+P. Rubén Vargas Ugarte S.J.
2. LA EXPANSIÓN DE LA DEVOCIÓN
(Continuación)2.2. La primera Iglesia dedicada al Corazón de Jesús
Pero volvamos a la Iglesia dedicada al Corazón Santísimo. El día 19 de Noviembre de 1742, gobernando estos Reinos el Marqués de Villagracía, don José Antonio Gutiérrez de Zevallos, Arzobispo de Lima, puso la primera piedra de la Iglesia, cuyo título había de ser el Corazón de Jesús Sacramentado y Nuestra Señora del Consuelo. La iniciativa partió de los Hermanos de la Cofradía de Jesús Sacramentado de la Iglesia de los Huérfanos, cuyos Mayordomos eran en aquella sazón Don Fernando Carrillo de Córdoba y Don José Nieto de Lara. Se adquirió un solar situado en la esquina de los Huérfanos y la calle que conducía a la Chacarilla de San Bernardo de los Padres de la Compañía de Jesús. El terreno, ocupado entonces por una carrocería, era de propiedad de los Padres de San Agustín, los cuales accedieron, después de no pocas dificultades, a venderlo. El 13 de Marzo de 1742 se tomó posesión del sitio, luego de haber obtenido las licencias necesarias, así del Ordinario como del Virrey para la edificación de la nueva Iglesia. La que existía, y se denominaba de los Huérfanos, porque en efecto servía de Capilla al Hospicio de Nuestra Señora de Atocha de los Niños Huérfanos, era viceparroquia de la Catedral, pero su estrechez y la poca comodidad que ofrecía para el culto dio motivo para que se pensase en sustituirla por otra más capaz y más adornada.
El
sitio estaba en buena parte ocupado por un muladar y para descombrarlo
interesaron los mayordomos a algunas mujeres pardas de la feligresía, las
cuales organizaron unas jornadas, y en breve tiempo, con ayuda de algunos
carretones dejaron el sitio desembarazado. La planta del nuevo templo la
delinearon el maestro alarife Cristóbal de Vargas, Juan de Matamoros y Don
Manuel de Torquemada. Habría de tener 22 varas de largo y 15 de ancho. No había
de ser un templo ancho, pero el artífice le dio a la Iglesia una forma
elíptica, que la convierten única en su género en nuestra capital. Se
comenzaron a abrir los cimientos y en Noviembre de 1742 se puso la primera
piedra, como hemos dicho.
Por
desgracia, la obra hubo de retrasarse, pues el 28 de Octubre de 1746 sobrevino
una de las más asoladoras ruinas que ha padecido Lima y la pequeña Iglesia de
los Huérfanos que acababa de ser reconstruida, pues desde el año 1687, en que
la derribó otro terremoto, no lo había sido sino en parte, se vino casi
totalmente al suelo y en la ruina sepultó la custodia con la sagrada forma y la
imagen titular de Nuestra Señora del Consuelo. Al fin, después de no pocos
trabajos, se llegó a dar con el viril de la custodia, aun cuando uno de los
vidrios que defendían la forma había desaparecido y del otro sólo quedaba una
parte. Se halló sin embargo la hostia intacta y se la pudo colocar en el
tabernáculo.
Hubo
de improvisarse una ramada para la celebración de la Santa Misa y poner a
cubierto lo que se había salvado de la catástrofe y luego se empezó a hacer una
capilla provisional con su correspondiente sacristía para que no sufriesen
interrupción los servicios religiosos. Sólo en Junio de 1758 se pudo reanudar
la obra de la nueva Iglesia, cuya construcción duró hasta el año 1761, no
obstante la diligencia de los Mayordomos y la generosidad de los fieles del
barrio. En dicho año de 1761 la estructura de los muros estaba terminada, pero
faltaba la obra de madera, para la cubierta y las ventanas, la portada, torres
y cementerio. Todo esto se fue haciendo lentamente, de modo que en el año 1766
se pudo dar la fábrica por acabada. El retablo mayor del templo fue obra del
tallador, José Manuel Palomares, al cual se debe también el del Santo Cristo y
el de San Joaquín y Santa Ana.
El
17 de Marzo de dicho año el cura Rector Bernardo de Zubieta, bendijo las cuatro
campanas de la torre principal y la cruz de piedra berenguela que está en el
cementerio y el día 20 se llevó a cabo la de la Iglesia, colocándose en su
nicho del altar mayor la efigie de la Virgen del Consuelo. Se señaló el día 6
de Abril, Domingo de Cuasimodo, para la solemne inauguración y en la noche
anterior se trasladó el Santísimo Sacramento con la debida pompa, en tanto que
un repique general de campanas en toda la ciudad anunciaba al vecindario la
fiesta del siguiente día. La portada, torres y corredores altos aparecían
iluminados y los tambores y clarines llenaban el aire con sus sones. Se
quemaron dos piezas de fuego muy ingeniosas y el público llenó las calles
inmediatas.
