¿Qué es el Año Litúrgico? 23° Parte - Las fiestas de la Virgen María



P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.


3. LAS FIESTAS DE LA VIRGEN MARÍA

Con relación al culto de María el Concilio Vaticano II dice lo siguiente:
“En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansia y espera ser”. (SC. 103).
Además de las diversas solemnidades y fiestas de la Virgen la liturgia nos concede hacer memoria libre de santa María todos los sábados del tiempo ordinario, cuando no haya una memoria obligatoria (Norm. Univ. sobre el Año Litúrgico, 15).

En el presente trabajo me limitaré a presentar las fiestas de la Asunción y de la Concepción Inmaculada de María.


La Asunción de la Virgen María
Solemnidad (15 agosto)

Esta solemnidad cuenta con la misa de la vigilia y con la del día festivo. La liturgia nos anima a alegrarnos con gozo espiritual en este día, en que la subida de María al cielo "en cuerpo y alma” confirma la esperanza cristiana de la resurrección gloriosa prometida a los fieles. Porque la Mujer misteriosa vista por Juan en el cielo representa a la vez a María y a la Iglesia. María “es figura y primicia de la Iglesia, que un día será glorificada”, y por eso ‘‘es consuelo y esperanza del Pueblo de Dios”.

La hondura teológica de la fiesta, expresada a lo largo de las diversas antífonas, oraciones y lecturas genera en los corazones confianza* para pedir a Dios, por intercesión de María la Virgen, ‘‘participar con ella de su misma gloria en el cielo” y “aspirar a las realidades divinas” mientras vivimos en este mundo terreno.


La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen
Solemnidad (8 diciembre)

Si la fiesta de la Asunción nos había del descanso en los cielos, la fiesta de la Inmaculada nos recuerda las luchas redentoras contra el Demonio en la tierra. La colecta de la misa nos introduce en el misterio de la Concepción Inmaculada de María con fórmulas teológicas bien contorneadas:
“Oh Dios, qué por la concepción inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada; y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado...”.
Esta misma colecta nos anuncia el matiz de esfuerzo espiritual recordado por la fiesta, al hacernos pedir a Dios por la intercesión de la Virgen Inmaculada “llegar a El limpios de todas nuestras culpas” y ser curados por el sacramento eucarístico de “los efectos del primer pecado”.
“La liturgia de hoy nos presenta en el prefacio la conveniencia de la pureza de María, cuando canta:
“Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente, que quita el pecado del mundo. Purísima la que entre todos los hombres es abogada de gracia y ejemplo de santidad”.
Pero la gloria de María viene de la gracia de Dios, que “ha hecho en ella cosas grandes”. Esa gracia divina, obtenida por la poderosa intercesión de María, es capaz de “guardarnos también a nosotros limpios de todo pecado”.

Por eso con María podemos todos cantar:
“Me llena de gozo el Señor, mi alma se alegra con mi Dios”.


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Bibliografía: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón S.J. Año Litúrgico y Piedad Popular Católica. Lima, 1982

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