P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
30.8. CARISMAS NO INSTITUCIONALIZADOS. SERVICIOS
El Concilio Vaticano II en
Lumen Gentium, Nº 12, b, dice: "(El Espíritu Santo) distribuye gracias
especiales entre los fieles de cualquier condición, "distribuyendo a cada uno según quiere", 1 Cor 12, 11,
sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas
obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la
Iglesia, según aquellas palabras. "A
cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu Santo para común
utilidad", 1 Cor 12, 7.
Y en el Decreto sobre el
Apostolado seglar dice: "... El Espíritu Santo que obra la santificación
del Pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos, da también a
los fieles, l Cor 12, 7, dones peculiares, : "distribuyéndolos a cada uno según su voluntad", de forma
que "todos y cada uno, según la
gracia recibida, poniéndolo al servicio de los demás", sean también
ellos "buenos administradores de la
multiforme gracia de Dios", l Petr 4, 10; para edificación de todos
el cuerpo en la caridad, Efes 4, 16.
30.8.1. CARISMA. DEFINICIÓN
Definición: La palabra "carisma"
viene del griego: “Jarisma” = don gratuito, de "jaris" = gracia, don. Es en general cualquier gracia
concedida al bautizado por benevolencia de Dios. En sentido técnico teológico,
"es una gracia sobrenatural, gratuita y transitoria conferida a una
persona con vistas al bien común del Cuerpo Místico de la Iglesia". S.
Pablo da cuatro listas de carismas concedidos a la Iglesia en los primeros
tiempos de su existencia, pero no son ni iguales ni completos. 1 Cor 12, 8-10;
1 Cor 12, 28-30; Rom 12, 6-8; Efes 4, 11.
S. Pablo habla de los
carismas de apostolado, profecía, de discreción de espíritus, de doctrina, de
exhortación, de himnos, de curación o sanación, de lenguas, de interpretación
de lenguas o de revelación; en virtud de estos carismas, que podían investir a
cualquier fiel, las comunidades cristianas eran instruidas y edificadas. Otros
carismas se ordenaban a la dirección espiritual y a la vida caritativa
asistencial de los fieles: dones de gobierno de ministerio, de limosna, don de
cuidar a las viudas y huérfanos, de hospitalidad, etc. Los carismas tuvieron
gran importancia en la vida y en la constitución de la Iglesia primitiva
contribuyendo eficazmente al incremento y difusión de la fe.
El Concilio Vaticano II, en
L G, Nº 12, dice: "Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y
comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la
Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo. Los dones
extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que esperar de ellos
con presunción los frutos de los trabajos apostólicos, sino que el juicio sobre
su autenticidad y sobre su aplicación pertenece a los que presiden la Iglesia,
a quienes compete, sobre todo, no apagar el Espíritu, sino "probarlo todo y quedarse con lo bueno", l Tes 5, 12.
El texto pretende sobre
todo explicar el concepto de "carisma", distinguiendo claramente
entre los dones "más sencillos" y "comunes", a los que
pueden aplicarse las palabras del apóstol de que, "a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida
del don de Cristo", Efes 4, 7; 1 Cor 12, 11, y "los carismas
extraordinarios". S. Pablo enumera estos dones extraordinarios de la
manera siguiente:
- "Sabiduría", para conocer y profundizar la verdades prácticas de la vida sobrenatural;
- "Conocimiento", para conocer las verdades especulativas, de la "fe" para los misterios de la revelación divina,
- "Curación", para curar de las enfermedades del cuerpo y del espíritu
- "Milagros", virtud de hacer milagros
- "Profecía", para edificación del cuerpo de la Iglesia
- "Discreción de espíritus", para distinguir los falsos profetas de los auténticos
- "Lenguas", para comunicar en un estado de entusiasmo y con palabras ininteligibles para gloria de Dios;
- "Interpretación de lenguas", para la interpretación del discurso de lenguas.
Lo decisivo de todos estos
dones es que se otorgan "para
edificación exhortación y consuelo de la comunidad", de ahí que "que el más alto de todos los carismas
sea el amor (la caridad)", l Cor 13.
