La Iglesia - 28º Parte: Estructura Jerárquica de la Iglesia


P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


29. LA ESTRUCTURA JERÁRQUICA DE LA IGLESIA

                  

Presentado ya el ser de la Iglesia y hecha la descripción teológica de la misma, es hora de hablar de la estructura jerárquica de la Iglesia (Orden Sacerdotal), la cual no surge en ella como resultado de una delegación democrática, sino como una constitución de estructura apostólica de la Iglesia que Cristo así la quiso. Esta estructura Jerárquica sólo podremos conocerla recurriendo a la Sagrada Escritura y a la Tradición.

El estudio de la Jerarquía, dentro del tratado de Ecclesia, viene en el marco del estudio de la Iglesia como Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo, porque la razón de ser de la jerarquía está dentro del pueblo de Dios y al servicio de él. En la Iglesia, lo primero, y fundamental es pertenecer y ser miembro de la Iglesia, por el Bautismo nos incorporamos a Cristo y pertenecemos a su Cuerpo Místico que es la Iglesia, sólo después podemos hablar de la Jerarquía de la Iglesia como una autoridad puesta y querida por Cristo para estar al frente de la misma Iglesia y al servicio de todo el pueblo de Dios.
                  

29.1. ESTRUCTURA JERÁRQUICA DE LA IGLESIA - SACRAMENTO DEL ORDEN

Por voluntad de Cristo, que la ha instituido, la Iglesia, es una sociedad orgánica y jerárquica, animada y vivificada por el Espíritu Santo y gobernada por los Obispos, sucesores de los Apóstoles, en comunión con el sucesor de Pedro, vicario de Cristo y cabeza visible de toda la Iglesia.

Es un deber de todos los miembros de la Iglesia no permanecer pasivos en el cuerpo que ella constituye, sino para participar positivamente, en comunión de espíritu, de su actividad.

Anteriormente hemos afirmado que toda la Iglesia es Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu. Y todos los miembros de la I­glesia por medio del sacramento del bautismo  tienen la misma fundamental dignidad de ser hijos de Dios, tienen por cabeza a Cristo y tienen por fin apostólico la dilatación del Reino de Dios entre todos los hombres.

Pero no to­dos tienen las mismas funciones dentro de la comunidad, ni las mismas responsabilidades. Y esto no solo por la necesidad inherente a toda comunidad bien organizada, sino por voluntad expresa del Señor, que cimentó la Iglesia sobre el ministerio apostólico unido en la roca de Pedro y perpetuado hasta el final de los tiempos en sus sucesores. 
 
Los Apóstoles, con Pedro a la cabeza, son los que han recibido de Cristo la misión de participar y per­petuar en  la Iglesia la triple función salvífica de Cristo:

  1. Función Profética: Es decir, proclamar, dar a conocer, enseñar, el Misterio de Cristo, su persona y su obra salvífica, contenido en los Evangelios, dar a conocer la verdad salvífica del Reino de Dios entre los hombres. Es el “munus docendi” (oficio de enseñar).
  2. Función Sacerdotal: Es el oficio de santificar al Pueblo de Dios por medio de los sacramentos, la oración, etc. Es la participación y realización de Cristo – Sacerdote de la Nueva Alianza. Es el “munus santificandi”, (oficio de santificar).
  3. Función Pastoral, o Real: Es decir, participación de la función salvífica de Cristo Buen Pastor, Rey y Señor de todo el Universo. Se trata de gobernar, guiar al pueblo de Dios por medio de la caridad fraterna hacia la patria celestial donde está Cristo. Gobernar, guiar, al Pueblo de Dios como quien sirve, hasta dar la vida por todos, como el modelo Cristo, el Buen Pastor. Es el “munus gobernandi” (oficio de gobernar).


La Constitución Lumen Gentium en el nº 18 dice: “Para apacentar y engrandecer continuamente al pueblo de Dios, Cristo Señor, estableció en su Iglesia diversos ministerio, dirigidos al bien de todo el Cuerpo. Los ministros, dotados de poder sagrado, sirven a sus hermanos, para que cuantos pertenecen al pueblo de Dios  y que por tanto, poseen la auténtica dignidad cristiana, lleguemos a la salvación colaborando de manera  libre y ordenada para conseguir los mismos objetivos”.

Esto quiere decir que la estructura sacramental de la Iglesia divi­no - humana es jerárquica, o sea, que la responsabilidad última res­pecto a la fiel transmisión de la Palabra de Dios, a la administración de los sacramentos y al gobierno y dirección de la Iglesia, no reside en el pueblo indiferenciado, sino en aquella parte del pueblo de Dios que ha recibido de Cristo, a través de la sucesión apostólica, el encargo de enseñar, santificar y gobernar la Iglesia de Cristo, como participación de la gracia capital de Cristo Cabeza.

