Los escritos de San Pablo: La vida del Apóstol II


P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


1.5. La Vocación apostólica

La imagen que tenemos de Pablo perseguidor de la Iglesia de Cristo se debe en buena medida a la exposición que nos ofrece Hechos de los Apóstoles. La revelación que Pablo recibió de Cristo en el camino de Damasco hacia el año 34 no modificó su ciencia escriturística ni su técnica en la interpretación del Antiguo Testamento. Transformó, sin embargo, su vida mediante una nueva comprensión religiosa que Dios le dio en su revelación. El acontecimiento fue una "llamada" de Dios, por medio de la cual Pablo recibió la misión de anunciar a Cristo a los gentiles, Gal 1, 15-16: “Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo hambre alguno”. De perseguidor de la Iglesia de Dios, Pablo se convirtió en Evangelizador y servidor de Cristo, que lo apresó, Filp 3, 12: “...  como Cristo me alcanzó a mí”. Este es el significado fundamental - así lo expresa Pablo - de su encuentro con Cristo cuando caminaba hacia Damasco.

La aparición de Cristo está narrada tres veces en el libro de los Hech  9, 1-30; 22, 6-11; 26, 12-18. Entre las tres narraciones existen algunas diferencias, pero coinciden en los elementos esenciales:
A continuación vamos a ver la primera narración de la conversión en Hech 9, 1-22: “Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que, si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar presos a Jerusalén.

Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le envolvió una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Él preguntó: “¿Quién eres, Señor”? Y Él: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y te dirán lo que debes de hacer”. Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pues oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía sus ojos bien abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le introdujeron en Damasco. Pasó tres días sin ver, y  sin comer ni beber.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: “Ananías”. Él respondió: “Aquí estoy, Señor”. Y el Señor: “Levántate y vete a la calle recta y pregunta  en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira, está en oración y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para recobrar la vista”. Respondió Ananías: “Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén y que aquí tiene poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre”. El Señor respondió: “Vete, pues éste me es instrumento elegido para llevar mi nombre a los gentiles, los reyes y los hijos de Israel”. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre”.

Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: “Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo”. Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.

Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco, y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: “éste es el Hijo de Dios.” Todos los que le oían quedaban atónitos y decían: “¿No es éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocan ese nombre, y ha venido aquí con el objeto de llevárselos encadenados a los sumos sacerdotes?”. Pero Saulo se fortalecía y confundía a los judíos que vivían en Damasco demostrándoles que éste es el Cristo”.

  • Aparición luminosa de Cristo: Hech 9, 3; 22, 6; 26, 13.
  • Caída de Pablo, mientras oía una voz celestial: Hech 9, 4; 22, 7; 26, 14.
  • La reprensión a Pablo es idéntica: "Saúl, Saúl, por qué me persigues?", Hech 9, 4; 22, 7; 26, 14.
  • La pregunta de Pablo y la respuesta del Señor: "Quién eres, Señor?... "Yo soy Jesús, a quien tú persigues": Hech 9, 5; 22, 8; 26, 15.

Estos son los elementos clásicos de una teofanía y nos sirven para ilustrar la breve indicación que hace Pablo en Gal 1, 16: "revelar  en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles”. Por otra parte, la tercera narración de Lucas en los Hechos recuerda esta finalidad apostólica de la aparición teofánica, Hech 26, 16-18: “Pero levántate, y ponte en pie; pues me he aparecido a ti para constituirte servidor y testigo tanto de las cosas que de mí has visto como de las que te manifestaré. Yo te libraré de tu pueblo y de los gentiles, a los cuales yo te envío, para que les abras los ojos; para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios; para que reciban el perdón de  los pecados y una parte en la herencia entre los santificados, mediante la fe en mí”.

