No todos tenemos una misma forma de hacer oración. Pueden variar las formas y los modos de hacer oración. Se puede decir que hay tantas maneras de orar como personas intentan hacer oración. Orar es entrar en relación personal con Dios, y eso es un don, un regalo del Espíritu Santo. Pero proponemos unos pasos que tal vez nos puedan ayudar para comenzar la oración.
[Nota importante]:
El comenzar bien la oración es tan importante que puede convertirse en una garantía para terminar bien la oración
Es lo mismo que cuando se va a cocinar algo especial o se va a hacer una tarea extraordinaria, eso toma su tiempo y su atención especial. Sabemos que es importante la preparación.
En la oración, pronto nos podemos sentir tentados a querer leer cuanto antes el texto, sin preparación previa. Hacer eso no es recomendable.
Es conveniente darle tiempo a Dios. No podemos dañar la comunicación por nuestros apuros.
Por eso proponemos estos pasos:
1º Calmarme
Generalmente todos vivimos bajo presión, congestionados o tensos, siempre de prisa.
Luego de tomar en cuenta los elementos de la oración, empezaré calmándome físicamente, serenándome, relajando los músculos. Esto lo puedo lograr con un ejercicio de respiración. Esto ayudará a conseguir el silencio exterior.
Trate enseguida de descongestionarse espiritualmente (puede ser más difícil). Debe dejar de lado sus preocupaciones, no para desconectarse o aislarse de su realidad, sino para situarse ante ella en otra dimensión de profundidad, que es propia de la oración. Esta “profundidad” requiere silencio interior. Intente hacer esto mientras se va calmando su ritmo respiratorio, repetirá una y otra vez, varias veces, muchas veces, una frase evangélica breve que le guste, especialmente, o una simple palabra (por ejemplo: “Yo os he llamado amigos”, “Padre Nuestro”, “Bendito seas, Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo”, etc.). Deje que el significado de la palabra cale hondamente en su interior. Se está poniendo en la presencia de Dios. Si una preocupación sigue fija en su mente, diga simplemente: “De esto ya me encargaré a tal hora…”, “De eso ya hay quien se encargue…”, “¿Es sumamente importante?...”, “La escribiré en un papel para ocuparme de ella luego”, etc.
Despacio, sin prisa, deje que su cuerpo se vaya relajando y su mente serenándose poco a poco. Si su vista lo distrae, lo fijará en un punto (que puede ser una imagen o una vela encendida) o seguiré con los ojos cerrados.
Estos minutos de tranquilidad le son necesarios. No pierde el tiempo. Va sintiendo que todo su cuerpo se apacigua, no hay músculos ni nervios en tensión. Sus sentidos reciben impresiones del exterior, pero no promueven ideas sobre lo que reciben. No “pelee” con los ruidos que llegan a Ud.: los oye simplemente, sin intentar clasificarlos o identificarlos. Los objetos que le rodean están simplemente, reflejan la luz, pero no se detiene a observarlos. Hay “imágenes” que se entrecruzan en su imaginación…, así como vienen, se irán; no luche contra ellas, simplemente deje que se vayan y siga pensando en su frase…
2º Calmado en presencia de Dios
La señal de la cruz, hecha lentamente, repitiendo internamente las palabras: Padre, Hijo, Espíritu Santo, me hacen entrar en la presencia del Dios Trinidad, que está aquí, de veras presente y me mira, me acoge ante Él, me escucha… “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17).
Caigo en la cuenta delante de quién estoy… Del Hijo, que me lleva al Padre, por el Espíritu Santo…
Alguien está realmente aquí y me escucha…
Y yo ante Él
como un hijo ante su Padre
o un amigo con su amigo
o un discípulo ante su maestro…
“Como están los ojos de los esclavos, fijos en las manos de sus señores, así nuestros ojos en el Señor” (Sal 12)
3º Calmado en espera de algo
Porque Dios ha hablado y ha insinuado que se espere algo:
“Yo la conduciré al desierto y allí le hablaré al corazón…” (Os 2,16)
“Zaqueo: bájate de allí, es necesario que me aloje hoy en tu casa…” (Lc 19,5)
“Simón, tengo algo que decirte…” (Lc 7, 40)
“Si alguno me ama… yo le amaré y me manifestaré a él…” (Jn 14,21)
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre a puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20)
¿Qué cosa puedo esperar de mi oración?
Primero, un contacto consciente, vivo, con la persona del Señor, con Dios, que me hace decir:
“Habla, Señor, que tu siervo escucha”
“Que tu voz resuene en mis oídos”
“Muéstrame tu rostro”
“Enséñame tus caminos”
“Santificado sea tu Nombre, venga tu Reino…”
“Ven, Señor Jesús”
Y con esto, una atención más grande a su Voluntad; un moverse a hacer Su Voluntad, poniendo toda mi existencia, personal y social (mi pensamiento y acciones, los acontecimientos y realidades que me rodean, mis actitudes y proyectos, etc.) a la luz de su Palabra, para ser interpelado por ella y ver lo que Él quiere.
Además, todo esto, en una espera confiada. Sin querer apresurarme, ni inquietarme. Sin hablar mucho; escuchando más bien, sintiendo y gustando internamente. Porque “no el mucho saber harta y satisface el alma, mas el sentir y gustar de las cosas internamente” (EE.2) Reconociendo que “no sabemos orar como conviene” (Rom 8,26) y por eso el Espíritu, que está en mí y todo lo abarca, “intercede a nuestro favor con gemidos inefables”, “viene a socorrer nuestra debilidad” y “nos hace clamar: ¡Abba! ¡Padre!.
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Referencias:
Guías de ayuda para hacer los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola en la vida corriente. Ignacio Huarte, S.J.
Métodos Ignacianos de Oración – Equipo de Pastoral Juvenil, Compañía de Jesús en el Perú. Lima.
Para sentir y gustar con Dios. Módulo Taller de Oración Cristiana – Encuentros, Casa de la Juventud, Lima. 1998.
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Para leer las etregas anteriores:
La Oración en los Ejercicios Espirituales - 1º Parte ¿Qué es la Oración?
La Oración en los Ejercicios Espirituales - 2º Parte ¿Cómo preparo mi Oración?
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