El
día 6 volvieron los repiques de campanas a alegrar el ambiente y a las siete de
la mañana sacó el Santísimo Sacramento de la Capilla el Cura Rector Domingo
Larrión, precediendo el cortejo los Niños Huérfanos y los alumnos del Colegio
Real de San Martín con muchos otros caballeros de la nobleza, con luces en las
manos y se hizo estación en la Iglesia del Noviciado de la Compañía, en el
Monasterio de la Encarnación, en el de la Trinidad y, por último, en el de
Santa Teresa. Una vez colocado el Santísimo en el depósito del altar mayor, se
dispuso todo para la misa solemne que celebró el Canónigo, Bernardo de Zubieta,
con asistencia del Arzobispo Diego Parada. Tuvo el sermón el P. Fermín Jiménez,
de la Compañía de Jesús, Prefecto del Real Colegio de San Martín. La
concurrencia que llenaba por completo la Iglesia quedó muy complacida, pues así
el adorno como la música fueron escogidos. Después de la misa entraron en la
Iglesia las comparsas de danzantes que habían intervenido en la procesión y.
siguiendo la costumbre del tiempo, echaron sus loas al Arzobispo.
La
devoción no se había limitado a Lima, se había extendidotambién a otras
ciudades y entre ellas merece especial mención la de Huamanga en Ayacucho, cuyo Obispo, Felipe Manrique de Lara, la
promovió eficazmente y, a fin de fomentar su culto en la Iglesia de la Compañía
de Jesús de dicha ciudad, fundó un censo de tres mil pesos en la Hacienda
Pomancay de Doña Tomasa de la Puente y Santa Cruz con este fin. Extendió la
escritura el 1º de Septiembre de 1758, en presencia del Rector del Colegio de
la Compañía, P. Bartolomé de Sandoval y por los datos en ella contenidos
venimos a saber, primero, que la imagen del Sagrado Corazón tenía su altar en
la Iglesia; segundo, el Obispo, para socorro espiritual de los vecinos, deseaba
se aplicasen 150 pesos de renta al año para el fomento dela Cofradía del
Sagrado Corazón, para la misa solemne en su fiesta y otras cuatro rezadas y las
nueve del novenario de preparación; tercero, cada primer viernes de mes se
cantaría una misa descubierto el Santísimo Sacramento. Al predicador del día de
la fiesta se le abonarían 25 pesos.
Según
los estatutos de estas Cofradías, tal como se entablaron en España, el número
de los Cofrades sería de 72, en memoria de los 72 discípulos del Señor, de los
cuales la mitad serían varones y la otra mitad mujeres. El Obispo determinó que
se podía pasar de ese número, probablemente lo hizo, por ser muchos los que
solicitaban pertenecer a la Cofradía. Por último, exhortaba el Prelado al
Hermano Mayor o Prefecto a que enfervorizara a los Cofrades y excitara su celo
en favor de esta devoción.
En
la actual Iglesia de la Compañía de Jesús, el Sagrado Corazón tiene su altar al
lado del evangelio y cerca del presbiterio, pero la imagen que allí se venera
es moderna. No sabemos qué se haya hecho de la antigua, pero es muy posible que
antaño esta imagen no fuera de bulto sino de lienzo. En el mismo templo existe
un lienzo antiguo que ofrece una particularidad que no hemos visto en otras
partes. El Sagrado Corazón aparece vestido con la sotana y manteo usado por los
Jesuitas. Es casi de tamaño natural y de buen pincel. Esta circunstancia la
hace más apreciable, pues nos ratifica en la idea de haber sido los Padres de
la Compañía los que más se esforzaron por difundir esta devoción, cumpliendo
con el encargo que el mismo Sagrado Corazón les había confiado.
No
quiere esto decir que fuesen ellos los únicos propagadores de la misma, pero,
sin duda, fueron los principales. Otros entraron a la parte, como vamos a verlo
posteriormente. En el Cuzco, parece quela primera Iglesia en donde se dio culto
público al Sagrado Corazón fue la de Santa Teresa, o de las Carmelitas, aun
cuando es posible que en la Iglesia de la Compañía se entablara también. Aun
después de la extinción de la Compañía, las carmelitas continuaron honrando al
Corazón Deífico y a comienzos del siglo XIX solicitaban del Delegado Apostólico
Mons. Baluffi, que residía en Bogotá, la concesión de algunas indulgencias para
el día de la fiesta y ara todos los primeros viernes del mes.
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Bibliografía:
P. Rubén Vargas Ugarte S.J. Historia de la Devoción al Corazón de Jesús en el Perú.
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