P. Ignacio Garro, jesuita †
5. EL CREDO
Continuación
5.5.4. ELEVACIÓN DEL HOMBRE AL ORDEN SOBRENATURAL
Dios elevó desde un principio a nuestros primeros padres y a todos los hombres al orden sobrenatural (cfr. Conc. Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius, c.2). Esto es:
a) Le señaló como último fin su eterna posesión en el cielo, por la visión beatifica.
b) Para poder llegar a este fin les concedió medios sobrenaturales a propósito, de los cuales el principal es la gracia.
El estado en que Dios creó a nuestros primeros padres recibe dos denominaciones:
a) Estado de inocencia, porque ellos no fueron formados en el pecado, mientras que todos sus descendientes sí nacen en el pecado.
b) Estado de justicia original. Con estas palabras se comprenden los diversos dones sobre. naturales y preternaturales con que Dios los enriqueció.
5.5.4.1. Dones sobrenaturales. La gracia. Filiación divina
Los dones sobrenaturales son principalmente la gracia, las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo.Baste por ahora, dar una noción somera de lo que es la gracia, pues un estudio más completo de esta realidad sobrenatural y de los medios por los que nos llega -los sacramentos- se estudia en la Teología Sacramentaria.*
* Cfr. Sada R. y Monroy A. Curso de Teología Sacramentaria pp. 19-30, ERSA, México 1980.
La gracia santificante es una participación de la Naturaleza divina, que nos hace hijos adoptivos de Dios y herederos de la gloria.
1°. Es una participación de la naturaleza divina (cfr. 2a. Epístola de San Pedro 1, 4,). Como dijimos, los dones sobrenaturales, y entre ellos la gracia, son divinos en sentido estricto, esto es, propios de Dios.
2°. Que nos hace hijos de Dios. Por naturaleza somos tan sólo criaturas, siervos de Dios. La gracia, por sobre la naturaleza, nos hace sus hijos.
Dos diferencias principales hay entre el hijo y el siervo:
a) El hijo participa de la naturaleza de sus padres, de quienes recibió la existencia; el siervo es un extraño en la familia.
b) El hijo tiene derecho a la herencia de sus padres; el siervo no.
La gracia nos hace hijos de Dios no por naturaleza, sino por adopción. A veces en una casa recogen un niño huérfano, lo educan con esmero, llegan a adoptarlo por hijo, le dan el apellido familiar y una participación en la herencia. Algo así hace Dios con nosotros, participándonos algo de su Naturaleza, y dándonos derecho a su heredad. Sólo Jesucristo es Hijo de Dios por naturaleza.
3°. La gracia no es una participación sustancial de la naturaleza divina, sino una participación accidental; pues la misma substancia divina es incomunicable.
5.5.4.2. Dones preternaturales
Dios adornó a nuestros primeros padres con cuatro dones preternaturales muy excelentes. Dos se refieren al alma, la ciencia y la integridad; y dos al cuerpo: la inmunidad y la inmortalidad.
a) La ciencia consiste en que poseyeron sin estudio gran número de elevados conocimientos, en especial religiosos y morales que por referirse a Dios son más sapiencíales.
b) La integridad, en el orden perfecto de toda su naturaleza. Las pasiones estaban perfectamente sometidas a la razón, y ésta por entero a Dios. Por ello, era imposible un pecado pasional, pues para ello tenía antes que darse la ruptura de la razón con Dios. Por ello, nuestros primeros padres en estado de inocencia no podían pecar venialmente.
c) La inmunidad, en que no estaban sometidos al dolor. La misma ley del trabajo era para ellos suave y deleitosa.
d) La inmortalidad, en que no debían morir; sino que después de algún tiempo deberían ser trasladados al cielo sin pasar por la muerte.
5.5.4.3. Dones permanentes y transmisibles
Estos dones, tanto los sobrenaturales, como los preternaturales, tenían dos propiedades: eran permanentes y transmisibles.
1°. Eran permanentes. Esto es, Dios se los concedió a nuestros primeros padres, no por algún tiempo, sino de modo permanente, mientras no se hicieran indignos de ellos por el pecado.
2°. Eran transmisibles. Esto es, Adán los transmitirla por naturaleza a todos sus hijos. De manera que si Adán no hubiera pecado, todos los hombres nacerían en estado de gracia, con derecho al cielo, y adornados de los dones preternaturales.
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