P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.†
Lecturas: Dan 12,1-3; S. 15; Heb 10,11-14.18; Mc 13,24-32
Mis palabras no pasarán
Mis palabras no pasarán
En la Biblia este Evangelio es parte del final de un discurso de Jesús llamado “discurso escatológico”. “Éschaton” en griego significa “lo último”; designa el final de algo. Este capítulo lo dedica Marcos a lo que Jesús dijo sobre el final de Jerusalén y del mundo. La idea conclusiva es la que hemos escuchado: “Mis palabras no pasarán”, se cumplirán, pero “el día y la hora nadie lo sabe” y añade esto, que no se ha leído: "Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será ese momento" (Mc 13,33).
La forma literaria o estilo empleado es el llamado por los exegetas género apocalíptico. Surge en la cultura hebrea y cristiana entre los siglos II a.C y mediados del II d.C. Por medio de símbolos y formas literarias muy raras y difíciles de entender se expresa el sufrimiento del pueblo judío o de los seguidores de Cristo y su esperanza en una intervención mesiánica salvadora o, en el caso de la apocalíptica cristiana, en la Parusía o segunda venida de Cristo, como juez del universo.
En la Biblia cristiana el libro clásico del género apocalíptico es el Apocalipsis. Pero fragmentos de este género los encontramos en otros lugares. Como muestra están la primera lectura de hoy: “Surgirá el arcángel Miguel, el gran Príncipe protector de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no hubo otros desde que existen las naciones. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro”. El libro de Daniel tiene varios fragmentos de este género apocalíptico. Así mismo hoy el comienzo del evangelio: “El sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”. Son signos –no cabe duda–sobrecogedores. Y luego se hace presente Jesús de forma igualmente apocalíptica: “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”. El Hijo del hombre ya sabemos quién es y cómo apareció a sus contemporáneos; lo que Jesús revela aquí es que en ese día vendrá “con gran poder y gloria”. Son atributos que pertenecen a Dios. “Con gran poder y gloria” significa que vendrá en el esplendor de su divinidad.
¿Qué ocurrirá con los hombres? Jesús dice: “Enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte”. Con autoridad absoluta irresistible los saca hasta del rincón más escondido, donde quedaron sus cuerpos, porque nada le queda oculto. Se menciona sólo la suerte de los “elegidos”: ellos serán reunidos en la gloria. El primer “Elegido” de Dios es el Hijo, tal como lo reconoció la voz que vino desde el cielo en el momento de la transfiguración de Jesús y en el bautismo: “Este es mi Hijo, mi Elegido, escúchenlo” (Lc 3,22; 9,35). Los “elegidos” (1P 1,1) son todos los que comparten con el Hijo la condición de “hijos de Dios” (Ro 8,15). Acerca de todos ellos el mismo Dios declara: “Estos son mis hijos, mis elegidos” (Ro 9,26). Y el único medio para llegar a ser hijos de Dios y compartir su naturaleza divina es el amor. Por eso se nos ha dado este precepto: “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios” (1Jn 4,7). El que cumple este precepto no tendrá que temer el día de su Venida, sino que ese día se llenará de gozo eterno (v. Mt 25).
Ciertamente que este mundo acabará. La misma ciencia experimental lo afirma. La energía del universo tiene un límite de utilización y no se puede aumentar. Llegará un momento en que todo movimiento cesa, la vida lo hará mucho antes, los hombres antes aún. Científicamente esto es cierto.
Pero la ciencia no da ninguna respuesta a las muchísimas preguntas que el hombre se hace sobre el final y que necesita que se le respondan. La razón busca una respuesta. El hombre religioso la ha encontrado en la religión. El cristiano –demos gracias a Dios– la conoce por la revelación del Señor misericordioso.