También vemos que los
carismas que S. Pablo introduce en Efes 4 como especiales "dones del Espíritu" y los presenta en 1 Cor 12, 28,
junto con diversos ministerios y servicios como "instituciones" de
Dios puestas al servicio de la Iglesia: Apóstoles, Profetas, Maestros, los que
poseen poder de hacer milagros, los que tienen don de curar, de asistir a los
necesitados, de gobernar, de hablar lenguas, y el de interpretarlas. Ello
demuestra que los carismas en modo alguno se pueden ejercer en contra de los
ministerios, ni tampoco a la inversa. Carisma y ministerio, todo es don de Dios
y todo ha de servir a la unidad, a la paz y a la edificación y consuelo del
Cuerpo de la Iglesia.
La teología dogmática
distingue entre: "gratia gratis data", aquella gracia que se concede
a algún bautizado para salvación de otras personas; de la gracia "gratia
gratum faciens", gracia de santificación que se otorga a todos los
bautizados para su santificación personal. Esta gracia hace agradable en el
acatamiento de Dios a aquel que la recibe (gratum), bien santificándole
formalmente, (gracia santificans), bien disponiéndole para la santificación o
conservándole en ella, o acrecentándosela (gratia actual). La "gratia
gratum faciens" constituye el fin de la "gratia gratis data" y
es, por tanto, intrínsecamente más
elevada y más valiosa que aquella, 1 Cor 1, 12-31.
30.8.2. SERVICIOS
La palabra "servicio"
es de gran raigambre cristiana. Servicio, viene de "siervo", en este
caso se trata de servir al Señor, Rom 6.22. El servicio de Dios excluye
cualquier otro servicio, Mt 6, 24. Los cristianos sirven a Dios no en el
temor, sino en la libertad de hijos, Jn 8, 33-36; Rom 6, 7. No siendo ya
siervos, sino amigos de Jesús, Jn 15, 15, participan en el servicio de Dios que
él mismo realizó por la causa del Evangelio, Filp 2, 7, deben, incluso, hacerse
esclavos de los demás, Mt 20, 27; Gal 5, 13. Desde esta perspectiva
"servir" es un asunto honroso y servir a Dios es una forma magnifica
de amar al prójimo: "dedicarse al
servicio de los santos", 1 Cor 16, 15, en la caridad, 2 Cor 9, 1, al
servicio de la palabra, 2 Cor 3, 8, en el servicio de la reconciliación, 2 Cor
5, 19, o en el servicio apostólico, Hech 1, 25; Efes 4,1 2.
El servicio es la
caracterización más noble de cualquier cristiano, después de que Cristo dijera
de sí mismo: "yo no he venido a ser
servido sino a servir y dar mi vida para salvación de todos", Mt 20,
28; Mc 10, 45. Y en la última cena santificó el ejemplo de servicio con el
lavatorio de los pies, Jn 13, 14, s.s, habiendo dicho igualmente: "El que me sirva que me siga, y donde
yo esté, allí estará también mi servidor. Al que me sirva, el Padre le
honrará", Jn 12, 26. En este servicio se despliegan los dones de la
gracia (carismas) del Espíritu en bien de la edificación de la Iglesia, cuya
pluralidad presenta el Apóstol cuando habla de un carisma "de la palabra del conocimiento... de hablar lenguas, de
discernir espíritus, etc." 1 Cor 12, 4-11. Todos estos carismas tienen
su unidad en el único Espíritu, en el único Señor y en el único Dios. 1 Cor
12, 4-11.
Todo este servicio está
sostenido por las actitudes fundamentales de
"la humildad, mansedumbre, comprensión y soportándose unos a otros en la
caridad", Efes 4, 2; Col 3, 12. De este modo, el término
"servicio" caracteriza la actitud fundamental de Jesús en la tierra.
