P. Ignacio Garro, jesuita †
5. EL CREDO
Continuación
5.10. EL MISTERIO DE LA ENCARNACION: JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS
5.10.1 Verdad fundamental
"La única orientación del espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad y del corazón es para nosotros esta: hacia Cristo, Redentor del hombre; hacia Cristo, Redentor del mundo. A El queremos mirar nosotros, porque sólo en El, Hijo de Dios, hay salvación, renovando la afirmación de Pedro " Señor: ¿a quién iríamos, Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan Pablo II, Enc. RedemptorHominis, núm. 7). Cfr. Puebla, núm. 214.
La doctrina sobre la divinidad de Cristo es de capital importancia. En efecto, si Jesucristo es verdadero Dios, se sigue que son divinas su doctrina, la Iglesia que fundó y las verdades que ésta nos enseña. Por el contrario si no fue Dios, ni su doctrina, ni su Iglesia son divinas, ni El nos merece crédito, porque nos habría engañado al presentarse como Dios.
"La Iglesia cree que Cristo, que murió y resucitó por todos, ofrece al hombre luz y fuerza, por medio del Espíritu Santo, para que pueda responder a su vocación; y que no se les ha dado a los hombres otro nombre bajo el cielo por el que puedan salvarse. Igualmente, cree que la clave, el centro y la finalidad de toda la historia humana se encuentra en su Señor y Maestro. Además, la Iglesia afirma que en el fondo de todos los cambios hay muchas cosas que no cambian, que tienen su último fundamento en Cristo, que es el mismo ayer y hoy y por todos los siglos" (Con. Vaticano 11, Const. Past. Gaudium et Spes, núm. 10) (cfr. Puebla, núm. 194).
Veamos, pues, las principales pruebas de su divinidad. Ellas son: a) las profecías realizadas en El, que lo señalaban como Dios; y b) las profecías realizadas por Él mismo; c) los milagros obrados en confirmación de su divinidad; d) la afirmación del mismo Jesucristo; e) la afirmación de su Padre celestial; f) la santidad de su vida y doctrina; la afirmación de los apóstoles y de la Iglesia.
5.10.2 Pruebas de la divinidad de Cristo
a) Las profecías
Las profecías, que como hemos visto se cumplieron en Cristo, lo designaban no sólo como Mesías, sino también como verdadero Dios.
Así los profetas:
lo. Le daban nombres que sólo a Dios pueden aplicarse, por ejemplo, el admirable, el justo, el santo de los santos.
2o. Le dieron el nombre de Dios. Isaías dice: "El mismo Dios vendrá en persona y os salvará" (35, 4). Y en otro lugar: "He aquí que una virgen dará a luz un hijo, y su nombre será Ernmanuel, esto es, Dios con nosotros" (7, 14). En otro lugar dice también: "Ahora nos ha nacido un niño. Se llamará el admirable, el Consejero, Dios, el Fuerte, el Padre del siglo futuro, el príncipe de la paz" (9, 6).
Conclusión. Como estas profecías tuvieron realización en Cristo, debemos concluir que Cristo es Dios; pues si no lo fuera, el mismo Dios nos hubiera inducido al engaño.
b) Profecías hechas por el mismo Cristo
El mismo Jesucristo hizo numerosas profecías acerca de su persona, de los Apóstoles, de su Iglesia, y de otros varios acontecimientos, que dan mayor peso a este argumento.
la. Respecto a su persona, en tres ocasiones predijo su pasión, y muerte de cruz y resurrección. "Mirad que vamos a Jerusalén , y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes, y lo condenarán a muerte, y lo entregarán los gentiles, para que lo escarnezcan, azoten y crucifiquen; más al tercer día resucitará" (Mt. 20, 18).
2a. Respecto a sus Apóstoles, predijo la triple negación de Pedro, la venida del Espíritu Santo sobre ellos, y las persecuciones que les tocaría afrontar.
3a. Respecto a la Iglesia, predijo su perpetuidad. "Y yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos" (Mt. 28, 20).
