SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
25. Visibilidad de la Iglesia
Acerca de la visibilidad de la Iglesia podemos
preguntarnos ¿qué es la Iglesia? La respuesta de la revelación, se resume en
estas dos frases:
- La Iglesia es primordial y fundamentalmente una comunidad de vida, un misterio de comunión, en Cristo, entre Dios y los hombres. Es Cristo comunicado en el Espíritu Santo.
- La Iglesia es también, aquí en la tierra, el instrumento, el sacramento de esa comunión. Es una institución de salvación.
La visibilidad de la Iglesia es aquella
propiedad de la Iglesia por la cual se manifiesta al exterior y aparece a los
sentidos. El Magisterio de la Iglesia dice: "La Iglesia fundada por
Cristo es una sociedad externa y visible", (sentencia cierta). Hay que
distinguir entra la visibilidad "material" de la Iglesia y la
visibilidad "formal". La "material", consiste en la manifestación
sensible de sus miembros. La "formal" en una notas determinadas por
las cuales los miembros de la Iglesia están unidos de manera externa y visible
en una sociedad religiosa. Nadie discute la visibilidad material de la Iglesia,
(la constituyen todos los cristianos bautizados, como personas que se
benefician de la redención traída por Cristo); la dificultad recae únicamente
sobre la visibilidad "formal". Ella es el fundamento y presupuesto de
la cognoscibilidad de la Iglesia.
Hemos afirmado anteriormente que la Iglesia nace de
un designio salvífico de Dios (de una voluntad divina), que la llama a ser
Pueblo de Dios, como sacramento universal de salvación, como Cuerpo de Cristo.
Sin esa voluntad divina que la llama a la existencia, jamás podría
constituirse como verdadera Iglesia por la mera asociación de hombres.
Lumen Gentium, Cptlo 2, nº 9 dice: Y
porque Dios quiso: "salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión
alguna, unos de otros, sino constituyendo un pueblo... Y así como el pueblo de
Israel según la carne, el peregrino del desierto, es llamado alguna vez
Iglesia, Esdr 13, 1; Num, 20, 4; Deut
23, 1,s.s., así el pueblo de Dios, el nuevo Israel, que va avanzando en este
mundo hacia la ciudad futura y permanente, Hebr 13, 14, se llama Iglesia de Cristo,
Mt 16, 18, porque El la adquirió con su sangre, Hech 20, 28, la llenó de su
Espíritu y la proveyó de medios aptos para una unión visible y social. La
congregación de todos los creyentes que miran a Jesús como autor de la vida, de
la salvación y de principio de la unidad y de la paz, es la Iglesia convocada y
constituida por Dios para ser sacramento visible de esta unidad salvífica para
todos y cada uno".
Por todo esto es la Iglesia pueblo de Dios visible.
Pero este pueblo no es un pueblo amorfo; ni el Cuerpo de Cristo es un cuerpo
indiferenciado (donde todas las partes son iguales). Por el contrario, tiene
multitud de miembros y multitud de funciones esenciales que se ligan a la
voluntad expresa de su divino fundador.
Ahora bien, fundada en las fuentes de la revelación,
la Iglesia Católica ha sostenido
- Que la Iglesia de Cristo tiene una estructura visible y espiritual al mismo tiempo (índole y estructura sacramental de la Iglesia).
- Que esa estructura es jerárquica, es decir, edificada sobre los apóstoles y los obispos, sus sucesores, y sobre Pedro y sus sucesores, los obispos de Roma.
- Que el laicado forma también parte de la estructura visible del pueblo de Dios, y tiene una función trascendental y responsable en la Iglesia.
León XIII en su encíclica "Satis
cognitum", (1896), nos enseña: "Si tenemos ante la vista el fin
último de la Iglesia, y las causas próximas que operan la santidad, la Iglesia
es, efectivamente, espiritual. Pero si consideramos los miembros que la
constituyen así como también los medios que conducen a los dones espirituales,
entonces la Iglesia se manifiesta de forma externa y necesariamente
visible".
Existe un triple vínculo sensible que une entre sí
a los miembros de la Iglesia y hace que aparezcan como tales:
a. La confesión de una misma fe
b. El uso de los mismos medios para conseguir la gracia.
c. La sumisión y obediencia a una misma autoridad.
