Jesús de Nazaret - 12º Parte

P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA




13. Relación de la Resurrección y Pentecostés

La vida nueva que Cristo ha recibido en su cuerpo en la Resurrección es la vida del Espíritu Santo. Recordemos la afirmación de S. Pablo: "Jesús ha sido constituido Hijo de Dios con (pleno) poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos", Rom 1, 4. Las palabras: "según el Espíritu de santidad", han sido entendidas de varias maneras, ya como referencia a la divini­dad de Cristo, ya como designación del Espíritu Santo, ya como el elemento espiritual de la naturaleza humana de Jesús que ha recibido una nueva vida sobrenatural en la glorificación.

De todos modos, parece que la expresión implica una comunicación del Espíritu Santo a través de su glorificación. Es el Espíritu Santo el que, por así decirlo, ha suministrado la substancia de la que se hizo la Resurrección. Aún más significativas son otras declaraciones de S. Pablo sobre el mismo objeto: "fue hecho el primer hombre alma viviente. El último, espíritu que da vida",  l Cor 15, 45.  Aquí se subraya la distinción entre alma y espíritu. El alma es espiritual, lo es por naturaleza, y el primer hombre tenía en sí mismo ese elemento espiritual. Pero por "espíritu vivificante", S. Pablo entiende un elemento espiritual de orden superior; no la espiritualidad a nivel del alma humana, sino la espiritualidad a nivel del Espíritu Santo, espiritualidad comunicada ya al hombre escatológico que es Cristo en orden a vivificar a toda la humanidad. En el mismo sentido, S. Pablo afirma: "El Señor es Espíritu", 2 Cor 3, 17.

Con esto no pretende S. Pablo identificar la persona de Cristo y la persona del Espíritu Santo, sino que quiere decir que desde el punto de vista de la condición, Cristo posee en sí mismo la riqueza y energía del Espíritu Santo. El Señor esta "espiritualizado" en su naturale­za humana; todo el Espíritu, como todo el pleroma divino, se ha concentrado en esa naturaleza humana con el fin de difundirse.

La expresión: "espíritu vivificante", indica que Cristo resucitado comunica su nueva vida en calidad de espíritu. Es vivificante por el Espíritu Santo del que él mismo está penetrado. La efusión de vida será una efusión de Espíritu Santo; Pentecostés es, por lo tanto, complementario de la Resurrección, la culminación hacia la cual tendía la Resurrección, ya que la nueva vida no se le ha otorgado a Cristo sino en orden a una efusión de la misma humanidad para su salvación Se da una continuidad de acción del Espíritu Santo en la Resurrección y en Pentecostés.

La Resurrección tiene por primer autor al Padre, pero el Padre ha resucitado a su Hijo por medio del Espíritu Santo, y desde entonces el Padre nos da la vida de Cristo resucitado por medio del Espíritu Santo: "Si el Espíritu de Aquel (el Padre) que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros. Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros". Rom 8, 11.

Una consecuencia importante será que la Eucaristía, nu­triéndonos con el cuerpo de Cristo y dándonos a beber su sangre, nos dará también como alimento y bebida del Espíritu Santo, pues se trata de un "alimento espiritual" y de "una bebida espiritual", 1 Cor 10, 3-4. El cuerpo glorioso de Cristo nos alimenta a través del Espíritu del que él mismo está henchido.

Otra consecuencia, todavía más general, será la equivalen­cia entre la vida de Cristo y la vida en el Espíritu Santo; entre la justificación o santificación en Cristo y la justifica­ción o santificación en el Espíritu Santo; S. Pablo emplea ambas expresiones como sinónimas. La adhesión a Cristo es unidad de espíritu con El. 1 Cor 6, 17.



Continuará.

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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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