Se trata de momentos o situaciones muy serias, en las que se va a decidir de nuestro destino por toda la eternidad, y esto en verdad nos pone los pelos de punta. No parece probable que nos toque a nosotros el fin del mundo; aunque yo pienso que, si ahora, por ejemplo, sucediese, sería fácil comprobar que la profecía de Jesús se ha realizado: guerras, desastres naturales frecuentes, el evangelio predicado y conocido por todas las naciones, increencia y aun agresividad antirreligiosa generalizada junto con una difusión universal del evangelio universal por los medios de difusión. ¿Estaremos no tan lejos del final? Conforta, sin embargo, aquello de Santa Teresa de Lisieux en la hora de su muerte: “¡Qué consuelo pensar en que se va ser juzgada por Aquel a quien se ha amado tanto en la vida!”. También Jesús nos tranquiliza, nos anima a perseverar y nos asegura la presencia del Espíritu Santo y promete que no se perderá ni un cabello de nuestras cabezas (Mc 13,11.13; Lc 21,18.28). Nos pone el ejemplo estimulante de la higuera en la primavera y nos da su palabra de que así sucederán las cosas y que no nos hace falta conocer la hora exacta. Ni Él la sabe, sólo el Padre. Lo que quiere decir que no quiere Dios decírnosla y que Él no tiene la misión de manifestarla, sino de alertarnos para que estemos vigilantes y así aprovechar el tiempo que nos queda, obrando la justicia y la caridad.
El “no pasará esta generación antes que todo se cumpla” se hace realidad bien porque el término “generación” significa esta raza o nación judía (lo cual es posible), o bien las personas que ahora están en vida (también posible) y entonces se referiría a la destrucción del templo y de Jerusalén en el año 70, que fue la primera pregunta de los discípulos y que es el símbolo del final del mundo.
Lejos de infundirnos miedo, esta palabra de Jesús debe estimularnos ante la primavera, cada vez más cercana. “Él está cerca”. “El cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán”. Debemos tenerlo presente siempre. Constantemente, pero especialmente en las peores tribulaciones y en los momentos más difíciles “el cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán”.
La forma literaria o estilo empleado es el llamado por los exegetas género apocalíptico. Surge en la cultura hebrea y cristiana entre los siglos II a.C y mediados del II d.C. Por medio de símbolos y formas literarias muy raras y difíciles de entender se expresa el sufrimiento del pueblo judío o de los seguidores de Cristo y su esperanza en una intervención mesiánica salvadora o, en el caso de la apocalíptica cristiana, en la Parusía o segunda venida de Cristo, como juez del universo.
En la Biblia cristiana el libro clásico del género apocalíptico es el Apocalipsis. Pero fragmentos de este género los encontramos en otros lugares. Como muestra están la primera lectura de hoy: “Surgirá el arcángel Miguel, el gran Príncipe protector de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no hubo otros desde que existen las naciones. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro”. El libro de Daniel tiene varios fragmentos de este género apocalíptico. Así mismo hoy el comienzo del evangelio: “El sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”. Son signos –no cabe duda–sobrecogedores. Y luego se hace presente Jesús de forma igualmente apocalíptica: “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”. El Hijo del hombre ya sabemos quién es y cómo apareció a sus contemporáneos; lo que Jesús revela aquí es que en ese día vendrá “con gran poder y gloria”. Son atributos que pertenecen a Dios. “Con gran poder y gloria” significa que vendrá en el esplendor de su divinidad.
¿Qué ocurrirá con los hombres? Jesús dice: “Enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte”. Con autoridad absoluta irresistible los saca hasta del rincón más escondido, donde quedaron sus cuerpos, porque nada le queda oculto. Se menciona sólo la suerte de los “elegidos”: ellos serán reunidos en la gloria. El primer “Elegido” de Dios es el Hijo, tal como lo reconoció la voz que vino desde el cielo en el momento de la transfiguración de Jesús y en el bautismo: “Este es mi Hijo, mi Elegido, escúchenlo” (Lc 3,22; 9,35). Los “elegidos” (1P 1,1) son todos los que comparten con el Hijo la condición de “hijos de Dios” (Ro 8,15). Acerca de todos ellos el mismo Dios declara: “Estos son mis hijos, mis elegidos” (Ro 9,26). Y el único medio para llegar a ser hijos de Dios y compartir su naturaleza divina es el amor. Por eso se nos ha dado este precepto: “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios” (1Jn 4,7). El que cumple este precepto no tendrá que temer el día de su Venida, sino que ese día se llenará de gozo eterno (v. Mt 25).
Ciertamente que este mundo acabará. La misma ciencia experimental lo afirma. La energía del universo tiene un límite de utilización y no se puede aumentar. Llegará un momento en que todo movimiento cesa, la vida lo hará mucho antes, los hombres antes aún. Científicamente esto es cierto.
Pero la ciencia no da ninguna respuesta a las muchísimas preguntas que el hombre se hace sobre el final y que necesita que se le respondan. La razón busca una respuesta. El hombre religioso la ha encontrado en la religión. El cristiano –demos gracias a Dios– la conoce por la revelación del Señor misericordioso.
