sentido verdaderamente hablan de María: Gen 3, 15; Is
7, 14; Miq 5, 2, s.s. Según el mismo Concilio, en estos textos se descubre la
figura de María si se los entiende "tal como se leen en la Iglesia y tal
como se interpretan a la luz de una revelación ulterior plena".
Con ello se indica que la plena certeza
del sentido mariológico de esos pasajes sólo se obtiene iluminándolos con el
doble criterio extrínseco indicado por el texto del concilio: el modo cómo la
Tradición los ha interpretado en la Iglesia y la ulterior aclaración que no
pocos pasajes bíblicos van recibiendo por la revelación posterior, contenida
frecuentemente en libros bíblicos más recientes. Sin embargo, a un nivel
meramente científico, se puede mostrar la exégesis mariológica de estos pasajes
como científicamente razonable. Si la exégesis mariológica se ilumina con el
doble criterio extrínseco indicado por el texto del concilio, es porque
previamente existía en los textos. Y, si existía, se puede descubrir con una
suficiente racionabilidad científica.
Estudiaremos
a continuación los pasajes del Antiguo Testamento a los que tanta importancia
concede el Concilio Vat. II. No nos detendremos, en otros textos, nuestro
interés se centrará en el análisis de dos citas: Gen 3, 15, y de Is 7, 14.
a). El Proto-Evangelio: Gen 3, 15:
"Establezco enemistad entre ti y la
mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas
tú su calcañar". Según parece, el primero en haber utilizado esta
denominación fue el teólogo protestante Lorenz Rhetius, 1638, quien escribe:
"Pues merece el nombre de Protoevangelio, porque es el primer evangelio,
esta buena noticia que alentó al género humano privado de la gracia de
Dios", (a causa del pecado original originado). En el siglo siguiente
comienzan a usarlo los teólogos católicos.
En este versículo, después del pecado
original originante de nuestros primeros padres Adán y Eva, y antes de ser
expulsados del paraíso, Dios maldice a la serpiente y le habla así: "Enemistad
pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la
cabeza mientras acechas tú su calcañar". Un breve análisis de las
palabras que aparecen en este versículo nos permitirá determinar a continuación
el sentido completo de él:
- "Establezco": Ante
todo, es importante que el verbo se encuentra en primera persona del singular y
referido a Dios que habla. Es Dios quien establece la enemistad, de la que se
habla enseguida. Una vez rota por el pecado original la amistad con Dios, sólo
Dios puede restablecerla poniendo una enemistad contraria, una enemistad con el
demonio. La salvación viene de Dios, no del demonio.
- "Enemistad": La
palabra hebrea implica una mayor radicalidad de enemistad en singular que si
estuviera en plural. Sólo puede emplearse cuando se trata de enemistad entre
personas. Ulteriormente, la palabra hebrea aquí empleada significa una
enemistad habitual, implacable y profunda,
de aquellas que no se satisfacen sino con derramamiento de sangre.
- "Entre ti", (la
serpiente): La serpiente era una divinidad pagana a la que se daba culto en no
pocas religiones de los pueblos vecinos de Palestina. Ahora bien, una idea
habitual que aparece en A.T. es que los dioses paganos son demonios u obra de
los demonios: Deut 32, 17; Lev 17, 17,7. El autor sagrado, al introducir en el
relato, primero como tentador y después como sujeto al que se dirige, por parte
de Dios, una profecía de castigo, una serpiente, es decir, una divinidad
pagana, está presentándonos, de modo simbólico, al demonio como tentador y como
sujeto sobre el que recae el anuncio de Dios acerca de un castigo que culmina
en la destrucción de su poder.
- "y la mujer”: La
expresión es sumamente concreta a Eva, pero existe por línea de descendencia se
refiere a la Virgen María.
- "y entre tu linaje y su
linaje": En el caso de: "tu linaje" (el linaje de la
serpiente, Satanás), es un término colectivo, y no puede ser descendencia
física sino moral, incluye a todos los hombres que siguen a Satanás.