La fe de la Iglesia afirma que estos responsables son los Apóstoles y sus su­cesores directos, los Obispos. También afirma que el Colegio Episcopal tiene su principio de unidad en el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, el Papa.
La Iglesia católica dice: "Cristo dio a su Iglesia una constitución jerárquica", (de fe).

Los poderes jerárquicos (autoritativos) de la Iglesia comprenden una triple potestad:

  1. Enseñar, por medio de la palabra revelada todo lo referente a la salvación. Cristo el centro del mensaje; es la mi­sión de profeta - maestro.
  2. Santificar,  realizando y comunicando los sacramentos y su eficacia salvadora, ministerio sacerdotal
  3. Gobernar, guiar, cuidar, al pueblo de Dios en orden a la santidad de vida con el vínculo de la caridad, y también la capacidad legisladora y jurídica en bien del Cuerpo de Cristo, función pastoral.


Estas tres funciones potestativas se representan en las imágenes de Cristo, Profeta, Sacerdote y Pastor, de las cuales partici­pan todos los bautizados en el sacerdocio común como partícipes del Cuerpo Místico de Cristo y de una manera especial los bautizados que pertenecen al orden sacerdotal, sacerdocio ministerial, como partícipes de la gracia capital de Cristo Cabeza,  por medio del sacramento del orden.

Cristo trans­mitió a los Apóstoles este triple oficio con sus poderes correspon­dientes. El fundamento bíblico de esta índole jerárquica y apostólica es el siguiente: Cristo transmitió a los apóstoles la misión que había re­cibido del Padre, Jn 20, 21. La misión de Cristo comprende su triple función de redentor. Jesús dio a los apóstoles el encargo de predicar el evangelio por todo el mundo, Mt 28, 19; Mc 16, 15. Les confirió la autoridad de gobernar, Lc 10, 16; Mt 10, 40; les prometió el poder de atar y desatar, Mt 18, 18 y les transmitió los poderes sacerdotales de bautizar, Mt 28, 19, celebrar la Eucaristía, Lc 22, 19,  de perdonar los pecados, Jn 20, 23.

En efecto, los Apóstoles, según el testimonio de S. Pablo, se consideraban como legados de Cristo: "por el cual hemos recibido la gracia del apos­tolado para promover entre las naciones la obediencia a la fe", Rom 1, 5; se consideraban como "ministros de Cristo y dispensadores de los miste­rios de Dios", l Cor 4, 1, como enviados por Cristo de los cuales se vale Dios para amonestar, 2 Cor 5, 20 como: "predicadores de la palabra de reconciliación" y "portadores del ministerio de la reconciliación", 2 Cor 5, 18. Los Apóstoles hicieron uso de los poderes que les habían conferido: "e­llos se fueron y predicaron por doquier", Mc 16, 20; dieron leyes y pres­cripciones a los fieles, Hech 15, 28; l Cor 11, 34; dieron sentencias e impusieron castigos, l Cor 5, 3-5; bautizaron, Hech 2, 41 l Cor 1, 14; celebra­ron la Eucaristía, Hech 2, 42, y confirieron poderes eclesiásticos por la imposición de sus manos, Hech 6, 16; 14, 22; 1 Tim 4, 14; Tit 1, 5.

La palabra "Jerarquía" viene del griego: ieros = sagrado - "arje" = principio, y significa = “principado sacro”. Este vocablo no parece en los escritos del N.T. Sin em­bargo es un término manejado en los escritos apostólicos de la primi­tiva comunidad cristiana como en el Pseudo-Dionisio, refiriéndose a los Apóstoles elegidos por Cristo y a sus sucesores los Obispos. La "jerarquía" es pues, un "principado sacro", no sólo porque se ejer­cita sobre las cosas sagradas (objeto) sino, sobre todo, porque quien lo ejercita (sujeto), está consagrado en virtud de un acto positivo de Cristo que lo hace instrumento suyo para continuar la obra salvífica y lo coloca, por lo tanto, en un rango especial en la Iglesia, Orden sa­cerdotal.

La función de la jerarquía es precisamente la de perpetuar en el mundo la presencia de estos medios salvíficos: la predicación de la pa­labra de Dios (fe), la distribución y realización de los sacramentos y la dirección del Pueblo de Dios hacia su fin sobrenatural último.