La prueba bíblica en favor de la "visibilidad" de la Iglesia es la institución divina de la "Jerarquía". Así, a la obligación de "enseñar" que
tiene el Magisterio eclesiástico corresponde, por parte de los creyentes, la
obligación de obedecer a la fe, Rom 1, 5 y de profesarla, Mt 10, 32, s.s.; Rom
10,10. Al ministerio eclesiástico de "santificar" corresponde, por parte de los fieles, la obligación de beneficiarse de
los medios de adquirir la gracia que se les facilitan, Jn 3, 5; 6, 54. Al
ministerio de "gobernar" corresponde por parte de los creyentes
gobernados según la caridad y la servicialidad de Cristo, la obligación de
aceptar libremente a la autoridad eclesiástica, Mt 18, 17; Lc 10, 16.
Fueron los gnósticos en el Siglo II del cristianismo
quienes de un modo sistemático intentaron por primera vez establecer una
dicotomía en la Iglesia de Cristo, a saber: la Iglesia "invisible" de
los espirituales y la Iglesia "visible" la de los eclesiásticos.
Tras los gnósticos, fueron en mayor o
menor grado, todos los movimientos rigoristas que ya se vislumbran en el
"Pastor de Hermas" (140 - 165) y que continúan con Novaciano, Donato
y todos aquellos que en la Edad Media oponían una Iglesia espiritual de
selectos a la Iglesia visible y multitudinaria de Roma, los
"fratriccelli" (l294-1318).
También hay que situar en esta misma línea a los
movimientos espiritualistas de la Edad Media, como los cátaros, valdenses,
albigenses, wiclefitas, husitas y algunos de los reformadores protestantes.
Frente a todos estos movimientos, destacaron los apologistas (defensores)
católicos el elemento "visible" de la Iglesia. Pero esto no quiere decir
que ignoraran los apologistas los lazos invisibles que ligan al creyente con el
ser íntimo de la Iglesia.
El Concilio Vat. II exige una incorporación plena al
organismo de la Iglesia y el estado de gracia. Y en esto no hace más que
formular una verdad que ha sido tradicionalmente mantenida, pero expresada en
otros tiempos de manera distinta, como cuando se hablaba de la pertenencia al
cuerpo de la Iglesia (lazos visibles), y al alma de la Iglesia (estado de
gracia). Tampoco quiere decir que los reformadores de los que hemos hablado
negaran todo elemento visible de la Iglesia, pero al poner éstos el acento en
el aspecto invisible de la Iglesia cono pertenencia a ella; ejemplo: la
predestinación (Wicleff, Calvino), o el estado de gracia por parte del
sacerdote que administra los sacramentos, para la validez de los mismos,
(valdenses, husitas), son gravísimas las implicaciones que de esta doctrina de
derivan. Por ejemplo, nadie podría saber si era o no miembro de la Iglesia, aunque
fuera el mismo Romano Pontífice, porque no se sabe si está predestinado; los
sacramentos conferidos por un ministro en pecado mortal serían inválidos etc.
Es decir, nunca se podría decir con certeza quién pertenece a la Iglesia
visible ni ser reconocida la Iglesia.
Los católicos decimos que dado el carácter divino humano
la Iglesia es visible de modo parecido a como lo fue Cristo, Dios - hombre. En
el protestantismo actual se maneja la tesis de que la Iglesia es una comunidad
pneumática personal, la Iglesia no es, según ellos, una comunidad visible,
estable, sino un acontecimiento que ocurre tantas veces como se reúnen dos o
tres creyentes en nombre de Cristo, en este encuentro de los creyentes con
Cristo es continuamente renovada la Iglesia. En esta concepción protestante se
niega toda objetivación del Reinado de Cristo en una comunidad visible, que es
precisamente la tesis de la Iglesia católica. (R. Barth, E. Brunner, R. Bultman, etc).
El actual protestantismo cree poder expresar
la diferencia entre su Iglesia y la católica diciendo, que a la Iglesia
Católica competen las categorías de lo ontológico, de lo objetivamente dado, de
lo estático, mientras que a la iglesia protestante le competen las categorías
de lo personal, de la relación, de lo dinámico. (H. Thielicke).
La
Iglesia católica al destacar el aspecto visible de la Iglesia no ignora el
invisible e interno, lo mismo que su Fundador Cristo, Dios y hombre verdadero.
Es invisible el fin de la Iglesia: la santificación interna de todos los
bautizados; son invisibles los bienes de salvación que la Iglesia distribuye
por medio de los sacramentos: la gracia: "ex opere operato"; es
invisible el principio vital interno de la Iglesia que es el Espíritu Santo y
su labor difusora de la gracia. Así, mientras que la faceta externa y social de
la Iglesia es objeto de percepción sensible, la faceta interna y mística es
objeto de la fe. Por eso la manifestación visible de la Iglesia no excluye la
fe en la misma, como institución salvadora establecida por Cristo.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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