La Iglesia - 19º Parte: La Iglesia como Sacramento de Salvación


P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


23. Estructura Sacramental de la Iglesia

El Concilio Vaticano II, en el Decreto sobre la actividad misionera de la Igle­sia "Ad Gentes", nº 1, dice : "Enviada por Dios a las gentes para ser ­"sacramento universal de salvación", la Iglesia, por exigencia radical de su catolicidad, obediente al mandato de su Fundador, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres. Los mismos Apóstoles, en ­quienes la Iglesia ha sido fundada, siguiendo las huellas de Cristo, "predicaron la palabra de la verdad y engendraron las Iglesias". Sus sucesores están obligados a perpetuar esta obra, a fin de que la pala­bra de Dios se difunda y glorifique, 2 Tes 3,1 y el Reino de Dios sea anunciado y establecido en toda la tierra".

También en la Constitución Dogmática sobre La Iglesia "Lumen Gentium", nº 48 dice: "Porque Cristo, levantado sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos, Jn 12, 32; habiendo resucitado de entre los muertos Rom, 6, 9, en­vió sobre los discípulos a su Espíritu vivificante y por El hizo a su Cuerpo, que es la Iglesia, "sacramento universal de salvación".

Finalmente en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, "Gaudium et Spes", nº 45, dice: "La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, sólo pre­tende una cosa: el advenimiento del Reino de Dios y la salvación de to­da la humanidad. Todo el bien que el pueblo de Dios puede dar a la fa­milia humana al tiempo de su peregrinación en la tierra, deriva del he­cho de que la Iglesia es "sacramento universal de salvación", que mani­fiesta y al mismo tiempo realiza el misterio de amor de Dios al hombre".

Con estas tres citas del Conc. Vat. II tenemos una especie de introducción al tema de la Iglesia como "sacramento universal de salvación". Cuando se afirma que la Iglesia es un "sacramento", hay que partir del supuesto que no se quiere pretender afirmar que, además de los siete sacramentos tradicionales, hay que añadir ahora un octavo sacramento: la Iglesia. Para evitar esa posible confusión, el Concilio Vat. II ha añadido en el texto la partícula "como". Es  "como un sacramento". Con esto ya está dicho que se trata de una semejanza, de una analogía.


23.1. La Iglesia, como sacramento universal de salvación

La Iglesia católica, por ser el sacramento universal de la salvación, es asimismo su sacramento único. Sólo ella , en principio, es capaz de poner  a los hombres en comunión con Dios. Al hablar de la Iglesia como sacramento, no se usa la palabra en "sentido estricto" sino en "sentido amplio". Y ¿cuál es el "sentido amplio"? Si los sacramentos lo definimos como: "signos sagrados característicos de la Iglesia, en los que ésta une a los creyentes al misterio de Cristo y prolonga la acción santifi­cadora de Cristo", es decir, el sacramento como un signo eficaz de la gracia de Cristo; o como un signo e instrumento de la íntima u­nión con Dios, podemos afirmar que la humanidad de Cristo es el pri­mer "sacramento", el "sacramento radical".

En efecto, la naturaleza humana de Cristo, asumida por el Verbo de Dios, es un sacramento en sentido eminente y por eso se ha dicho que Cristo es el sacramento de unión de Dios con los hombres, pues la gracia sobrenatural ha re­cibido en Cristo la más perfecta encarnación. El hombre - Dios es la figura en la que se ha hecho visible el Dios que carece de toda fi­gura.

La naturaleza humana de Cristo cumple, en el más auténtico sentido, lo que dice el Concilio de Trento de la naturaleza de los sacramentos: "que contienen la gracia que significan". (Denz.849). Los sacramentos en su referencia fundamental a Cristo nos llevan a afirmar que la humanidad de Cristo es el sacramento eminente.


23.2. La humanidad de Cristo es el receptáculo "visible" de la gracia "invisible"

La encarnación es, en efecto, la aparición sensible de la invisible benignidad salvífica de la voluntad de Dios, Tit 3, 4. S. Pablo dice: "grande es el misterio de la piedad, que se ha manifes­tado en la carne" (de Cristo), 1 Tim 3, 16. Lo sobrenatural se ha unido en Cristo del modo más elevado con la humanidad visible, con su carne como suele llamarse la humanidad, precisamente por su parte visible.

Y se unió de tal manera que si bien está  presente sustancial y personalmente en la carne, no obstante, queda oculto en la misma carne, (ké­nosis). Así en el receptáculo visible de la carne de Cristo está la presencia de la gracia sustancial, que es Dios mismo, que busca la amistad con los hombres, para hacerlos gratos a sus divinos ojos y santificarlos. El NT nos indica que la humanidad de Cristo es la manifestación sacramental del Hijo de Dios, figura visible del Dios invisible: "el que me ve a mí ve a mi Padre", Jn 14, 9.            


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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.

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