En otras palabras, Pablo recibió del Señor un, "apocalipsis", es decir, una "revelación", Gal 1, 16: “revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles...”. Las indicaciones claras de 1 Cor 9, 1: “¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?”; nos obligan a pensar en una visión de Cristo glorioso, análogas a las que recibieron los otros apóstoles. Esta visión consagró a Pablo como verdadero apóstol de Cristo, auténtico testigo de Cristo resucitado, al igual que los otros Doce.

Este Cristo, conocido por Pablo es un ser celestial, pero también histórico: "nacido de mujer", Gal 4, 4; “hijo de David”, Rom 1, 3, un ser que vivió en el tiempo, "en una carne semejante a la del pecado",  Rom 8, 3; que "tomó la condición de esclavo" y “se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz", Flp 2, 6-11. Pablo no distinguió nunca al Jesús de la gloria del Jesús de la historia.
El acontecimiento de Damasco es de una importancia capital: fue decisivo para el futuro de Pablo. Él, hecho cristiano y apóstol de Cristo Jesús entre los gentiles, pudo hacer triunfar rápidamente una orientación espiritual y universal en el cristianismo primitivo. De este modo, él es el protagonista de un desarrollo extraordinario en la Iglesia de Cristo.

1.6. Vida cristiana y apostólica

En Pablo no se puede separar la: "vida cristiana" de la "vida apostólica". El acontecimiento de Damasco fue para él el principio de su vida cristiana y de su vida apostólica. Él se convirtió en cristiano al convertirse en Apóstol de los Gentiles. Esta es su definición. Todo lo demás, incluso su profunda teología, únicamente se puede entender en relación y dependencia de su apostolado.
En primer lugar tenemos que tener en cuenta lo que el mismo Pablo nos cuenta acerca de qué hizo antes de empezar en serio su actividad apostólica. Se trata de su estancia en el desierto de Arabia: Al poco tiempo del suceso de Damasco y de su conversión repentina, Pablo se dirige, según sus propias palabras a Arabia. Pablo menciona este texto en el que quiere demostrar respecto de Jerusalén. Así lo explica en Gal 1, 17-20: “ni subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde volví a Damasco. Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía. Y no vi ningún apóstol, sino a Santiago, el hermano del Señor. Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento”.

Se calcula que la estancia de Pablo en Arabia duró, más o menos, dos años. Pero en ese tiempo tenemos que incluir su visita a Damasco. No se sabe con certeza cronológica como se reparte el tiempo entre Arabia y Damasco. Pero nos preguntamos, ¿por qué Pablo se dirigió a Arabia? Su mentalidad mercantil y urbana no encaja con la soledad del desierto. Se puede suponer que arreció contra él la oposición de los judíos recién convertidos a Cristo y de los otros judíos a quienes quería convertir. No olvidemos que sus mismos hermanos cristianos lo miraron con cierto escepticismo y desconfianza debido a la rápida conversión de Pablo como perseguidor a evangelizador y a su peculiar interpretación del Evangelio predicado a los gentiles.

1.6.1. La primera actividad apostólica de Pablo

Los hechos que siguieron inmediatamente a la conversión de Pablo los encontramos narrados en la Carta a los Gálatas y en el libro de los Hechos de los Apóstoles: Hech 9, 19-30: “Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco, y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: “éste es el Hijo de Dios.” Todos los que le oían quedaban atónitos y decían: “¿No es éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocan ese nombre, y ha venido aquí con el objeto de llevárselos encadenados a los sumos sacerdotes?”. Pero Saulo se fortalecía y confundía a los judíos que vivían en Damasco demostrándoles que éste es el Cristo. Al cabo de bastante tiempo los judíos tomaron la decisión de matarle. Pero Saulo tuvo conocimiento de su conjura. Hasta las puertas estaban vigiladas día y noche para poderle matar. Pero los discípulos le tomaron durante la noche y le descolgaron por la muralla dentro de una espuerta.

Llegó a Jerusalén e intentaba juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé le tomó y lo presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús. Andaba con ellos por Jerusalén, predicando con valentía en el nombre del Señor. Hablaba también y discutía con los helenistas; pero éstos intentaban matarle. Los hermanos, al saberlo le llevaron a Cesarea y le enviaron a Tarso”.

