Marcos 14, 1-15,47
La Pasión que meditamos es realmente un acto que nos desborda. Es tanto amor que nos perdemos al querer comprender.
Con este domingo, llamado litúrgicamente Domingo de Ramos, comienza la Semana Santa. Y para darnos tema de reflexión para toda la semana, la Iglesia nos pone hoy, como lectura del Evangelio, la narración que hace San Marcos de la Pasión del Señor.
Son páginas que deberían estar presentes en nuestra mente y en nuestro corazón, porque narran el hecho más importante, el acto de amor más grande, la esperanza más firme, para cada uno de nosotros. Para leerlas bien, deberíamos imaginar que cada página de esta narración está cruzada con un gran letrero rojo, que dice: Te amo. Nuestra vida tiene una maravillosa perspectiva y una salida hermosa, porque Cristo murió para salvarnos. Y esto que ocurrió hace casi dos mil años, es algo que sigue presente, porque sus efectos tienen duración eterna. Y lo que en la Pasión se narra es asunto nuestro, muy nuestro. Muchas veces dejamos de lado el pensamiento de la Pasión. Pocos Cristianos tienen el valor de confrontar su vida con estos hechos de Cristo.
Habría que estar toda la vida dando gracias de que Alguien, Jesucristo, se hubiera acordado de nosotros, para sacarnos de la cárcel, para librarnos de la nada y del sin sentido, para darnos fuerza, ilusión, alegría. Y lo hizo con un desinterés total, por un amor que nos parece inaudito. Alguien que da su vida por mí, ¿cómo no voy a tenerlo presente y amarlo? ¿Cómo no intentar decirle nuestro agradecimiento y que nuestra deuda se la pagaremos procurando vivir siempre de su presencia?
Hay que salir en estos días un tanto de lo cotidiano y vulgar de cada día, para darle a nuestros pensamientos una mayor profundidad y pensar en la dimensión religiosa de nuestra vida. Nuestra vida es más que esa rutina de levantarnos, comer, trabajar, descansar... ver pasar las hojas del calendario en monótona sucesión; nuestra vida es de hecho un diálogo con Dios, cada hora debe tener un sentido, un por qué: y el sentido sólo se lo puede dar Dios: la vida debería ser un continuo diálogo con Dios.
Por otra parte, al leer la Pasión de Cristo tenemos que pensar, cómo pone al descubierto, no sólo los errores y pecados de los hombres de aquel tiempo, sino también los nuestros propios, simbolizados en los de ellos.
Resulta increíble que los hombres de aquellos tiempos consideraran en serio reo de muerte al hombre más limpio, más inocente, que jamás ha habido. Jesucristo, el Hijo de Dios, es condenado por la justicia humana. Los cargos: es un sujeto peligroso porque atenta contra la Religión y contra el Estado.
El tribunal religioso piensa que Jesús es un peligro para la Religión que Dios reveló a Moisés. ¡Hasta qué punto puede cegar la razón el orgullo y el poder! Pero no deja de ser monstruoso que a Jesús, Dios mismo, los hombres más distinguidos lo califiquen de blasfemo. Lo que Jesús dice en las bienaventuranzas, en lo de amar al enemigo, en lo de salvar a los pecadores, les parece a esos hombres sensatos un discurso subversivo. ¡Cómo les incomodaba a los jefes religiosos de Israel el que Jesús hablase de una Religión en serio!. Tomarse a Dios en serio parece peligroso.
Por otra parte el tribunal civil recibe la acusación de que Jesús promueve levantamientos populares, le acusan falsamente de negar el tributo y la obediencia al César. Y a Pilatos le ponen en la siguiente alternativa: si no condenas a Jesús, eres enemigo del César, O Jesús o el César. No sabemos lo que pensaba Pilatos en su fuero interno cuando estaba lavándose las manos; pero lo menos que podemos pensar es que Pilatos decide eliminar a un ser insignificante (Jesús) para no enemistarse con los poderosos y peligrosos sacerdotes judíos. Sacrificar a un insignificante, aunque sea inocente, a veces es un buen negocio.
Realmente es escandaloso que a Jesús se le aplique la pena de un subversivo, de un peligroso delincuente. Peor que el peor de los terroristas. Jesús considerado como jefe revolucionario; es otro absurdo de la justicia de los hombres, cuando buscan que el fin justifique los medios. Jesús ya en sus inicios fue perseguido por Herodes, porque pensaba que le iba a quitar el trono, y ahora hacen creer a Pilatos que Jesús es un peligro para el dominio romano en las provincia de Judea. ¿No se prolongan todavía hoy similares injusticias? ¡Cuántas veces todavía se prolonga la Pasión de Jesucristo en la condena de inocentes: mártires de su propia bondad!
Pero, aparte de esas consideraciones, lo importante es que esta narración nos dice que tenemos un tesoro para nuestra vida. La Pasión de Jesús es la narración del total amor de Dios hacia nosotros. Dios me quiere hasta la muerte. Y ahí hay todo un tesoro inacabable para mí, y me lo ha ganado El, con su entrega.
Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración
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