Servir a Jesús es seguirle, servir a los demás es servir al mismo Jesús, Mt 25,
44, s.s. En la Iglesia primitiva el término "servicio", tiene el
sentido específico de desempeñar una función de asistencia caritativa y
apostólica. Hech 6, 1-4; Rom 11, 13; 2
Cor 3, 3-9; Col 1, 23; 1 Tim 1,12.
30.9. CARISMAS INSTITUCIONALIZADOS. LA VIDA RELIGIOSA
La Constitución dogmática
sobre la Iglesia L G, dedica el capítulo 6º al tema de los religiosos, o la
vida religiosa, en el Nº 43, dice: "Los consejos evangélicos de caridad
consagrada a Dios, de pobreza y de obediencia, como fundados en las palabras y
ejemplos del Señor, y recomendados por los Apóstoles y Padres, así como por los
doctores y pastores de la Iglesia, son un don divino que la IgIesia recibe del
Señor y que con su gracia conserva siempre. La autoridad jerárquica, bajo la
guía del Espíritu Santo, se preocupó de interpretar estos consejos, de regular
su práctica e incluso de fijar normas estables de vivirlos. Esta es la causa de
que, como en árbol que se ramifica espléndido y pujante en el campo del Señor
partiendo de una semilla puesta por Dios, se hayan desarrollado formas diversas
de vida solitaria o comunitaria y variedad de familias que acrecientan los
recursos ya para provecho de los propios miembros, ya para el bien del Cuerpo
de Cristo... Este estado (de la vida religiosa), si se atiende a la
constitución divina y jerárquica de la Iglesia, no es (un estado) intermedio
entre el de los clérigos y el de los laicos, sino que de uno y de otro algunos
cristianos son llamados por Dios para poseer un don particular en la vida de
la Iglesia y para que contribuyan a la misión salvífica de ésta, cada uno según
su modo".
También se ha denominado al
estado de vida religiosa como: "Vida consagrada". El término
"consagración", lo usa el Concilio Vaticano II, con el significado
constante y global de "donación íntegra de sí a Dios". Cristo, es
consagrado (ungido), y enviado al mundo por el Padre (L G, Nº 28). El Pueblo
de Dios, por la regeneración y la unción del Espíritu Santo en el bautismo, es consagrado para formar una
morada espiritual y un sacerdocio santo (L G, Nº 10). Los Obispos, son
consagrados en su consagración episcopal, en el rito sacramental de la
consagración les confiere "la plenitud del sacerdocio" y la capacidad
de ejercitar el oficio de santificar, enseñar y guiar, al pueblo de Dios, (L G,
Nº 21). Los presbíteros, son consagrados para predicar el evangelio guiar a los
fieles y celebrar el culto (L G, Nº 28). Los laicos, son dedicados a Cristo y
consagrados por el Espíritu Santo (L G, Nº 34). El Concilio Vaticano II,
destaca la existencia de la consagración también en la vida religiosa; por eso la consagración no es exclusiva de la
vida religiosa, sino que es compartida por ella con otros estados de vida. La
nota esencial de la vida religiosa es el seguimiento de Cristo mediante la
práctica de los consejos evangélicos, en una forma jurídica reconocida por la
Iglesia que normalmente es la forma de vida de cada familia religiosa.
Así la vida religiosa se
coloca en su estricto valor de seguimiento de Cristo, pero más de cerca "pressius", L G, Nº 42, a la
manera de los discípulos, Lc 8, 1-3; Lc 3, 14. Este seguimiento "más de cerca" se concreta en
la práctica de los consejos. Lo característico del estado religioso es la
práctica de esos consejos evangélicos "comunitariamente", Nº 43, y
con la aprobación jerárquica de la Iglesia. Nº 44.
30.9.1. ORIGEN DIVINO DE LOS CONSEJO EVANGÉLICOS
Los consejos evangélicos están
fundados en las palabras y ejemplos del Señor, y son un don divino que la
Iglesia ha recibido de Cristo y conserva a través de la tradición de los
Apóstoles y de los Santos Padres con todo esmero. Lo importante en esta visión
del consejo evangélico es que no lo reduce a los que están formulados
verbalmente en el Evangelio, pues sería difícil encontrar esa formulación para
algunos, sino a todos aquellos que se encierran en los ejemplos de la vida de
Cristo.
