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P. Adolfo Franco, jesuita.
Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 11 - 18):
En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
Palabra del Señor
Jesucristo es el buen pastor que defiende a sus ovejas con su vida
Jesús se define a sí mismo como el Buen Pastor, y nos explica a nosotros esta hermosa realidad. La figura del buen Pastor la hemos ido enriqueciendo con muchas imágenes y ha adquirido en nuestros corazones de creyentes un atractivo especial. Jesús es el Buen Pastor que me guía, que me cuida, que impide que me vaya, que me busca si me pierdo: “aunque camine por cañadas obscuras nada temo, porque tú vas conmigo”.
Y Jesús conversa con sus apóstoles sobre esto y nos va abriendo un panorama lleno de luz, al desarrollar su explicación ¿por qué es el Buen Pastor? Porque da la vida por sus ovejas. Tan bueno es como pastor, que por defender a sus ovejas de todo mal es capaz de ponerse entre las ovejas y el lobo, aunque sepa que el lobo lo va a despedazar. Pero sus ovejas, gracias a ese gesto de amor, quedarán libres y sanas.
Y aquí el Señor nos da una explicación revestida de hermosura de lo que es la redención, de lo que será su muerte en la cruz por nuestra salvación. Se trata de un Pastor que tenía un gran rebaño de ovejas a las que quería y conocía por su nombre, las amaba. Un día, cuando el Pastor llevaba a sus ovejas a pastar, se presentó inesperadamente un terrible lobo, que amenazaba tragarse a las ovejas. El Buen Pastor se plantó en medio, abrió los brazos hacia atrás como queriendo formar un refugio para sus ovejas; el lobo terrible le saltó a su pecho y lo destrozó con furia. Mientras el pastor en el suelo se desangraba, las ovejas habían logrado ponerse a salvo. El Buen Pastor es el que da la vida por las ovejas.
Pero aquí hay también una especial lección que brilla para nosotros, que debe atraernos: “dar la vida”. Esta es una gran lección; aunque nosotros no podamos atribuirnos ningún título de pastor, también deberíamos estar dispuestos a dar la vida. Porque el afán de dar la vida, es la gran ilusión que ha de llenar una existencia auténtica. Dar la vida. Esa es la clave. Es el Ideal. Es el gran descubrimiento del Evangelio, para el cristiano. Cristiano es el que tiene como meta, el dar la vida, como Jesús la dio. No guardársela avaramente. No rodear nuestra existencia de una muralla de protecciones y de cuidados. No pensarla como un pequeño depósito de agua, que hay que cuidar mucho para que no se gaste.
Y hay muchas formas de dar la vida. Simplemente hay que entender lo que significa dar. Y es fácil conocer lo que es dar; no es una palabra de significado complicado, reservado solo a iniciados. Lo difícil es persuadirse de que ahí está el tesoro. De que dar la vida es la mejor manera de vivir. Que la vida se expande y se hace fecunda cuando se da. La mano abierta para dar. Dar para que otros vivan; tiempo, afecto, comprensión.
Dar la vida es dar de comer al hambriento. Y hay tantos hambrientos; y el hambre tiene tantas caras. Y qué hermoso es dar incluso la propia comida, para que otro no tenga hambre. Pero no es ésa la forma habitual que tenemos de dar. Nuestra forma de dar es con cálculo y mezquina. Separamos de nuestro plato, un poco, no mucho, un poquito, porque el resto lo tengo que comer yo. Y a veces la parte del plato que no me gusta es la que separo, la empujo con el tenedor a otro plato, y la doy, apartándola de mi. Esa es nuestra forma de dar, cuando damos. Un poco, bien pesado y medido, para que no me empobrezca yo. Y si tengo que dar algo de lo que yo colecciono, como parte de mis tesoros de cosas, entonces me duele, y sufro, como si me estuvieran arrancando un poco de mi vida.
Hay que dar la vida, para ser como el Buen Pastor. Y entonces nuestra vida se convertirá para nosotros mismos en un manantial que salta hasta la vida eterna. Esta es la lección que nos da el Buen Pastor. No es sólo para que nos admiremos de su amor, sino para que sepamos cómo hemos de vivir nosotros mismos. Jesús es Modelo y Maestro. Y así nos dice que si damos la vida, la encontraremos.
El nos dice que sus ovejas escuchan su voz, y esa es la voz que debemos escuchar; y esa voz nos dice que el que pierda su vida por entregarla, la encontrará mucho más fecunda. Y así El nos conocerá como sus ovejas, de la misma forma que conoce a su Padre.
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