Refiriéndose a "su linaje" el de la mujer se ha de entender en
sentido colectivo, es la descendencia física de Eva, aquí entra la Virgen
María. Es obvio, en todo caso, la enemistad individual entre la mujer Eva (y su
descendiente, María) y la serpiente y su sentido colectivo, se prolonga en una
enemistad colectiva entre los respectivos linajes.
- "él te pisará la cabeza
mientras acechas tú su calcañar": De nuevo se insiste en la enemistad
y la lucha se individualizan. Sin duda "él te pisará la cabezal"
hace referencia al linaje de la mujer (María y por lo tanto a su hijo
Jesucristo). Teniendo en cuenta la concatenación simbólica del versículo,
parece claro que el único descendiente de Eva que en el futuro destruirá el poder
de Satanás es el Mesías, concretamente el Cristo; "mientras acechas tú
su calcañar": Satanás intentará siempre desviar a los seres humanos de
la salvación, por eso intentará "acechar el calcañar" de los
seres humanos y por un tiempo lo conseguirá, pero será Cristo el que le pisará
la cabeza y evitará la perdición eterna de todo el género humano. La victoria
de Cristo sobre Satanás será total. Frente al poder del Mesías salvador,
satanás no podrá hacer nada eficaz.
En todo caso, en la culminación del versículo
quedan identificados los personajes que intervienen en la lucha decisiva:
Cristo y Satanás. En el caso de María, es descendiente de Eva, pero en un
sentido más profundo María es la "nueva Eva" en la que la enemistad
con la serpiente tendría pleno cumplimiento. Históricamente la única mujer
descendiente de Eva que ha tenido las enemistades plenas con Satanás es María,
la Madre del Mesías, Cristo. De ella, pues, habrá de entenderse la frase como "la
mujer" en el nivel más profundo del texto.
Este pasaje de Gen 3, 15, nos da a
conocer dos rasgos fundamentales de María. Ella tuvo enemistades totales con
satanás, lo que es tanto como hablar de la completa santidad de María, la nueva
Eva que no acepta las tentaciones del maligno. Por otra parte, María aparece
singularmente conectada y asociada a Cristo en la lucha contra satanás, que
constituye, a lo largo de los siglos, el entramado de la historia de la
salvación.
b). Señal de salvación de parte de Dios. Is, 7, 14:
"Pues bien, el Señor
mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a
luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, (Dios con nosotros)".
Las circunstancias históricas de este texto se dan en el Reino del Sur (Judá)
siendo rey Ajaz (735-715, antes de Cristo). Este rey fomentó la idolatría y el
culto pagano. Tanto el profeta Isaías, Is 3, 3-15 como Miqueas 3, 1-4,
describen las injusticias sociales cometidas durante su reinado; El rey Ajaz
acabó siendo vasallo del monarca asirio, este texto hay que situarlo dentro del
contexto de las alianzas políticas que hacían los países del Oriente Medio para
luchar contra el gran imperio de Asiria. Países pequeños contrarios a los
asirios, como Siria pidieron al rey Ajaz hacer una alianza, junto con otros
países más chicos, para atacar al Imperio de
Asiria. El rey Ajaz fue invitado por el rey de Siria, Rasón y de Pecaj,
rey del Norte de Israel, Samaria.
Ajaz no aceptó esta alianza con Siria y
el Reino del Norte e hizo alianza con Asiria. Esto provocó la ira del rey de
Siria Rasón, y de Pecaj. Ante esta negativa de realizar una alianza contra
Asiria, ambos reyes invaden Judá, y Ajaz tiene que refugiarse en Jerusalén y
prepararse para el asedio que se prevé difícil y desesperado. En este ambiente
se comprenden los temores del rey Ajaz.