En Gal 1, 15 a 2, 10: “Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo a hombre alguno, ni subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí me fui a Arabia, de donde volví a Damasco. Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía. Y no vi a ningún otro apóstol, sino a Santiago, el  hermano del Señor. Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento. Más tarde me fui a las regiones de Siria y de Cilicia. Personalmente no me conocían las iglesias de Cristo en Judea. Solamente habían oído decir: “El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir. Y glorificaban a Dios por mi causa”.

Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con  Bernabé, llevando también a Tito. Subí movido por una revelación y les expuse a los notables en privado el Evangelio que proclamo a los gentiles para ver si corría o había corrido en vano. Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse. Y esto a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud, a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio. Y de parte de los que eran tenidos por notables -¡no importa lo que fuesen!: Dios no mira la condición de los hombres –en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron. Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, - pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles – y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los circuncisos. Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, cosa que he procurado cumplir”.

Este párrafo de la epístola a los Gálatas es indispensable para delinear el primer periodo cristiano y la primera actividad apostólica de Pablo. Se trata de una apología personal en la que Pablo defiende su "Evangelio" y su propio apostolado contra los judaizantes, que amenazaban destruir la fe sembrada por él en la Iglesia de Galacia.  Al recordar su actividad apostólica y sus relaciones con el colegio apostólico, él tiene la intención de ilustrar el origen divino del evangelio que él predica Gal 1, 11-12: "os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es cosa de hombres, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo". Por eso, en su apología insistimos en los siguientes hechos.

Inmediatamente después de su llamada y de la revelación que recibió en el camino de Damasco, salió para Arabia (en el territorio de los nabateos, cercano a Damasco), sin haber ido antes a Jerusalén para ver a los Apóstoles.

Sólo después de tres años de actividad apostólica, se decide a subir a Jerusalén para encontrarse con Pedro.  Insiste en que se quedó allá solo quince días y en que sólo vio a Pedro y a Santiago, hermano del Señor.

De Jerusalén marchó a las regiones de Siria y Cilicia, donde predicó el evangelio. Su fama comenzó a difundirse en la Iglesia de Judea.

Después de catorce años de intensa actividad apostólica, Pablo volvió a Jerusalén, acompañado por Bernabé y Tito. Esta visita a las "columnas" de la Iglesia Madre la hace "movido por una revelación", en la que comprende la necesidad de una garantía eclesial para su evangelio.

Las "columnas" de la Iglesia: Pedro, Santiago y Juan no juzgan necesario añadir nada a su evangelio. Reconocen, además, la gracia que le había sido dada de evangelizar a los gentiles y le tienden la mano en señal de comunión.

Esta apología nos ayuda a comprender el modo como Pablo entiende su apostolado: “es una gracia que se le dio mediante una "revelación" directa del Señor”, y que, por consiguiente, no depende del reconocimiento de los otros apóstoles. Pablo es Apóstol como los otros doce. Desde el punto de vista eclesial su evangelio recibió también la garantía de la aceptación de las "columnas" de la Iglesia.

El mismo pasaje de la carta a los Gálatas tiene también un interés histórico: nos traza un cuadro de la primera actividad apostólica de Pablo. Si lo comparamos con la narración de Lucas en los Hechos de los Apóstoles vemos que no existe un perfecto acuerdo.