Los consejos son un don, un
carisma dado por Cristo a su Iglesia. Esto implica un concepto más vital del
consejo evangélico, en virtud del cual abrazar los consejos evangélicos es
necesariamente imitación y seguimiento de Cristo. La vida religiosa es una
consagración: "Por los votos, o por otros sagrados vínculos parecidos...,
se entrega (el religioso) al servicio de Dios sumamente amado, de modo que él
queda destinado, por un nuevo y peculiar y peculiar título. Ya por el bautismo
había muerto al pecado y estaba consagrado a Dios; sin embargo, para extraer
de la gracia bautismal fruto más copioso, pretende, por la profesión de los
consejos evangélicos, liberarse de los impedimentos que podrían apartarle del
fervor de la caridad y de la perfección del culto divino, y se consagra más
íntimamente al servicio de Dios". "Pero como los consejos
evangélicos, mediante la caridad hacia la que impulsan, unen especialmente con
la Iglesia y con su misterio a quienes
los practican, es necesario que la vida espiritual de éstos se consagre también
al provecho de toda la Iglesia. De aquí el deber de trabajar según las fuerzas
y según la forma de la propia vocación, sea con la oración, sea también con el
ministerio apostólico, para que el Reino de Cristo se asiente y consolide en
las almas y para dilatarlo por todo el mundo. Por lo cual, la Iglesia protege
y favorece la índole propia de los diversos institutos religiosos". L G, Nº 44.
No hay que pensar que la consagración religiosa sea distinta de la
consagración bautismal, que es la fundamental consagración cristiana, Mt 28,
l9; pero "para poder conseguir un fruto más abundante de la gracia
bautismal....", L G, Nº 44, el religioso se "religa", es decir,
se liga con unos nuevos vínculos, (los tres votos: pobreza, castidad y
obediencia), con los que garantiza más plenamente su consagración bautismal.
Esta consagración de la vida religiosa, que no es otra cosa sino una forma
determinada y concreta de expandir el dinamismo bautismal, es tanto más perfecta cuanto más perfecto sea el vínculo y el
compromiso voluntario.
Así el vínculo perpetuo es
evidente y principal. El vínculo temporal se toma con frecuencia a manera de
prueba. Con solos los votos temporales el sacrificio no es total, porque solo hay
holocausto cuando uno ofrece a Dios todo lo que tiene.
La vida religiosa es un signo
escatológico: En L G, Nº 44, se dice: "Por consiguiente, la profesión de
los consejos aparece como "una señal" que puede y debe atraer
eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir diligentemente los
deberes de la vocación cristiana". El valor de signo lo realiza, según la
constitución L G, en tres dimensiones:
- Aspecto escatológico: El estado de vida religiosa es un recuerdo y una advertencia para el cristiano de que está en este mundo en marcha hacia la ciudad permanente, y que, aunque los valores terrenos no son en ninguna manera despreciables, sin embargo, son pasajeros.
- Aspecto cristológico: Es también un recuerdo a los cristianos de la necesidad de imitar a Cristo, por eso, el "estado religioso imita más de cerca y hace presente perpetuamente en la Iglesia aquella forma de vida que el Hijo de Dios tomó al entrar en el mundo para cumplir la voluntad del Padre", L G, Nº 44. Esta imitación se centra especialmente en la consagración virginal en vistas al Reino, en la pobreza voluntaria y en la obediencia, en una palabra todo ello orientado a la caridad.
- Aspecto de la trascendencia del Reino y de sus exigencias: Sólo la fuerza del Espíritu impulsó a Cristo al desierto para comenzar así su vida pública, es capaz de empujar a tantos hombres al desierto en medio del mundo, en vistas a la salvación del mismo mando con la gracia de Cristo.