Ajaz sabía que era el sucesor legítimo
de la dinastía del rey David en el reino de Judá y si él moría, la profecía de
Dios: que de su casa saldría el Mesías salvador, no se cumpliría. En esta
actitud hay una falta grave de fe. La profecía de Natán, 2 Sam 7, 12-16, tiene
un solemne eco bíblico, y Ajaz debía tener fe y creer en la pervivencia de la
dinastía davídica, de la que habría de nacer el Mesías, tenía una promesa
absoluta de parte de Dios, no debía, pues, haber desconfiado de Dios. Por su
falta de fe, en vez de confiar en la promesa profética de Natán sabiendo que
Dios cumpliría la promesa, el rey Ajaz acude a aliarse con Asiria y se hace
vasallo suyo, para lo cual tuvo que entregar gran parte de los tesoros
guardados en el Templo de Jerusalén, cayendo en grave sacrilegio, sin
percatarse de los peligros que suponían vivir en vasallaje de los asirios.
En este contexto histórico, Isaías es
enviado por Dios para reprender al rey Ajaz, por haber hecho una mala alianza
con Asiria. El profeta Isaías le exhorta a confiar en Dios en vez de confiar en
el rey de Asiria, Is 7, 3-6. El rey Ajaz
desconfía de Dios y rechaza el milagro que el profeta Isaías le ofrece en
nombre de Yahveh y le dice: "Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios..."
Dijo Ajaz:"No la pediré, no le tentaré a Yahveh", Is 7, 10-13.
A continuación, y vista la desconfianza
y terquedad del rey Ajaz, que no quiere pedir un signo de poder del Dios
todopoderoso, el profeta Isaías lleno de indignación le reprende por su
hipocresía, con la que intenta ocultar, bajo un velo piadoso, su falta de fe en
Yahveh, entonces Yahveh habla por le profeta Isaías y dice: "Pues bien,
el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está en cinta y
va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel".
Los exegetas han visto en esta profecía
un texto mesiánico. El Emmanuel (Dios con nosotros) es el Mesías salvador. Si
el Emmanuel es el Mesías, la doncella
que va a dar a luz un hijo es la Virgen María.
En este pasaje: "doncella" significa mujer joven, virgen.
Estos dos motivos: una doncella virgen va a dar luz un hijo; y el nombre de
Emmanuel (Dios con nosotros) obligan a tomar el signo de Dios como un verdadero
signo de poder. No será una profecía vacía, sino un verdadero milagro del poder
de Dios, es decir, la concepción de un hijo por parte de una virgen, sin dejar
de ser virgen.
La revelación posterior de la historia
de la salvación confirma que en Is 7, 14 se trata de la concepción virginal del
Mesías. Así han entendido este versículo tanto el evangelista Mateo, 1, 22: "Todo
esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta
(Isaías): "Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le podrá
por nombre Emmanuel, que traducido significa "Dios con nosotros". E
igualmente en Lc 1, 31: "vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un
hijo, a quien pondrás por nombre Jesús". Mateo dice expresamente que
en la concepción virginal de Jesús se cumplió lo anunciado en Is 7, 14. Lucas
construye el núcleo central del anuncio del ángel a María calcándolo
literariamente sobre Is 7, 14. También la Tradición Patrística es unánime en el
modo de interpretar este pasaje.
"Por eso él los abandonará hasta el momento en que la parturienta dé a luz y el resto de sus hermanos vuelva con los hijos de Israel. Pastoreará firme con la fuerza de Yahvé, con la majestad del nombre de Yahvé su Dios". Este pasaje es significativo por las alusiones concretas que hace a María como Madre y al mesianismo de Cristo. El Concilio Vaticano II, en la Const. dogmática sobre la Iglesia, L.G. nº 55, enseña que María es la Virgen que concibe y da a luz un Hijo, que se llamará Emmanuel, según el pasaje estudiado en Is 7, 14. Y en Miqueas 5, 2, vemos la misma alusión a la maternidad y al mesianismo de Cristo como buen pastor. María aparece como la Madre virginal del Mesías salvador.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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