1.6.2. Primer apostolado

Damasco = Arabia – Damasco, Gal 1, 17. Después de una permanencia, cuya duración se puede calcular aproximadamente de dos años en Arabia, Pablo vuelve a Damasco, donde desarrolla una intensa actividad apostólica. Es durante esta segunda permanencia en Damasco cuando tiene lugar la persecución de los judíos, la intervención del etnarca del rey Aretas y la huida de Pablo en una espuerta,  Hech 9, 23-25: “Al cabo de bastante tiempo los judíos tomaron la decisión de matarle. Pero Saulo tuvo conocimiento de su conjura. Hasta las puertas estaban vigiladas día y noche para poderle matar. Pero los discípulos le tomaron durante la noche y le descolgaron por la muralla dentro de una espuerta”. Y en  2 Cor. 11, 32-33: “En Damasco el etnarca del rey Aretas tenía puesta guardia en la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme. Por una ventana y en una espuerta fui descolgado muro abajo. Así escapé de sus manos”.

Es entonces, después de tres años de vida cristiana y apostólica, cuando Pablo por primera vez (después de su conversión) se dirige a Jerusalén, Gal 1, 18: “Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía”. El tiempo indicado no significa necesariamente  tres años cumplidos. Hay que contarlo, además, a partir de su conversión.
Pablo nos dice explícitamente que esta primera visita a Jerusalén duró solo quince días. No hubo en ella ninguna actividad apostólica, sino secreto y anonimato. Lucas, en Hech 9, 26-29, nos da otra versión. Esto se debe probablemente a una esquematización en la que se presenta, unidos en un cuadro, los recuerdos de la primera y de la segunda visita a Jerusalén.

Todavía desconocido personalmente a los cristianos de Judea, Pablo deja Jerusalén y se dirige a la región de Siria - Cilicia, donde continúa su apostolado misionero, Gal 1, 21-24: “Más tarde me fui a las regiones de Siria y de Cilicia. Personalmente no me conocían las iglesias de Cristo en Judea. Solamente habían oído decir: “El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir. Y glorificaban a Dios por mi causa”.

Como lo hará más tarde, Pablo se estableció ciertamente en un centro. Probablemente sus centros fueron Tarso, su ciudad natal y  Antioquía, capital de Siria. Este apostolado de Pablo por las regiones de Siria y Cilicia duró catorce años. Pablo nos da una descripción muy genérica, Gal 1, 23-24. De la permanencia en Antioquía nos informa Lucas, Hech 11, 25-26: “Partió (Bernabé) para Tarso en busca de Saulo, y en cuanto le encontró le llevó a Antioquía. Estuvieron juntos durante un año entero en aquella iglesia e instruyeron a una gran muchedumbre. En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”.

Segunda visita de Pablo a Jerusalén, Gal 2, 1-10. “Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con  Bernabé, llevando también a Tito. Subí movido por una revelación y les expuse a los notables en privado el Evangelio que proclamo a los gentiles para ver si corría o había corrido en vano. Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse. Y esto a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud, a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio. Y de parte de los que eran tenidos por notables -¡no importa lo que fuesen!: Dios no mira la condición de los hombres –en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron. Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, - pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles – y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los circuncisos. Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, cosa que he procurado cumplir”.

Hay una dificultad: Pablo habla de dos visitas a Jerusalén; Lucas en cambio, de tres, Hech 9, 26; 11, 29-30; 15, 2-4, en ese mismo periodo de tiempo. Hay que referir ciertamente las noticias que nos da Pablo. Lucas probablemente hace una mención anticipada en Hech 11, 29-30, de la visita de Hech 15, 2-4. El motivo, según algunos, sería el haber ordenado Lucas la documentación que tenía en tal forma que se pusiera de relieve la función de Jerusalén como centro de la fe y origen de la primera  vitalidad de la Iglesia, Hech 1, 8. La fecha de la segunda visita: alrededor del año 49 d.C.

Otra dificultad: ¿Cuándo se tuvo el primer viaje misionero de Pablo? Hechos de los Apóstoles, Cptlos: 13 -14. Existen dos posibilidades; o antes o después de la segunda visita a Jerusalén. La solución más probable es la que lo coloca antes, es decir en el periodo de 14 años que menciona Pablo en Gálatas. Si hace mención explícita de él es porque su apología estaba centrada en sus visitas a Jerusalén y en el diálogo tenido con los Apóstoles.

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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.


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