Estas diversas profecías sobre sucesos libres, prueban el carácter divino del que las hizo.
c) Los milagros
Los milagros de Cristo prueban no solamente su carácter de Mesías, sino también su divinidad. En efecto:
c.1. Cristo los hizo en su propio nombre, en tanto que los demás siempre los hicieron en nombre de Dios. Por ejemplo dijo al leproso, "Yo lo quiero, se limpió 33 (Mt. 8, 3); y al hijo de la viuda de Naím: "Muchacho, a ti te digo, levántate" (Lc. 7, 14).
c.2. Comunicó a sus discípulos el poder de hacer milagros en su nombre (Alc. 16, 17).
c.3. Hizo milagros en confirmación de su divinidad. Así dijo a los judíos, que querían apedrearlo como blasfemo, por haberse declarado Dios: "Sí no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago y no queréis dar crédito a mi palabra, dádselo a mis obras" (Jn. 10, 37).
Y antes de la resurrección de Lázaro dio gracias a su Padre Celestial por razón del pueblo que le rodea, "con el fin de que crean que Tú eres el que me has enviado" (Jn. 11, 42.)
Cristo hizo milagros en confirmación de su divinidad; y como el milagro es prueba de la intervención divina, es evidente que los milagros de Cristo prueban su divinidad. De otra suerte Dios mismo hubiera confirmado con milagros una mentira, lo que es inconcebible.
d) Testimonio del mismo Cristo
Cristo se proclama Dios de muchos modos:
d.1. Se atribuye perfecciones y poderes que sólo Dios tiene, como la eternidad, la creación, el poder de perdonar los pecados; y dice claramente: "Todo lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo" (Jn. 5, 19).
d.2. Aprueba explícitamente la confesión de Pedro: "Tú eres el Hijo de Dios vivo", y la de Tomás: "Señor mío, y Dios mío" (Mt. 16, 16; Jn. 20, 28).
d.3. Manifiesta que es Dios e Hijo de Dios: "El padre y yo somos una misma cosa"; y declara solemnemente ante Caifás que es Hijo de Dios y que vendrá a juzgar a los hombres (Jn. 10,3; Mt 26, 64). Esta afirmación hecha por Cristo prueba su divinidad. En efecto, ningún hombre fuera de Cristo, ningún profeta, ningún fundador de religión se ha atrevido a proclamarse Dios. Si Cristo se hubiera proclamado Dios sin serlo, sería o un loco o un mentiroso; y ambas cosas repugnan, pues nadie ha existido tan sabio ni tan santo.
d.4. Testimonio de Dios Padre: En el bautismo de Cristo en el Jordán y más tarde en el Tabor se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo amado en quien tengo todas mis complacencias; escuchadle" (Mt. 3, 17 - 17, 5). Este testimonio tiene especial valor, por ser la afirmación clara y explícita de Dios, verdad infalible.
d.5. Su vida y doctrina
lo. Cristo fue en su vida ejemplo perfecto de toda santidad, a tal punto que pudo decir a sus discípulos: "Ejemplo os he dado para que como obré, obréis también vosotros" (Jn. 13, 15). Y a sus enemigos: "¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?" (Jn. 8, 46).
2o. Por otra parte, su doctrina está llena de sabiduría y santidad. Ella transformó la faz de la tierra y ha producido en todas partes frutos de la más excelente perfección.
Esta santidad de Cristo, y la sabiduría y santidad de su doctrina prueban su divinidad, sobre todo si las juntamos con la afirmación que El mismo hizo de ser Hijo de Dios. Pues no se concibe que un loco o un impostor haya sido el más sabio y el más santo de los hombres, y el Fundador de la más excelente doctrina que han contemplado los siglos.
d.6. Testimonio de los Apóstoles y de la Iglesia
Los Apóstoles dieron fe de la divinidad de Jesucristo; y son especialmente elocuentes los testimonios explícitos y numerosos de San Juan y San Pablo. "Sabemos, dice San Juan, que vino el Hijo de Dios... Este es el verdadero Dios, y la verdad eterna" (1 Jn. 5,20). Y San Pablo afirma: "Jesucristo teniendo naturaleza de Dios, no por usurpación, se hizo igual a Dios" (Fil. 2, 6).
Este testimonio tiene especial valor, pues los Apóstoles no sólo conocieron de cerca a Cristo, sino que confirmaron sus enseñanzas con numerosos milagros y con el martirio.
La Iglesia Católica por su parte, siempre ha enseñado que Jesucristo es Hijo de Dios por naturaleza y verdadero Dios; y sobre esta creencia ha descansado inconmovíblemente su doctrina.
Hay otras tres pruebas de la divinidad de Jesucristo: su resurrección, verificada por virtud propia y anunciada por él con anterioridad; la fundación y desarrollo de su Iglesia; y el testimonio de sus mártires.
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