30.9.2. FINALIDAD PROPIA DE LA VIDA RELIGIOSA
La finalidad de la vida
religiosa es la perfección cristiana en el ejercicio de la caridad. El papa
Pío XII decía que el estado de vida religiosa: "en tanto tiene razón de
ser y es válido en cuanto se adhiere al fin propio de la Iglesia que consiste
en conducir a todos los hombres a la santidad. Aunque todo cristiano, bajo la
guía de la Iglesia, tiene que llegar a esa santa cumbre, sin embargo, los
religiosos se dirigen a ella por un camino propio y con medios de naturaleza
más sublime".
Por el bautismo hay una
vocación genérica a la santidad, común a todos los hijos de Dios; y hay una
vocación específica al estado de perfección que consiste en una invitación
particular por parte del Señor y requiere unas disposiciones particulares que
son fruto de la gracia. Así entendido, la vocación religiosa es un carisma o
manifestación especial, que se inserta en la vocación universal a la santidad
en la Iglesia.
La santidad sobrenatural es
sustancialmente igual para todos, como participación en la misma santidad de
Dios por la gracia santificante. Pero no todos participan en el mismo grado,
ni de la misma manera en la perfección de Dios que por su infinitud, es
participable en formas y medidas muy diversas. Todos los que están llamados a
la perfección, son todos los bautizados; pero no todos lo realizan del mismo
modo o manera. Los religiosos tienden a la perfección por un camino peculiar y
propio; más radical y más directo que el de los fieles comunes, es decir, por
el camino de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.
El estado religioso se
llama estado de perfección no en el sentido de que todos los religiosos sean
santos y perfectos, (eso sólo Dios lo sabe); sino porque es un género de vida
más perfecto por la imitación de los ejemplos y enseñanzas de Cristo, a través
de la práctica de los consejos evangélicos, y porque está ordenado al aumento y
perfección en la vida de caridad. Los institutos religiosos no constituyen
simples asociaciones u organizaciones de beneficencia o apostolado, sino que
son, en primer lugar escuelas de santidad.
La multiforme actividad que
llevan a cabo en el campo del apostolado, de la enseñanza, de la cultura, de la
beneficencia, etc, demuestra la vitalidad que deriva de la vida interior y es
un testimonio de su importancia evangélica. Pero la validez y la grandeza de la
vida religiosa están vinculadas con la búsqueda de la perfección a través del
carisma propio de la institución a la que el religioso pertenece. Así la
primacía de la vida interior y el culto de los valores sobrenaturales son
inseparables de la auténtica vida religiosa y constituyen su testimonio en la
vida pública de la Iglesia.
En la vida religiosa todo
está ordenado en función de la vida de perfección: los votos, la regla propia
de cada instituto, las prácticas de piedad, la mortificación y abnegación en
todo, son los medios adecuados ofrecidos por la Iglesia. Su eficacia está
ligada al compromiso personal de cada religioso y al esfuerzo constante,
prolongado durante toda la vida, de tender a la perfección en la caridad. Por
eso el Concilio Vaticano II, ha recordado a los religiosos su vida de fidelidad
y perseverancia en la vida religiosa.
Así en el decreto sobre la
adecuada renovación en la vida religiosa Nº 4, d: "Recuerden los religiosos
que la esperanza de la renovación ha de ponerse más en la mejor observancia de
las reglas propias y constituciones que no en la multiplicación de
leyes". Y en L G, Nº 47, dice: "Todo el que ha sido llamado a la
profesión de los consejos evangélicos esmérese por perseverar y aventajarse en
la vocación a la que fue llamado por Dios, para una más abundante santidad de
la Iglesia y para mayor gloria de la Trinidad, una e indivisible, que en Cristo
y por Cristo es la fuente de toda la santidad". Y en el decreto sobre la
renovación de la Vida Religiosa, Nº 5, d: "Los religiosos, fieles a su
profesión, dejándolo todo por Cristo, Mc 10, 28, deben seguirle a Él", Mt
19, 21 como a lo único necesario, Lc 10, 42, oyendo sus palabras, Lc 10, 39, y
dedicándose con solicitud a los intereses de Cristo, 1 Cor 7, 32.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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