Se trata de momentos o situaciones muy serias, en las que se va a decidir de nuestro destino por toda la eternidad, y esto en verdad nos pone los pelos de punta. No parece probable que nos toque a nosotros el fin del mundo; aunque yo pienso que, si ahora, por ejemplo, sucediese, sería fácil comprobar que la profecía de Jesús se ha realizado: guerras, desastres naturales frecuentes, el evangelio predicado y conocido por todas las naciones, increencia y aun agresividad antirreligiosa generalizada junto con una difusión universal del evangelio universal por los medios de difusión. ¿Estaremos no tan lejos del final? Conforta, sin embargo, aquello de Santa Teresa de Lisieux en la hora de su muerte: “¡Qué consuelo pensar en que se va ser juzgada por Aquel a quien se ha amado tanto en la vida!”. También Jesús nos tranquiliza, nos anima a perseverar y nos asegura la presencia del Espíritu Santo y promete que no se perderá ni un cabello de nuestras cabezas (Mc 13,11.13; Lc 21,18.28). Nos pone el ejemplo estimulante de la higuera en la primavera y nos da su palabra de que así sucederán las cosas y que no nos hace falta conocer la hora exacta. Ni Él la sabe, sólo el Padre. Lo que quiere decir que no quiere Dios decírnosla y que Él no tiene la misión de manifestarla, sino de alertarnos para que estemos vigilantes y así aprovechar el tiempo que nos queda, obrando la justicia y la caridad.
El “no pasará esta generación antes que todo se cumpla” se hace realidad bien porque el término “generación” significa esta raza o nación judía (lo cual es posible), o bien las personas que ahora están en vida (también posible) y entonces se referiría a la destrucción del templo y de Jerusalén en el año 70, que fue la primera pregunta de los discípulos y que es el símbolo del final del mundo.
Lejos de infundirnos miedo, esta palabra de Jesús debe estimularnos ante la primavera, cada vez más cercana. “Él está cerca”. “El cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán”. Debemos tenerlo presente siempre. Constantemente, pero especialmente en las peores tribulaciones y en los momentos más difíciles “el cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán”.
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Voz de audio: Guillermo Eduardo Mendoza Hernández.
Legión de María - Parroquia San Pedro, Lima.
Agradecemos a Guillermo por su colaboración.
P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita†
Director fundador del blog
1 comment:
Buenos dias amigos del blog…
Juan los saluda desde Argentina…..!!!!
No me gusta comentar apurado estas lineas, tan bien pensadas. Pero como me tengo que ir a trabajar ya nomas, quisiera compartir (si os interesa) al menos lo esencial:
Los felicito…..!!!
1- Primero felicito al autor. Es una pluma pocas veces hallada en mis búsquedas (y miren que soy un (tipo tenaz). Es una hábil combinación de erudición, sentido común y lenguaje popular 8sin ser vulgar). Creo lograr enunciados así no es muy fácil, no se hacen asi nomas. Por eso felicito a la pluma, y espero arrimarme un poco cuando escriba para mi catequesis.
Esta generación…
2- No tengo tiempo de buscar a un exégeta que me acompañe. Solo digo que el problema “exergético” lo veo en eso de “esta generación”. Problema que advierte el autor y lo explica.
Juzgados en el amor
3- Pero bien, ahora no estamos para dar con este problema (por demás interesante y relevante según yo) y me quedo con el mensaje de fondo:
Lo que quiere decir que no quiere Dios decírnosla y que Él no tiene la misión de manifestarla, sino de alertarnos para que estemos vigilantes y así aprovechar el tiempo que nos queda, obrando la justicia y la caridad.
O como resumía el cura salesiano de mi comunidad este domingo: “al final, seremos juzgados en el amor”.
Con mi prójimo encuentro a Dios
4-Como vemos, al final, volvemos a aquello del mandamiento nuevo, que resume la vida de Jesús, las tablas de Mosises etc. El amor al projimo.
Y Cuanto nos cuesta esto a veces……!!!!!!(cada uno tendrá sus razones propias).
Pero a fin de cuentas ahí esta el desafío cristiano, el mandato de Dios, la cruz de esta tierra.
En el servicio, ahí me acerco a Dios. Como decía Monseñor Romero:
¿Como puedo saber si estoy cerca de Dios? : si ayudo a mi hermano, al que esta a mi lado, si socorro al desvalido, entonces estoy cerca de Dios…..
Un abrazo en Jesús……
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