En la Iglesia primitiva además de los Apóstoles, aparecen también, como poseedores de los oficios ministeriales y poderes jerárquicos los "presbiteroi", que significa = ancianos. Los presbíteros,  por su función eran colaboradores de los apóstoles, Hech 20, 17; 1 Petr 5, 1-2, y los diakonos, que significa = servidor. Los presbíteros de la comunidad ungían a los enfermos en el nombre del Señor y les ­concedían el perdón de los pecados, Sant 5, 4, s.s. Estos colaboradores de los apóstoles eran escogidos, a veces, por la comunidad, pero recibían su oficio y potestad no de la comunidad, sino de los a­póstoles. Hech 6, 6, (institución de los siete diáconos), y en Hech 14, 22 la institución de presbíteros. Los cristianos carismáticos, que durante la era apostólica tuvieron parte tan importante en la edificación de la Iglesia, 1 Cor 12 y 14 no pertenecían a la jerarquía, a no ser que poseyeran al mismo tiempo oficios eclesiásticos. S. Pablo les exige la subordinación de los carismas al oficio apostólico, 1 Cor 14, 26, s.s.

El Concilio de Trento declaró: contra los protestantes (los cuales re­chazaban el sacerdocio ministerial y, con ello, la jerarquía de la Igle­sia, y tan sólo reconocían el sacerdocio común (bautismo) de todos los fieles), que en la Iglesia católica  existe una jerarquía creada por ­institución divina. Denz 966.
El Papa Pío VI rechazó como herética la doctrina galicana del Sínodo de Pistoya en la que dicha doctrina afirmaba: la que la autori­dad eclesiástica había sido concedida inmediatamente por Dios a la Iglesia, es decir, a la totalidad de los fieles, y por la Iglesia pasaba a los pastores", Denz 1502.

El papa Pío VI, afirmo: "que Cristo confió inmediatamente el poder espiritual a los apóstoles". Pío X, condenó la proposición del modernismo en la que decía que la jerarquía eclesiástica era el resultado de una sucesiva evolución his­tórica. Denz 2054.

Finalmente el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, "Lumen Gentium" en los  Nº 18-29,  trata con detenimiento sobre la constitución jerárquica de la Iglesia.

Si queremos reducir a una breve fórmula la doctrina expuesta por el Conc. Vat. II acerca de la Iglesia podemos decir que: La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios que vive con un orden jerárquicamente estructu­rado al servicio del reino de Dios. El orden jerárquico, instituido por Cristo (orden sacerdotal), con el que se introduce la distinción entre ministros y laicos, es esencial a la Iglesia, por eso hablamos de la estructura jerárquica de la I­glesia como el principio que constituye al Pueblo de Dios, y tiene su lugar teológico en la sacramentalidad de la Iglesia. La Iglesia es el signo de salvación puesto por Jesucristo para to­dos los hombres, "como sacramento en Cristo, es decir, como signo e instrumento para la más íntima unión con Dios, así como para la unión de toda la humanidad", L. G. Cptlo 1º, Nº 1.

Este significado sacra­mental de la Iglesia está vinculado a la estructura jerárquica que le es propia; o sea, la Iglesia es signo salvífico sacramental sólo gracias a que el Señor, su cabeza invisible, está representado visi­blemente en ella por determinados hombres (los Apóstoles y sus suce­sores); pues sin cabeza visible la Iglesia no puede ser representa­ción visible del cuerpo del Señor. Esta organización eclesiástica se debe a la voluntad del Señor de continuar su acción salvífica me­diante representantes plenipotenciarios en la Iglesia.

Vimos que Cristo eligió entre sus discípulos a Doce  y los ins­tituyó como Apóstoles y como lo indica la palabra griega: "apos­tolos", los hizo sus representantes en sentido apostólico y jurídico, colocando a Pedro al frente de los mismos. Con la continuación de su misión, asegurada mediante la sucesión a­postólica. Jesucristo sigue viviendo personalmente en la Iglesia y es la cabeza que vivifica y rige a todos los miembros del pueblo de Dios, no sólo por el gobierno invisible del Espíritu Santo, sino también por la acción visible de los servidores elegidos y autorizados.

En definitiva la jerarquía de la Iglesia apunta a la representación del único Señor, Jesucristo. La jerarquía eclesiástica se divide en: Jerarquía de orden y Jerarquía de jurisdicción. A esta división de la jerarquía co­rresponde la distinción entre potestad de orden y potestad de juris­dicción, que deben de entenderse como elementos complementarios del único poder sagrado de los Apóstoles.


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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.




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