3. Permanente reevaluación
“Ser cada día mejor esposo para vivir cada día mejor el Matrimonio como Sacramento” es la consigna que deben vivir permanentemente los esposos como la primera de sus prioridades. Pero si es cierto que “todo lo valioso es caro”, también lo es el logro de esta prioridad. Por eso, no basta que en un momento de clarividencia se haya tomado tan valiosa decisión: el precio que hay que pagar por su logro efectivo ha de ser reevaluarse permanentemente, tomando conciencia de si se está consiguiendo y de cuánto y en qué detalles se está fallando cada día, para encontrar modos mejores de vivirlo; sin pactar nunca con la inadvertencia, la dejadez, la rutina o el desgaste.
Para mantener como prioridad el mejorar la relación de pareja, un camino que hay que cuidar es la permanente vida de diálogo. No cualquier género de diálogo, sino la apertura total del uno hacia el otro, manifestándole lo que está sintiendo y cómo es ese sentimiento, importando menos el saber por qué se siente así. Conocidos también por el otro los pensamientos que le invaden al que tiene ese sentimiento, ambos juntos discurrirán sobre los comportamientos que, desde ese sentimiento, está teniendo en su vida de relación de la pareja. No habrá día en el que uno esté libre de algún sentimiento, que será necesario compartirlo con su pareja porque está afectando su relación; sobre todo si el sentimiento que se tiene procede de algo real o imaginario que ya ello afecta su vida de relación mutua.
Estamos hablando de cuatro géneros de sentimientos que sobrevienen también en el vivir la relación de pareja. Uno es la satisfacción (la alegría, la gratitud, la euforia, la tranquilidad, la felicidad, etc). Otro es la tristeza (la amargura, la depresión, la desilusión, el disgusto, la vergüenza, etc). Otro puede ser la cólera (el enojo, el resentimiento, la irritación, la impaciencia, la indiferencia, etc). Otro sería quizás el miedo (sentirse amenazado, atemorizado, desesperado, preocupado, confuso, etc). Son sentimientos que están en uno, que se necesita poder comunicarlos a alguien, pero no a cualquiera sino a la persona que nos merezca mucha confianza de que le va a escuchar a uno y que no le traicionará.
Junto con la apertura del uno para comunicarlo, ha de darse la apertura del otro para recibir esa confidencia que se le hace. Y así llegar los dos juntos a sentir la intimidad que están viviendo en esa confianza mutua total que se tenían y se la mantienen.
No se trata de dialogar manifestando confiadamente el uno al otro lo que está pensando sobre tal o cuál cosa, acerca de lo cuál el otro puede discrepar, y no contribuye a una mayor unión sino a distanciarse por la diferencia de opiniones. Mucho menos se ha de tener la confianza de decirle uno al otro lo que está pensando de él; porque el otro se sentirá herido, se defenderá instintivamente, se pelearán los dos a causa de ello, y no lograrán mayor unidad ni intimidad en su relación, sino mayor distanciamiento que el que quizás ya tenían, o un distanciamiento que no tenían antes.
Otro camino para mantener y acrecentar la intimidad, en la relación de pareja en el matrimonio, es la unión sexual. En lo referente a la actividad sexual, que ha de unirlos en la intimidad de pareja en lugar de ser motivo de empeorar la relación matrimonial que se tiene, se han de mantener los elementos de saber pedir, saber dar, saber recibir con calor diciendo sí, o saber responsablemente negar diciendo no, al comunicarse el uno con el otro. Pero todas estas cosas haciéndolas desde el amor y para manifestar al otro el amor que se le tiene.
Un tercer camino muy importante para mejorar la vida de relación, como lo exige la permanente conciencia del Sacramento con que se unieron en matrimonio, es el orar juntos. No sólo cuando han tenido una discrepancia, sino cuando sienten que algo va mal en la relación, y también como para poner el sello a un momento de intimidad que han vivido en su relación. Decirse el uno al otro: “Vamos a rezar juntos”; y ponerse a hacerlo durante un tiempo prudencial, pero muy desde la fe y desde el corazón. Participar juntos en una Misa y Comulgar juntos, tomarse de la mano o abrazarse con amor mientras rezan, es muy valioso para mantener y cultivar una buena relación en la pareja.
Hay todavía otro camino muy valioso para lograr mantener firme una buena vida de relación de pareja en el matrimonio. Tener una comunidad cristiana de apoyo para reunirse periódicamente, pero con fidelidad, unas parejas con otras; para decirse unos a otros cómo les está yendo en la vida de relación, teniendo la confianza de compartir unos con otros algunos diálogos que han sabido tener y el fruto de intimidad mayor que lograron con esos diálogos. Quizás haciendo oración todos juntos, o reflexionando sobre algún tema que les estimule y les aclare en lo referente a la relación de pareja en el matrimonio entendido como Sacramento cristiano.
Revaluarse con frecuencia no sólo sobre la vida de relación que están teniendo, sino también sobre cómo se están viviendo en la práctica esos cuatro caminos tan válidos para un buena relación de pareja, es algo indispensable, es decir, de lo que no pueden dispensarse quienes deseen vivir un matrimonio firme y la más deseable relación entre los esposos, no solo en la buena armonía o en la paz aparente, sino en una verdadera unidad de ser uno en lugar de dos, y en el gozo de vivir la intimidad.
Todos podemos imaginárnoslo. Pero cada matrimonio, debe revisar con atención su vida de pareja hasta hoy, para encontrar, al hacerlo así, cuáles fueron las insatisfacciones que sufrieron cuando no dialogaron, o cuando vivieron el sexo irresponsablemente no con amor sino solamente con la pasión, o cuando no se decidieron a rezar juntos, o cuando no tuvieron a su alcance un grupo con otras parejas llenas de los mismos ideales, con quienes poder compartir para iluminarse y alentarse mutuamente.
Y mucho más importante, para reafirmarse en sus luchas, podrá ser el recordar los momentos de profunda dicha que gozaron en su vida de relación: al dialogar sobre los sentimientos cuando se vieron en algún problema que afectaba su vida de relación, o cuando tuvieron el acto de unión sexual desde el más verdadero amor cual personas y no como animales, o alguna ocasión en que resolvieron una situación tensa rezando juntos, o cuando tuvieron una reunión de grupo que los enriqueció mucho.
Recordemos los momentos de profunda dicha que hemos gozado, durante nuestros años de matrimonio, en la relación de pareja puesta como prioridad.
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Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.
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